sábado, 13 de octubre de 2012

LO IMPOSIBLE La luz que se abre en las tinieblas

España 2012 107 min.
Dirección J. A. Bayona Guión Sergio S. Sánchez Fotografía Óscar Faura Música Fernando Velázquez Intérpretes Naomi Watts, Ewan McGregor, Tom Holland, Samuel Joslin, Oaklee Pendergast, Sönke Möhring, Ploy Jindachote, Nicola Harrison, Johan Sundberg, Philippe Durand, Geraldine Chaplin, Marta Etura Estreno 11 octubre 2012

Ya con su primer largometraje, El orfanato, Juan Antonio Bayona demostró ser un director muy ambicioso con una carrera más que prometedora por delante. Ahora da un salto de gigante y nos ofrece una esperadísima película que se ha convertido ya en un hito del cine español. Taquilla manda y el esfuerzo ha sido tan considerable que se le perdona que los personajes reales en los que se basa hayan trasmutado su nacionalidad hispánica por otra anglosajona. Si la propia autora del argumento, María Belón, superviviente del apocalíptico tsunami que arrasó las costas de Indonesia en la Navidad del 2004, ha permitido esa licencia, no somos nosotros nadie para criticarla. Su historia de lucha y dolor ha sido plasmada en esta película con enormes dosis de espectacularidad y emotividad. Técnicamente nos encontramos ante una de las más perfectas recreaciones de una catástrofe que se ha podido ver en el cine de cualquier nacionalidad. Pero ésta no es una película de desastres al uso; su componente humano, su capacidad para implicar al espectador emocionalmente y hacerle partícipe del horror del acontecimiento es portentosa. Para ello hacen falta unas manos expertas capaces de orquestar todos los sofisticados recursos con los que cuenta; en este sentido Bayona exhibe una excelente habilidad para dirigir y articular secuencias de una complejidad extrema, así como para sacar de los intérpretes un trabajo magnífico. Excelentemente fotografiada, reflejando la belleza del paraíso incluso después de la devastación, y con una acertadísima banda sonora que acentúa los pasajes amenazantes y terroríficos, así como contribuye a subrayar las escenas emotivas pero sin recargarlas, evidenciando una considerable capacidad melódica. En el apartado interpretativo destaca Naomi Watts en el que quizás sea el mejor trabajo de su carrera, sin maniqueísmos ni amaneramientos, sólida en su incorporación de una madre al borde del abismo, desbordada por las emociones, el dolor y la enfermedad; y el hijo mayor de la familia protagonista, incorporado por el joven Tom Holland, con un trabajo generoso en matices y expresividad. Junto a ellos el resto del elenco contribuye a dar enorme credibilidad a este drama de proporciones gigantescas, incluidos algunos supervivientes reales de la tragedia, como los que en uno de los momentos más sensibles de la película animan al protagonista a llamar a su casa. Baste mencionar entre los secundarios la breve pero muy suculenta intervención de Geraldine Chaplin, nuestra Katherine Hepburn particular, llamando la atención de los chiquillos sobre las estrellas que están muertas pero siguen reflejando su luz en la distancia. Insoportable en la recreación del desastre, sorprendente en las secuencias bajo el agua, donde los cuerpos son sacudidos sin clemencia, todo ello para reflejar una aventura de supervivencia, una anécdota dentro del infierno de una tragedia que se cobró la vida de cientos de miles de personas, pero de la que aquí nos centramos en una sola familia y su férrea apuesta por la vida, porque ante el desconocimiento general de lo que nos espera tras la muerte, por mucho que se afanen las religiones para captar adeptos dando sus versiones del más allá, sólo nos queda aferrarnos a la vida, con sus miserias, sus pequeñas y grandes preocupaciones, y sobre todo con el amor de quienes nos rodean, familiares, amigos o extraños extraviados a los que nuestra solidaridad también tiende una mano. Porque sacudidos por la fuerza del agua, incapaces de salir a la superficie, todavía se puede abrir una grieta y que por ella pase la luz necesaria para aferrarnos a un destino feliz. Bravo Bayona porque has conseguido lo imposible, que nuestro cine trate temas universales sin complejos y con recursos técnicos y emocionales de altísimo nivel.

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