lunes, 19 de marzo de 2012

2ª CRÓNICA DEL FeMÁS 2012 (del 16 al 18 de marzo)


Quizás el emblema de esta edición, Metamorfosis, invite a echar un vistazo al pasado para encarar en la próxima nuevos rumbos, y ello justifique la multitud de rostros y conjuntos que se repiten este año. La excelencia interpretativa de Juan Carlos Rivera y Armoniosi Concerti, y el placer que provoca en nuestros sentidos se dieron cita de nuevo en un festival del que esperamos que en próximas ediciones nos brinde la oportunidad de ampliar horizontes y conocer así más de lo que se hace en otros entornos menos explorados en el campo de la música antigua. En el programa ofrecido por este conjunto el pasado viernes, tras la apertura de la semana de la vihuela que protagonizó el carismático Paul O’Dette dos días antes, nos reencontramos con sonidos y formas con las que estamos ya muy familiarizados; no por ello podemos dejar de destacar la seriedad y rigor con el que Rivera, Consuelo Navas y Juan Miguel Nieto tañeron las danzas de Fabricio Caroso que popularizó Respighi, o las de Cesare Negri, Girolamo Kapspeger y los inevitables Gaspar Sanz y Santiago de Murzia, con tres visiones de los ya célebres canarios españoles incluidas. Para el recuerdo la sensibilidad mostrada en Las penas y Pasacalles de Murzia, si bien hubo demasiada sobriedad en un programa que demandaba mayor dinamismo y un carácter más festivo, pero cuya a priori monotonía se vio una vez más salvada por la excelencia interpretativa de los tres efectivamente armoniosos intérpretes.

Por si fuera poco los nombres que se repiten en esta edición, los conciertos matinales dedicados a los músicos locales ofrecen también más de lo mismo, adelantándose a la programación estival de los Jardines del Alcázar. Temperamento nos trajo un programa confeccionado de manera exquisita a fuerza de arias de cantatas y oratorios de Bach, pero con resultados poco satisfactorios. Desde el respeto y la admiración que nos merecen sus integrantes y sus excelentes currículos, debemos sin embargo decir que Cristina Bayón cantó fuera de estilo, con voz espesa de escolástica técnica y continua e inexplicable tendencia al forte y la coloratura. También sin apenas delicadeza ni estilo, de manera seca, monótona y en exceso contenida atacaron el resto de los integrantes, Rafael Ruibérriz a la flauta, Guillermo Turina al violonchelo y Alejandro Casal al órgano.

También asiduos al Festival, los integrantes de Forma Antiqva, los hermanos Daniel, Pablo y Aarón Zapico, aprovecharon la ocasión para presentar en sociedad su último disco, Concerto Zapico, una práctica muy saludable para cualquier festival y que debería ir acompañado de su correspondiente rueda de prensa. Con una propuesta muy similar a la de Armoniosi Concerti pero con un espíritu muy distinto, los jóvenes hermanos derrocharon creatividad, agilidad, ritmo y sobre todo mucha musicalidad en su paseo por fandangos, pasacalles, folías y otras danzas fundamentalmente españolas, algunas para cuerda pulsada, otras para teclado, pero en todo caso transcritas para guitarra, tiorba y clave, éste a veces adoptando una original sonoridad laudista. Bendecidos por el ritmo, la jovialidad, la simpatía y un encomiable sentido para la improvisación, no podemos obviar la delicadeza con la que abordaron algunas recercadas, en un exquisito programa con piezas también de Kapsberger, Murzia y Sanz (en las propinas), además de Roncalli, Ortiz y Scarlatti, entre otros.

Aunque existe una grabación de 1965 de Edwin Loehrer de Santa Teodosia de Alessandro Scarlatti, la nueva edición crítica de Eduardo López Banzo de El martirio de Santa Teodosia, un oratorio escrito dentro de una serie de ellos dedicados a promover la constancia de la fe en varias mártires cristianas, gozó de honores de estreno en una Sala Joaquín Turina abarrotada. Esta reedición prescinde del coro e introduce ligeras variantes en el texto, que María Espada cantó con su habitual brillo ornamental, sonido envolvente y extraordinaria delicadeza, descubriéndonos arias tan hermosas como Se il Cielo m’invita y otras de vertiginosas habilidades técnicas como Oh gradita sentenza. El tenor portugués Fernando Guimaraes prestó al príncipe enamorado un bellísimo timbre aterciopelado y elegante fraseo; el contratenor Carlos Mena, otro habitual del festival, desarrolló su rol con un toque preciso de ironía; y el bajo italiano Luigi de Donato lució una voz potente y contundente. Banzo dirigió con entusiasta solvencia el conjunto aragonés Al Ayre Español, con los pilares fundamentales para el éxito de la empresa de James Bush al cello, Juan Carlos de Múlder al archilaúd, Carlos Gª Bernalt al órgano, y Farran James comandando la cuerda.

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