viernes, 26 de septiembre de 2025

LOS SUEÑOS DE COCTEAU Y GLASS ALIMENTAN EL FESTIVAL DE ÓPERA DE SEVILLA

Les enfants terribles. Música de Philip Glass. Libreto de Philip Glass y Susan Marshall¸ según la novela de Jean Cocteau. Juan García Rodríguez, dirección musical. Susana Gómez, dirección escénica. Juan Ruesga, escenografía. Nino Bauti, vestuario. Laura Iturralde, iluminación. Florencia Oz, coreografía. Con Clara Barbier, Lydia Vinyes-Curtis, Samy Camps y Dietrich Henschel. Óscar Martín, Patricia Arauzo y Julio Moguer, pianos. Florencia e Isidora Oz, bailarinas. Producción del Festival de Ópera de Sevilla y Ayuntamiento de Sevilla. Nave de la Fundición de la Real Fábrica de Artillería, jueves 25 de septiembre de 2025


Al margen de que este nuevo Festival de Ópera se haya presentado en varias ocasiones al público a través de la prensa y el protocolo, el público físicamente presente en el arranque definitivo ayer en la Fábrica de Artillería, merecía la pertinente introducción por parte de la organización del festival. Un saludo de bienvenida, un agradecimiento por la asistencia y un deseo de prosperidad ayudan a destacar la ocasión por encima de la celebración de un espectáculo convencional. Nada de eso hubo en este frío arranque de un festival sobre cuya andadura aún mantenemos reservas.

Hay que celebrar, sin embargo, que el evento con el que inició su periplo resultara tan digno y acertado, gracias una vez más al esfuerzo denostado de un equipo que cree en lo que hace y pone todo su empeño en que la empresa salga todo lo mejor posible, aunque los recursos sean limitados. Todo lució al nivel exigible, en lo musical y en lo escénico, con especial hincapié en su acertada dramaturgia, que facilitó el seguimiento de un relato plagado de simbolismos y cuestiones surrealistas que tanto empañan su comprensión.


Philip Glass completo en 1996 su particular trilogía sobre Jean Cocteau con este título que se aparta de los otros dos, Orfeo y La bella y la bestia, en su aspecto conceptual. Mientras las otras dos se apoyan en las imágenes de las películas que el propio Cocteau filmó sobre sus obras, esta tercera se desmarca fusionándose más bien con la danza, quizás porque su adaptación cinematográfica corrió a cargo de otro célebre cineasta francés, Jean-Pierre Melville. En Sevilla pudimos disfrutar de La bella y la bestia a principios de la última década del siglo pasado, con el propio compositor al frente, mientras el Teatro Arriaga de Bilbao protagonizó el estreno en nuestro país de éste que ahora nos ocupa.

Talento local y voces muy implicadas

La producción que para la ocasión ha desarrollado el propio Ayuntamiento de Sevilla bajo la marca del festival que dirige Francisco Soriano, resulta todo lo eficaz imaginable, gracias a una inteligente escenografía de Juan Ruesga que convierte la habitación en la que sus protagonistas andan un tanto perdidos, en todo un universo emocional de cuyos suelos emergen utensilios, secretos y sueños. A partir de ahí, Susana Gómez logra que sus personajes se deslicen con fluidez y vitalidad por el simbólico escenario, iluminado de forma brillante e imaginativa con efectos que potencian una sensación onírica global.

Del vestuario cabe destacar los bellísimos figurines creados por Nino Bauti para que los luzcan las dos protagonistas femeninas, inspirados en la misma década, los cincuenta del siglo XX, que alumbró el film de Melville, en lugar de los veinte en los que se concibió la novela de Cocteau. Lástima que las fotografías no se hayan hecho eco de esos trajes.


Todo esto, junto a la delicada y elegante coreografía de Florencia Oz, perfectamente escenificada y sincronizada junto a su hermana Isidora, especialmente en el episodio del sonámbulo y el interludio terrible, contribuyó a recrear ese mundo imaginario en el que se desenvuelven estos eternos adolescentes que animan los mismos sentimientos perversos que tan a menudo albergan los todavía ineducados infantes.

A estos cuatro personajes enmarañados en intrigas románticas y antiguos rencores, les ponen voz otras tantas figuras de talento demostrado, destacando la fluidez y la potencia de Clara Barbier como la maquinadora Elisabeth, el sonido compacto y templado de la mezzo Lydia Vinyes-Curtis, el atractivo timbre de Samy Camps, que como Gérard se adjudica también el papel de narrador, y la voz sobria y profunda del barítono Dietrich Henschel.

En el apartado estrictamente instrumental cabe destacar el trabajo compenetrado, preciso y puntualmente intenso del trío de pianistas convocados, talento local al frente de una pieza en la que se pudo distinguir a la perfección el estilo punzante y armónico del autor de Einstein on the Beach o la banda sonora de Las horas. Juan García logró una vez más triunfar como director con su particular y vibrante recreación de una partitura contemporánea. Lástima que todo esto se diluyera un poco en la acústica reverberante y algo dispersa del escenario elegido, la Nave de la Fundición de la Fábrica de Artillería, lo que jugó también a la contra en el equilibrio entre música y voces.

Fotos: Agustín Pacheco (Archivo fotográfico del Festival de Ópera de Sevilla)
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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