domingo, 4 de julio de 2021

LAS COSAS QUE DECIMOS, LAS COSAS QUE HACEMOS Un producto cursi y empalagoso

Título original: Les choses qu’on dit, les choses qu’on fait
Francia 2020 122 min.
Guion y dirección
Emmanuel Mouret Fotografía Laurent Dermet Intérpretes Camélia Jordana, Niels Schneider, Vincent Macaigne, Émilie Dequenne, Jenna Thiam, Guillaume Gouix, Julia Piaton, Jean-Baptiste Anoumon, Louis-Do de Lencquesaing Estreno en el Festival de Cannes (via internet) 26 junio 2020; en Francia 16 septiembre 2020; en España 2 julio 2021

Parece mentira que el director de esta pretenciosa y anodina película sobrepase el medio siglo de edad; cualquiera apostaría, viendo los resultados y planteamientos de su particular versión de la comedia romántica, que se trata de alguien que acaba de alcanzar la mayoría de edad y ofrece una ingenua reflexión sobre el amor romántico, las distintas formas de amar y las consecuencias del amor y el desamor. Hay quien se ha apresurado a compararlo con Philippe Garrel, aunque adolece de la profundidad de miras del director de La sombra de las mujeres, y con Éric Rohmer, aunque ni los diálogos ni los personajes están ni de lejos a la altura del mítico director de La rodilla de Claire. Puede que en las formas admita cierto parecido con el cine de Woody Allen, aunque errando en las coordenadas y en cómo encajar ambientes intelectuales en un laberinto sentimental.

Camélia Jordana (Una razón brillante) y Niels Schneider (Un amor imposible) se cuentan sus experiencias sentimentales mientras esperan al amante de ella y primo de él. Las narraciones fluyen con cierto ingenio, desvelándose algunos secretos y versiones solapadas que descubren alguna que otra muñeca rusa en el conjunto, pero siempre en un marco urdido para gustar inequívocamente, abusando de espacios elegantes y de diseño, gente atractiva y ambientes presuntamente intelectuales, en los que sus protagonistas acaban por arte de magia y la tan manida casualidad teniendo relaciones sexuales todos con todas y viceversa, más o menos.

Una banda sonora repleta de clásicos populares, especialmente pianísticos, con mucho Chopin y Debussy y sin que falte el tan recurrente Adagio de Barber, acaban de redondear la empresa y convencernos de que estamos ante una de las películas más cursis y empalagosas vistas en mucho tiempo. Solo merece la pena la participación de Émilie Dequenne en uno de los personajes más coherentes y con mejores puntos de vista de la función, lo que le ha valido el César a la mejor secundaria del pasado año.

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