domingo, 6 de diciembre de 2020

OCNOS reflexiona sobre la diversidad cultural

Proyecto OCNOS. Hafune. Pájaro Demoníaco
Rocío de Frutos, voz. Borja Díaz Vera, batería, y percusiones. Gustavo Domínguez Ojalvo, clarinetes, electrónica y creación musical. Pedro Rojas Ogáyar, guitarras, electrónica y creación musical. Milena Barquilla Acera, performer. Rafael R. Villalobos, coordinación escénica, luces y dramaturgia. Javier Palacios, diseño de escena. Cachito Vallés, asistencia técnica y video. Javier Mora, técnico de sonido. Proyecto OCNOS, dirección, creación y arreglos. Espacio Turina, domingo 6 de diciembre de 2020


No podía ser otro espacio que el Turina, donde año tras año este atrevido proyecto andaluz ha ido ofreciendo sus propuestas y apostando por un arte ecléctico basado en la música de nuestro tiempo, el elegido para presentar la que quizás sea su propuesta más completa, ambiciosa y multidisciplinar hasta la fecha, a pesar de tratarse de un espectáculo digno de espacios especializados como el Teatro Central. Después de años promoviendo el gusto por la música contemporánea ante un público reticente, a veces casi inexistente, ha tenido que ser justo cuando se imponen las restricciones de aforo que haya crecido el interés por su propuesta y mucha gente se haya tenido que quedar sin poder asistir a tan relevante estreno. Puede que los nombres de Rocío de Frutos y Rafael Villalobos hayan influido en este repentino crecimiento de interés, no en vano son nombres, cada uno en su ámbito, que cuentan con un respaldo amplio de la afición musical sevillana, en el caso de ella por su trabajo infatigable en tantas ofertas musicales de la ciudad durante un buen puñado de años, en el del joven director de escena por los logros cosechados en la ópera, el último caso el reciente Cosí fan tutte del Maestranza, y los premios recibidos por ellos. 

En Hafune OCNOS nos cuenta la historia de un pájaro mitológico que tenía la facultad de fulminar a quien lo mirase, y de quienes se consideraban lo podían manipular y debían ser aniquilados por ello. Es decir, el cuento del miedo como arma para controlar y la diferencia como elemento discordante a extinguir en una sociedad homogénea que resulte fácil de dirigir y aprovechar. Es la historia de la humanidad, y de cómo Occidente ha ido intentando homogeneizar nuestro mundo, con el desprecio a la cultura de los demás que ello implica. No hace falta remontarse a las colonizaciones sufridas en Asia, África y América a lo largo de los siglos, y la aniquilación de pueblos y razas enteras que han supuesto. Lo vemos todavía en el odio extremo a la singularidad de otros pueblos que forman parte de nuestro propio país, y que algunos partidos siguen utilizando como arma para propagar el miedo y la sinrazón para impedir la supuesta ruptura del reino; y lo vemos también en Gaza, donde occidente pretende seguir haciéndose fuerte a través de la colonización israelí de los pueblos palestinos. Es una barbarie que no cesa, un problema de convivencia universal y la cultura vuelve a convertirse así en remedio para educarnos y abrirnos ojos y mentes. 

Mensaje más en el texto que en la escena 

En la propuesta de Villalobos y OCNOS el mensaje lo cuentan los múltiples textos proyectados sobre la pantalla y leídos en los atriles. Son los extractos de intelectuales de todos los tiempos, como Bartolomé de las Casas, Marx, Levi-Strauss o Edward Said, los que alumbran este mensaje y nos hacen reflexionar, mientras sobre el escenario disfrutamos del buen hacer de cada uno y una en su apartado, pero sin apenas referentes para apreciar la riqueza de la narración y la idea propugnada con ella, empezando por el error, una vez más, de no traducir los textos cantados. Las videoproyecciones y animaciones son creativas y atractivas, la expresión corporal de Milena Barquilla logra transmitir dolor y sensualidad a partes iguales, los textos seleccionados son suficientemente elocuentes, la iluminación sugerente, la dirección escénica, aunque confusa por lo apuntado, maneja bien el espacio y los recursos presentes, y los arreglos musicales, con amplia intervención electrónica, evocan adecuadamente los sonidos de la naturaleza, transmiten paz y desasosiego según el momento, y versionan con imaginación piezas del barroco (la Marcha turca de Lully, Las indias galantes de Rameau) y el romanticismo (arias de Brahms y Mahler). 

En ese sentido brilla con voz propia el trabajo de Rocío de Frutos, que en su ya dilatada carrera ha dado sobradas muestras de versatilidad afrontando todo tipo de estilos y repertorios, por más que su fuerte lo siga teniendo en el barroco y la música antigua. Amplificada y todo, su voz resulta tan fresca, atractiva y estimulante como para por sí sola justificar el disfrute de este singular espectáculo, sin desmerecer el estupendo trabajo de interpretación e intervención, esa música efímera a la que hace referencia el nombre cernudiano del conjunto, que hace gente de tan probada aptitud como el clarinetista Gustavo Domínguez, el percusionista Borja Díaz y el bajista Pedro Rojas. Si solo se trabajara un poco más su dramaturgia y no se dejara tanto a la responsabilidad de los textos seleccionados y proyectados, el conjunto brillaría más y resultaría más efectivo. No obstante el esfuerzo y el talento de sus integrantes bien vale la pena y merece su sincera recomendación.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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