lunes, 2 de marzo de 2015

FAZIL SAY, EL ASOMBROSO ARTISTA QUE VIVE EN EL PIANO

Ciclo de Piano. Fazil Say, piano. Programa: Sonatas nº 11 K331 y 12 K332, de Mozart; Sonata Gezi Park 2, de Say; Selección de Preludios del Libro 1, de Debussy.
Teatro Maestranza, domingo 1 de marzo de 2015

El incomparable artista turco Fazil Say acudió al Teatro de la Maestranza precedido de su fama de pianista excéntrico capaz de provocar gran entusiasmo y satisfacción en el público; sólo así se explica que apenas quedaran entradas sin vender, a pesar del Sevilla-Atlético de Madrid que se disputaba simultáneamente en el Sánchez-Pizjuán. Al Maestranza le une además, según supe justo antes del concierto de mano de mi amigo Fernando López Vargas-Machuca, su estrecha colaboración en concierto con Pedro Hallfter y en grabación con John Axelrod, directores del teatro y de la sinfónica respectivamente. Su forma de interpretar no deja indiferente a nadie, y ni siquiera sus posibles detractores son capaces de esgrimir razones sólidas para despreciar sus presuntas excentricidades frente al instrumento. Él lo vive y lo siente, lo acaricia y dialoga literalmente con él, paladeando cada nota que toca, tarareándolas y coreografiando reverencias con la mano que según cuándo le queda libre. Puede que no logre transmitir ese aluvión de sensaciones a todo tipo de sensibilidades, pero el espectáculo está garantizado y atrapa nuestra atención de principio a fin sin que nada ni nadie logre distraerla.

Nunca antes las variaciones del primer movimiento de la Sonata nº 11 de Mozart sonaron tan variadas, matizadas al extremo, a costa incluso de maquillar el estilo mozartiano con otro distinto y muy personal, discutible quizás pero sorprendente y seguro. Interpretada sin pausa y sin tregua, rápida y envolvente aunque faltara mayor cantabilidad, apenas alcanzó los veinte minutos de duración, acariciando la cota más alta de su depuradísima perfección técnica en el célebre allegretto alla turca, pieza que repitió en las propinas con una variante jazzística de su propia cosecha que suele ofrecer en los conciertos y que suscitó la admiración unánime del público congregado. La Sonata nº 12 empezó más ortodoxa y convencional, pero un adagio excesivamente edulcorado nos dejó desconcertados; aquello trascendió incluso al Chopin de la Pires para colocarse directamente al nivel del Love Story de Francis Lai. Poco quedó del ambiente pastoral que caracteriza esta tercera del trío de sonatas mozartianas más populares; en su lugar disfrutamos de una visión más personal e interiorizada del pianista. Así es como digiere la música y la traduce sobre el teclado, con resultados espectaculares más allá del propio ejercicio gimnástico que sin duda también domina.

De su faceta como compositor, con varias sinfonías, conciertos para diversos instrumentos, oratorios, canciones, música de cámara y para piano, escogió una pieza reciente escrita como tributo a las protestas de la Plaza Taksim de Estambul de hace un par de años, la Sonata Gezi Park 2, en referencia al parque cuyo intento de demolición dio lugar a las sonadas protestas. Bien conocido es su compromiso con los derechos humanos y los movimientos sociales, que incluso lo han colocado al borde de la cárcel. Su interés por la música de cine se evidencia en esta página con estructura de suite narrativa, que empieza agitada y violenta, con siniestras notas que consigue con esas particulares intervenciones del piano que le son tan preciadas. Llega después un espacio para la quietud y la calma, posiblemente ilustrando la noche y el descanso, para reanudar un discurso entre la rabia y la impotencia cuando la obra alcanza su fin. De los doce Preludios que conforman el Libro I de Debussy, Say interpretó cuatro, acentuando las dinámicas hasta extremos exagerados, con pianissimi cargados de expresividad y forti potentes, fraseando unos pasajes con el mismo deleite con el que despachaba otros a fuerza de toques secos, ásperos y contundentes. La calma característica de La catedral sumergida se vio así tan enturbiada como fue consolada la tristeza de Pasos en la nieve. No fue exactamente un Debussy delicado, pero sí reflexivo a través del fuerte temperamento que sólo se puede encontrar en un artista mediterráneo; es difícil imaginar a un nórdico rindiéndose a una estética tan radical y atrevida. Su particular y elegante arreglo del Summertime de Gershwin formó también parte de los reclamados y muy aclamados bises, dejando clara una vez más su enorme y depurada afición al jazz.

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