Ahí estaban, un
conjunto de reciente formación, apenas una década, pero que ya ha cosechado un
buen número de triunfos y se ha consolidado
como una de las grandes formaciones europeas en su género, ofreciendo la
que consideramos la mejor y más satisfactoria versión que de las Vísperas de la Beata Virgen de
Monteverdi hayamos jamás disfrutado, por encima de los registros que conocemos,
y que abarcan de Herreweghe a Savall, pasando por Harnoncourt, Gardiner o
Parrott, es decir, los más grandes
intérpretes del repertorio imaginable.
Y no es porque les
superen en técnica y expresividad, sino porque respetando la máxima de que la música se adapte como un guante al texto,
como pretendía su autor, lo que I Gemelli
hizo anoche fue priorizar el carácter teatral de la pieza, su profunda
expresividad dramática, por encima de lo meramente místico o espiritual, dando
a la empresa un alcance y un relieve que reflejase una visión más contemporánea, en la que la literalidad bíblica
pudiese ser sustituida por el ánimo y la esperanza en un mundo más justo e
igualitario.
Una página
revolucionaria y magistral
Monteverdi dedicó la
que se considera su primera gran
colección de música sacra, al Papa Pablo V, quizás con la intención de
ocupar un puesto relevante en Roma. Pero no renunció por ello a su estilo y su
ambición, procurando sin traicionar el
espíritu eclesiástico imperante en la época, adherirse también a sus
propias inquietudes, incorporando una profusa instrumentación y una combinación
de fuerzas y texturas que dotase al conjunto de un carácter soberbio y extravagante.
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Zachary Wilder, Emiliano González Toro y Jordan Mouaissia |
Por ello, todo resultó
más accesible, más cercano, sin amortiguar espiritualidad pero ahorrando
misticismo exacerbado y angelical, incluso rebajando la recitación salmódica
con tratamiento de cantus firmus para
acercarse a un lenguaje más accesible y
terrenal, con resultados espectaculares y sin salirse del respeto y la
consideración debida a la página. En definitiva, potenciando su estilo más dramático y teatral, visible incluso en
el continuo cambio de posición de voces e instrumentos.
Ya se vislumbraba,
desde esa introducción que rescata la obertura del Orfeo, esa tendencia a
mezclar lo profano y lo sacro, evidente también en el uso de madrigales de
concierto y del estilo operístico experimentado en su catálogo. De todo lo cual
I Gemelli se hizo eco con una versatilidad y un sentido del espectáculo y la emoción realmente encomiables.
Pura imaginación
El resultado fue un derroche de imaginación y creatividad,
al que se prestaron unas voces a cual más rutilante y ajustada. Imposible
destacar el trabajo singular de cada una de las voces convocadas, la mayoría
prestas a contribuir con solos que
pusieron de relieve sus magníficas aptitudes. Si acaso nos fijamos en la
excelente entonación y la preciosa articulación del tenor Zachary Wilder, ya fuera liberando de cualquier afectación
litúrgica el Nigra sum, o recreando
fuera del escenario el eco de la voz de González Toro en Audi coelum.
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Shira Patchornik y Cristina Fanelli |
También merece
destacarse el toque más solemne y autoritario
del joven Jordan Mouaissia, así como la dulzura y la elegancia de las
sopranos Shira Patchornik y Cristina Fanelli, dentro de un
conjunto en el que todos y todas destacaron a un excelente nivel. En el coro,
siempre una coordinación perfecta y una
expresividad sincera, que el conjunto mimó limando asperezas y ese estilo
polifónico a capella propio del
renacimiento tardío. En definitiva, optando por un estilo más próximo al barroco en toda su plenitud.
En el apartado
instrumental, no podemos sino rendirnos a la magnificencia de cada uno y una de las partícipes, desde la textura
atemperada de los violines y la arrolladora presencia de la cuerda grave, hasta
la flexibilidad llena de dulzura y encanto de las tiorbas y el arpa, y muy
especialmente los tan temidos vientos en
instrumentos antiguos, como cornetas y sacabuches, todos y cada uno
dominados a la perfección, sin notas falsas ni roces, impecable.
Haciendo patria, hemos
de destacar el trabajo del bajo barítono granadino Víctor Cruz en el coro, y del tudelano Miguel Tantos Sevillano al sacabuche, dentro de un conjunto en el que
como se aprecia, resulta imposible destacar a unos sobre otros. Y por supuesto,
no podemos olvidar el sensacional trabajo del propio González Toro a la
dirección y llevando las riendas con su portentosa,
perfectamente articulada y proyectada voz, y de Mathilde Étienne dando
relieve y sustancia, también en la dirección, a tan feliz y estremecedora
propuesta.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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