lunes, 19 de agosto de 2019

MASCOTAS 2 Una perezosa continuación

Título original: The Secret Life of Pets 2
USA-Francia-Japón 2019 98 min.
Dirección Chris Renaud y Jonathan del Val Guion Brian Lynch Música Alexandre Desplat Voces (en versión original) Patton Oswalt, Kevin Hart, Harrison Ford, Eric Stonestreet, Jenny Slate, Tiffany Haddish, Lake Bell, Dana Carvey Estreno en Estados Unidos 7 junio 2019; en España 9 agosto 2019

Ya se sabe que no hay una sin dos ni tres. Así se ha cumplido con Toy Story, La edad de hielo, Madagascar, Mi villano favorito, Shrek o Angry Birds por citar solo algunos éxitos del cine reciente de animación. Hace tres años saltaron a la pantalla las simpáticas Mascotas del título como propuesta amable y educativa, dirigida fundamentalmente al público infantil sin despreciar al adulto al que contentar con una serie de lustrosos gags cómicos. Su principal artífice, Chris Renaud, también responsable del éxito del Grú y sus divertidos Minions, no se come mucho el tarro a la hora de estirar las aventuras de perros, gatos y otras especies habitantes de la gran ciudad, aunque aparentemente la empresa se disfrace de ingenio.
 
Se trata de conjugar tres historias en principio independientes que convergen en un final evidente. Max sobreprotege al bebé de sus amos y exhibe sus miedos e inseguridades, que quizás supere con la ayuda de Gallo, un perro guardián al que pone voz Harrison Ford en su versión original; Bridget ha perdido el juguete que Max le había confiado, debiendo mezclarse con una nutrida camada de gatos para recuperarlo; y Daisy con la ayuda de SuperPompón se embarca en la liberación de un tigre circense, quizás el apunte más interesante de este film que se apunta así a la gesta de denunciar los circos con maltrato animal.
 
Todo fluye de forma convencional, apta más para chiquillos que para adultos a los que el conjunto no llega a seducir, provocando incluso cierto aburrimiento. No hay grandes alardes técnicos ni sorpresas llamativas, mientras del final se adueña la inevitable violencia con la que desde tiempos inmemoriales el cine americano domestica a sus desprevenidos impúberes.

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