domingo, 31 de marzo de 2019

SANDRINE PIAU, BARROCO CON ESTILO Y ELEGANCIA

36º FeMÁS. Sandrine Piau, soprano. Les Paladins. Jérôme Correas, clave y dirección. Programa: Héroïnes (Obertura y Marcha de Ariodante, Concerto Grosso Op. 6 nº 4, Suite de Rodrigo y Arias de Partenope, Giulio Cesare in Egitto y Alcina, de Händel.
Espacio Turina, sábado 30 de marzo de 2019

Una de las citas más importantes de este festival fue la protagonizada por Sandrine Piau, con treinta fructíferos años de carrera a sus espaldas y conservando aún esa frescura y agilidad que la hicieron célebre a finales del siglo pasado. Su amplio repertorio abarca desde el Barroco italiano, alemán y francés hasta la música de Britten y Prokofiev, pasando por el clasicismo de Mozart, el romanticismo de Verdi y el impresionismo de Ravel y Debussy, con quien ha forjado en paralelo una notable carrera como melodista y liederista de la que no se escapa ni Strauss. Un amplísimo campo que ha cultivado con responsabilidad y talento, poniendo una voz de generosos recursos al servicio de la música hecha con mayúscula. Para la ocasión vino acompañada de un conjunto con el que mantiene una estrecha colaboración, Les Paladins, y a la que le une su intensa amistad con su fundador y director Jérôme Correas.

El conjunto llegó, como suele ser habitual en estos casos, considerablemente reducido, lo que no deja de ser una incómoda limitación sobre todo cuando se interpreta a un autor tan majestuoso y voluptuoso como Haendel. De ello se resintió un acompañamiento musical que además se reveló ocasionalmente desafinado, endeble y con escaso brillo y relieve, en formación camerística de solo cuerda y con Correas aliviando inconvenientes con un decidido dominio del clave. Mejor en los pasajes agitados como la Obertura y Marcha (a ritmo de bourrée) de Ariodante con el que arrancó el concierto, o el Allegro de un Concerto grosso nº 4 por lo demás algo alicaído, o la Obertura y la Jiga de la suite de danzas de su primera ópera italiana, Rodrigo, que en los más delicados, como la Sarabande de esa misma suite, donde se apreciaron más las debilidades de un conjunto mal ensamblado. Unos interludios orquestales imprescindibles para el reposo de la voz pero que se nos antojaron demasiado largos para tratarse de una cita en la que lo importante era disfrutar con el talento de la veterana soprano.

Piau y Correas
Piau encandiló con su rutilante voz, su energía, una sobrada proyección de generoso volumen y un hermoso timbre que dosifica a la perfección entre la dulzura de los pasajes más delicados y la fogosidad de los más briosos. Ningún reproche por lo tanto a su dominio de la técnica, sus privilegiados recursos y su elegancia y estilo tanto en la interpretación dramática como en su experta exhibición vocal, donde la fuerza y el brillo de la coloratura se erigen en uno de sus indiscutibles fuertes. Descubrió a Haendel de la mano de Christophe Rousset hace más de dos décadas y desde entonces se ha convertido en una especialista en el compositor, como se demostró en el exquisito gusto desplegado en arias como Voglio amare de Partenope o la majestuosidad de carácter andante en Ah! Mio cor, de Alcina, mientras resolvió con adecuada fogosidad arias como Da tempeste de Giulio Cesare y acentuada coquetería en Tornami a vagheggiar de Alcina, alternando con seguridad y naturalidad los rotundos cambios de registro y humor que caracterizan las piezas del compositor alemán. Sin embargo, a pesar del regusto y la extrema exquisitez de sus interpretaciones, a algunos no logró conmovernos lo suficiente, aunque no alcanzamos a entender por qué. Así sucedió con el célebre Piangeró de Giulio Cesare o el celebérrimo Lascia che io pianga de Rinaldo que entonó como una de las tres propinas que ofreció ante el fervor del público, un inevitable de estas galas convertido en standard que cada intérprete aborda con sus particulares inflexiones y ornamentos.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

CONOCIENDO A ASTRID Ella baila sola

Título original: Unga Astrid
Suecia-Dinamarca 2018 123 min.
Dirección Pernille Fischer Christensen Guión Kim Fupz Aakeson y Pernille Fischer Christensen Fotografía Erik Molberg Hansen Música Nicklas Schmidt Intérpretes Alba August, Trine Dyrholm, Henrik Rafaelsen, Björn Gustafsson, Marius Damslev, Willy Ramnek Petri, Liv LeMoyne, Sofia Karemyr, Mira Mitchell, Maria Alm Norell, Eric Ericson Estreno en el Festival de Berlín 21 febrero 2018; en Suecia 14 septiembre 2019; en España 29 marzo 2019

Flaco favor hace a esta película su tráiler promocional, de donde se desprende un clásico y académico biopic de hechuras televisivas y aroma americanizado sobre la famosa autora de Pippi Calzaslargas. Sin embargo nada más lejos de la realidad; se trata de un emotivo y perfectamente articulado melodrama sobre una mujer singular, de esas que resulta imprescindible hablar y potenciar cuando de seguir luchando por la igualdad de género se trata, y vaya sin queda lucha por hacer. Todavía hay tanta gente que aboga por los intereses creados y el conservadurismo más acérrimo, incluso entre quienes se creen más progresistas, en temas tan relevantes como el lenguaje o la vestimenta, que recordar lo que algunas hicieron, voluntaria o involuntariamente, por la igualdad entre hombres y mujeres, o simplemente por los derechos de ellas, resulta no solo necesario sino imprescindible. Astrid Ericsson, antes de convertirse en Lindgren por matrimonio, creció en un ambiente rural de fuerte componente religioso, que ¿cómo no? resultó también notablemente castrante. Pero exhibió siempre un espíritu de libertad, rebeldía e inconformismo que sirvió, aunque fuera con carácter involuntario, para acentuar la verdadera naturaleza de un género oprimido y obediente (en una secuencia muy sintomática una travesura deja de serlo a ojos de la madre cuando el padre la secunda), y que logró plasmar en sus cuentos y personajes, para deleite de adultos y jóvenes y beneficio de una educación más plural y justa. El ejemplo más relevante es Pippi Lângstrump, aquí bautizada como Pippi Calzaslargas, que más allá de sus divertidas e icónicas aventuras, travesuras sin violencia doliente, abrió mentes de forma más o menos inconsciente, y también de alguna manera puertas a una sociedad más justa y equilibrada, claro está en la medida de sus humildes posibilidades. En una singular secuencia de esta sobria y estupendamente edificada película, Astrid baila un furioso charlestón sola en un salón atestado de parejas heterosexuales, en lo que se revela como toda una declaración de principios y viene a servir como metáfora de todo un melodrama centrado en sus años jóvenes, cuando siendo aún una adolescente, se quedó embarazada de su jefe y amante y tuvo que abandonar temporalmente a su bebé en manos de una bienhechora danesa, una estupenda Tryne Dyrholm (Celebración, Todo lo que necesitas es amor) en un papel también muy sintomático para las reivindicaciones feministas que tan sutilmente esgrime Permille Fischer Christensen en su delicada dirección y su hábil guión. Deliciosa en su puesta en escena, su magnífica interpretación, especialmente la joven pero experimentada Alba August en el rol central, y su bienintencionado mensaje, si se tratara de un producto americano diríamos que deja preparado el terreno para una segunda parte centrada en su creatividad y vida familiar. La recibiríamos de muy buen gusto.

EN BUSCA DEL ÓSCAR Una ácida y sutil denuncia del cine como hoguera de las vanidades

España 2018 75 min.
Guión y dirección Octavio Guerra Fotografía Víctor Montoya Documental Estreno en el Festival de Berlín 20 febrero 2018; en España (no en Sevilla) 29 marzo 2019

Este curioso e insólito documental opta más por las hechuras de la ficción dramática que por las del documental propiamente dicho, para contarnos la increíble historia de Óscar Peyrou, un crítico de cine cuyo método de trabajo consiste precisamente en no ver las películas para no contaminar su visión objetiva del producto a analizar, conformándose con estudiar el cartel publicitario para extraer sus conclusiones sobre la materia. Octavio Guerra debió conocer a este singular personaje, presidente de la supuesta Asociación de Prensa Cinematográfica de España y representante de FIPRESCI en nuestro país, lo que hace más grave la situación, en alguno de los festivales por donde pasea su palmito y que ha convertido en su modus vivendi, y a partir de ahí urdir con la colaboración inestimable de Elisa Torres este documento, lúcida e inteligente crónica sobre el cine como reino de espejismos e imposturas. Porque eso es lo que interesa a Guerra y por ello cuenta con la colaboración del crítico, al que no solo no le preocupa poner en entredicho su metodología y prestarse a ser tildado de impresentable y farsante, sino que haciendo gala de inteligencia y oportunidad pone en entredicho las líneas maestras de una industria que se vende y promociona a través de la ilusión, la falsedad, la impostura y la mezquindad, por no hablar del personal que lo habita y aprovecha, tan cretino como generalmente deleznable. Una auténtica hoguera de las vanidades que Guerra y Peyrou denuncian con sutileza y elegancia, y con tanto talento que uno no puede pestañear ante la alargada ocurrencia existencial que supone este impecable trabajo. El susodicho crítico vive humildemente en un antiguo piso del centro de Madrid, lo que contrasta enormemente con el lujo al que se expone en cada festival a lo largo y ancho del planeta al que es invitado con todos los honores. Su soledad y un rictus melancólico contrasta con ese mundo de espejismo en el que se introduce, dejando perlas tan creativas como surrealistas en cada encuentro que mantiene con periodistas, cineastas o jóvenes asistentes a clases y conferencias magistrales. Lo peor es que su método es conocido y no supone sin embargo un freno a la hora de ofrecerle oropeles y recompensas, pues al fin y al cabo forma parte de toda la falsedad y la mezquindad que caracteriza ese glamour de pacotilla que inunda el universo cinematográfico y que sólo es auténtico en los Oscar de Hollywood, todo lo demás es mala imitación, bisutería barata que nos venden como la Nueva Babilonia. Peyrou se ofrece a desvelar todo este circo, con momentos reales y otros recreados para el film, para que tenga fuerza y convicción, entretenga y demuestre que otra cosa es el producto que se vende, que a veces es tan gratificante que no necesita ni venderse. Y es que el cine es otra cosa, y nos encanta. Desde ya En busca del Óscar es un imprescindible del género Cine dentro del cine, da igual que sea en su vertiente de documental o ficción, pues de ambas corrientes bebe.

sábado, 30 de marzo de 2019

ARTEFACTUM, VEINTICINCO AÑOS DE RUTA

36º FeMÁS. Artefactum (Alberto Barea, canto y cromornos; César Carazo, canto y viola; Aníbal Soriano, laúd medieval; José Manuel Vaquero, organetto, zanfoña y coros; Ignacio Gil, flautas de pico, gaita y coros; Álvaro Garrido, percusión y coros). Programa: Sevilla, León, Santiago: Rutas sonoras del medievo hispánico. Iglesia San Luis de los Franceses, viernes 29 de marzo de 2019

De izquierda a derecha: Vaquero, Soriano y Carazo
Artefactum cumple veinticinco años desde su fundación, algo que José Manuel Vaquero con su proverbial sentido del humor nos recordó varias veces a lo largo de la función con la que hicieron su habitual intervención en el Femás. Hasta algún espectador voluntarioso se hizo eco de la efemérides entonando espontáneamente un Cumpleaños feliz que nadie le secundamos; ya se sabe, nuestro incómodo complejo del ridículo. Ya va siendo hora de que en los programas de mano se incluyan los chistes como habilidades de este alma mater del grupo, junto al organetto, la zanfoña y los coros. La verdad es que nos hizo pasar muy buen rato con su humor surrealista, tanto como el resto y él mismo con su particular ruta medieval por el Camino de Santiago.

A estas alturas a nadie sorprende que estos seis colegas pongan la directa y afronten su programa con igual desenfado y estética que cualquier otro de los programas que han diseñado este cuarto de siglo sobre las tablas. Por cierto, que tablas, una buena tarima, es lo que faltó en el Retablo Mayor de la inigualable Iglesia de San Luis de los Franceses para que más público pudiera seguir al conjunto mientras lo escuchaba. En una quinta fila ya resultaba difícil verlos y deleitarnos con su impagable colección de instrumentos antiguos. Tampoco la acústica fue la mejor; un sonido disperso que malogró la proyección de instrumentos como el laúd que tanto controla y con tanto mimo tañe el especialista Aníbal Soriano, o la percusión de Álvaro Garrido, frecuentemente sutil y delicada pero esta vez incluso ocasionalmente imperceptible. Pero Artefactum tiene un público fiel y entregado y conoce ya cuáles son sus virtudes, mientras las limitaciones las perdona por tanto placer acumulado a lo largo de todo este tiempo.

De izquierda a derecha: Barea, Garrido y Gil
El programa que el Centro Nacional de Difusión Musical les ha propuesto realizar en Sevilla es el mismo que presentaron en febrero en León, una de las plazas evocadas en este particular paseo por el tan frecuentado Camino de Santiago. Así, tras un Gentis Hispaniae dedicado a San Isidoro que marcó el punto de partida del viaje en nuestra ciudad, y que Alberto Barea entonó con entrega y delicadeza, unas Cantigas de Alfonso X, que Artefactum interpreta a su modo particularmente tabernero, nos llevaron al milagro de la Catedral de León, para a continuación desviarnos hacia Burgos y visitar a las monjas cistercienses del Monasterio de Las Huelgas, una de las fuentes más importantes de la polifonía del Ars Antiqua, aunque el grupo prefirió recurrir al contrafactum para cantar su poemario al ritmo de una cantiga, como hicieran más veces a lo largo del recital. Sus aires trovadores iluminaron otras piezas galeico-portuguesas de Airas Nunes o Pero Meogo, unas cantigas de amigo que entonaron con gracia y flexibilidad, hasta que Barea y Carazo nos endulzaron con sus exquisitas vocalizaciones de Ai amor, amore de Pero Cantone, de Soares de Quiñones, y Mia ermana fremosa, de Martín Codax, con Garrido recreando las olas del mar. Con el Laudario di Cortona dando pie a uno de los momentos más cómicos de la velada, llegamos al final del camino, un Santiago coronado con el Codice Calixtino y su insólito Congaudeant catholici a tres voces y el imprescindible himno Dum pater familias, todo al estilo particular no del todo ortodoxo del jubiloso Artefactum.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

DUMBO Las nuevas aventuras del elefante orejón

USA 2019 111 min.
Dirección Tim Burton Guión Ehren Kruger, según el guión original de Joe Grant y Dick Huemer Fotografía Ben Davis Música Danny Elfman Intérpretes Colin Farrell, Michael Keaton, Danny DeVito, Eva Green, Alan Arkin, Nico Parker, Finley Hobbins, Deobia Oparei, Joseph Gatt, Sharon Rooney, Roshan Seth, Lars Eidinger, Miguel Muñoz Segura, Zenaida Alcaide, Douglas Reith, Phil Zimmerman Estreno en Estados Unidos y España 29 marzo 2019

Una ambición desmedida está llevando a la todopoderosa Disney no sólo a engullir productoras legendarias y modernas como la Fox o Marvel, logrando que todo lo veamos bajo el mismo prisma y se vaya difuminando así cualquier atisbo de diversidad, sino también a rescatar del baúl de los recuerdos sus clásicos imperecederos, con sus méritos y miserias. Algunos títulos los están rehaciendo, por lo que no podemos hablar exactamente de remakes, como El libro de la selva, Blancanieves o Alicia en el país de las maravillas, y otros son prácticamente calcos de los originales, como Cenicienta, La bella y la bestia o MaryPoppins, que aunque iba de secuela parecía más un remake en toda regla. Dumbo pertenece afortunadamente a la primera categoría. Ehren Kruger ha tomado las líneas básicas u originales del guión del clásico de 1941 para engendrar una historia diferente en el que lógicamente tengan cabida los personajes de carne y hueso que no habían en su referente, donde todo se resolvía con animalitos de fábula; por cierto, echamos de menos a los cuervos. Aunque no se encuentra entre lo mejor de Tim Burton, y no puede disimular su condición de película para niños, el director de Eduardo Manostijeras y Sweeney Todd ha dejado su inconfundible marca en el ritmo y el tratamiento de personajes y ambientes en esta película que si la no hubiera dirigido él, todos y todas coincidiríamos en que se le debía mucho. La película entretiene, es respetuosa con el público e introduce con naturalidad los temas que esperábamos ver en ella, como la cuestión animalista, el concepto del espectáculo y la dura vida que merece, y el respeto a la diferencia, aunque sus personajes infantiles, sobre todo la niña, pecan de lo de siempre en este tipo de producciones, pedantería. Su tramo final ofrece mucho espectáculo y aventura que hará las delicias de los más pequeños y se recibirá con ilusión por el más maduro ávido de regresar a una de las épocas más felices de la vida, cuando es respetada. Lástima que Burton, al contrario que Spielberg, no acierte a la hora de conseguir que sus personajes sean suficientemente entrañables, lo que en este caso era fundamental; pero Dumbo se ha quedado sólo a un paso de conseguirlo. Quien sí ha recuperado parte de la inspiración perdida es Danny Elfman, con un par de temas principales y algún que otro circense a las puertas de lo memorable, así como la inevitable recuperación de Baby Mine, la preciosa nana que Frank Churchill y Oliver Wallace engendraron para la película original.

miércoles, 27 de marzo de 2019

LA CAÍDA DEL IMPERIO AMERICANO Ágil y entretenida fábula anticapitalista

Título original: La chute de l’empire américaine
Canadá 2018 128 min.
Guión y dirección Denys Arcand Fotografía Van Royko Música Louis Dufort y Matthieu Lussier Intérpretes Alexandre Landry, Maripier Morin, Rémy Girard, Luis Morrissette, Maxim Roy, Pierre Curzi, Vincent Leclerc, Anoulith Sintharaphone, Patrick Abellard, Ayana O’Shun, Denis Bouchard, Yan England, Rose-Marie Perreault, Eddy King Estreno en Canadá 18 junio 2018; en España 29 marzo 2019

Un nuevo escalón en esa saga que el multipremiado director canadiense Denys Arcand inició en 1986 y que prometía cerrarse cuando en 2007 se estrenó su tercera entrega, La edad de la ignorancia, hasta que este nuevo título desmintió su vocación de trilogía. Una saga centrada más en los temas que en los caracteres y la trama, que aunque en la oscarizada Las invasiones bárbaras seguía a algunos de los personajes que aparecían en El declive del imperio americano, éstos desaparecieron en la mencionada tercera película y la que ahora nos ocupa, aunque dos de los intérpretes, Rémy Girard y Pierre Curzi, se hayan mantenido fieles al reparto. La cuestión es poner en entredicho los valores que hemos asimilado a lo largo de más de un siglo de supremacía yanqui, en temas como la sexualidad, la familia, la posición laboral y social y ahora la economía y el dinero como único motor aceptado para mover todo lo anterior. A nuestro juicio éste es el mejor de los cuatro títulos, con una trama más definida, menos discursiva y muy efectiva a la hora de exponer de manera entretenida e ingeniosa la denuncia que profesa. Es cierto que determinados convencionalismos lastran su perfección dramática, como ese acoso policial que deja de incordiar cuando al guion interesa. Pero funciona perfectamente como comedia de intriga y acción, con personajes que en conjunto y por separado resultan tan simpáticos como para sintonizar con su causa y su destino. Una especie de clan entregado a funcionar como un Robin Hood moderno y que consigue a través de su peripecia vital y sentimental denunciar un sistema en el que para que unos cuantos disfruten de la riqueza más indecente, mucha gente deba sufrir la inclemencia de una vida en la indigencia y la indiferencia general. Un producto consecuencia lógica de las crisis económicas y de valores sufridas en los últimos tiempos y que viene a poner de relieve un sistema tan infame como decididamente injusto, que provoca graves desequilibrios y que ninguna actitud, por muy altruista y filántropa que sea, consigue desarticular.

lunes, 25 de marzo de 2019

LUCES DE LA CIUDAD POR DÚO DALÍ: COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS

Luces de la ciudad (City Lights) de Charles Chaplin, con música en directo, compuesta por Charles Chaplin y José Padilla y arreglada por Fernando Pascual. Dúo Dalí (Fernando Pascual, violín; y Aída Velert, piano). La Casa de los Pianistas, domingo 24 de marzo de 2019

Resulta difícil sustraerse a las suculentas propuestas de Yolanda Sánchez en La Casa de los Pianistas de la calle Cano y Cueto. Un espacio ideal para encontrarse con el instrumento rey y los que alrededor de él tejen partituras de todos los géneros, épocas y estilos. Entre ellos la compuesta para el cine, con especial hincapié en la ilustración en directo de clásicos del cine mudo, como las que ha realizado Manuel Boniquito de Nosferatu de Murnau o El chico de Chaplin, así como la interpretación por el Dúo Madom de música de diversos autores, entre ellos su integrante Pedro Mariné, para acompañar cortometrajes de Meliés o el propio Charlot. Una experiencia única y especial para de alguna manera, salvando las barreras coyunturales, desplazarnos al pasado y disfrutar de estos títulos ya inmortales como lo hicieron nuestros antepasados.
 
El caso de Luces de la ciudad es particular, ya que Chaplin la rodó en 1931, cuando el cine mudo había desaparecido. Su empeño en mantener intacto el espíritu del vagabundo que creció y evolucionó de su mano, le llevó a seguir rodando bajo las premisas del cine mudo, pero aprovechando la tecnología sonora para incluir música y efectos de sonido en esta cinta y la que rodaría cinco años después, Tiempos modernos, donde además pudimos escuchar su voz por primera vez, concretamente entonando un par de canciones compuestas por él mismo, entre ellas la entrañable Smile. De hecho Charlot se encargó de componer la música de sus películas desde El chico hasta La condesa de Hong Kong, pasando por La quimera del oro, El circo, El gran dictador o la oscarizada Candilejas, aunque algunas lo hiciera pasadas varias décadas desde su estreno. Carl Davis realizó en 1998 una regrabación de la extensa y espléndida música de Chaplin para Luces de la ciudad, cuya dirección y arreglos originales fueron obra del mítico Alfred Newman, patriarca de toda una saga de compositores cinematográficos y ganador de nueve Oscars.
 
Considerada como una de las mejores películas de la historia del cine, el valenciano Fernando Pascual, con un extenso currículo a sus espaldas a pesar de su juventud, ha realizado una transcripción para violín y piano de toda su música, sin las partituras originales, sino a partir de la propia película, siguiéndola paso a paso. Junto a su compañera, Aída Velert al piano, con quien el día antes ofreció un estupendo recital de compositoras de los siglos XIX y XX, deleitaron a un público numeroso y mayoritariamente extranjero, al que el violinista no dudó en atender en inglés para las explicaciones previas. Con una sincronización precisa y el detalle de reproducir también sonidos onomatopéyicos, Pascual y Velert lograron una interpretación nítida y fresca de la partitura, con especial énfasis en los numerosos motivos líricos y los momentos de ternura de una cinta en la que resplandece la belleza de Virginia Cherrill al son de La violetera de José Padilla, y la vigente comicidad del actor y de su partenaire Harry Myers, incluyendo secuencias tan hilarantes como la ingestión del falso espagueti o el descacharrante combate de boxeo. Toda la grandeza de una magnífica y entrañable película, que no ha perdido ni un ápice de vigencia ni siquiera en los temas sociales que denuncia, potenciada con la articulación esmerada de Pascual y la digitación precisa de Velert, prodigio de compenetración y diálogo, dejándonos momentos de una magia irrepetible y potenciando así la sensacional experiencia de disfrutar de un clásico de manera inmejorable.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

NOSOTROS Teología del montón

Título original: Us
USA 2019 120 min.
Guion y dirección Jordan Peele Fotografía Mike Gioulakis Música Michael Abels Intérpretes Lupita Nyong’o, Winston Duke, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex, Elisabeth Moss, Tim Heidecker, Cali Sheldon, Noelle Sheldon, Madison Curry, Yahya Abdul-Mateen II, Anna Diop Estreno en Estados Unidos y España 22 marzo 2019

Jordan Peele saltó a la fama hace un par de temporadas con Déjame salir, un producto de terror que fue saludado de forma entusiasta por la supuesta originalidad e ingenio con el que utilizaba el género para hacer una metáfora del racismo en su país. Algo así como lo que suele hacer Shyamalan, construir historias de inquietud y suspense con el fin de reflejar cuestiones de mayor trascendencia política y social, sólo que el realizador de Señales lo hace mejor. A Peele le queda grande la bendición que ha recibido de crítica e industria. Por ejemplo, en Nosotros plantea una suerte de apocalipsis liderado por una cita bíblica, Jeremías 11:11, que viene a maldecir a hombres y mujeres con una calamidad de la que resulta imposible escapar y frente a la que Dios hará oídos sordos. Lástima que Peele crea ser novedoso cuando su calamidad se parece a la invasión de los ultracuerpos, éstos se manejan con tanta torpeza como los sempiternos zombies de manual, y la ocasión de enfrentarnos a una versión perversa de nosotros mismos se diluya ante un tratamiento en el que prima la violencia más radical y expresa, incluida la ejercida por los niños, lo que no puede resultar más infame, frente a la más inquietante insinuación. Peele se recrea en situaciones que terminan por resultar reiterativas, mientras una vez más solo los caprichos del guion justifican el devenir de los acontecimientos, y sobre todo la facilidad con la que unos personajes se enfrentan a su fin frente a la resistencia de otros, unos pocos. Tan decepcionantemente convencional frente a lo que se prometía y su impactante prólogo hacía presagiar, la posibilidad de que un ejército de humanos calcados regenere una sociedad enferma e injusta, no encuentra en el ejercicio sanguinolento de su sobrevalorado director la horma de su zapato. Tanto contenido teológico además molesta.

DOLOR Y GLORIA Apéndice y testamento de una experiencia de vida

España 2019 113 min.
Guion y dirección Pedro Almodóvar Fotografía José Luis Alcaine Música Alberto Iglesias Intérpretes Antonio Banderas, Asier Etxeandía, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Asier Flores, Nora Navas, Julieta Serrano, César Vicente, Raúl Arévalo, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía
Estreno 22 marzo 2019

Almodóvar puso tan alta la cota emotiva y dramática con Julieta que resultaba difícil que pudiese repetir el reto, y menos en tan corto plazo de tiempo. Y sin embargo no sólo lo ha conseguido sino que lo ha superado con esta historia fabricada con retales de su propia biografía y otros detalles y datos puramente ficticios, con todos los cuales ha conseguido una cinta tan sobrecogedora en su fondo como brillante en su contenida y precisa forma. Como si de un apéndice de su obra, o si queremos llamarlo de otra manera un glosario de sus temas, fobias y adicciones favoritas, Almodóvar se parapeta aquí tras sus técnicos y artistas habituales para que mimeticen una vez más su particular universo estético y sonoro, y sobre ese tapiz construir una amarga crónica sobre la enfermedad, o si lo preferimos el envejecimiento y la muerte, que al fin y al cabo son una enfermedad. Antonio Banderas es su alter ego. Nadie mejor que él, que dio el salto a la fama internacional a la vez que el director manchego y de su mano, como Penélope Cruz, que como no podía ser menos aparece aquí también en un papel secundario pero relevante. Pero no todo lo que le ocurre en pantalla a Banderas le ha ocurrido a Almodóvar, ni sus circunstancias son enteramente las mismas; basta que se parezcan para que el realizador pueda introducir en su particular universo retazos de su vida, sus triunfos y sus miserias. Lo sorprendente es que lo que cuenta está tan bien descrito y tan magistralmente plasmado en el guion y en la pantalla que no lo sufrimos porque empaticemos con el personaje central, sino porque lo hacemos con la humanidad en general. Podemos identificarnos con el dolor que padece su protagonista sin necesidad de reflejarnos en él, y mucho menos sin sufrir por él. A veces, como en el excelente monólogo del imprescindible Asier Etxeandía, quizás un sosías aquí de Carmen Maura, a quien incluso emula en una dramatización de sospechoso parecido con La voz humana de Cocteau, el dolor se hace insoportable y casi entran ganas de abandonar la sala para entregarse al llanto más inconsolable. Es el dolor de la vida misma, esa que maquillamos a diario para sobrellevarla, hasta el punto de que muchos y muchas llegamos a convencernos de la felicidad sin darnos cuenta de todo el sacrificio y la renuncia que hemos dejado en el camino, especialmente los seres queridos que hemos perdido, bien por razones físicas o por las sentimentales. Almodóvar en su última película, a través del médium Banderas, nos habla por lo tanto más de dolor que de gloria, que esa ya la conocemos merced a los triunfos que su carrera ha cosechado dentro y, más, fuera de España, y de la que Banderas y su película ficticia Sabor, y su espléndido cartel publicitario, parecen querer ser un testimonio. Y es un dolor físico, provocado por la enfermedad, los desajustes corporales y la adicción al alcohol y las drogas, y es un dolor espiritual, cosechado a lo largo de una dilatada vida de satisfacciones y decepciones, de encuentros y abandonos, de descubrimientos y renuncias. Un elenco de lujo poniendo toda la carne en el asador completa un ejercicio impecable en su planteamiento y resolución, el testamento de alguien que sin embargo todavía tiene mucho que decir.

domingo, 24 de marzo de 2019

UN TROVATORE ASEADO Y ESMERADO

Il trovatore. Ópera de Giuseppe Verdi con libreto de Salvatore Cammarano y Leone Emanuele Bardare. Pedro Halffter Caro, dirección musical. Stefano Vizioli, dirección de escena. Lorenzo Nencini, reposición de la puesta en escena. Íñigo Sampil, director del coro. Alessandro Ciammarughi, escenografía y vestuario. Juan Manuel Guerra, iluminación. Con Piero Pretti, Angela Meade, Dmitry Lavrov, Agnieszka Rehlis, Romano dal Zovo, Carolina de Alba, Gerardo López, Jesús Becerra y Álvaro Bernal. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de A.A. del Teatro de la Maestranza. Producción del Teatro Verdi de Trieste. Teatro de la Maestranza, sábado 23 de marzo de 2019

Está claro que programar al menos un título popular en cada temporada asegura el lleno total y absoluto que merece un teatro como el de la Maestranza, ayudando así a afianzar ese público que tanto cuesta convocar, casi treinta años ya, con el fin de multiplicar funciones, títulos y estéticas. Aunque lo cierto es que pasado ya el bache de la crisis, el teatro debería ir proponiéndose volver a aumentar el número de funciones de propuestas tan populares como ésta, así como el de títulos a ofrecer en cada temporada. Así las cosas, da gusto ver un espacio tan lleno como en esta segunda función de Il trovatore de Verdi, al igual que en las otras tres funciones con todas las entradas vendidas. Este drama lírico en cuatro actos supone junto a Rigoletto y La traviata el tríptico de títulos más populares del autor de Le Roncole, y último en el que coqueteó con el estilo belcantista tan arraigado a la lírica italiana, aunque con perceptibles novedades y un fluido narrativo y dramático más avanzado y fluido que en sus ilustres precedentes paisanos.

Basado en una tragedia del chiclanero Antonio García Gutiérrez, Il trovatore ha sido tradicionalmente considerado un disparate argumental, más propio de un delirante culebrón que de un drama serio. Sin embargo a algunos nos ha parecido siempre fascinante, con sus luchas de poder como trasfondo histórico, sus ambiguas relaciones sentimentales y emocionales, y esa negrura alrededor de una sensual mitología que combina prejuicios raciales y superchería gitana, que aturde tanto como conmociona. Por eso es imprescindible no caer en la caricatura ni en el guiñol grotesco a la hora de abordar su propuesta escénica. Algo de contención frente a tanto temperamento visceral como propone su argumento, beneficia a cualquier propuesta seria que se haga sobre la materia. Esta producción de Trieste lo consigue, tan bien estructurada y dramatizada que logra que la trama se siga con facilidad, con dos grandes plataformas multifuncionales, de forma triangular e infinitas escaleras, ya sean desnudas o paneladas, que se adaptan como un guante a cada escena y necesidad, y una iluminación tenebrosa fiel al concepto original de la obra, que junto a un vestuario también clásico, pero ni rancio ni monocorde, logra aunar tradición y modernidad en su justa medida para no chirriar ni molestar. Lástima que la dirección escénica no funcionara al mismo nivel de eficacia, ofreciendo la sempiterna rigidez teatral tan afín a estas producciones, sin inventiva ni originalidad, aunque algunas escenas, especialmente las adornadas con luchas de espadachines y acróbatas, quedaran algo más lucidas.

Lo más importante, el apartado musical, quedó a buena altura, con orquesta y coro haciendo un trabajo ejemplar y gratificante. En el foso Halffter volvió a modelar una escritura atenta al matiz y al detalle, agresiva cuando se requería, atmosférica las más de las veces, voluptuosa en ocasiones, y sobre todo rica en lirismo, capaz de sacar todo el partido al complejo emocional y sentimental que subyace en la partitura, y muy respetuosa con las voces. De éstas destacaron las femeninas, con Angela Meade, que nos embelesó hace dos temporadas con Ana Bolena y a punto estuvo de estrenarse en nuestro teatro una antes con Norma, revalidó con Leonora su condición de experta belcantista, con un Miserere digno de las mejores intérpretes, emotivo y emocionante, capaz de modular la voz con una naturalidad y una frescura fuera de toda discusión, un gusto exquisito para la ornamentación y una capacidad extraordinaria para transitar entre complicados cambios de registro y una línea de canto elegante y homogénea. Por su parte, la Azucena de Agnieszka Rehlis se benefició de una voz firme y segura, que en su tesitura de mezzosoprano consiguió dar al personaje esa mezcla de negrura y dulzura que reclama un personaje que clama venganza a la vez que no puede evitar amar y proteger al hijo que ha cuidado y amamantado desde su niñez. Tras un impecable Stride la vampa, la escena de la confesión se convirtió en un festín de emociones gracias a su sensacional interpretación dramática y canora. Piero Pretti alcanzó cotas de indiscutible belleza tímbrica y adecuada proyección en todas sus apariciones como el protagonista Manrico, aunque su momento de mayor lucimiento, Di quella pira, nos pareciera algo corto e insatisfactorio dada la expectación que siempre suscita esta famosa aria. En cuanto al barítono ruso Dmitry Lavrov, logró encandilarnos en sus solitarios como Il balen del suo sorriso, gracias a su bello timbre y bien colocados tono y registro, pero en cuanto compartía escena con orquesta, coros o compañeros de reparto, su voz quedaba eclipsada por falta de volumen y proyección. El bajo Romano dal Zovo sí mantuvo una línea de canto firme y bien proyectada en sus contadas intervenciones, mientras Gerardo López y Carolina de Alba cumplieron sus aportaciones con dignidad. Excelente como es habitual la generosa intervención del coro, ya fuera el masculino, rutilante y perfectamente armonizado y coordinado, por ejemplo en la célebre coro de gitanos (Vedi, le fosche), como el femenino, de sutiles sotto voci en el de monjas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 23 de marzo de 2019

FSO COMPLETA UN BRILLANTE HOMENAJE A JOHN WILLIAMS

Concierto de Música de Cine de la Film Symphony Orchestra. Constantino Martínez-Orts, dirección. Programa: Especial John Williams Programa 2 (Fanfarria Olímpica y Tema, Caballo de batalla, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, Memorias de una geisha, Encuentros en la tercera fase, Munich, El patriota, E.T., Parque Jurásico, La batalla de Midway, Las cenizas de Ángela, El violinista en el tejado, JFK, Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio, La terminal, Las brujas de Eastwick, En busca del arca perdida, La guerra de las galaxias). Auditorio FIBES, viernes 22 de marzo de 2019

Constantino Martínez-Ors y su icónico atuendo frente a la
valenciana Film Symphony Orchestra
Williams acaba de cumplir ochenta y siete años y son otros quienes rescatan sus piezas de concierto para ofrecerlas al público, generalmente suites y temas preparados por él mismo para ser interpretadas por la Boston Pops bajo su batuta. Le gusta rodearse de los mejores y más afamados, y si ha elegido a Perlman o Yo-Yo Ma para sus conciertos e intervenciones solistas en bandas sonoras, es desde hace unos años Dudamel quien se ha convertido en depositario de toda su confianza para dirigir integrales de su obra, fundamentalmente en ese Disney Hall con forma de Museo Guggenheim. Testimonio de esa buena alianza es el espléndido disco que el venezolano acaba de sacar al mercado junto a la Filarmónica de Los Angeles, con una impecable calidad de sonido y una depuración técnica y emocional en la dirección poco parangonable a todo lo grabado con anterioridad. Pero opta por las piezas más populares del autor de Tiburón y Superman, mientras el valenciano Martínez-Orts no se conforma con eso y las combina con otras menos transitadas en salas de concierto, generando así una idea bastante completa del estilo y la evolución del compositor.

El muy ovacionado Manuel Serrano es una promesa
segura con una carrera ya consistente a sus espaldas
La Film Symphony Orchestra se ha ganado un merecido hueco en la agenda del melómano cinéfilo, cubriendo esa cuota que el aficionado tanto demanda y al que acude fiel y entusiasmado. Pero no contentos con cubrir esa necesidad frente a un público que lo perdona todo con tal de escuchar a sus ídolos en una sala de conciertos, han ido progresando considerablemente a lo largo de su ya dilatada carrera, y alcanzando unos muy dignos niveles de calidad. Tiene mucho mérito porque sus integrantes son en su mayoría muy jóvenes y porque contagian con su entusiasmo a una platea que siempre sale satisfecha y entusiasmada. Lástima que en Sevilla se sirva a través de la amplificación, lo que resta relieve, apelmaza sus calidades y dota al conjunto de un exagerado sonido metálico, mientras por el contrario multiplica su sentido de la espectacularidad. Martínez-Orts la dirige con energía, a veces demasiada, sacrificando lirismo y erosionando calidades y líneas melódicas, pero no cabe duda de que hace en general un trabajo brillante y cumple con lo que se espera, una exhibición de respeto y admiración por el idolatrado compositor hollywoodiense. Se rodea además de jóvenes talentos de la talla de Manuel Serrano, que al violín ofreció un Violinista en el tejado, del que Williams fue adaptador musical y diseñó la suite interpretada, de sonido depurado y bellísimas ornamentaciones, tan sensibles como magníficamente articuladas. Otro solo, esta vez el clarinete de Carlos López, logró elevar por encima de lo aceptable una interpretación llena de ironía y desparpajo del tema de Victor Navorski de La terminal. También la violonchelista Rocío Fuentes logró insuflar de lirismo sus solos en el Vals del Presidente de Memorias de una geisha, aunque perdió puntualmente el ritmo y no alcanzó la necesaria compenetración y diálogo con el violín de Serrano.

El recorrido se inició con unas vibrantes fanfarrias olímpicas compuestas para Los Angeles 1984, en las que brillaron unos muy sintonizados y equilibrados metales, y continuó con el lirismo noble y exacerbado de Caballo de batalla y las enérgicas aventuras de Mutt de la última entrega de Indiana Jones. Constatamos que la famosa suite de Encuentros en la tercera fase ha perdido sus dos minutos centrales, tal como la ha grabado también Dudamel, para adaptarse mejor a la versión original de la película y no a la edición especial que Spielberg lanzó tres años después de su estreno. Y comprobamos también que a Martínez-Orts se le va la mano cuando acelera en piezas como la Oración por la Paz de Munich. Eso mismo le beneficia cuando ofrece versiones vibrantes de la Danza diabólica de Las brujas de Eastwick o el Hornpipe de El patriota. La majestuosidad de Williams estuvo bien representada con Los hombres de Yorktown de La batalla de Midway y la pompa del Salón del trono de La guerra de las galaxias. De nuevo un espléndido solo de trompeta de Javier González Iglesias se adueñó de un atinado prólogo de JFK, mientras Bauti Carmena realizó un emotivo y sensible trabajo al piano que sirvió para introducir toda la melancolía que impregna la partitura de Las cenizas de Ángela. Con su ya emblemática versión sinfónica de Cantina Band despidieron a un público que disfrutó con la música, las desprejuiciadas y verborreicas explicaciones del director entertainer y su particular y entrañable obsesión por los Oscar. Hoy repiten en el Villamarta de Jerez.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 20 de marzo de 2019

BEAUTIFUL BOY. SIEMPRE SERÁS MI HIJO Un drama amanerado y frío

Título original: Beautiful Boy
USA 2018 111 min.
Dirección Felix Van Groeningen Guión Luke Davies y Felix Van Groeningen, según las memorias de David y Nic Sheff Fotografía Ruben Impens Intérpretes Steve Carell, Timothée Chalamet, Maura Tierney, Amy Ryan, Oakley Bull, Christian Convery, Jack Dylan Grazer, Kaitlin Dever, Stefanie Scott, Timothy Hutton Estreno en el Festival de Toronto 7 septiembre 2018; en Estados Unidos 12 octubre 2018; en España 15 marzo 2019

Las memorias de un padre y un hijo que sufren los efectos de los estupefacientes en el segundo, convertidas en éxito de ventas gracias a la mediación del New York Times, sirven de base para el debut en Hollywood del director de la nefasta Alabama Monroe, una cinta belga que fue éxito de público y festivales hace unos años, a pesar de su sensacionalista tratamiento de la enfermedad de una niña de corta edad. Más comedido ahora pero igualmente melodramático, Felix Van Groeningen se adentra ahora en las vivencias de un padre coraje y su hijo, niña de sus ojos, que aún creciendo en una familia acomodada y sin aparentes problemas estructurales, sucumbe al encanto de las drogas. Los saltos en el tiempo, el desorden narrativo, las voces que invaden secuencias que no les corresponden, la banda sonora saturada de canciones de todo estilo, y otras lindezas dramáticas, no logran abstraerse de su contenido esencial, que no es sino una impostura acerca de un drama real y tangible, sufrido por tantas familias, desestructuradas o no, y para las que el remedio a veces es muy difícil si no imposible de encontrar. Carell hace lo que puede sin cambiar mucho de registro, mientras Chalamet (Call Me by Your Name) se decanta por algo más de histrionismo y exhibicionismo. Pero estos son inconvenientes y vicios que van apareciendo conforme avanza la trama, que en un principio llega a parecer atractiva e interesante, dentro de su gravedad. El devenir de los acontecimientos, a veces incoherentes e incluso poco plausibles, hace naufragar el intento de hacer una crónica desnuda, visceral y sincera sobre un drama tan elocuente como el de la drogodependencia y sus destructivos efectos. Al revés, la intención se vuelve en contra y nos devuelve una historia muy viciada en la forma y poco emotiva en el fondo, cuando debería centrarse en una relación difícil que quedara mejor plasmada en pantalla.

EL GORDO Y EL FLACO Entrañable ensayo sobre el amor y la amistad

Título original: Stan & Ollie
Reino Unido 2018 97 min.
Dirección Jon S. Baird Guión Jeff Pope, inspirado en el libro “Laurel & Hardy: The British Tours” de ‘A.J.’ Marriot Fotografía Laurie Rose Música Rolfe Kent Intérpretes John C. Reilly, Steve Coogan, Shirley Henderson, Nina Arianda, Rufus Jones, Danny Huston, Joseph Balderrama, John Henshaw Estreno en Reino Unido 11 enero 2019; en España 15 marzo 2019

Stan Laurel y Oliver Hardy, conocidos en nuestro país, tan dado a los motes, como El gordo y el flaco, conocieron su momento de gloria con el cine mudo y lo extendieron a la primera década del sonoro, para ir sufriendo el inevitable declive en los años cuarenta del pasado siglo, especialmente tras la irrupción del humor más facilón y socarrón de otra pareja de cómicos, Abbott y Costello. En los cincuenta, época en la que se ambienta esta entrañable película, la pareja realizó una gira teatral por el Reino Unido e Irlanda que debería servir como plataforma de lanzamiento para una nueva aventura cinematográfica que no llegó a cuajar. Esta gira fue documentada en un libro que ha servido de inspiración para trazar este emotivo, amable y simpático retrato de esta pareja de artistas y, sobre todo, grandes amigos; pero también de sus respectivas esposas y la relación de amor, respeto y admiración que parecieron mantener con ellas. Afortunadamente atrás parecen quedar los tiempos en los que los grandes mitos del cine, la música y el arte en general eran tratados como material morboso, destacando sus miserias, vicios y traumas por encima de su genio y creatividad, de aquello que hicieron las delicias de sus innumerables seguidores y seguidoras. En esta semblanza la pareja de cómicos es tratada con toda la admiración que merecen, sin por ello obviar sus posibles rencillas y desencuentros, pero sin que estos detalles primen sobre lo que principalmente importa, el retrato de una forma de entender el espectáculo y de unos seres que con su ingenio y dignidad lograron elevar a altas cotas el arte cinematográfico. La cinta de Jon S. Baird, más curtido en la televisión que en el cine, donde apenas recordamos Filth el sucio, protagonizada por James McAvoy en 2013, trata con suma dignidad a unos personajes famosos en el ocaso de su estrella, recuperando algunos de sus gags más celebrados y recurrentes, y centrándose en un momento delicado de sus vidas, en lo profesional y en la salud. Un canto a la amistad más tierna y sincera, al amor profesado por unas esposas tan desinteresadas como cómplices en esa emotividad y respeto que exhiben sus protagonistas. Todo ello cuenta con la complicidad de un cuarteto de intérpretes tocados por la varita mágica, que no sólo soportan el vestuario, el maquillaje y la peluquería que consiguen el milagro de devolver a los mitos a la vida, sino que logran con sus interpretaciones un trabajo excelente y digno de todos los reconocimientos. Hay que añadir un quinto personaje, el empresario que los pasea por el Reino Unido, tratado también con respeto y consideración, sin obviar su lógica e inevitable inclinación al negocio. Como anécdota destacar el considerable parecido que presenta Nina Arianda, la actriz que da vida a la esposa de Laurel, con Carmen Machi. A destacar también la breve intervención de Danny Huston, heredero de la ilustre saga que le da nombre, como el productor Hal Roach, artífice de la combinación entre el británico Laurel y el norteamericano Hardy, como paradigma de una figura imprescindible para entender la maquinaria creativa de la producción hollywoodiense clásica. A todo eso hay que sumar además una puesta en escena entrañable en su academicismo y pulcritud, y la hábil inclusión de temas musicales tan entroncados con la carrera de sus protagonistas como Dance of the Cuckoos de Marvin Hatley y Trail of the Lonesome Pine de Henry Carroll y Ballard MacDonald. La combinación de todos estos ingredientes, manejados con soltura, sensibilidad y habilidad por Jon S. Baird, es un festín para amantes del cine clásico, las historias de amistad y respeto bien contadas, y el recuerdo de una época en la que la inocencia y los buenos sentimientos eran más frecuentes.

ESCAPE ROOM Poco ingenio lastrado por una publicidad spoiler

USA 2019 99 min.
Dirección Adam Robitel Guión Maria Melnick y Bragi F. Schut Fotografía Marc Spicer Música Brian Tyler y John Carey Intérpretes Taylor Russell, Deborah Ann Woll, Logan Miller, Tyler Labine, Jay Ellis, Nick Dodani, Yorick van Wageningen Estreno en Estados Unidos 4 enero 2019; en España 15 marzo 2019

Con tan dudosas credenciales como haberse hecho cargo de la última y agotada entrega de Insidious, el director Adam Robitel se atreve a montar la enésima revisión del terror adolescente con una trama tan endeble como chapucera, en la que todos sus ingredientes parecen mil veces vistos, a pesar de su ambición por contar algo original y diferente. Seis personajes apenas definidos se sumergen en un juego letal al que han sido invitados con la promesa de una suculenta recompensa para la persona ganadora. El universo de los videojuegos de supervivencia llevado a una supuesta realidad en la que el ingenio más extremo y asombroso debe asomar en unas mentes a priori poco propicias para resolver enigmas sólo salvables en la mente de sus artífices, sin más ingenio ni explicación que el golpe de teclado del ordenador. Unos personajes tan desdibujados que no provocan empatía y por consiguiente disminuyen la capacidad del producto para generar tensión, hacen el resto dentro de un conjunto que al menos podemos asegurar resulta entretenido, aunque sólo sea por su esmerada puesta en escena. Lo demás, mensaje moral incluido, resulta artificioso y carente de interés. A destacar la influencia que en todo este desatino tiene una publicidad espantosa, tan del género spoiler que apenas deja reducto para la sorpresa, ya que todo, incluida su estructura narrativa, ha quedado desvelado en el tráiler promocional.

jueves, 14 de marzo de 2019

RECITAL LÍRICO: LA MONOTONÍA EXPRESIVA DE ORTEGA Y JIMÉNEZ

Ciclo de conciertos lírico-poéticos “…y cruzaste el umbral de un mundo mágico” de Producciones Odeón. Almudena Ortega, soprano. Eugenio Jiménez, tenor. Franco Cavalleri, piano. Programa: Obras de Fauré, Rossini, Hahn, Bellini, Villa-Lobos, Tosti, Strauss, Sorozábal, Chapí y Moreno Torroba. Espacio Turina, miércoles 13 de marzo de 2019 La monotonía expresiva de Ortega y Jiménez

Desde su feliz recuperación, el Espacio Turina ha multiplicado considerablemente su oferta, alternando fundamentalmente clásica, jazz y flamenco, a los que añade otras disciplinas dramático musicales, como el pop y la zarzuela. La iniciativa pública que lo sustenta y la privada se dan la mano en este nuevo e ilusionante proyecto que cada vez cuenta con mayor afluencia y respaldo del público. Producciones Odeón forma parte de la segunda, con propuestas teatrales y conciertos de música, así como lecturas y cursos, que forman parte de su recorrido desde hace ya quince años. Cuatro son los programas diseñados para dar forma a este ciclo con título tomado de Luis Cernuda, con participación entre otros de artistas instalados en la cultura local como el pianista Tommaso Cogato, el actor Roberto Quintana o el tenor Eugenio Jiménez. También el reciente Amadeus que pudimos disfrutar hace un mes en el Lope de Vega de la mano de la Sinfónica es una producción de esta empresa sevillana.
 
Esta tercera entrega del ciclo convocó a la soprano vasca Almudena Ortega, al incansable tenor Eugenio Jiménez, que no para desde hace unos meses entre representaciones teatrales, lecturas dramatizadas para la ROSS y recitales líricos en el Turina, y al joven pianista uruguayo afincado en San Sebastián Franco Cavalleri. Se presentaron con un muy atractivo programa con el que recorrieron un siglo de canción y romanza a lo largo y ancho del continente europeo, con escalas en la mélodie francesa, la arietta y la canzone italiana, la canción en portugués, el lied alemán y la zarzuela española. Lástima que tanto ella como él abordaran el suculento menú con una notable monotonía expresiva que malogró las amplias posibilidades de la propuesta. Jiménez posee una voz amplia y potente de registros demasiado agudos y recursos insuficientes a la hora de modular y afinar; de hecho perdió en más de una ocasión el tono y mostró en general una alarmante rigidez expresiva que fue más evidente en las modulaciones del bel canto a las que le obligaban las piezas de Rossini y Bellini, aunque fue con éste último con quien exhibió mejores cualidades y resultados. Su faceta como actor no lució en sus intervenciones solo o junto a Ortega en los números de zarzuela propuestos.
 
Como monitora de pilates que es, y sabemos lo dura que es esta disciplina deportiva, Almudena Ortega aprovecha el trabajo de diafragma para proyectar su voz con más holgura y libertad, y lo consigue, manteniendo una línea de canto homogénea y desahogada, aunque con inclinación a potenciar los agudos hasta el punto de que sacrifica delicadeza y matización en melodías tan emotivas como Au bord de l’eau de Fauré, que evoca la vida contemplativa con suavidad y elegancia, o en el sensacional Allerseen de Strauss. Sí recreó con firmeza y elegancia A Chloris, ese particular homenaje de Reynaldo Hahn a Bach, y se lanzó a las canciones de Villa-Lobos con un poco más de salero. Lo que sí descuidaron mucho ambos cantantes fue la vocalización, una lástima frente a tal riqueza de idiomas y poemas musicalizados. Los dúos y romanzas de zarzuela, con especial parada en Luisa Fernanda de Moreno Torroba, resultaron bastante dignos, aunque a nivel dramático acusaron también una notable falta de expresividad; aun así la Mazurca de las sombrillas se resolvió con encanto y elegancia, que se repitió en el Vals de La viuda alegre que interpretaron como propina en castellano. Quien sí consiguió adaptarse a cada estilo, ofreciendo una lectura sensible y matizada de cada pieza, fue el pianista Franco Cavalleri, que además exhibió habilidad y talento para compenetrarse con las voces y adaptarse a sus exigencias. Lástima que el afán de aplaudir malograra el final de cada pieza, sin dejarlas respirar.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 11 de marzo de 2019

CAPITANA MARVEL Otro eslabón en la misma cadena

Título original: Captain Marvel
USA 2019 125 min.
Dirección Anna Boden y Ryan Fleck Guión Ana Boden, Ryan Fleck y Geneva Robertson-Dworet, según el cómic de Gene Colan y Roy Thomas Fotografía Ben Davis Música Pinar Toprak Intérpretes Brie Larson, Samuel L. Jackson, Jude Law, Ben Mendelssohn, Annette Bening, Lee Pace, Lashana Lynch, Gemma Chan, Clark Gregg, Djimon Hounsou, Chuku Modu, Akira Akbar Estreno en Estados Unidos y España 8 marzo 2019

Marvel no para de engordar su lista de películas y su cuenta corriente, ahora con la primera aventura de Capitana Marvel, creada a finales de los sesenta del pasado siglo, que como suele ocurrir en estos casos, narra la génesis del personaje y su toma de conciencia como súper heroína. Para dar al asunto un toque de perspectiva de género se ha contado con la dirección de una mujer, Anna Boden, que junto a su pareja artística ha realizado un par de películas olvidables, Una historia casi divertida y La última apuesta, así como algunas series de televisión como Room 104. Ryan Afleck pro su parte tiene el mayor prestigio de ser el responsable de Half Nelson, un interesante film por el que empezamos a conocer a Ryan Gosling. Pero no nos engañemos, no hay perspectiva de género de ninguna clase ni empoderamiento de la mujer en esta película que no hace sino repetir los esquemas mil veces vistos y ofrecer más de lo mismo, sin apenas variantes. Ambientada en los noventa, tiene quizás el aliciente para los fans de la saga de presentar también la génesis de Nick Fury, el agente encargado de reclutar a los miembros de Los vengadores, incorporado por un Samuel L. Jackson visiblemente rejuvenecido por la tecnología digital. Por su parte la ganadora del Oscar por La habitación, Brie Larson, da lustre al personaje principal, mientras los prestigiosos Annette Bening y Jude Law se dejan seducir por el importante incremento de sus cuentas corrientes que sin duda la participación en el engendro les ha reportado. No hay mucho que destacar en este porducto coyuntural en el que no falta ni la niña repelente, salvo que cumple con su función de entretener, aunque ni efectos visuales ni eterna lucha entre el bien y el mal traducido en guerras galácticas y supuestos mensajes pacifistas logran elevar el producto por encima de una media poco exigente. Si algo podemos destacar es la recreación de los noventa, especialmente notable en las persecuciones de coches y la divertida escena en el metro de Chicago, así como Goose, el diabólico gato Flerken que protagoniza los momentos más enigmáticos de la cinta y su inevitable secuencia final post créditos.

LA MULA Resistencia a Pottersville

Título original: The Mule
USA 2018 116 min.
Dirección Clint Eastwood Guión Nick Schenk, según el artículo “The Sinaloa Cartel’s 90-Year Old Drug Mule” de Sam Dolnick Fotografía Yves Bélanger Música Arturo Sandoval Intérpretes Clint Eastwood, Bradley Cooper, Dianne Wiest, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne, Ignacio Serricchio, Alison Eastwood, Andy García, Diego Cataño, Roberto LaSardo, Lobo Sebastian, Clifton Collins jr., Loren Dean, Paul Lincoln Alayo Estreno en Estados Unidos 14 diciembre 2018; en España 8 marzo 2019

Con Woody Allen injustamente fuera de circulación, Clint Eastwood es apenas el único reducto que nos queda a la cinefilia para disfrutar de cine clásico en una gran pantalla. Sus más de sesenta películas, casi cuarenta como director, le avalan como una de las leyendas imperecederas del Hollywood de los años setenta, cuando reescribió el cine policíaco y de acción, que luego se reinventaría como gran director a partir de Bird en 1988 y a aconstumbrarse a que muchas de sus películas fueran saludadas como obras maestras. Desde Gran Torino, película con la que ésta guarda muchas semejanzas, no lo veíamos delante y detrás de la pantalla, y como actor solo pudimos disfrutarlo después en Golpe de efecto (2012) de Robert Lorenz y en un par de documentales sobre su vida y carrera filmados por Richard Schickel. Claramente avejentado tras tantos años de ausencia frente a la cámara, da vida ahora a una suerte de combinación de muchos personajes anteriores, como si quisiera con éste firmar su testamento cinematográfico. Un viejo testarudo, despreocupado de su familia, que disfruta con su negocio, con la ayuda que le proporciona la mano inmigrante y con los reconocimientos que recibe de concursos y convenciones, se ve afectado por la crisis y el progreso tecnológico, viéndose obligado a aceptar un trabajo como transportista al margen de la ley, cuyos beneficios invierte en resolver los problemas que otros semejantes están sufriendo como consecuencia de un capitalismo atroz e implacable, cual Jimmy Stewart en ¡Qué bello es vivir!. A partir de ahí Eastwood teje un film absolutamente disfrutable, comedia y drama, intriga y denuncia política y social, todo combinado, mezclado, agitado para lograr lo que solo el gran cine consigue, entretener y hacer pensar. El sello Eastwood está en el guión, no en vano firmado por quien escribiera hace una década la maravillosa Gran Torino, otro ejemplo de redención a la vejez y de toma de conciencia de un ser en muchos aspectos deleznable, y quien hace de mula del narcotráfico, define con terminología ofensiva a quien es diferente o aprovecha las amargas mieles de la prostitución, ciertamente lo es, que sin embargo logra nuestra simpatía y reconocimiento por lo que es, la resistencia a una política y un sistema tan miserable e implacable que parece diseñado por el Sr. Potter de la película de Frank Capra. El mismo sello está también en su fotografía, aunque no siempre la firme el mismo responsable, y en su música, tan del gusto jazzístico del realizador, que esta vez contrata al célebre trompetista Arturo Sandoval para ilustrar el conjunto de la misma forma que él mismo lo ha hecho en algunas de sus últimas películas. Hay en definitiva mucha emoción en un film en el que parezca estemos despidiendo a uno de los más grandes, más que en el vehículo que Robert Redford eligió hace poco para su propia despedida, ese The Old Man and the Gun donde su personaje viaja también al margen de la ley y es perseguido por un joven agente, Casey Affleck en su caso, Bradley Cooper, que ya trabajó con Eastwood en El francotirador, en éste. El paisaje rural, las carreteras fácilmente indentificables con la Ruta 66, y ese otro paisaje humano que inunda sus fotogramas y al que el veterano artista homenajea como la América profunda y auténtica que no renuncia a su libertad y su modo de vivir, son otros ingredientes y alicientes de esta emotiva y emocionante película que no ha traducido sus méritos en premios pero logrará engrosar la larga lista de obras maestras de su noble e ilustre artífice.

LAS HEREDERAS El deseo como toma de conciencia

Paraguay-Alemania-Brasil-Noruega-Uruguay 2018 97 min.
Guión y dirección Marcelo Martinessi Fotografía Luis Armando Arteaga Intérpretes Ana Brun, Margarita Irún, Ana Ivanova, Nilda González, María Martins, Alicia Guerra Estreno en el Festival de Berlín 16 febrero 2018; en Paraguay 5 abril 2018; en España 8 marzo 2019

Con sólo dos cortometrajes de ficción y otros dos documentales, en formato corto y medio, el debut en la dirección de largometrajes de Marcelo Martinessi resulta cuanto menos meritorio. Con pocos recursos pero las ideas muy claras, el realizador paraguayo retrata a una mujer en un ambiente claustrofóbico y hostil, el que le reporta haber mantenido durante décadas una relación lésbica bajo una atenta discreción, y así mismo haber mantenido un estatus económico y social elevado mientras ha durado la herencia recibida de su acaudalada familia. Pero una inesperada crisis se cierne sobre su existencia y le obliga a vender objetos y enseres para subsistir una vez fulminada la herencia, así como a depender solo de ella misma cuando su pareja ha de ingresar en la cárcel por una presunta estafa. Un mundo que se derrumba a su alrededor y que le obliga a abrir los ojos, afrontar la realidad y salir a un exterior que hasta ese momento se le mostraba hostil. Asistimos pues al viaje de descubrimiento de una mujer madura, con la ilusión del deseo y un nuevo amor como motor para superar la adversidad y enfrentarse a una nueva vida. Certera y muy bien planificada, aunque parezca que suceden pocas cosas en pantalla, su hábil dramaturgia nos hace mantener el interés, mientras un sonido tosco y pésimamente mezclado hace que resulte difícil seguir los diálogos cuando hay más de un ruido como telón de fondo. Menos mal que al tratarse de una película construida a fuerza de miradas y matices, todo se entiende y disfruta. Destaca la interpretación comedida pero muy detallista de Ana Brun, quien con un trabajo tan transparente e invisible como el resto de la función, consigue transmitir todo ese proceso de resurrección y toma de conciencia, liberando ataduras y convenciones en un mundo oprimido y opresor, clara metáfora de la intolerancia y el autoritarismo. Su trabajo mereció el premio a la mejor actriz en Berlín, donde la película se alzó también con el Premio Especial del Jurado, mientras en los premios Fenix del cine latinoamericano logró los correspondientes a mejor director y ópera prima.

sábado, 9 de marzo de 2019

DÚO KAHLO, TALENTO CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

Ariadna Ruiz Ruiz, piano. Carlos González Lázaro, clarinete. Programa: Deux pieces pour clarinette et piano, de Clémence de Grandval; Molto lento y Fantasie pour clarinette et piano, de Augusta Holmès; 3 Romanzen für violin und clavier, de Clara Schumann (transc. Carlos González); 2 Fantasiestücke für klarinette und clavier, de Niels W. Gade. La Casa de los Pianistas, viernes 8 de marzo de 2019


Entre las muchas e interesantes propuestas de este nuevo templo de la música ubicado en el Barrio Santa Cruz que es La Casa de los Pianistas, se encuentra un ciclo dedicado a jóvenes intérpretes, en su mayoría cursando aún estudios y perfeccionando una trayectoria que les permita dedicarse en un futuro próximo a la música sin aditamentos. Es el caso de los granadinos Ariadna Ruiz y Carlos González, que bajo el nombre de Dúo Kahlo, en referencia a una de las figuras emblemáticas del arte en femenino, y una de las imágenes más icónicas de las reivindicaciones de igualdad, Frida Kahlo, llevan año y medio exacto difundiendo música de cámara, auténtica, fresca y emocionante que complete sus aún breves trayectorias pero ya cubiertas de premios, becas y demás experiencias imprescindibles para lograr vivir de eso tan difícil y exclusivo que es la música. En una fecha tan señalada como la del 8 de marzo, cita ineludible de reivindicación y lucha por una igualdad auténtica entre hombres y mujeres, Carlos y Ariadna demostraron a través del programa propuesto y sus sinceras y emotivas locuciones que lo suyo es compromiso verdadero, perfectamente asumido, libre de etiquetas e imposturas. Emociona ver cómo hay esperanza en las futuras generaciones, sobre todo cuando se trata de gente tan joven y tan comprometida, con las ideas tan claras sobre la sociedad que queremos y la justicia que merecemos.

En los atriles el dúo nos descubrió páginas bellísimas de quienes una vez tuvieron la oportunidad de componer e interpretar música, generalmente gracias a una posición acomodada, y de gozar de cierta popularidad a menudo bajo incómodos seudónimos, para después pasar al más insólito olvido. Es el caso de Clémence de Grandval, que estudió con Flotow y Chopin, también con Saint-Saëns, y compuso óperas y música de cámara, generalmente para oboe. De ella interpretaron dos piezas de 1885, Invocation y Air Slave. Sorprende cómo el joven clarinetista, a quien confieso conozco desde que era niño y me cautivó ya la primera vez que lo escuché, con una vocación que le llegó algo tarde para lo que suele ser habitual, lo que añade mérito a su carrera, domina perfectamente la expresividad, aunque aún le queda algo de recorrido para redondear su control técnico. En la primera pieza logró transmitir melancolía y solemnidad, mientras en la segunda aprovechó sus oportunidades de lucimiento, vibrante y animado. Ariadna por su parte demostró una gran flexibilidad y amplio vuelo lírico en las tres romanzas de Clara Schumann, especialmente en una arpegiada tercera de generoso aliento romántico. Se da la particularidad de que aunque estas piezas originariamente concebidas para violín y piano cuentan con transcripciones como las de François Benda, ellos prefirieron las suyas propias, con resultados a gran altura, exhibiendo delicadeza y color, muy vaporoso el primer romance, animado el segundo y amable el tercero, manteniendo una envidiable capacidad para transmitir en todo momento, extensible a las facultades de ambos para la locutoria y una sensacional compenetración y diálogo digna de mención.

El recital se completó con dos obras de Augusta Holmès, pianista y compositora francesa de ascendencia irlandesa, alumna y amiga de Cesar Franck, cuya Fantasía abrieron de forma majestuosa para seguidamente plasmar a la perfección sus aires de marcha fúnebre, con un trabajo hábil y meticuloso de la pianista y muy expresivo de él, tal como volvió a demostrar en el muy delicado Molto lento. Para dar perspectiva de género, los jóvenes acertaron a incluir en el programa una pieza escrita por un hombre, Niels Gade, compositor danés admirado y apoyado por Clara Schumann, de quien interpretaron dos fantasías tan virtuosas como melódicas. De propina se ofreció una preciosa miniatura de la compositora también francesa Germaine Tailleferre, miembro de Los Seis junto a Milhaud, Honegger o Poulenc, que como otras compositoras disfrutó de prestigio y popularidad en vida y pasó al olvido tras fallecer, ésta relativamente reciente, en 1983. Da gusto disfrutar de gente tan joven con tanto talento, voluntad, esfuerzo, compromiso y capacidad para transmitir y emocionar.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía