domingo, 1 de abril de 2012

LA VIDA DE EMILIO ZOLA

Hace unos días he tenido la oportunidad de ver La vida de Emilio Zola, una estupenda y sólida producción de 1937, dirigida por William Dieterle y protagonizada por Paul Muni. Ganó el Oscar a la mejor película en aquel año, además de otros dos. No se trata de la típica biografía de un personaje famoso, en este caso el autor francés máximo exponente del Naturalismo literario, sino que se centra fundamentalmente en el caso Dreyfus, un militar condenado injustamente por espía, de cuya defensa se encargó el entonces influyente escritor a instancia de la esposa del militar, al que da vida de manera magistral el actor austriaco Joseph Schildkraut, justamente reconocido con un Oscar al mejor actor secundario por este trabajo. Gale Sondergaard, como su esposa, completa el trío protagonista.

Ver esta película, en la que un por fin acomodado Zola, tras tantos años de bohemia y necesidades (las primeras secuencias del film recuerdan a La Bohéme de Puccini), a punto de ingresar en la Real Academia, decide dar un revulsivo a su vida sumergiéndose en las turbulentas aguas de la vida judicial y castrense de la Francia de finales del XIX, me ha recordado inevitablemente al caso Garzón. Más de cien años han pasado y la Historia se repite. Aquél se enfrentó al sistema para defender a un solo hombre, el juez español lo hizo para defender a muchas familias. En ambos casos había que quitarse de encima a un sujeto incómodo e impertinente; Zola sufrió el exilio, Garzón de momento ha perdido su cargo y su carrera, y nosotros nuestra esperanza en la Justicia y la Razón. Hace más de cien años un país recuperó la dignidad y el espíritu que lo ha hecho fuerte y admirado; el caso se revisó y se ajustó a la grandeza y al espíritu del Hombre; ¿correremos nosotros y nosotras esa misma suerte? La Historia se repite y nos escupe en la cara; el poder sigue campando a sus anchas y sacrificando lo mejor de nosotros por el camino, pero nuestro deber es impedirlo, haciendo uso de los recursos a nuestra disposición. Si toda la tiranía, fáctica y de comunicación, está en manos de los mismos, nuestra obligación es denunciarlo, atacarlo y defendernos. Zola lo hizo, Garzón lo intenta… echémosle una mano.

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