domingo, 24 de julio de 2022

TRAVESURAS INFANTILES DE ROSSINI

XXIII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Katarzyna Wróbel y Uta Kerner, violines. Claudio Baraviera, violonchelo. Vicente Fuertes, contrabajo. Programa: Sonatas a cuatro nº 1 en Sol mayor, nº 6 en Re mayor “La tempestad”, y nº 3 en Do mayor, de Rossini; Divertimento en Do mayor MH27, de Michael Haydn. Sábado 23 de julio de 2022


El ciclo de música de cámara de la ROSS tiene en estas noches del Alcázar una continuación natural durante los cálidos meses del verano, con sus miembros agrupados y combinados en diversas formaciones, ofreciendo programas de diversa índole y exhibiendo esa profesionalidad y buen hacer que les caracteriza. En el caso que nos ocupa el resultado fue feliz, ya que en los atriles sonaron tres sonatas a cuatro compuestas por el autor de El barbero de Sevilla y La Cenerentola nada desdeñables y muy disfrutables. Resulta que las compuso milagrosamente a la edad de doce años, y dicen que en tan solo tres días, pero que con el devenir de los años renegó de ellas considerándolas nada más y nada menos que horrendas. El tiempo afortunadamente le ha quitado la razón, y hoy se interpretan con ese aire inconfundiblemente mozartiano y haydniano que las informa, pero atisbando también los rasgos que harían de su autor una personalidad única y a su vez tan influyente.

Rossini compuso estas seis sonatas en la campiña cercana a Ravena, para lucimiento de Agostino Troissi, un rico comerciante apasionado de Napoleón que tocaba el contrabajo, instrumento popularizado en Italia e Inglaterra por el músico veneciano Domenico Dragonetti. De ahí esa insólita combinación de instrumentos que las distingue de los cuartetos tradicionales, dos violines, uno de ellos sustituible por viola, un violonchelo y un contrabajo. Estos cuatro integrantes de la Sinfónica ya presentaron su proyecto en el Espacio Turina en febrero del año pasado, donde interpretaron la Sonata nº 3, y ahora cumplen su objetivo dando forma a otras dos y completando la propuesta con un divertimento del hermano menor de Haydn, Michael, apenas descubierto hace medio siglo en la Biblioteca del Estado de Baviera en Munich. De las piezas de Rossini destaca su ritmo endiablado y su carácter desenfadado, todo lo cual fue minuciosamente recreado en los atriles del conjunto, con especial énfasis en las líneas vertiginosas, llenas de escalas infatigables, de la primera violín, una Katarzyna Wróbel enérgica y entregada a la que ni el calor hizo apenas chirriar, secundada por Uta Kerner, responsable también de una buena cantidad de arpegios y escalas de difícil ejecución, y es que a pesar de la juventud del autor, se trata de obras nada despreciables, complejas y ricas en textura, color y carácter.


El excelente violonchelista Claudio Baraviera dio buenas muestras de su dominio y versatilidad, extrayendo con su arco sonidos autoritarios y a la vez aterciopelados, mientras Vicente Fuertes al contrabajo añadió peso y músculo a cada pieza, especialmente en sus variados movimientos finales, el rondó de la Sonata nº 1, el endemoniado y tormentoso allegro que justifica el sobrenombre La tormenta de la nº 6, y las imaginativas variaciones que conforman el final de la nº 3. Quizás si todo el empeño puesto se hubiera traducido en los movimientos lentos centrales con mayor delectación por el encanto y la melodía, se hubiesen logrado unas interpretaciones aún más redondas. Todo lo que en las piezas rossinianas es suma de fuerzas, en el Divertimento también en tono mayor, como el resto de la alegre y juguetona propuesta, para violín, violonchelo y contrabajo de Michael Haydn se convierte en diálogo que Wróbel y Baraviera mantuvieron con un alto grado de compenetración, siempre con la complicidad de Fuertes contribuyendo a dar al conjunto ese cuerpo que merece.

Fotos: Actidea
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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