32ª Edición Festival de Música Antigua de Sevilla. Euskal Barrokensemble. Rocío Márquez, voz. Miren Zeberio, violín. David Chupete, percusión. Pablo Martín Caminero, violone. Enrike Solinís, guitarra y dirección. Programa: El amor brujo 1715. Sala Joaquín Turina, jueves 26 de marzo de 2015
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Rocío Márquez |
Siempre hemos aplaudido la saludable iniciativa del Femás de ofrecer propuestas eclécticas que se salgan del planteamiento original del certamen, pero de ahí a ofrecer tantas como lo ha hecho la presente edición podríamos tildarlo ya de abuso. Wild Chain nos ofrecieron unos carmina burana heavy, Accademia del Piacere se fusionó con la danza contemporánea, Enrico Pieranunzi y Vicente Parrilla mezclaron barroco y jazz, Eric Hoeprich interpretó la 41 de Mozart con clarinete, y aún hubo más, demasiado. En esta corriente de experimentación y creatividad debemos también situar esta propuesta de Enrike Solinís y el conjunto que lidera.
No deja de resultar curioso que sea precisamente una formación vasca la que se encargue de bucear entre las posibles fuentes musicales del nacionalismo español, acompañando a una cantaora de éxito como Rocío Márquez en la arriesgada empresa, que se presentaba a priori muy inquietante. El resultado sin embargo fue tan forzado como falto de inspiración y rigor, a lo que añadimos una interpretación desequilibrada que desembocó a nuestro juicio en momentos previsibles y otros incluso mortecinos. Por separado Enrike Solinís exprimió las posibilidades de la guitarra barroca al máximo, extrayéndoles sonoridades eminentemente españolas, muy próximas a sus ídolos de juventud, Amigo o de Lucía; Márquez exhibió una voz rica en matices y modulaciones, alejada de los parámetros del flamenco clásico y discreta en temperamento, brillando especialmente en unos pianissimi estremecedores. Y Miren Zeberio destacó en versatilidad y profunda musicalidad en sus solos al violín. Pero el bajo de Caminero fue esquemático y ramplón en sus recreaciones jazzísticas, y la percusión de Chupete demasiado sutil para un programa que demandaba más visceralidad.
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Caminero, Solinís y Chupete a la izquierda |
El ejercicio de casar danzas y registros barrocos con pasajes de El amor brujo de Falla y el Concierto de Aranjuez de Rodrigo nos convenció poco en un programa difícil de seguir por el desorden al que se le sometió, marca de la casa según un agradecido Solinís. La música fluyó en ocasiones forzada, con una Danza del fuego húngara o una Canción del fuego fatuo a ritmo de chacona entre lo más conseguido, dentro de un conjunto que aunque a nosotros nos pareció desangelado, contó con el aplauso casi unánime de un público encantado.
Publicado en El Correo de Andalucía el 28 marzo 2015
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