USA 2015 105 min.
Dirección Kenneth Branagh Guión Aline Brosh McKenna y Chris Weitz, según el cuento de Charles Perrault Fotografía Haris Zambarloukos Música Patrick Doyle Intérpretes Lily James, Cate Blanchett, Richard Madden, Holliday Grainger, Sophie McShera, Helena Bonham Carter, Derek Jacobi, Stellan Skarsgard, Nonso Anozie, Ben Chaplin, Hayley Atwell, Jana Pérez Estreno el Festival de Berlín 13 febrero 2015; en Estados Unidos 14 marzo 2015; en España 27 marzo 2015
Después de pasarse un par de décadas adaptando a Shakespeare, intentando así convertirse en el Laurence Olivier de los noventa, y ofreciendo títulos tan ambiciosos como Los amigos de Peter o La flauta mágica, colorista adaptación en inglés de la ópera homónima de Mozart, hace años que Branagh ha sucumbido a su propio artificio y se ha rendido al cine de encargo, dirigiendo títulos como Thor o éste que nos ocupa, que a buen seguro serán los que estén inflando su cuenta bancaria. Su flema británica y su probada capacidad para la fantasía y la comedia con buen gusto, como demostró en películas como Mucho ruido y pocas nueces o Trabajos de amor perdido, le han llevado a ofrecer una muy competente y convincente versión del clásico cuento de Perrault, uno de los que más fascinación ha ejercido sobre público y cineastas a juzgar por la cantidad de veces que ha sido llevado a la gran pantalla. Sea en musicales con Leslie Caron (Las zapatillas de cristal), Julie Andrews (el clásico de Rodgers y Hammerstein en un especial para la televisión) o Gemma Craven (The Slipper and the Rose, con los autores de Mary Poppins, Richard y Robert Sherman en la partitura), o con versiones modernas como Por siempre jamás con Drew Barrymore, o incluso adaptada a nuevos tiempos con Marisol en La nueva cenicienta, la verdad es que las versiones del cuento se amontonan, con el clásico animado de Disney a la cabeza. Éste y el referente original se concilian en esta nueva entrega de manos del director de Enrique V. La baza en esta ocasión es una suntuosa puesta en escena, con Dante Ferreti en la dirección artística (colaborador de Pasolini y tres veces Oscar, por El aviador, Sweeney Todd y Hugo) y Sandy Powell en el vestuario (ganadora de la estatuilla por La joven Victoria, Shakespeare in Love y también El aviador a las órdenes de Scorsese). Sin renunciar a su buen gusto y rigor documental, ambos artistas han dejado volar también su imaginación, como mandan los cánones del cuento infantil, con un diseño colorista, deliberadamente kitsch y lleno de fantasía, con referentes precisos como el Royal Pavillion de Brighton para el palacio del príncipe. Pero al margen de este apabullante diseño de producción, que el director de fotografía Haris Zambarloukos, que ya ha trabajado con Branagh en La huella, Thor y Jack Ryan: Operación Sombra, se encarga de hacer lucir en todo su esplendor, y el compositor Patrick Doyle, fiel desde sus inicios al cine del realizador de Hamlet, de ilustrar con su inconfundible toque romántico, muy británico, de melodías dulces y almibaradas y algo de fantasía aprendido del imprescindible Danny Elfman. Pero los logros de esta nueva adaptación de la célebre princesa Disney no se quedan en lo artístico. El guión de Aline Brosh McKenna (El diablo viste de Prada, aunque también de ese horror aún en cartelera que se llama Annie) y Chris Weitz (Un niño grande, American Pie, La brújula dorada) no se queda en una mera ilustración de estilo rancio y tradicional; Cenicienta ya no es una desgraciada que espera que un príncipe azul la rescate. Sus motivaciones para soportar la humillación y el desprecio pasan por un incondicional amor hacia sus padres, un referente que también tiene reflejo en el personaje del príncipe, mientras la fuerza y el riesgo se convierten en armas para combatir la desdicha. Por si fuera poco, la heroína no sufre su angustia en silencio sino que tiene a quien contárselo, al margen de los ratoncitos parlanchines que la versión extrae directamente de uno de los mejores hallazgos del clásico de dibujos animados de 1950. Branagh por su parte le hace andar y comportarse con altivez y seguridad, definiéndola así con carácter y una precisión casi matemática, si bien fracasa al definir a su madrastra y hermanastras, demasiado grotescas dentro de un conjunto que no lo demanda. No obstante Cate Blanchett pone su incontestable talento al servicio de la película y nos regala momentos de gran interpretación. Prueba del éxito de las series de televisión en el panorama audiovisual actual, Lily James proviene de Downtown Abbey, mientras Richard Madden lo hace de Juego de tronos, con resultados también notables y muy ajustados. Helena Bonham Carter nos divierte como una hada madrina entre Marilyn Monroe y Johnny Depp; y entre los momentos más espectaculares y excelentemente resueltos, el de la reconversión de carroza, lacayos y caballos en calabaza, ratones, gansos y lagartos. Todo lo cual convierte a ésta en la mejor adaptación hasta la fecha de las princesas clásicas de Diney a carne y hueso, por encima de Alicia en el país de las maravillas, Blancanieves y la leyenda del cazador y Maléfica.