jueves, 4 de julio de 2024

LA ROSS NOS REFRESCA EL VERANO

12º Concierto de abono Ciclo Gran Sinfónico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Meigui Zhang, soprano; Darrell Ang, dirección. Programa: Suite orquestal Rapaukes Sommernachtstraum, de Núñez Hierro; Chants d’Auvergne, de Canteloube; Die Seejungfrau, de Zemlinsky. Teatro de la Maestranza, jueves 3 de julio de 2024


Es una lástima que un programa tan atractivo y original como éste fuera disfrutado por tan poco público, menos de la mitad del aforo del Maestranza. Es lógico, ya entrados en julio, muchos de los abonados y abonadas de la Sinfónica han huido de la candente ciudad para refugiarse precisamente en los lugares evocados en este último programa de la temporada, centrado en el verano y por una vez con piezas bastante relacionadas con el tema. Por otro lado, nos congratula saber que incluso en julio cabe esperar en nuestra ciudad una programación cultural al margen de la típicamente estival que con tanto acierto y fortuna nos ofrecen las Noches en los Jardines del Alcázar.

Para arrancar este monográfico, Nuria Núñez Hierro completó el ciclo de piezas dedicadas a las cuatro estaciones compuestas por autoras andaluzas, uniéndose a Elena Mendoza, Lula Romero e Inmaculada Almendral. La suya es una suite integrada por los cinco números que compuso por encargo de la Orquesta de la Radio de Berlín para introducir a los niños y las niñas en la música clásica, en concreto en El sueño de una noche de verano de Mendelssohn, manteniendo un especial interés en educar en la música contemporánea. Escuchada en bloque, se trata de una muy sugerente, seductora y atractiva pieza que más que seguir la narrativa shakespeariana, evoca su atmósfera de magia y fantasía, jugando con los acordes de Mendelssohn y dialogando tanto con el bardo como con el compositor.

Especialmente relevante es el juego de tímbricas que propone, con profusión de campanas, exquisita y delicada percusión y susurros de viento que logran un resultado de ensoñación casi místico. No necesita para eso ni intervenir ni preparar los instrumentos, pero los somete a usos a menudo distanciados de los suyos propios, consiguiendo en general un coqueteo en el que los acordes de la célebre página de Mendelssohn parecen fluir como apéndices de la obra de la jerezana. Nada de esto hubiera podido percibirse de no ser por la ejemplar interpretación de la ROSS con Darrell Ang al frente.

Del verde monte al mar azul

Tras esa refrescante ensoñación estival, el director Darrell Ang y la soprano Meigui Zhang nos llevaron al Auverne a través de cinco de la treintena de canciones que Joseph Canteloube rescató y orquestó del acervo popular de la región francesa. Zhang evidenció una voz densa y profunda, cercana a la tesitura de una mezzo, entonando a la perfección las deliciosas canciones enmarcadas en las alegres L’aïo de Rotso y Lou Coucut, desplegadas con una agilidad y un fraseo exquisitos, si bien el autor prefería una voz de emisión más natural y sencilla que la más lírica empleada por la cantante asiática.

Esto afectó también a la expresividad, que acabó siendo más homogénea de lo deseable. Con todo, la célebre Baïlèro sonó melancólica y encantadora, mientras la batuta extrajo de la orquesta toda la riqueza y exuberancia que los arreglos de Canteloube impregnaron a cada página. Cantar en auvernés, lengua derivada del occitano o provenzal, no lo pone fácil y Meigui parece que la resolvió con éxito.


La segunda parte estuvo protagonizada por una partitura relativamente reciente por el tiempo que estuvo ausente de las salas de concierto, el poema sinfónico La sirenita de Alexander Von Zemlinsky. Después de triunfar en su estreno a principios del siglo XX, su autor la repudió y anduvo perdida durante mucho tiempo, hasta que en 1984 unos musicólogos la rescataron y la dieron a conocer en el formato que hoy conocemos. Después, una edición crítica añadió un pasaje turbulento que a juzgar por la duración de la pieza interpretada anoche, no debió considerarse en el programa.

A caballo entre el sinfonismo de Strauss y Mahler y la Nueva Escuela Vienesa, la de Zemlinsky es una obra exuberante, lírica y espectacular, a la que Ang prestó un inusitado interés y una loable dedicación, logrando una lectura absorbente y dinámica que en manos de la Sinfónica fue un derroche de color y sugestión, tanto en sus pasajes más líricos y románticos como en los más agitados y turbulentos.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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