viernes, 14 de febrero de 2014

CONCIERTO DE JESÚS JAVIER CAMACHO CORREDERA EN EL MAESTRANZA

Ciclo Jóvenes Intérpretes. Jesús Javier Camacho Corredera, piano. Programa: Adagio KV 540 y Sonatas KV 310 y KV 457 de Mozart; Nocturnos Op. 15 Nos. 2 y 3 de Chopin; Scherzo y Marcha de El amor de las tres naranjas y Sonatas Nos. 3 y 7 de Prokofiev
Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, jueves 13 febrero 2014

Con aires de alumno disciplinado y orgullo de su promoción, el joven Jesús Javier Camacho Corredera hizo su debut en el Maestranza con un programa difícil y complejo que atacó además de memoria, sin partitura alguna. El alto nivel alcanzado por nuestros pianistas hace que hablar de técnica a estas alturas resulte tan inútil como hacerlo de la fotografía cuando nos referimos al cine. La suya es por lo tanto ágil, fluida y por extensión virtuosística, frente a un programa tan variado en estilo como homogéneo en intención; una expresividad más acertada, que ya tendrá tiempo de ir puliendo, hubiera hecho de la suya una interpretación memorable.

De Mozart eligió piezas en tono menor, poco habitual en su obra pianística. Decidió ofrecer la versión breve del Adagio, sin repeticiones y sin apenas deleitarse en su atmósfera tensa y sus frecuentes cambios de ritmo y dinámicas. Con las sonatas llegó a imitar casi a la perfección el sonido del fortepiano, con toques secos y precisos, si bien apenas acertó a plasmar la angustia subyacente en la 310 ni la apasionada tristeza casi operística de la 457.

Más preocupado en la forma que en el sentimiento, sus nocturnos chopinianos resultaron más patéticos que melancólicos o elegíacos; poseedores de un lenguaje armónico poderoso, no alcanzó sin embargo a extraer toda la grandeza de su expresión musical. Una virtuosística exposición del Scherzo y marcha de El amor de las tres naranjas y una rapsódica versión de la Sonata nº 3 dieron paso a lo mejor de la noche, una endiablada interpretación de la segunda de las tres Sonatas de guerra de Prokofiev. Reflejo del más intenso dolor ante el stalinismo (¿hay algún compositor ahora que se atreva a hacer lo mismo con Putin?), Camacho se mostró inquieto y agresivo en los movimientos extremos e intimista y apesadumbrado en el lento, con un final apoteósico y casi surrealista.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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