jueves, 5 de septiembre de 2024

BRUNO AXEL, ENTRE ROMÁNTICO Y VACILÓN

XXV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Bruno Axel, violines, voz, sampler; Antonio A. Ritoré, percusión. Programa: El arte de la invención. Miércoles 4 de septiembre de 2024

Foto: Actidea

Polifacético, inquieto, inclasificable… son algunos de los adjetivos que definen la personalidad del músico granadino Bruno Axel. Aún impresionados por el excelente sabor de boca que nos dejó hace justamente una década cuando presentó en la Sala Manuel García del Maestranza su espectáculo Música en movimiento, y a pesar de que su continuación, un año después, no despertó en nosotros la misma sensación, asistimos a esta segunda función de Axel en las Noches del Alcázar con cierta expectación y la convicción de que no nos dejaría indiferentes. Todo indica que lo que anoche hizo sobre el escenario fue considerablemente diferente a lo que ofreció el pasado 20 de agosto. Para entonces estaba anunciado un menú degustación con distintos platos cocinados a partir de reconocibles partituras musicales. Esta vez su imaginación se fue más del lado de los viajes.

Queremos pensar que para ello inventó un personaje, con una imagen radicalmente diferente a la que nos tiene acostumbrados y acostumbradas, y ciertas formas que nos remitieron directamente a los músicos callejeros, tomando forma definitiva cuando casi al final se transformó en artista del metro de Nueva York, haciéndose acompañar su ecléctico violín de una percusión directamente inspirada en el hip hop. Entre medias, Axel jugó a desconcertar al público, alternando sus particulares recreaciones musicales con sentencias dispersas sin aparente conexión entre ellas, hasta que en cierto momento encontraron justificación como improvisada terapia para sobrellevar la vida y la muerte, y terminar sobreviviendo, que es al fin y al cabo lo que hacemos todos y todas, pero bajo el espíritu reconocible de quien lo hace día tras día reinventándose en calles y plazas de una gran urbe.

Imagen retrospectiva del artista

Con Bach como músico recurrente, desde sus partitas a las Variaciones Goldberg, y Paganini, Vivaldi, Rota y su familia Corleone, así como Falla y su nana, un sirtaki y música de raíz turca, la propuesta de Axel encontró su punto más decididamente grotesco con sus recreaciones de los impresionistas franceses, unas Gymnopédies de Satie a dúo con Antonio Alcántara Ritoré al xilofón, a partir de los sonidos distorsionados y estridentes del violín eléctrico, y un Bolero de Ravel algo más juguetón, animado por la batería, las congas y los sonidos grabados sobre la marcha en el sampler.

El viaje terminó como también parece estar haciéndolo el verano, del mar buceando al cielo en globo, y parte del público acabó desconcertado, otra desmotivada, y otra posiblemente encantada con una propuesta en la que sobresalió el carácter vacilón y extravagante del músico, muy bien acompañado por un mucho más discreto Alcántara. En sus gestos y sus dispersas locuciones, Axel exhibió el romántico que lleva dentro, con una visión apesadumbrada y derrotista de la existencia, incluida una emotiva dedicatoria a un amigo desaparecido. Es ahí quizás donde más acertó el intérprete y compositor en un montaje escénico musical que en general encontramos bastante endeble y falto de una mayor imaginación, no obstante el evidente virtuosismo del artista al violín.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario