lunes, 26 de marzo de 2018

PABLO, APÓSTOL DE CRISTO Entretenida pero sin emoción apología de la redención cristiana

Título original: Paul, Apostle of Christ
USA 2018 106 min.
Guión y dirección Andrew Hyatt Fotografía Gerardo Madrazo Música Jan A. P. Kaczmarek Intérpretes Jim Caviezel, James Faulkner, Olivier Martínez, Joanne Whalley-Kilmer, John Lynch, Antonia Campbell-Hugues, Noah Huntley, Yorgos Karamihos Estreno en Estados Unidos y España 23 marzo 2018

Andrew Hyatt, que ya nos habló de la Virgen María en Llena de gracia, dirige esta crónica de los últimos días de San Pablo en la prisión, según el relato de Lucas en Los hechos de los Apóstoles, producida por Affirm, una filial de Sony Pictures que parece ser se encarga de productos de contenido teológico cristiano, y con su protagonista, Jim Caviezel, que fue Jesús en La pasión de Cristo, también como productor comprometido con la causa hasta el punto de ser tildado de integrista cristiano. Términos estos que desconocía a la hora de ver la película, lo que de no haber sido así seguramente hubiera contaminado mi visión de la misma, funcionando como irrebatibles prejuicios. Y sin embargo no hemos visto más que una película entretenida, al igual que anodina, sobre lo mismo que el cine se ha encargado de ilustrar desde tiempos remotos. Ambientada como Quo Vadis en la Roma destruida por Nerón en la que los cristianos se ofrecían como sacrificio a duros tormentos y pasto de espectáculos circenses, lo más interesante que plantea el film es la convivencia de la fe y la ciencia, quizás para justificar el papel de ésta sin menoscabar los misterios de la religión. Formalmente hay poca espectacularidad en este híbrido entre el péplum clásico y el más austero estilo de las últimas producciones de corte sagrado, pero hay espacio para albergar buenos trabajos de su elenco interpretativo, como Caviezel dando vida a Lucas, hombre de ciencia e inquebrantable fe, Faulkner como torturado santo con pasado violento, Martínez como atractivo oficial romano con dudas y flaquezas humanitarias, y Joanne Whalley-Kilmer, la Escarlata O’Hara televisiva, como aristócrata romana cristiana concienciada con la causa y generosa colaboradora, todos los cuales se entregan con interés en esta modesta producción tildada de adoctrinadora, en la que nosotros sólo hemos visto una película entretenida y discretamente interesante.

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