Felling ROSS. Concierto de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en colaboración con Juventudes Musicales. Álvaro Lozano Cames, violonchelo. María Castillo Mora, clarinete. Josep Planells Schiaffino, dirección. Programa: Obertura de Il mondo della luna Hob. 28/7 y Concierto para violonchelo nº 1 en Do mayor Hob. VII B1, de Haydn; Obertura de La finta giardiniera y Concierto para clarinete en La mayor K.622, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 9 de octubre de 2025

Fue
todo un acierto por parte de la ROSS y
Juventudes Musicales de Sevilla programar un concierto de estas
características. Primero porque son ya varios los fructíferos años en los que
se ha celebrado esta colaboración que brinda una oportunidad única a jóvenes valores de nuestro entorno para
demostrarse a sí mismos y a los demás lo que valen, y contribuir así a ese
empujoncito que necesitan para lanzar definitivamente sus carreras. Y segundo,
por las piezas seleccionadas para la ocasión, puro clasicismo tan acorde al título operístico que se viene
ofreciendo estos primeros días del mes de octubre, un Don Giovanni que enmarca a la perfección la propuesta de la orquesta
y los jóvenes talentos seleccionados, todos y todas inmersas en la época y el estilo.
Parafraseando
a La juventud baila, microespacio del
programa Aplauso que a finales de la
década de los setenta del siglo pasado convocaba a toda la familia alrededor
del televisor para ver a jóvenes concursar bailando a ritmo de música disco y
rock‘n’roll, los dos solistas de ayer
tarde parecían dejarse llevar por el baile en sus felices comparecencias
ante el público del Maestranza. Un público que, nos congratulamos, está en
continua renovación, lo que significa que propuestas
como ésta acerca nueva afición a la música clásica. Sólo así se comprende
que gran parte de los y las asistentes aplaudieran después de cada movimiento
de las piezas concertantes.
El
jovencísimo malagueño Álvaro Lozano
Cames exhibió en todo momento un porte aristocrático abrazando el
violonchelo como si fuera su pareja de baile (de salón), con la cabeza bien
alta mirando a un horizonte quizás no tan lejano. Así desgranó, con absoluta seguridad y un sentido
inusitado de la elegancia para su corta edad, el primero de los dos
conciertos que Franz Joseph Haydn compuso para el instrumento. Lozano Cames se
desenvolvió con fluidez, manteniendo un
sonido homogéneo que combinó hábilmente dulzura y aspereza, con suficiente
cuerpo y líneas muy definidas tanto en el ritmo marcial del primer movimiento,
la melódica cantinela del adagio y el
fuego atlético del allegro final. Muy
preciso también en el control de las dinámicas y la medición del rubato, la
suya fue una exhibición ambiciosa y bien
articulada en busca de una voz propia que estamos seguros llegará a
encontrar pronto. Secundado por sus compañeros de instrumento, ofreció un Cant dels ocells, popularizado por Pau Casals,
de hondo sentimiento.

Con
gesto serio, la onubense María Castillo
Mora no pudo, sin embargo, frenar su cuerpo, siempre atento al ritmo
marcado por Mozart en su inmortal Concierto
para clarinete, cuya fama potenció aún más su integración en la banda
sonora de John Barry para Memorias de
África. No fue la suya una interpretación meramente académica de tan
trillada pieza, sino que echando mano de
la imaginación y la fantasía, intentó insuflar también de personalidad su
rendimiento, aportando un juego de
dinámicas muy arriesgado y unas florituras de difícil resolución, sobre
todo en las cadencias. En el famoso adagio
central llegó a emitir notas en un delicado pianissimo,
algo muy difícil incluso para los más experimentados. Ni que decir tiene que su dominio de la respiración fue
sencillamente impecable. Una profusamente ornamentada versión de la Habanera de Carmen sirvió como propina tras un elocuente y emocionado
agradecimiento de la solista a todos y todas quienes contribuyeron a tan feliz
acontecimiento, incluida una orquesta
con la que confesó haber crecido a lo largo de años de asistencia a sus
conciertos de abono.
También
joven, el valenciano Josep Planells
Schiaffino se encargó de arropar con respeto y precisión las interpretaciones
de los jóvenes talentos convocados, ofreciendo como adelanto en cada parte del programa
una obertura operística de carácter bufo con el que dejó claras sus formas clásicas y su capacidad para que la reducida plantilla se ajustara en la
medida de lo posible al estilo y el espíritu de la época, a través de esa
tercera vía que permite recrearlos con instrumentos modernos.
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