De izquierda a derecha: D'Aprile, Ramírez y Ruiz |
La arrolladora personalidad de Mariarosario D’Aprile, una imprescindible de las Noches del Alcázar de este año, se alió con la efervescencia y la majestuosidad de Mercedes Ruiz y María Ramírez, habituales de la Barroca de Sevilla, para hacer como se suele decir, con sus más y sus menos, las delicias de un público milagrosamente atento a cada pausa y cambio de movimientos. Impecables los dos tríos de Boccherini de su opus 47, más sencillos y puros que sus otras dos series, cuyo encanto melódico quedó patente gracias al fraseo exquisito y el sonido sedoso de la violinista. El aria y las variaciones 1 y 19 de las Variaciones Goldberg de Bach en arreglo para trío de Dmitry Sitkovetsky funcionaron de manera desigual; mejor la segunda, con ataques precisos y contundentes, que el aria, algo raquítico y desentonado. Algo parecido sucedió con la Sonata K 81 de Domenico Scarlatti, cuyos movimientos pares resultaron gozosos y vivos frente a los más alicaídos graves.
El Divertimento Puchberg de Mozart, dedicado a un hermano masón, evidenció el carácter evocador y perfectamente sintonizado del conjunto, en una pieza de carácter culto y complejo, con aires de ländler en el caso del menuetto seleccionado, en el que sobresalieron el diálogo entre D’Aprile y Ramírez y el cuerpo y el volumen que le confirió el chelo de Ruiz. En una línea muy parecida se mantuvieron las dos piezas elegidas de Beethoven, dos obras de su primera etapa, el allegretto alla polacca del Trío de cuerdas nº 2 o Serenata Op. 8 en forma de divertimento, y el scherzo del Trío nº 3, de corte ternario, en el que destacó la delicadeza del chelo y el contrapunto de la viola, siempre bajo la rica modulación y el gusto colorista de un violín en alza.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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