Guión y dirección John Carney Fotografía Yaron Orbach Música Gary Clark y John Carney Intérpretes Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Maria Doyle Kennedy, Kelly Thornton, Don Wycherley, Kyle Bradley, Lydia McGuinness, Mark McKenna, Ian Kenny, Percy Chamburuka, Ben Carolan, Marcella Plunkett Estreno en Irlanda 17 marzo 2016; en España 30 septiembre 2016
Tras Once y Begin Again, el realizador irlandés John Carney se corona como el rey del musical romántico moderno con esta deliciosa película interpretada por jóvenes quinceañeros en el Dublín de la década de los ochenta. Una época y un país marcados por la crisis económica y social, influido por la era Thatcher del país vecino. Allí un joven tendrá que renunciar a algunos de los privilegios de una clase burguesa acomodada venida a menos y marcada por una crisis familiar. En un nuevo ambiente aprende a hacerse fuerte y conquistar el amor a través de la creación de un grupo musical, lo que nos lleva a una muy conseguida recreación del enorme potencial creativo, lleno de fuerza e imaginación, que nos caracteriza a esa edad, a sentirnos más de uno y una identificados con esas primeras aventuras que nos tomábamos tan en serio y suponían nuestro primer contacto con el mundo adulto, antes de sucumbir al desencanto de la madurez y la sumisión a una realidad distinta a la tantas veces imaginada; un paso a la madurez que queda perfectamente plasmado en el desolador plano final. Carney consigue toda esta vorágine a través de una película llena de amabilidad y ternura, en la que las alegrías se dan la mano con la tristeza (happysad lo llaman los protagonistas), y donde la música que dominaba el momento, una época llena de gloria para el pop inglés, con grupos legendarios como Duran Duran, Spandau Ballet, Joy Division o The Cure, tiene una importancia vital. El propio director y el músico Gary Clark componen una serie de logradas canciones originales para ilustrar el periplo musical y videoclipero del grupo que da título a la película. En este sentido encanta seguir el proceso de creación del joven protagonista y su pareja artística, una suerte de McCartney y Lennon, orígenes sempiternos de la música pop contemporánea, desarrollando entre ellos y con la ayuda del resto de los instrumentistas eso que llamamos trabajo en equipo y que tan conveniente es siempre remarcar a la hora de educar a jóvenes y adultos en cualquier disciplina, y no sólo artística, que se desee llevar a cabo. Pero donde Carney triunfa definitivamente es en el desarrollo de una de las historias de amor más sutiles y tiernas vistas en el cine en mucho tiempo, para lo que resulta fundamental la buena labor interpretativa y las caras angelicales de los dos jóvenes protagonistas, que esperemos den mucho juego en el cine a partir de ahora. El resultado es una experiencia llena de vitalidad y gratificación, encanto y dulzura, sin más pretensión que entretener con un buen producto que aúna nostalgia y buen espectáculo, aunque formalmente pueda parecer discreto.