lunes, 4 de junio de 2018

EL HOMBRE QUE MATÓ A DON QUIJOTE Las musas de un hidalgo del cine

Título original: The Man Who Killed Don Quixote
Reino Unido-Bélgica-España-Portugal 2018 133 min.
Dirección Terry Gilliam Guión Terry Gilliam y Tony Grisoni, según la novela de Miguel de Cervantes Fotografía Nicola Peccorini Música Roque Baños Intérpretes Jonathan Pryce, Adam Driver, Olga Kurylenko, Stellan Skarsgard, Joana Ribeiro, Óscar Janeada, Jordi Mollá, Rossy de Palma, Sergi López, Jason Watkins, Paloma Bloyd Estreno en Festival de Cannes 19 mayo 2018; en España 1 junio 2018

El documental Perdidos en La Mancha que Keith Fulton y Louis Pepe dirigieron en 2002 da buena cuenta del accidentado rodaje de uno de los proyectos más ambiciosos y deseados de Terry Gilliam, por aquel entonces protagonizado por Jean Rochefort, Johnny Depp y Vanessa Paradis. Quince años después el ex Monty Python ha logrado por fin culminar ese sueño, aunque los resultados ciertamente hayan quedado por debajo de los esperables ante la magnitud de la empresa. Don Quijote de La Mancha ha conocido muchas adaptaciones al teatro, al musical, la televisión, el cine y los dibujos animados, y ninguna suficientemente satisfactoria, no hasta el punto desde luego de hacer honor a su ilustre referente. La aventura de Gilliam, una fantasía delirante que aprovecha las posibilidades de la base literaria para elucubrar sobre la imaginación, la creatividad y la aplicación de éstas al oficio que mejor conoce, la realización cinematográfica, no alcanza el nivel de fascinación que toda esa combinación promete, a pesar del gran empeño que pone en ello. El producto final vuelve a ser indigesto para el público español, pues aunque son muchas las entidades involucradas, empezando por Televisión Española, asistimos a una más que jartible repetición de tópicos y lugares comunes, con garrafales defectos de ambientación y cierta sensación de volver a querer exportar la misma imagen rancia y asalvajada de nuestro país. Pero esto sería un mal menor si esta suerte de Ocho y medio combinado con El Quijote hubiera logrado un mayor grado de coherencia y no dar la sensación de batiburrillo de ocurrencias dispersas, algunas de ellas inconexas y perjudicadas por interpretaciones estridentes y una realización demasiado pagada de sí misma. El sello del director de Los héroes del tiempo, Brazil y El barón Munchausen se percibe en gran parte del metraje, provocando en ocasiones que nos maravillemos ante su dirección artística y el esplendor de las localizaciones. Pero la peripecia de este director de cine americano, que busca en una España de pandereta y Semana Santa la inspiración para repetir la hazaña que cuando joven le propició hacer una adaptación premiada y competente de las aventuras del Caballero de la triste figura, y que parece encontrar en una musa con aspecto de Claudia Cardinale mientras sufre un progreso que le lleva a sentirse Sancho Panza para posteriormente adoptar el rol de Quijote que confunde ficción y realidad, no encuentra el camino narrativo y dramático que le infunda enjundia suficiente para lograr ser el film que ambicionaba ser, quedándose en otro mero intento de contagiarse del genio, algo respecto frente a lo que incluso un grande como Orson Welles acabó tirando la toalla. Clausuró el Festival de Cannes de esta edición con más pena que gloria, aunque sospechamos que el tiempo le hará algún favor.

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