viernes, 19 de febrero de 2016

MARTIN GRUBINGER APORTA LO MARAVILLOSO AL 8º CONCIERTO DE TEMPORADA DE LA ROSS

8º concierto de la 25ª temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Martin Grubinger, percusión. John Axelrod, director. Programa: Sinfonías nº 103 “Redoble de timbal” y nº 100 “Militar”, de Haydn; Frozen in Time, de Avner Dorman; Obertura de “El rapto en el serrallo”, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 18 de febrero de 2016

La última cita con la Sinfónica tuvo dos particularidades que la convirtieron en una ocasión única. Por un lado una rotura de menisco de John Axelrod le obligó a presentarse con muletas y dirigir sentado sobre una banqueta; por otro, la presencia del joven percusionista austriaco Martin Grubinger hizo las delicias de un público entregado a su don para crear música a partir de la acrobacia y la prestidigitación más asombrosas que uno pueda imaginar. La combinación de clasicismo y vanguardia que propuso el programa pudo en principio resultar chocante, pero tuvo sentido si emparentamos al joven intérprete con sus antepasados paisanos, Haydn y Mozart, a la vez que de éstos se eligieron piezas en las que la percusión, tan exótica como la desplegada por Avner Dorman en su partitura, tiene un papel relevante.

Axelrod atacó el clasicismo como era previsible a la vista del generoso despliegue de recursos empleados y la habitual tendencia americana al espectáculo y la ampulosidad. Su mirada más cerca del romanticismo no impidió sin embargo ofrecer una lectura de la Sinfonía nº 103 de Haydn de colores sombríos allí donde flota el Dies Irae, potenciando igualmente el carácter folclórico de la pieza en las variaciones del andante y en el minueto, hasta llegar a un allegro final lleno de impulso y energía, aunque en el camino se sacrificó algo de chispa e ironía. Más en estilo le quedó la Sinfonía nº 100, el mayor éxito del compositor en Londres, en el que todas las familias de la orquesta en diálogo brillaron con equilibrio y sensatez, mimando sus aires marciales a pesar de que la percusión turca (triángulo, platillo y bombo) acabó resultando algo abigarrada y rutinaria. La misma percusión que enfatiza la jocosa Obertura de El rapto en el serrallo que sirvió de preámbulo a la segunda parte del concierto, y que no lució todo el nervio que debiera, languideciendo merced a un exceso de sutileza.

La propina de Grubinger
Pero si por algo será recordado este concierto fue por la apoteósica aportación de Grubinger, que interpretó la dificilísima parte solista del concierto del israelí Avner Dorman para percusión y orquesta Congelado en el tiempo. Una pieza de agradable escucha, alejada de la estética estrictamente contemporánea pero muy bien articulada y formidablemente orquestada, que pretende ser un recorrido por la evolución del planeta desde la prehistoria hasta la formación de los continentes, pero que al margen de evocaciones estimula el oído con su incesante cascada de ideas, colores y soluciones instrumentales. Una respuesta enérgica y contundente por parte de una orquesta impecable en todo su conjunto, y sobre todo una labor titánica por parte del joven percusionista, que la estrenó en 2007 y que, como él mismo indicó en su vertiginosa propina, tiene más que ver con el deporte que con la música. Pero en Frozen in Time hubo música y mucha, que Grubinger desgranó con prodigiosa atención, meticulosa preocupación por la proporción y el volumen, especialmente apreciable en el movimiento central dedicado a Eurasia, y un sentido del ritmo y del acople sensacional. Con el tercer movimiento, Las Américas, acabó redondeándose el espectáculo con su crisol de culturas, ritmos y folclore, provocando un aplauso casi sin precedentes en el numeroso público. En conjunto el concierto pudo apreciarse con entusiasmo o con recelo, especialmente si intervienen los prejuicios.

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