viernes, 9 de noviembre de 2012

9º FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA 7ª JORNADA

SISTER
Título original: L’enfant d’en haut
Francia-Suiza 2012 97 min.
Dirección Ursula Meier Guión Ursula Meier Antoine Jaccoud y Gilles Taurand Fotografía Agnès Godard Música John Parish Intérpretes Kacey Mottet Klein, Léa Seydoux, Martin Compston, Gillian Anderson, Jean-François Stévenin, Yann Trégouët

Hace cuatro años la directora suiza Ursula Meier irrumpió en el cine con una película de corte metafórico protagonizado por Isabelle Huppert que se llamaba Home, ¿dulce hogar?, y en el que el papel de la familia, como en ésta, era fundamental. En esta ocasión analiza la compleja relación entre una joven despreocupada y disoluta y un niño de doce años que se dedica a robar a turistas de una estación de esquí. En esta ocasión, a diferencia de en su anterior película, la realizadora acierta en el planteamiento de una tesis que lleva a buen puerto, pero se equivoca muchísimo en el uso fraudulento de sus recursos dramáticos. Su protagonista deambula como si se trata de un pícaro español del siglo XVII, con la diferencia de que nos encontramos en la Suiza contemporánea, donde Meier ha obviado a su gusto e interés la existencia de servicios sociales que impidan que un niño esté sin escolarizar, y de una policía atenta a las cientos de denuncias que habrán interpuesto los turistas robados. Lástima, porque el tema de la falta de responsabilidad y el desarraigo emocional es interesante, especialmente si se trata de la infancia; pero los detalles hay que cuidarlos y los guiones pulirlos, para no dar gato por liebre. Aún así en Berlín le dieron el Oso de Plata, y es que por lo que estamos viendo la cosecha ha sido cortita este año.

CALL GIRL
Suecia-Noruega-Finlandia-Irlanda 2012 140 min.
Dirección Mikael Marcimain Guión Marietta von Hausswolff von Baumgarten Fotografía Hoyte van Hoyteme Intérpretes Pernilla August, Sofia Karemyr, Sven Nordin, Ruth Vega Fernández, David Dencik, Simon J. Berger, Kristoffer Joner, Sverrir Gudnason

Just Jaeckin dirigió en 1977 Madame Claude, una de aquellas películas clasificadas S que tanto proliferaron en aquella década. La cinta narraba un asunto que involucraba un famoso prostíbulo de París con políticos y diplomáticos, aunque eso solo era un pretexto para ofrecer porno suave y en cierto modo estilizado. Las intenciones ahora, después del video e Internet, son muy distintas. La fotografía no usa filtros como Bilitis, ni hay sadomasoquismo como en Historia de O, y aunque hay una actriz de nombre español que recuerda a la malograda Sylvia Kristel, tampoco es Emmanuelle. Curtido en la televisión, a Marcimain le interesa desempolvar un caso de corrupción en el gobierno sueco de aquella época, no financiero como los de ahora, sino sexual. Y es que el poder siempre hace lo que le viene en gana, aunque lo adquiera directamente del pueblo, porque maneja también el funcionamiento de quien se lo puede arrebatar. Con una ambientación estupenda en la que hasta la banda sonora recuerda al Giorgio Moroder del sonido Munich, la película tarda mucho en arrancar, no llega en ningún momento a emocionar y se resiente de cierta confusión en la exposición de hechos y personajes. Pero cabe aplaudirle su excelente diseño de producción y su capacidad para denunciar algo que, a otros niveles, sigue sucediendo en todos los sistemas políticos.

MOLD
Título original: Küf
Turquía-Alemania 2012 94 min.
Guión y dirección Ali Aydin Fotografía Murat Tuncel Intérpretes Ercan Kesal, Muhammet Uzuner, Tansu Biçer, Ali Çoban, Serpil Goral

Del nuevo cine turco han surgido firmas tan interesantes como Fatih Akin desde Alemania, o Nuri Bilge Ceylan desde dentro, de quien el protagonista de esta película, Ercan Kesal, es curiosamente un colaborador habitual. Dos formas muy distintas de contar historias, a los que ahora se les podría unir Ali Aydin, que con solo esta película entre sus credenciales, promete engrosar esa lista de buen cine que nos llega desde el país euroasiático, siempre que esta cinta no sea un espejismo. Turquía ha sido siempre un país convulso, en el que gente de muy distinta procedencia y condición ha convivido no precisamente en armonía. La vida del protagonista de este trabajo es una metáfora de esa situación que se vive en un país que lucha por entrar en la Unión Europea desde mitad de los 80, cuando aún se producían en su seno crímenes contra la humanidad, como el que sufre el paciente, sensible y coherente protagonista, cuya nobleza contrasta con el silencio de su gobierno. Con una preciosista fotografía y un cariño enorme en la dirección, Aydin tiene muy claro cómo orientar su mensaje y con qué recursos hacerlo. Ese reposo no exento de interés con el que diseña sus imágenes, y con los que teje un thriller original y diferente, sirve para confrontar la calma del personaje y su entorno, y la vida agitada e insensible de una gran ciudad.

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