miércoles, 25 de octubre de 2017

FIDELIO: TRIUNFO DEL ESPÍRITU MUSICAL

Ópera de Ludwig van Beethoven con libreto de Friedrich Treitschke. Pedro Halffter, dirección musical. José Carlos Plaza, dirección de escena. Pedro Moreno, vestuario. Francisco Leal, escenografía e iluminación. Con Elena Pankratova, Roberto Saccà, Thomas Gazheli, Wilhelm Schwinghammer, Mercedes Arcuri, Beñat Egiarte, Adrian Eröd, Moisés Molina y Francesco Proietti. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza, dirigido por Íñigo Sampil. Producción del Teatro de la Maestranza.
Teatro de la Maestranza, martes 24 de octubre de 2017

Esta crisis parece que no nos quiere abandonar del todo, y así el Maestranza tira cada año de una reposición de producción propia con tema sevillano para engrosar la temporada lírica ahorrando costes. Y con la que se nos viene encima parece que la situación no pueda sino agravarse en los años venideros, precisamente por cuestiones harto parecidas, con matices distintos y evidentes, a las que Beethoven denunciaba hace dos siglos en este su único título operístico. Una obra que tardó mucho en gestarse, provocó casi la desesperación de su autor y fue objeto de dos revisiones considerables que cristalizaron en la que hoy conocemos como Fidelio después de una década denominándose Leonora. Y es que tanto monta, monta tanto, Fidelio es Leonora y viceversa en este drama con personaje travestido que lucha denostadamente por liberar a su amante esposo de las garras de un tirano sin escrúpulos en una cárcel que el libreto situaba en la entonces tan de moda Sevilla. Una trama inspirada en los grandes vodeviles franceses con tema de rescate marital que tanto se llevaban por aquel entonces, y que Beethoven aprovechó para resaltar los valores de la Ilustración, la reivindicación de los derechos y libertades más fundamentales, y la exaltación de la dignidad humana como valor absoluto e irrenunciable, y de paso exaltar las virtudes de la vida conyugal.

Halffter volvió a ponerse ante la Sinfónica de Sevilla para traernos toda una explosión de sonido y solemnidad, recayendo en su batuta y las estupendas prestaciones de la orquesta el mayor logro de esta reposición que cuenta con diez años ya de vida. El sonido carnoso y bien empastado de la cuerda contrastó sin embargo con unos metales que nos hicieron revivir algunos de los peores momentos de la formación, especialmente las trompas, tan importantes en el aria de Leonora (Komm, Hoffnung) para potenciar su nobleza, y que únicamente lograron enturbiar el bello canto de la soprano rusa Elena Pankratova, auténtica diva de la función, de quien teníamos muy buenas referencias y que desde luego no defraudó con un canto sobrado, potente, bien proyectado, firme y seguro, que moduló a discreción y fraseó con buen gusto y exquisita entonación. Un papel extremadamente difícil, excelentemente defendido. Halffter no tuvo que cuidar la exhibición decibélica de la orquesta para no tapar las voces, haciendo honor a la estética beethoveniana, más proclive a la majestuosidad orquestal que a las veleidades canoras, pues de hecho todo el elenco respondió con notable soltura y generosa proyección para sobreponerse a la orquesta sin exigirle sacrificios. La inclusión de la Obertura nº 3 de Leonora justo después de la liberación de los amantes y antes de la de los presos, sirvió no sólo para ilustrar la caricia de la libertad por parte de los oprimidos, mientras la gran losa que preside el escenario va elevándose y desapareciendo, sino para coronar una noche gloriosa de gran música, con una interpretación sublime de tan hermosa y evocadora página. Esa inclusión quizás sea el mayor atrevimiento y originalidad de esta producción, por encima de la mencionada losa, un atrezzo conceptual tosco y evidente, y la esperada maqueta de Sevilla que junto a los naranjos sitúan la operación en su homenajeado escenario.

También el coro sobresalió, a pesar de los movimientos escénicos rancios y apagados a los que fueron sometidos sus integrantes masculinos, bien entonados y sobrellevando toda la carga emocional de su cometido, habida cuenta de la escasa eficacia del trabajo escénico al respecto. En cuanto al resto del elenco, todos y todas cumplieron a la perfección en cuanto a registro y tesitura, aparte la proyección que ya apuntábamos. Muy matizado el Florestán de Roberto Saccà, que supo transmitir nobleza y agotamiento sin sacrificar potencia, y que como Pankratova lidió con un dificilísimo rol con sobrada competencia. Wilhelm Schwinghammer compuso un Rocco en su justa medida cómica, no tan próximo a Leporello como habitualmente se le supone, evitando también Halffter aligerar el tono de la función para no rebajar sobriedad alguna. Satisfactorios también Beñat Egiarte y Adrian Eröd, como Jaquino y Don Fernando respectivamente. Mercedes Arcuri posee un bello timbre y eficiente articulación, así como capacidad para elevar el tono y emitir agudos sin estridencias; le falta dominar mejor los graves para que no se resienta su capacidad de proyección. Thomas Gazhell compone un Pizarro histriónico y sobreactuado incluso al cantar, con incómoda propensión al alarido y la descomposición. El concepto de Plaza para la puesta en escena se revela raquítico y rancio, con composiciones dramáticas más propias del cuadro que de la escena, sin aprovechar la profundidad de campo más que para mostrar unas ridículas escenas masoquistas que evidencian una notable falta de imaginación y creatividad. Con todo el espectáculo resulta notable por la traslación del espíritu ilustrado a la música, tan bien interpretada como cantada, haciendo honor a la espléndida partitura del genial maestro de Bonn.

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