viernes, 9 de noviembre de 2018

SALADO Y LA ROSS DAN UN TOQUE ROMÁNTICO A CERVANTES

XXIX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Hiroo Sato, piano. Ruth Rosique, soprano. Pablo García-López, tenor. Josep Miquel Ramón, barítono. Andrés Salado, director. Programa: Concierto para piano nº 1, de Rachmaninov; Don Quichotte à Dulcinée, de Ravel; El retablo de Maese Pedro, de Falla. Teatro de la Maestranza, jueves 8 de noviembre de 2018

Andrés Salado
Aplaudimos la iniciativa de la Sinfónica y su director titular de combinar este año la música con la literatura. Cada programa viene acompañado de propuestas de lectura, gentileza de hablaworld, relacionadas con la música programada. Si a escuchar buena música y deleitarnos con una buena lectura añadimos de vez en cuando una visita a museos y exposiciones de arte, y la práctica disciplinada del deporte, qué más podemos pedirle a la vida. Por grandes que sean nuestros problemas, teniendo la posibilidad de disfrutar de estos placeres, y la preparación para hacerlo, encontraremos consuelo seguro. Reciente aún en la memoria la extraordinaria representación que Juan Rodríguez y la Sinfónica Conjunta realizaron de El retablo de Maese Pedro de Falla en mayo del año pasado, siendo curiosamente ésta una obra poco programada, volvimos a encontrarnos con ella ahora con unos matices y una estética muy diferentes.

Ruth Rosique
El joven director madrileño Andrés Salado se acercó a esta página con tintes más románticos que neoclásicos, restando austeridad, potenciando el lirismo de la cuerda y extrayendo más sensualidad de sus pentagramas, con resultados puede que discutibles pero de cualquier forma muy estimulantes. La orquesta respondió de manera ejemplar a sus indicaciones, con un rendimiento notable por parte de percusión y metales; en ocasiones pareciera que estuviésemos asistiendo a una partida de caza, con sus fanfarrias y toques de trompa. Ruth Rosique mantuvo admirablemente durante su extensa participación la incómoda voz impostada de niño chillón que exige su papel de Trujamán, cuidando el fraseo y la vocalización, aunque en ocasiones el esfuerzo desluciera frente a la velocidad del recitado y las puntuales ocasiones en las que la orquesta eclipsó las voces, más que evidente en el estallido de rabia final de Don Quijote, declamado con soltura y flexibilidad por Josep Miquel Ramón, que antes cantó en estilo, con elegancia y perfecto manejo de registros y matices, las tres canciones del Quijote a Dulcinea que un Ravel ya enfermo compuso en 1933 para la película de Pabst, y que finalmente fueron descartadas por razones de agenda. También la participación del tenor Pablo García-López en El retablo fue satisfactoria, contribuyendo a redondear una interpretación en la que destacamos el aire intrigante que Salado imprimió al cuadro segundo, Melisendra, puro misterio despachado con amplio sentido del lirismo.

Hiroo Sato
Antes, el también muy joven pianista japonés Hiroo Sato, ganador del Concurso María Canals de 2016, protagonizó un Concierto nº 1 de Rachmaninov carnoso y opulento. Sin duda se trata de uno de esos virtuosos capaces de traducir en el instrumento cada nota y acorde escrito en el pentagrama, aunque en expresividad se quede corto. Así, atacó el vivace inicial con exceso de agresividad, planteando eso sí unas cadencias impecables. Mejor en el andante, donde evidenció una capacidad para el lirismo que convendrá vaya perfeccionando en el futuro. Y finalmente logró imprimir al allegro vivace final la suntuosidad que requiere, aunque siempre quedándose corto a la hora de transmitir y dar mayor sustancia al conjunto. Salado sin embargo supo apreciar y paladear el estilo del compositor ruso, destacando la cuerda grave, responsable del perfecto acabado melancólico y elegante de la partitura. En la propina, el Preludio nº 1 del mismo compositor, Sato evidenció también precisión técnica pero poco calado emocional.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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