jueves, 20 de junio de 2024

GREEN BORDER Guerra en paz

Título original: Zielona granica
Polonia-Francia-República Checa-Bélgica 2023 147 min.
Dirección
Agniezska Holland Guion Gabriela Lazarkiewicz-Sieczko, Maciej Pisuk y Agniezska Holland Fotografía Tomasz Naumiuk Música Frédéric Vercheval Intérpretes Jalal Alatawil, Maja Ostaszewska, Behi Djanati Atai, Tomasz Wlosok, Al Rashi Mohamad, Dalia Naous, Monika Frajczyk, Jasmina Polak, Maciej Stuhr Estreno en el Festival de Venecia 5 septiembre 2024; en Polonia 22 septiembre 2023; en España 14 junio 2024

Activa desde finales de la década de los setenta del pasado siglo, la marca Agniezska Holland tiene cierta garantía de calidad, aunque sus remakes de La heredera (Washington Square) y La semilla del diablo resulten efectivas pero pálidas frente a los originales que firmaron William Wyler y Roman Polanski respectivamente. Se ha movido como nadie en el cine europeo, ya fuera polaco (In Darkness), alemán (Europa, Europa), francés (Olivier, Olivier), británico (El jardín secreto) o checo (Charlatán), aunque sus mayor éxito lo cosechó en Estados Unidos con Copying Beethoven. Conoce bien esa Europa comunitaria a la que ésta su última película pone en solfa, así como a su propio país, gobernado por la misma ultraderecha que ensombrece todo lo logrado durante décadas en cuestión de derechos humanos en el viejo continente. Un país que se declara libre de personas LGTBI y que dinamita todos los tratados firmados en favor de un trato favorable y humano a los refugiados, por mucho que estos mismos convenios sean una y otra vez incumplidos también por países de la Unión que se consideran progresistas y solidarios.

Ambientada en plena pandemia, Green Border propone la amarga odisea de una familia siria y una mujer afgana que viajan a Bielorrusia para atravesar Polonia y desde allí dirigirse a sus países de destino. Un viaje narrado tan en primera persona que casi parece nos inmiscuyamos en las mil y una peripecias, a cual más terrible, en las que se ven envueltos los desgraciados protagonistas. Holland sin embargo se toma demasiado tiempo y demasiados frentes para contarnos esta historia tan atroz que duele. Una manera de tocar el tema desde diversos puntos de vista, el de las víctimas, el de los verdugos, fundamentalmente soldados de frontera encargados de repeler la entrada de refugiados, los y las activistas por los derechos fundamentales, y la ciudadanía, unos a favor de la ayuda humanitaria, otras en contra. El blanco y negro de la fotografía nos evita ese mayor desgaste emocional que provocara una mayor paleta de colores de una realidad sangrienta y embarrada, mientras la sincera involucración de cada uno y una de sus protagonistas, depara una mayor efectividad en el conjunto.

Aciertan, sin embargo, quienes tildan la función de efectista y de multiplicar el número de situaciones angustiosas e irrespirables a las que se enfrentan sus personajes, como si de un abecedario sobre la materia se tratara. No tanto quienes esto lo consideran obsceno, a la vista de las atrocidades que cada día se cometen en nuestro mundo civilizado, cuyo bienestar parece siempre colgar de un hilo, a fuerza de denegar a los otros los derechos y libertades que nosotros y nosotras disfrutamos. Para muchos su existencia en un continente aparentemente en paz como el que retrata la película, no dista mucho de la que se padece en guerra. Y ahora que sí hay guerra en Europa, no se trata igual a unos refugiados que a otros, siempre hay personas de una categoría y de otra, y parece imposible que esto vaya a cambiar, menos ahora que las políticas de Andrzej Duda en la República de Polonia, y de Aleksandr Lukashenko en la de Bielorrusia, amenazan con servir de ejemplo a otros países comunitarios. Su marcado interés humanitario le valió el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia, cosechando además nominaciones a los Premios Europeos del Cine en los apartados de mejor película, dirección y guion.

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