miércoles, 16 de noviembre de 2022

DÍAZ Y SEBASTIÁN CELEBRAN EL CANTO HANDELIANO

Música antigua. Made in Seville. Gabriel Díaz, contratenor. Alfonso Sebastián, clave. Programa: Cantatas para alto Dolc’è pur d’amor l’affanno HWV 109a, Irene, idolo mio HWV 120b, Lungi da me, pensier tiranno HWV 125b, Clori, degli occhi miei HWV 91a y Stanco di più soffrire HWV 167ª; Passacaglia de la Suite en Sol menor HWV 432 y Aria y variaciones sobre The Harmonious Blacksmith HWV 430, de Haendel. Espacio Turina, martes 15 de noviembre de 2022


Haendel compuso la mayoría de sus cantatas durante su estancia en Italia, entre 1706 y 1708, antes de instalarse en Hanover y de completar el resto de su brillante carrera en Londres. En Italia cultivó este género a partir del magisterio de Scarlatti en la materia, estudiando en profundidad el melodismo italiano, haciendo hincapié en su refinada escritura y aplicándolo luego a sus óperas londinenses. El modelo de cantata secular italiano sustituyó al madrigal que tanto entretenía a la sociedad culta, alternando recitativos y arias. Haendel compuso más de cien, muchas para acompañamiento elaborado, pero la mayoría para continuo, llevando el género a su máxima expresión, ensanchando las dimensiones del modelo italiano y profundizando en su poder afectivo. Con las cantatas de cámara Haendel desarrolló todo su espectro musical, de lo más idílico a lo más dramático como muy bien asevera el musicólogo de primera mitad del siglo XX Manfred Bukofzer. Así pudimos comprobarlo en esta hermosa selección sobre la que giró el concierto de dos de nuestros más aguerridos intérpretes, el contratenor Gabriel Díaz y el clavecinista aragonés tan ligado a Sevilla Alfonso Sebastián.

Desde la atención que merecen y la admiración que profesamos a estos dos competentes profesionales, hemos de confesar sin embargo que el recital de anoche nos dejó un poco fríos. Vayan por delante los méritos y talentos del contratenor, su voz de timbre homogéneo, que pocas veces cambia de color como sí lo hacen las de muchos compañeros de muy reconocida reputación, su control absoluto, a veces milagroso, de la respiración y su naturalidad a la hora de ornamentar y exhibir agilidades, que en estas piezas tienen un carácter moderado pero muy elocuente. Sin embargo echamos en falta algo más de afectividad, una mayor capacidad para conmovernos y una expresividad más acorde al temperamento handeliano, que sin bien resulta más retenido en este tipo de obras con respecto a sus óperas, no por ello está ausente ni tan mitigado. Aun así deambuló con soltura y solvencia entre los amores no correspondidos y los dulces traumas amorosos tan propios de la temática arcádica que servía al género y que eran tan del gusto del caro sassone.

Así frente al carácter amable de Dolc’è pur d’amor l’affano, Díaz acertó a plasmar un carácter más amargo y dramático en Clori, degli occhi miei, haciendo gala siempre de un canto fluido no exento de puntuales tiranteces cuando atacaba las notas más agudas. Especialmente melódica es la cantata Lungi da me, con la que el contratenor acentuó sus acordes más trágicos en contraposición a la dulzura del aria Pensier crudele. También el aria In tanti affani de la cantata Irene, ídolo mio se benefició del canto amable de Díaz, si bien acusamos la falta de más rigor en la afinación, a veces disonante, así como un mayor refinamiento expresivo. Con Stanco di più soffrire, en idéntica línea de canto y tenue expresividad, pero siempre bien resuelta a nivel técnico, terminó el recital, luego coronado con el aria de la ópera Orlando Già l’ebro mio ciglio, ahora sí absolutamente conmovedor.

Sebastián acompañó en todo momento con discreción y respeto, dando cuerpo al conjunto y conjugando a la perfección con la voz la excelsa música convocada. En solitario se atrevió con dos célebres piezas de Haendel para clave, ambas de las ocho suites para clave que publicó en Londres una década después de componer las cantatas. De la nº 7 en seis movimientos extrajo la Passacaglia, pieza en forma de canon con tensión creciente que el intérprete desgranó exhibiendo virtuosismo pero con algunas caídas puntuales de tensión. Hizo gala también de una gramática clara y vertiginosa en el Aria y variaciones sobre El herrero armonioso, cuarto y último movimiento de la suite nº 5 con la que Haendel pretende imitar la cadencia del yunque martilleado que parece inspirarle, y que en su segunda parte, las variaciones o dobles, reviste especial dificultad que el intérprete salvó con considerable pericia.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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