domingo, 25 de marzo de 2018

ROBERT KING Y HAENDEL: UN SALTO PRODIGIOSO

35º FeMÁS. The King’s Consort. Robert King, director. Programa: Música Acuática y Música para los Reales Fuegos de Artificio, de Haendel; Suite de Les Boréades, de Rameau. Teatro de la Maestranza, sábado 24 de marzo de 2018

Cuando en 1991 Robert King y una nutrida representación de su entonces aún joven Consort vinieron a Sevilla a tocar esta misma música, lo hicieron en el marco del V Encuentro Internacional de Música de Cine, entonces con el añadido de Música Escénica, en un intento de recrear los fastos para los que fueron compuestas estas dos obras inmortales. El evento, aunque incluido en el programa inaugural del Maestranza, se desarrolló en el Paseo Marqués de Contadero, junto a la Torre del Oro y el Río Guadalquivir, sin barcaza pero con fuegos artificiales rematando la performance. Al margen de la singularidad del concierto, los resultados se perjudicaron por acoples y defectos de amplificación. Ahora King ha vuelto dando un salto prodigioso desde el margen del río al interior del teatro, por calidad acústica e interpretativa (la madurez es un grado), pero dejando claro con una coherencia y línea de continuidad encomiables cuál es su visión del barroco hecho en su país, y más concretamente la del músico que mejor supo representar su pompa y circunstancia, por encima incluso del paradigmático Purcell.

El habitual desacuerdo sobre el orden en el que se deben interpretar las piezas dedicadas al agua llegó con King al extremo de mezclar las suites en re mayor para trompetas y en sol mayor, la más intimista para flauta, sin perder coherencia interna ni significación. La primera de estas suites, en fa, se saldó con resultados espectaculares e inmejorables. Trompas refulgentes y autoritarias aunque sin imponerse al resto de una imponente plantilla de cuerda y madera, hicieron hincapié en la inusitada belleza de los acordes y la insultante alegría inherente a unos pentagramas irrepetibles. La estética haendeliana, inscrita en esta ocasión en la tradición instrumental inglesa, encontró respuesta ideal en la cálida y majestuosa interpretación de una plantilla extraordinaria, con danzas virtuosas en ritmo y ornamentación, especialmente el Country Dance final, vivísimo y sincopado, y aires de inusitada delicadeza. Tempi animados y lentos llenos de ternura caracterizaron también las otras dos suites, en las que brilló la violinista Rebecca Miles, una de las pocas integrantes que repitieron tras el concierto del 91, encargándose curiosamente de los solos de flauta. El popular hornpipe sonó majestuoso y vigoroso, mientras la colocación de los metales, trompas frente a las trompetas, hizo honor a eso que se dice de que Haendel inventó el sonido estereofónico dos siglos antes de existir las grabaciones, con respuestas llenas de elocuencia y majestuosidad, y un acompañamiento ejemplar en empaste y articulación del resto de efectivos orquestales.

Aunque la Música Acuática, sus oberturas, elegantes aires y danzas, está muy influida por la música francesa, King le da un aire inconfundiblemente británico, y fue justo al revés que impregnó a la música instrumental de Rameau para su ópera póstuma Les Boréades de ese inconfundible estilo del país de Shakespeare. Eso no impidió por supuesto disfrutar de sus hermosísimas melodías y su deslumbrante orquestación, prodigio de imaginación, de nuevo en una interpretación impecable y ejemplar. Como así lo fue también la de la Música para los Reales Fuegos de Artificio, centrada en el gran espectáculo para la que fue engendrada. Sin necesidad de echar mano de los numerosos efectivos con los que la interpretó hace casi treinta años, y con los que lo hizo Haendel en aquella accidentada ceremonia en Green Park para celebrar la Paz de Aquisgrán, The King’s Consort ofreció una monumental recreación de la majestuosa partitura, broche de oro al epílogo no oficial del Femás (el concierto de la Barroca del próximo 3 de abril lo podemos considerar más como un programa de temporada que como cierre oficial del certamen), con el que este año se ha roto saludablemente la tradición de programar una pieza de carácter sacro, aprovechando la inminencia de la Semana Santa, y se ha preferido otra de corte sencillamente celebratorio de otra edición de música de otros tiempos.

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