Crítica de cine
El pasado viernes tendrían que haberse estrenado cinco películas más de las que lo hicieron en nuestra cartelera, algunas tan atractivas como las dos que protagonizan esta doble crítica, junto a otro documental de José Luis Guerin y dos películas francesas. Sólo estas dos últimas, Mademoiselle Chambon y El último verano, han conocido de momento estreno en nuestra comunidad, y lo han hecho en Granada. El resto ha sido directamente vetado a los aficionados y aficionadas de Andalucía, seguramente para que una joya de la comedia americana como Esta abuela es mi padre pueda verse, por ejemplo sólo en Sevilla, en once cines distintos. Parece ser que estamos condenados a la ignorancia y al catetismo más absoluto. Afortunadamente todavía tenemos a nuestro alcance poder recuperar estas cintas, o algunas de ellas, en las páginas web que la ministra quiere cerrar, único refugio que nos queda a la afición. Después del verano tendremos que emigrar a Madrid, Valencia o Barcelona para poder disfrutar de un cine más interesante y comprometido que el que nos ofrecen las salas de nuestra maltrecha tierra; como cuando por culpa de la censura había que cruzar la frontera con Francia.
El pasado viernes tendrían que haberse estrenado cinco películas más de las que lo hicieron en nuestra cartelera, algunas tan atractivas como las dos que protagonizan esta doble crítica, junto a otro documental de José Luis Guerin y dos películas francesas. Sólo estas dos últimas, Mademoiselle Chambon y El último verano, han conocido de momento estreno en nuestra comunidad, y lo han hecho en Granada. El resto ha sido directamente vetado a los aficionados y aficionadas de Andalucía, seguramente para que una joya de la comedia americana como Esta abuela es mi padre pueda verse, por ejemplo sólo en Sevilla, en once cines distintos. Parece ser que estamos condenados a la ignorancia y al catetismo más absoluto. Afortunadamente todavía tenemos a nuestro alcance poder recuperar estas cintas, o algunas de ellas, en las páginas web que la ministra quiere cerrar, único refugio que nos queda a la afición. Después del verano tendremos que emigrar a Madrid, Valencia o Barcelona para poder disfrutar de un cine más interesante y comprometido que el que nos ofrecen las salas de nuestra maltrecha tierra; como cuando por culpa de la censura había que cruzar la frontera con Francia.
INSIDE JOB
USA 2010 108 min.
Dirección Charles Ferguson Guión Charles Ferguson, Chad Beck y Adam Bolt
Fotografía Kalyanne Mam y Sventlana Cvetko Música Alex Heffes Narrador Matt Damon
El documental vencedor en ese apartado en los pasados Oscar es un complejo, riguroso y muy documentado trabajo sobre los orígenes y consecuencias de la gran crisis mundial que estamos padeciendo en la actualidad, y que se desató en Estados Unidos hace ahora casi tres años. En dura pugna con dos trabajos sobre arte, tan emotivos, didácticos y originales como Exit Through the Gift Shop de Bansky, y Waste Land sobre Vik Muniz, la cinta que dirige Charles Ferguson se muestra ágil y poderosa desde sus propios títulos de crédito. El problema surge cuando la fórmula se revela repetitiva, obligándonos a asistir a una serie de entrevistas en las que se maneja una cantidad de datos, situaciones, personajes, empresas y términos financieros y económicos que hacen bastante difícil seguir atentamente el discurso. Cierto que como suele ser habitual en el último cine norteamericano que se autoconsidera inteligente, al final trama y consecuencias son sencillas y sólo sucede que nos lo han expuesto con excesivo regusto discursivo. De este modo las casi dos horas de proyección se nos hacen bastante largas si de lo que se trata es de poner en evidencia a los responsables de esta crisis, que todos y todas conocemos, y que no son sino banqueros, especuladores y gobiernos permisivos y aprovechados. Multimillonarios a costa del empobrecimiento de millones de personas en todo el Mundo, de los cuales a casi ninguno se les ha exigido responsabilidad criminal ni de ningún tipo. Por eso no es de extrañar que los entrevistados que se han prestado al juego no se molesten por las preguntas ni las insinuaciones que reciben, pues a estas alturas ya se deben haber reído de todo y todos, y tan sólo alguno decide mostrar algo de falsa dignidad escandalizándose por el tipo de pregunta y amenazando con interrumpir la sesión, mientras otros sencillamente evaden dar respuestas o lo hacen con evasivas y despistes. Ese es el verdadero valor de esta cinta, el de retratar la desvergüenza más absoluta. Por otro lado se trata de una película muy elaborada y que acaba convirtiéndose en testimonio imprescindible de una de las mayores injusticias que le ha tocado vivir al mundo occidental en las últimas décadas, a pesar del aburrimiento y la sensación de no ser tan listos como creíamos, a juzgar por la cantidad de información que se nos pierde en el minutaje.
HOWL. LA VOZ DE UNA GENERACIÓN (Howl)
USA 2010 90 min.
Guión y dirección Rob Epstein y Jeffrey Friedman Fotografía Edward Lachman
Música Carter Burwell Intérpretes James Franco, Jon Hamm, David Strathairn,
Mary-Louise Parker, Jeff Daniels, Alessandro Nivola, Treat Williams, Aaron Tverit
Hasta el momento Rob Epstein y Jeffrey Friedman se han dedicado al documental, con cintas tan exitosas como El celuloide oculto, que analizaba el camuflaje de la homosexualidad en el cine de Hollwyood, y la que dedicaron al activista gay Harvey Milk, a quien años más tarde Gus Van Sant, por cierto productor ejecutivo de esta película, dedicó un film protagonizado por Sean Penn. La que nos ocupa ahora es un primer paso a la ficción, si bien repitiendo esquemas y estructuras más propias del documental. Cuenta el proceso judicial al que se vio sometido el editor de Howl (Aullido) y otros poemas de Allen Ginsberg, un escritor homosexual al que se le considera precursor de la cultura Beat en los años 50, integrada por una generación de intelectuales que se oponían al orden establecido y propugnaban la libertad más absoluta, incluida la sexual. Junto a él ejercieron una enorme influencia en las juventudes posteriores otros escritores como Jack Kerouac y William S. Burroughs. James Franco da vida al escritor en un triple plano: como objeto de una entrevista recreada o directamente inventada, como protagonista de una serie de episodios de su vida escenificados como si de retazos documentales de tratara, y como lector en un club nocturno de la propia obra sometida a debate. En otros planos asistimos al juicio, único escenificado a modo de ficción convencional, y por extensión el que más motiva nuestro interés; y la ilustración de los casi ininteligibles poemas de Ginsberg a través de unos muy artísticos dibujos animados. Suena todo muy atractivo, y sin embargo se trata de hora y media de discurso farragoso y confuso, en el que como no podía ser menos viviendo de parte de estos cineastas, la homosexualidad tiene un fuerte protagonismo, si bien al final tanta divagación y actitud casi paranoica deviene en un mensaje muy claro y sencillito de promoción de la libertad de expresión y creativa a todos los niveles.