martes, 8 de abril de 2025

LAS VÍSPERAS DE I GEMELLI, UN CANTO DE ESPERANZA

XLII Festival de Música Antigua de Sevilla – Gran Selección Teatro de la Maestranza. I Gemelli. Emiliano González Toro y Mathilde Étienne, dirección. Programa: Vespro della Beata Vergine, de Monteverdi. Teatro de la Maestranza, lunes 7 de abril de 2025


Otro lunes maldito, con el Maestranza a medio llenar a pesar del espléndido cartel ofrecido. Nunca hubiéramos imaginado cuando el año pasado se presentaba tan estimulante programación, que algunas de sus más rutilantes propuestas serían pasto del desprecio de una melomanía cada vez más incomprensible e imprevisible.

Ahí estaban, un conjunto de reciente formación, apenas una década, pero que ya ha cosechado un buen número de triunfos y se ha consolidado como una de las grandes formaciones europeas en su género, ofreciendo la que consideramos la mejor y más satisfactoria versión que de las Vísperas de la Beata Virgen de Monteverdi hayamos jamás disfrutado, por encima de los registros que conocemos, y que abarcan de Herreweghe a Savall, pasando por Harnoncourt, Gardiner o Parrott, es decir, los más grandes intérpretes del repertorio imaginable.

Y no es porque les superen en técnica y expresividad, sino porque respetando la máxima de que la música se adapte como un guante al texto, como pretendía su autor, lo que I Gemelli hizo anoche fue priorizar el carácter teatral de la pieza, su profunda expresividad dramática, por encima de lo meramente místico o espiritual, dando a la empresa un alcance y un relieve que reflejase una visión más contemporánea, en la que la literalidad bíblica pudiese ser sustituida por el ánimo y la esperanza en un mundo más justo e igualitario.

Una página revolucionaria y magistral

Monteverdi dedicó la que se considera su primera gran colección de música sacra, al Papa Pablo V, quizás con la intención de ocupar un puesto relevante en Roma. Pero no renunció por ello a su estilo y su ambición, procurando sin traicionar el espíritu eclesiástico imperante en la época, adherirse también a sus propias inquietudes, incorporando una profusa instrumentación y una combinación de fuerzas y texturas que dotase al conjunto de un carácter soberbio y extravagante.

Zachary Wilder, Emiliano González Toro y Jordan Mouaissia


La obra combina el estilo moderno o concertado con el estilo litúrgico antiguo. Así, suenan piezas fundamentalmente sacras, como la introducción In adjutorium o los salmos (Dixit Dominus, Laudate pueri y Nisi Dominus entre ellos) o el espléndido Magnificat final, junto a otras de carácter profano, fundamentalmente motetes (Nigra sum, Pulchra es, Audi coleum), si bien el conjunto liderado por Emilio González Toro y Mathilde Étienne optó por dar en general un carácter profano a la lectura de tan imponente partitura.

Por ello, todo resultó más accesible, más cercano, sin amortiguar espiritualidad pero ahorrando misticismo exacerbado y angelical, incluso rebajando la recitación salmódica con tratamiento de cantus firmus para acercarse a un lenguaje más accesible y terrenal, con resultados espectaculares y sin salirse del respeto y la consideración debida a la página. En definitiva, potenciando su estilo más dramático y teatral, visible incluso en el continuo cambio de posición de voces e instrumentos.

Ya se vislumbraba, desde esa introducción que rescata la obertura del Orfeo, esa tendencia a mezclar lo profano y lo sacro, evidente también en el uso de madrigales de concierto y del estilo operístico experimentado en su catálogo. De todo lo cual I Gemelli se hizo eco con una versatilidad y un sentido del espectáculo y la emoción realmente encomiables.

Pura imaginación

El resultado fue un derroche de imaginación y creatividad, al que se prestaron unas voces a cual más rutilante y ajustada. Imposible destacar el trabajo singular de cada una de las voces convocadas, la mayoría prestas a contribuir con solos que pusieron de relieve sus magníficas aptitudes. Si acaso nos fijamos en la excelente entonación y la preciosa articulación del tenor Zachary Wilder, ya fuera liberando de cualquier afectación litúrgica el Nigra sum, o recreando fuera del escenario el eco de la voz de González Toro en Audi coelum.

Shira Patchornik y Cristina Fanelli

También merece destacarse el toque más solemne y autoritario del joven Jordan Mouaissia, así como la dulzura y la elegancia de las sopranos Shira Patchornik y Cristina Fanelli, dentro de un conjunto en el que todos y todas destacaron a un excelente nivel. En el coro, siempre una coordinación perfecta y una expresividad sincera, que el conjunto mimó limando asperezas y ese estilo polifónico a capella propio del renacimiento tardío. En definitiva, optando por un estilo más próximo al barroco en toda su plenitud.

En el apartado instrumental, no podemos sino rendirnos a la magnificencia de cada uno y una de las partícipes, desde la textura atemperada de los violines y la arrolladora presencia de la cuerda grave, hasta la flexibilidad llena de dulzura y encanto de las tiorbas y el arpa, y muy especialmente los tan temidos vientos en instrumentos antiguos, como cornetas y sacabuches, todos y cada uno dominados a la perfección, sin notas falsas ni roces, impecable.

Haciendo patria, hemos de destacar el trabajo del bajo barítono granadino Víctor Cruz en el coro, y del tudelano Miguel Tantos Sevillano al sacabuche, dentro de un conjunto en el que como se aprecia, resulta imposible destacar a unos sobre otros. Y por supuesto, no podemos olvidar el sensacional trabajo del propio González Toro a la dirección y llevando las riendas con su portentosa, perfectamente articulada y proyectada voz, y de Mathilde Étienne dando relieve y sustancia, también en la dirección, a tan feliz y estremecedora propuesta.

Fotos: Lolo Vasco
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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