miércoles, 28 de mayo de 2014

LA FASCINACIÓN DEL PARÍS DE LA BELLE EPOQUE EN LA VOZ DE SARA ROSIQUE

Sara Rosique, soprano. Juan Escalera, piano. Programa: Piezas y canciones de Granados, Debussy, Fauré y Turina. Pabellón de Juventudes Musicales de Sevilla en el Parque María Luisa, martes 27 de mayo de 2014

A finales del siglo XIX y hasta bien entrado el XX, París ejerció una notable influencia sobre artistas de buena parte del Mundo. Los músicos españoles no fueron ajenos a esta fascinación, y volcados en su mayoría al ejercicio de un nacionalismo cultural miraron con curiosidad e inquietud los logros que en la capital francesa consiguieron autores como Debussy, Ravel o Fauré, así como más adelante compositores de otras nacionalidades, como Stravinsky, que tanta influencia ejerció en Falla y que irrumpió con fuerza en el escenario tan abierto como prejuicioso que ofrecía el público galo contemporáneo de esa época prodigiosa que se denominó acertadamente bella.
 
Alrededor de ese eje gravitaba el suculento programa diseñado por Sara Rosique y Juan Escalera para su cita en Juventudes Musicales, una plataforma en la que generalmente descubrimos nuevos talentos pero pocas veces, como ésta, nos reencontramos con artistas ya consagrados cuya carrera seguimos con deleite desde hace tiempo, como es el caso de la soprano gaditana. Sin embargo, la supresión de todo el bloque dedicado a Albéniz, de quien habríamos escuchado sus Rimas de Bécquer, desvirtuó la intención de ilustrar esa influencia que París ejerció en los compositores españoles, reducidos a una canción de Turina y dos breves piezas para piano de Granados, extraídas de su ciclo Escenas románticas, compuestas a principios de siglo en plena efervescencia de una aventura amorosa extramarital y en las que apenas se atisba ciertas reminiscencias de Debussy o Satie. Albéniz fue posiblemente el más cosmopolita de los compositores españoles de la época, capaz de componer en francés o en inglés, y atento a corrientes tan de moda y diferentes como el entonces incipiente Broadway.
 
Delicadeza, perfecta afinación y natural habilidad para frasear con gusto y agilidad, son características que acompañan a la voz y compostura de Sara Rosique, que tampoco defraudó en esta ocasión. Celebramos particularmente su capacidad y ambición para abordar géneros tan distintos, pues de la música fundamentalmente antigua con la que se nos dio a conocer, ha pasado al bel canto, la zarzuela y la música contemporánea con notable fluidez, así hasta esas Cinco canciones distintas de Jesús Sancho, violinista de la ROSS, que interpretó en la Sala Manuel García en febrero del año pasado, y ahora estas canciones francesas que se debaten entre el color y la armonía típicos de Debussy y la belleza melódica intrínseca a la música de Fauré. Lástima que la guapísima soprano apenas definiese esas virtudes musicales en orden a ofrecer un canto siempre entonado y generoso en proyección y modulación pero monótono en expresividad. Le falta algo más de interpretación para encarar estas preciosas canciones con más ahínco y convicción. Aun así se reconoce su esfuerzo y versatilidad y se le anima a profundizar en el género hasta ampliar con éxito sus ya numerosos registros. Juan Escalera, que ya protagonizó una cita de esta temporada de Juventudes Musicales, en diciembre junto al saxofonista Juan Pedro Luna, fue un más que digno pianista acompañante, atento a cada matiz y detalle, afín tanto a la melodía como la armonía y buscando siempre el punto de expresividad justo, incluso en sus solos de Granados y en la canción Olas gigantes de Turina que ambos artistas acometieron con el fuerte temperamento que requiere.

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