martes, 21 de octubre de 2025

BEETHOVEN CON CRITERIO HERREWEGHE

Gran Selección. Orchestre des Champs-Élysées. Philippe Herreweghe, dirección. Programa: Sinfonías nº 6 en Fa mayor Op. 68 “Pastoral” y nº 5 en do menor Op. 67, de Beethoven. Teatro de la Maestranza, lunes 20 de octubre de 2025


Con Philippe Herreweghe y su Orquesta de los Campos Elíseos, arrancó anoche el estimulante desfile de grandes orquestas y batutas con que el Maestranza nos deleitará de nuevo esta temporada. El veterano director ya asomó por aquí hace apenas unos años junto al Collegium Vocale de Gante que él mismo fundó en 1970 y el repertorio que más reconocimiento le ha reportado, el barroco, concretamente Bach y sus dos grandes pasiones.

La cita esta vez fue con la otra gran formación que salió de su instinto e iniciativa, la Orchestre des Champs-Élysées. Pero sobre todo lo era con un repertorio, que aunque ampliamente divulgado desde su sensibilidad y criterio a través del disco, no habíamos tenido oportunidad de disfrutarle en directo. El frágil cambio del clasicismo al romanticismo que representa el rupturista Beethoven, encontró en el director belga la oportunidad de lucir unos criterios interpretativos muy en consonancia con los nuevos tiempos, y en algunos aspectos a años luz del sonido al que se acostumbraron nuestros oídos tras décadas de sinfonismo voluptuoso todavía hoy en práctica.

No cabe duda de que estos criterios cuentan con la admiración e incluso el fanatismo, a juzgar por los incómodos vítores que el veterano director recibió de un asistente al acontecimiento de anoche, de parte del público. No es exactamente nuestro caso, y cuesta abstraerse de esa preferencia a la hora de intentar ser lo más objetivo posible.

Formas ligeras y texturas transparentes

Herreweghe es un músico meticuloso y muy preciso, y eso se manifestó en las formas tan delicadas, ligeras y volátiles con las que abordó la Pastoral de Beethoven. Formas y texturas a las que se amoldó una orquesta reducida a unos cincuenta maestros y maestras, con una disposición harto singular, chelos y contrabajos de frente, los últimos atrás del todo, y violines contrapuestos; por medio violas y maderas, y en las esquinas metales y timbales.


La sexta y la quinta se estrenaron a la vez en diciembre de 1808, en un mismo concierto de aquellos maratonianos que incluían además otras piezas del autor. La atmósfera benigna y espaciosa que inspira la pastoral encontró eco, demasiado, en manos de Herreweghe. Arrancó banal, con tempi rápidos y acentos puntualmente muy marcados, subrayando unas dinámicas que intentaron sin embargo ser moderadas, no muy abruptas. Destacó la claridad de las texturas y los colores, todo muy matizado, con especial atención a los detalles de la orquestación, de forma que todo sonara muy claro, transparente.

Siguió un andante también rápido, sin detenerse en esa hipnótica expresividad que le caracteriza, amortiguando el vibrato al máximo, una constante que se vislumbró también en allegro central, precediendo a la tormenta que marcó el momento más convincente y convencional de la pieza, tras el cual el allegretto final nos supo a poco, menos majestuoso de lo que esperamos, si bien no escatimó en sinceridad. La orquesta respondió con disciplina y precisión, incluidas unas complicadas trompas de la época, con la dificultad añadida que supone, que no pudieron evitar algún pequeño desajuste.

Más afín a la sensibilidad cultivada resultó una Quinta poderosa, regia y vehemente. Hubo aquí una acertada y hábil combinación de concentración, unidad orgánica e impulso rítmico, si bien echamos en falta una mayor progresión de la tragedia inicial al triunfo final, pues más bien nos sonó todo bastante romo, con una expresividad bastante homogénea.

El allegro inicial disfrutó de un intenso dinamismo, mientras de nuevo los tempi rápidos del andante malograron en parte su potencial sentimentalismo y sincera vulnerabilidad. Todo estuvo no obstante en su sitio, sin bien el scherzo central, una de nuestras piezas más queridas por fascinante, resultó demasiado rígido y mecánico. Mucho mejor la fantasmal transición hacia el allegro final, mediante un crescendo que, sin embargo, en otras ocasiones nos ha parecido más inquietante. Espectacular sin paliativos el gratificante y majestuoso movimiento final, y de nuevo el entusiasmo del público, mucho más numeroso que otros lunes.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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