viernes, 23 de marzo de 2012

UNA SINGULAR EXPERIENCIA CON UN AFRANCESADO MIKHAIL RUDY

Mikhail Rudy, piano. Programa: Sonata 1.X.1905, Selección de Po zarostlém chodnicku (En un sendero frondoso), y V mlhách (En la bruma) de Leos Janácek; Kartinki s vystavki (Cuadros de una exposición) de Modest Mussorgsky. Teatro de la Maestranza, jueves 22 de marzo de 2012

Quizás sean los tiempos que corren, pero estamos asistiendo a una ola de nostalgia sin precedentes, que nos lleva del cine, con éxitos como The Artist, La invención de Hugo y War Horse (Caballo de batalla), a la música, con este particular concierto que pudimos disfrutar en el Maestranza de la mano del pianista ruso Mikhail Rudy. Hacía mucho, desde hace exactamente cinco años, que no asistíamos a un concierto-instalación como éste; concretamente fue con Rosa Torres-Pardo a propósito de Iberia de Albéniz, aunque los resultados en aquella ocasión fueron muy decepcionantes. Afortunadamente ahora no podemos decir lo mismo.

La Gran Puerta de Kiev, de Kandinsky




Mussorgsky compuso Cuadros de una exposición en 1874 para celebrar la obra de su amigo Viktor Hartmann, basándose en una serie de dibujos y acuarelas suyas expuestas con carácter póstumo, en una operación diametralmente opuesta a la de un réquiem al uso. Kandinsky realizó en 1928 dieciséis acuarelas inspiradas en esta música, con las que se realizó un montaje fílmico que es que ahora el que se ha recuperado a partir de una, suponemos, documentada recreación, pues el original se perdió, no así dichas acuarelas. Música inspirada en pintura, y pintura inspirada en la misma música, como un boomerang, y como resultado una creativa experiencia que nos retrotrae al cine mudo, cuando un pianista sincronizaba su interpretación al ritmo de las imágenes, y al universo Disney plasmado en esa obra maestra que es Fantasía, especialmente sus pasajes dedicados a la Tocata y Fuga de Bach y al Cascanueces de Tchaikovsky. El espectáculo resulta gratificante y estimulante, tanto desde el punto de vista nostálgico como lúdico y estético, aunque sea a costa de distraer la atención sobre la interpretación estrictamente musical.


En Sevilla Rudy se situó a un lado de la gran pantalla
Rudy parece haber somatizado perfectamente el espíritu del país cuya nacionalidad ha adoptado, no sólo por su estética a lo Principito de Saint-Exupéry, sino por su forma de abordar la música, en el caso de los Cuadros con un estilo muy similar al de Ravel – curiosamente autor de la trascripción orquestal de la obra más difundida y lograda – por sus matices sinuosos y seductores y su melancólica expresividad, mostrándose contenido y delicado incluso en los momentos más arrebatados y violentos. Antes abordó la reducida integral pianística de Janacek, salvo por la particularidad de que sólo se ofrecieron cuatro de los trece númeos que integran En un sendero frondoso (traducción literal del original checo, y no los títulos en inglés que inexplicablemente se ofrecieron en el programa de mano, por otro lado muy bien escrito por mi amigo Ismael G. Cabral). Al compositor checo lo conoce muy bien, pero también a su manera, con una línea claramente afrancesada. Ya en la Sonata 1.X.1905 atisbamos unas disonancias románticas en las antípodas de la intención del autor, más bien parco y seco. Aún así fue donde Rudy marcó más las dinámicas y contrastes, despreciadas en el resto de un programa, completado con En las brumas, que ofreció sin pausa ni aplausos, aunque con las habituales y muy molestas toses, caídas de objetos y desempaquetado de caramelos del público maestrante. En su lugar se decantó por acentuar un estilo impresionista más cerca quizás de Satie que del Debussy con el que algunos estudiosos pretenden identificarlo. En definitiva, un sonido romántico inadecuado pero gratificante al oído, síntoma del paradigmático afrancesamiento del reconocido y carismático pianista.

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