lunes, 30 de septiembre de 2019

MIENTRAS DURE LA GUERRA Sencillo y emotivo ensayo sobre los afectos

España 2019 107 min.
Música y dirección Alejandro Amenábar Guion Alejandro Amenábar y Alejandro Hernández Fotografía Álex Catalán Intérpretes Karra Elejalde, Eduard Fernández, Santi Prego, Patricia López Arnaiz, Inma Cuevas, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Mireia Rey, Tito Valverde, Luis Callejo, Luis Zahera, Carlos Serrano-Clark, Ainhoa Santamaria, Itziar Aizpuru, Pep Tosar, Miquel García Borda Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2019; en salas comerciales 27 septiembre 2019

Desde sus inicios, con Tesis y Abre los ojos, Alejandro Amenábar no ha ocultado su intención de hacer cine comercial apto para todos los públicos, capaz de llenar salas y hacer taquilla, y así sin necesidad de apoyos públicos embarcarse en un nuevo proyecto. Su cine ha marcado un antes y un después en este país, donde desde la transición hubo un desmesurado empeño por hacer cine de autor y que solo éste se pudiera considerar de calidad, dejando para el comercial la astracanada, la comedia burda y de mal gusto o el chascarrillo indigerible. Hecho con cariño, cuidado hasta el máximo detalle y con historias capaces de interesar y llegar a gente de toda condición, el cine de Amenábar ha seguido esta premisa y detrás de él ha surgido una generación de cineastas que han sacado nuestro cine, en la medida de lo posible, de la marginación, trazando el camino a seguir para una reconciliación entre la ciudadanía de este país y su cine. En el camino naturalmente se han pagado peajes, como el de tomar prestados estilos y formas de hacer del cine americano, a la postre el que cuenta con mayor respaldo del público. Por esa línea han deambulado cintas como Los otros, siguiendo el género fantástico que le dio prestigio, y ya liberado de ese encasillamiento, la emocionante Mar adentro y la histórica Ágora, donde ha podido ejercer su capacidad para analizar cuestiones de actualidad de carácter religioso y moral, hasta pegarse el batacazo con la insulsa Regresión.
 
Pero con Mientras dure la guerra ha retomado la buena senda, abordando un tema de interés histórico, político y social, que se estrena en un momento ideal, cuando salvando las distancias la situación política de España se asemeja en más de un punto a la que reinaba hace ochenta años cuando se produjo el infame alzamiento nacional. Una República que sumió al país en el desorden, donde la izquierda no lograba entenderse y donde no había voluntad de resolver los problemas identitarios de Cataluña y el País Vasco. Y han pasado cuarenta años desde que volvimos a ser un país democrático y aún persiste la falta de voluntad para resolver cuestiones tan trascendentales para nuestra convivencia, mientras la marchita izquierda anda más perdida y náufraga que nunca. En ese contexto se vio sumergido un intelectual de la talla y la valía de Miguel de Unamuno, a quien Karra Elejalde se amolda para construir uno de los mejores sino el mejor papel de su carrera, un trabajo de contención y reflexión que hace aún más certero el mensaje que el director quiere transmitir con su película. El célebre escritor y rector de la Universidad de Salamanca personifica lo que muchas personas hoy sentimos, esa decepción con la pérdida de oportunidades para crear un entorno más justo y edificar una sociedad más feliz. Pero él lo lleva más lejos gracias a su posición privilegiada, ganada con muchos años de trabajo y dedicación y una merecida fama que le abrirá tantas puertas como otras se las cerrará. Su discreto e indisimulado entusiasmo con el alzamiento como arma para devolver el orden a un país fracturado se convertirá en un particular via crucis en el que la pérdida de los afectos y la impotencia ante unos acontecimientos que incluye el asesinato de seres muy queridos y cercanos a su círculo, le abrirán los ojos y le reafirmarán en su apuesta por la libertad y la ampliación de miras, la que solo la cultura y una intelectualidad bien ejercida pueden reivindicar frente a la ignorancia y la miseria de quienes quieren imponer su voluntad a la fuerza.
 
Sirva el prólogo de esta reseña para dejar claro que Amenábar, en su sana vocación de hacer un cine sencillo, digerible y de fácil consumo, en el que el mensaje llegue con eficacia y facilidad, logra un trabajo clarividente con esta emotiva y emocionante película. Un trozo de nuestra historia que aún nos persigue sin cicatrizar, por muchas películas de la Guerra Civil que se estrenen y mucha gente que lo lamente. Una puesta en escena respetuosa y sobria, unas interpretaciones excelentes y un proceso convincente de transformación ética y moral convergen en una película en la que en el fondo se nos está hablando de afectos, de cariños, de lazos, herencias y legado, de trabajar por un futuro más conciliador y justo, en el que por fin podamos sentirnos orgullosos y tranquilos no solo por nosotros sino por aquellos vecinos que siguen sufriendo desgarrados lo que sucedió hace casi un siglo. Un país, en definitiva, donde cantar un himno (con una sola letra) o admirar varias banderas no se convierta en motivo de confrontación, donde reine el respeto, el entendimiento y, en definitiva, el amor. Un país donde ya no hagan falta discursos tan certeros y emotivos como el del propio Unamuno que cierra esta hermosa y sincera película, hecha con mimo y cariño. Todo un conjunto de propósitos ciertamente difíciles de cumplir cuando hasta el contexto internacional en el que vivimos es tan decepcionante y hostil.

ITURBI, UN TRÍO FOGOSO

Trío Iturbi: Fernando Pascual, violín. Jorge Fanjul, violonchelo. Óscar Oliver, piano. Programa: Trío nº 7 en si bemol Mayor Op. 97 “Archiduque”, de Beethoven; Trío nº 2 Op. 76, de Turina; Trío nº 1 en do menor Op. 8, de Shostakovich. La Casa de los Pianistas, domingo 29 de septiembre de 2019

De izquierda a derecha: Pascual, Oliver y Fanjul
Un ajuste en la agenda de los músicos obligó a Yolanda Sánchez a emplazar su habitual cita de la tarde a la mañana, lo que obligó a ella y los intérpretes a pedir disculpas, que fueron bienvenidas pero innecesarias. Somos muchas las personas a las que nos encantan estos conciertos de música de cámara cuando se celebran un domingo por la mañana, lo que invita a pasear a la luz del generoso sol y completar la experiencia con una parada culinaria en alguno de los muchos locales que oferta nuestro espléndido centro histórico.
 
No es de extrañar que tratándose de valencianos, los integrantes de este trío adopten el nombre de un pianista, compositor y director de orquesta tan afamado en su tierra como en el resto del mundo como lo fue José Iturbi, que incluso triunfó en el cine musical de la Metro Goldwyn Mayer cuando Hollywood coqueteaba con América latina. Es lógico también que de una tierra tradicionalmente tan vinculada a la música como es Valencia surjan buenos músicos como los que nos acompañaron en esta ocasión, ofreciendo unas versiones tan competentes de piezas muy variadas y de distinto calado como las que integraron el programa. Comenzaron con una obra cumbre del género, el Trío Archiduque, bautizado así por su dedicatoria a Rodolfo de Austria, que Beethoven compuso estando ya prácticamente sordo y cuyo estreno constituyó la última ocasión en que tocó el piano en público. La excepcional inspiración melódica y armónica de la pieza encontró en el Trío Iturbi unos intérpretes de altura, de fuerte temperamento y considerable musculatura, lo que provocó cierta falta de delicadeza en los pasajes que más la demandan, como el tema y variaciones de su atormentado andante central, defendido no obstante con nobleza y capacidad de contraste. Un fraseo excelente y una proverbial homogeneidad de tono y timbre chocaron sin embargo con un exceso de fogosidad que a veces propició saturación decibélica en el reducido espacio. La ligereza y proverbial felicidad de los movimientos extremos se vio empañada por ese exceso de seriedad formal que dominó el conjunto, no obstante sus puntuales exhibiciones de lirismo, sobre todo en el chelo de Jorge Fanjul.
 


El violinista Fernando Pascual, que ofició además como maestro de ceremonias, improvisando incluso una alternativa traducción al inglés, mantuvo con firmeza el liderazgo de las tres piezas, sin excederse en el colorido ligeramente folclórico de un Turina cuyo precioso y lírico Trío nº 2 fue un consuelo para quienes echamos de menos la celebración este año del Festival Turina, como siempre por falta de apoyos económicos. Una versión de ritmos acentuados y dinámicas contrastadas sirvió para hacer honor a este músico sevillano y completar el detalle que estos jóvenes valencianos han tenido con nuestra ciudad. Al piano, Óscar Oliver mantuvo una gran capacidad expresiva y considerable elegancia, siempre dentro de unos parámetros que antepusieron la fuerza y el músculo a la delicadeza y la contención. Por similares derroteros concluyó el Trío nº 1 de un joven Shostakovich, enfermo y enamorado, que alterna pasajes tempestuosos cargados de disonancias con otros más líricos y románticos, un contraste que los intérpretes reflejaron a la perfección, culminando con unos fluidos y triunfales acordes al piano.
 
Artículo publicado en El Correo de Andaluz

domingo, 29 de septiembre de 2019

SEÑAS DE IDENTIDAD DEL FESTIVAL DE LA GUITARRA DE SEVILLA

Concierto de inauguración del X Festival de la Guitarra de Sevilla. Orquesta Sinfónica de Triana. Manuel Alejandro González, director. Juan Manuel Cañizares, guitarra. Joana Jiménez, cante. Cuarteto de Guitarras de Andalucía: Francisco Bernier, Antonio Duro, David Martínez y Javier Riba. Programa: Concierto Andaluz y Concierto de Aranjuez, de Rodrigo; El amor brujo, de Falla. Auditorio Cartuja Center, sábado 28 de septiembre de 2019

Manuel Alejandro González
No cabe duda de que Francisco Bernier, el estupendo guitarrista de Burguillos, tiene iniciativa y arrojo, inquietudes le sobran y ganas de superar retos también. Su sello discográfico Contrastes Records sirve de plataforma de apoyo al festival, que se nutre principalmente de sus artistas, con él mismo a la cabeza. Nada que reprocharle, después de mucho reflexionar sobre la materia; éste es su proyecto personal, en él ha depositado todo su empeño, confianza y esfuerzo. Nos parece legítimo por lo tanto que sirva este certamen, en el que no solo se suceden interesantes conciertos sino también conferencias, cursos y hasta un par de concursos que atesoran cada vez más prestigio, para promocionar su sello y sus artistas, además de ofrecer al público una razón más para asistir a los centros culturales y dejarse de tanto comercio.

Juan Manuel Cañizares
Precisamente esos concursos apuntados revelan las señas de identidad de este festival, que aúna las dos vertientes más sobresalientes de la guitarra española, el flamenco y la música clásica. Una combinación que sirvió de forma muy inteligente para abrir esta décima edición, con piezas archiconocidas de Joaquín Rodrigo y Manuel de Falla ofrecidas en un formato algo distinto, que beben precisamente de esas dos corrientes y sirven para desplegar talento en ambos sentidos. Pudimos comprobarlo en un Concierto de Aranjuez que Juan Manuel Cañizares usó como vehículo para desplegar su particular quejío flamenco, aportando así algo de frescura y color a una obra tantas veces programada. Eso fue especialmente perceptible en un adagio de singular belleza y unas cadenzas espectaculares. Lástima que no se viera arropado por un conjunto sinfónico a la altura, aunque el solo de corno inglés fuera sobresaliente. La Sinfónica de Triana es una formación joven y pequeña, acostumbrada a programas populares y ligeros. Aplaudimos su presencia porque supone más inversión e ilusión en proyectos culturales, siempre bienvenidos, y brinda la oportunidad a los jóvenes intérpretes para practicar en público. Pero es obvio que ni ellos ni otros talentos que hoy cada vez más surgen de los conservatorios pueden vivir de la música ante la poca atención que se presta a la cultura frente al consumismo de los grandes centros comerciales. Al menos ellos más que nadie ponen la primera piedra para que esto vaya poco a poco cambiando.

Joana Jiménez
Cañizares tocó amplificado, y también lo hicieron el resto de los convocados, pero a menor escala que el insigne guitarrista, solo tenuemente para asegurarse que el sonido llegara a todos los rincones de un auditorio que a pesar de contar con tantos alardes técnicos, no está preparado para la música seria en directo, sin amplificaciones ni artificios. De este modo, el Cuarteto de Guitarras de Andalucía alcanzó menos relieve y protagonismo en el Concierto Andaluz que Celedonio Romero encargó a Rodrigo en 1967 y estrenó junto a sus hijos en Texas. Mucho menos frecuentado que el de Aranjuez, la pieza aúna de forma ligera e intrascendente influencias barrocas y carácter andaluz, que los cuatro solistas desplegaron con destreza pero sin demasiada gracia, mientras el sevillano Manuel Alejandro González se empleó a fondo para lograr al menos que el reducido conjunto sinfónico, especialmente escaso en la cuerda, sonara disciplinado, aunque eso no evitara puntuales caídas de tensión.

En la segunda parte se ofreció la versión original de 1915 de El amor brujo, pocas veces programada frente a la posterior que Falla estrenó en forma de suite recortada y reorquestada. Joana Jiménez, flamante ganadora de Se llama copla de 2008, se lució ampliamente no solo en el cante sino también en el baile, especialmente una Danza del fuego que aquí aparece casi al principio y bajo el título de Danza del fin del día, y que la orquesta atacó con evidente falta de empuje y vitalidad. La cantaora se sobrepasó en histrionismo en los pasajes recitados que abundan en esta primitiva versión, pero alcanzó cotas altas de expresividad en las canciones, espléndida en la popular Canción del fuego fatuo, y se mantuvo elegante y sofisticada en las danzas, algunas de ellas temerariamente sobre calzados de altas plataformas. Aunque también aquí la orquesta sonó disciplinada pero alicaída, se aplaude el esfuerzo y la proliferación de activos culturales, que falta nos hace frente a tanta vulgaridad reinante.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 28 de septiembre de 2019

LUZ Y RAÍCES EN LA NOCHE DE L@S INVESTIGADOR@S

Concierto organizado por la Universidad Pablo de Olavide. Luz Fernández, voz; Trevor Coleman, teclados y trompeta; Thibault Benoit, batería; Javier Repiso, guitarra y bajo; Bernardo Parrilla, saxofón y flauta; Trío de voces del Coro de la UPO y Cámara de Sevilla. Programa: Breve historia de Norteamérica: del góspel al jazz fusión. Auditorio del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), viernes 27 de septiembre de 2019

Anoche una vez más Sevilla fue una fiesta. No podían concentrarse más celebraciones en una sola noche; imposible disfrutar de todas y cada una de ellas. Conciertos multitudinarios en los Auditorios de la Cartuja, populosa inauguración de un mastodóntico centro comercial, una cada vez más popular carrera nocturna, una verbena a orillas del río y la muy gratificante celebración un año más de la Noche Europea de l@s Investigador@s. En este último marco tuvo lugar una muy estimulante colaboración entre las dos universidades más importantes de Sevilla, la Pablo de Olavide y la Hispalense. La primera corrió con la organización de un particular concierto de jazz, blues y fusión, que se celebró en el Auditorio que la segunda tiene en su centro de operaciones culturales de la calle Madre de Dios.

Nuria Fernández, que para el artisteo ha mudado al nombre de Luz Fernández, ha recalado ya otras veces en estas páginas como cantante de jazz y blues y centro neurálgico de varias formaciones que en este campo han hecho sus pinitos en esta ciudad. Es profesora de filología inglesa y traducción en la Universidad Pablo de Olavide, desde donde ha dirigido varios proyectos de investigación relacionados con la lengua y la literatura de las islas británicas, a la vez que ha desarrollado una importante labor como investigadora del folclore musical norteamericano, especialmente el relacionado con el jazz y el blues, que aplica a sus cada vez mejores conciertos en la materia. El de anoche, para quien ha asistido a varias de sus actuaciones, fue sin duda la cumbre hasta el momento.

Arropada por un espléndido conjunto instrumental

Se puede decir que anoche cada uno y una de las participantes de este particular concierto dieron lo mejor de sí mismos. Se entregó a fondo el compositor y sensacional pianista neozelandés Trevor Coleman, uno de tantos colaboradores habituales de Luz, con espléndidos solos a la trompeta y un muy elegante apoyo armónico al teclado. También lo hizo el baterista parisino, también afincado en Sevilla, Thibault Benoit, otro habitual de la escena jazzística sevillana, como impagable base rítmica. Y los invitados Javier Repiso, con inmensos solos a la guitarra, marcando funky o temperamental blues con absoluta solvencia, y Bernardo Parrilla aportando la dosis imprescindible de sensualidad de la que un saxo bien tocado es capaz. Solo cabe un reproche, y es a las voces del coro, demasiado estáticas y fuera de estilo, quizás por su preparación clásica.

Por su parte Luz se presentó entregadísima tanto en sus divulgativas locuciones, demostrando que es una profesional de la docencia, como en su canto, firme, seguro y sincero, tan dulce y aterciopelado que únicamente en un agitado blues del legendario Robert Johnson se mostró algo más débil y apagada. Con ella recorrimos siglos de música negra hecha en Norteamérica, desde aquellas work songs con las que los esclavos amenizaban sus duras jornadas en obras o plantaciones, hasta el funky al más puro estilo James Brown, pasando por el modern jazz de Lizz Wright, de la que Luz ofreció una estupenda recreación de su sentida My Heart, el estilo inconfundible de Ella Fitzgerald en Good Morning Heartache, todo un clásico de otra diva del jazz, Billie Holiday, el góspel de la irrepetible Mahalia Jackson, el jazz caribeño de Mongo Santamaría y su Afro Blues, o la bossa nova brasileña que también triunfó en Estados Unidos de la mano de Tom Jobim y su One Note Samba o Sergio Mendes y su mítico Más que nada. Porque estábamos cómodamente sentados, que si no no paramos de bailar. Y el próximo viernes, Noche Blanca, más de Luz Fernández en la Sala Manuel García del Maestranza. Tomen nota.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

THE LAUNDROMAT: DINERO SUCIO Cuentos inmorales con elenco de excepción

Título original: The Laundromat
USA 2019 95 min.
Dirección y fotografía Steven Soderbergh Guión Scott Z. Burns, según el libro de Jake Bernstein Música David Holmes Intérpretes Meryl Streep, Gary Oldman, Antonio Banderas, David Schwimmer, Alex Pettyfer, Will Forte, James Cromwell, Matthias Schonenaerts, Sharon Stone, Nonso Anozie, Robert Patrick, Jeffrey Wright, Amy Pemberton, Melissa Rauch, Chris Parnell, Gu Kailai, Nikki Amuka-Bird, Marsha Stephanie Blake, Jessica Allain, Miracle Washington, Jane Morris Estreno en el Festival de Venecia 1 septiembre 2019; en España y Estados Unidos (limitado) 27 septiembre 2019; en Netflix 18 octubre 2019

Fiel a su estilo y con el fin de denunciar los grandes males que acucian nuestro planeta y convivencia, a través de títulos como Traffic, Sexo, mentiras y cintas de video, Erin Brokovich, Contagio o Efectos secundarios, y con el dinero y la ambición desmedida como centro neurálgico de esos males, lo que le ha llevado incluso a erigir una de sus series más populares y rentables, la de La cuadrilla de los Once, Steven Soderbergh se embarca ahora en una sátira basada en las investigaciones del periodista Jake Bernstein sobre los famosos y deleznables papeles de Panamá.

La trama, que hace unos años destapó una red de corrupción y lavado de dinero proveniente de desfalcos a las haciendas de varios países, con miles de empresas ficticias como pantallas o tapaderas para lavar ese dinero sustraído a la obligación y responsabilidad fiscal de cada país, se convierte en manos de Soderbergh en una desmesurada crónica en clave de comedia luminosa (la fotografía corre de nuevo a cargo del propio realizador) parapetada en un reparto de lujo, de lejos lo más llamativo del film, evidente entretenimiento aparte. Con una estructura de cuentos de alguna manera independientes pero relacionados con el sustrato del film, el exceso de información, mayoritariamente inútil en su proliferación de datos y argumentos, lastra sus posibilidades como vehículo eficaz y escandaloso para denunciar algo tan dramático y grave, que está en la base del progresivo empobrecimiento de muchos a favor del enriquecimiento de unos pocos. Rusos, chinos y los propios americanos como artífices de uno de los mayores paraísos fiscales en zonas como Nevada o Delaware.

Pero todo acaba siendo disperso y poco didáctico, a pesar de que se disfruta como el gran espectáculo que acaba siendo, por la multitud de escenarios que invoca y sobre todo por un maravilloso elenco en el que como siempre destaca Meryl Streep, secundada por unos también espléndidos Gary Oldman y Antonio Banderas, más seductor y elegante que nunca, como un par de granujas dedicados a la estafa a gran escala a través de la creación de estas infames empresas invisibles. La ambición desmedida y esa sensación generalizada de que vamos a ser eternos, quizás epicentro de todos nuestros males, se convierte en objeto principal de esta cinta con aciertos pero también grandes lagunas, aunque en el camino proponga situaciones hilarantes. Concebida para Netflix, ha disfrutado de un preestreno limitado en ciudades de todo el mundo.

lunes, 23 de septiembre de 2019

BLINDED BY THE LIGHT (Cegado por la luz) Cultura en busca de voz

Título original: Blinded by the Light
Reino Unido-USA 2019 117 min.
Dirección Gurinder Chadha Guion Gurinder Chadha, Paul Mayeda Berges y Sarfraz Manzoor, según el libro de Manzoor “Greetings from Bury Park – Race. Religion. Rock’n’Roll” Fotografía Ben Smithard Música A. R. Rahman Intérpretes Viveik Kaira, Kulvinder Ghir, Nell Williams, Aaron Phagura, Hayley Atwell, Dean-Charles Chapman, David Hayman, Rob Brydon, Nikita Mehta, Meera Ganatra Estreno en el Festival de Sundance 27 enero 2019; en Reino Unido 9 agosto 2019; en España 20 septiembre 2019

Aumento del paro entre las clases más desprotegidas, incremento de las fuerzas políticas más afines a la ultraderecha, con consecuentes movimientos ciudadanos de signo fascista, proliferación de la xenofobia, construcción de muros en lugar de puentes… Es el ambiente ochentero de la era Thatcher en el Reino Unido que describe esta película de la directora de Quiero ser como Beckham, pero poco difiere del que vivimos en la actualidad, si no fuera por las canciones, el vestuario, el cardado del pelo y el alivio de la inexistencia de redes sociales. Si el fútbol inspiraba a una joven india en aquella famosa cinta para salir del ambiente opresivo que le marcaba su origen y religión, ahora es la música el detonante para que un joven pakistaní busque su particular voz en un mundo que le viene marcado desde el nacimiento. Aprovechando el actual tirón que tienen las películas basadas en la discografía de importantes solistas y grupos de rock como Elton John, Queen o los Beatles, la comedia de Chadha se centra en las letras de las canciones que Bruce Springsteen compuso entre 1973, el año de su debut, y 1987, año en el que se sitúa esta fábula moderna.
Con Blinded by the Light como eje central, que obtuvo más éxito entonces en manos de Manfred Mann que como primer single del álbum de debut de su creador, el propio Springsteen, este Cegado por la luz sirve como metáfora al reto o sueño que llevamos dentro pero al que no nos atrevemos a mirar para no desviarnos del camino que familia, sociedad e intereses creados nos han marcado. La historia se centra en Javed, un joven bien parecido que descubre en el Boss la inspiración para buscar su destino, convertirse en escritor y denunciar desde la palabra todas esas injusticias que hacen que el hombre no sea convenientemente libre y no desarrolle su felicidad como es debido, lo que habitualmente podría ser más sencillo de lo que pensamos. Como auténtica feel good movie que es, Chadha mantiene el tono amable y distendido durante todo el metraje, sintetizando y llevando al terreno de la caricatura las difíciles relaciones del joven con su padre, o las hostilidades con un entorno de creciente desencanto. La gracia de los personajes, como esa profesora consciente del talento de su alumno, la joven atraída por su inquietud e intelecto, el vecino veterano de la Segunda Guerra Mundial, o el amigo de la infancia que no acaba de entenderlo, conforman ese pequeño universo que debería servir como inspiración para generaciones enteras de jóvenes tan perdidos y perdidas en una vorágine que los manipula para conformar un mundo cada vez más deshumanizado y egoísta.
El guion, basado en las experiencias del propio protagonista, de nombre real Sarfraz Manzoor, hoy reputado periodista de The Guardian, abunda en inteligentes citas del poemario de Springsteen, a pesar de que la versión española, doblada o subtitulada, desprecia su traducción salvo que aparezcan impresas gráficamente en pantalla. Música de los ochenta, siempre admirada y recordada con nostalgia, para edificar una emotiva historia donde la amistad, el amor y la generosidad tienden puentes, todo manejado con habilidad y sensibilidad para emocionarnos e inspirarnos, aunque muchas veces seamos capaces de entender el mensaje pero no de aplicarlo a nuestras propias vidas. Ese es el verdadero fin y utilidad de la Cultura, en este caso popular, inspirarnos, ayudarnos a ser mejores y más felices, entender a quienes queremos y tratar de contagiar todo esto a nuestro entorno. Las hechuras son sencillas pero el mensaje rotundo, hábil e inteligente.

EL GRATIFICANTE HAYDN DEL CUARTETO ST. LAWRENCE

Temporada 2019 de Andalucía Clásica. St. Lawrence String Quartet (Geoff Nuttall y Owen Dalby, violines, Lesley Robertson, viola, y Christopher Costanza, violonchelo). Programa: Cuartetos de cuerda Op. 20, de Haydn. Espacio Turina, domingo 22 de septiembre de 2019
 
Tras el descanso estival, Andalucía Clásica reanuda su compromiso con la ciudad manteniendo la calidad de sus conciertos en esta segunda temporada dedicada a los grandes compositores. Para el Espacio Turina supone además cumplir con la afición sevillana haciéndole llegar buena música de cámara en interpretaciones diversas y contrastadas, ahora que acaba de anunciar una temporada salpicada de gratas sorpresas, aunque debería cuidar más su web, escasa en información, incómoda de manejar y complicada para organizarse. Esta primera cita corrió a cargo del cuarteto norteamericano St. Lawrence (SLSQ), tan aclamado en Estados Unidos y Canadá, donde residen, como avalado por sus colaboraciones con populares iconos de la música actual como Dudamel, Golijov o Adams.
 
De entrada no somos muy partidarios de programar de una sola tajada un ciclo completo, por atractiva que pueda parecer la iniciativa. El resultado suele ser engorroso, monótono y rutinario, acabándose por no apreciar en su justa medida las particularidades de cada obra, y considerando así como un todo lo que debía ser valorado pieza a pieza. El opus 20 supone la madurez del cuarteto de cuerdas, y desde luego la serie más prestigiosa de Haydn previa al Op. 76. Denominados Cuartetos de Sol por la ilustración que adornaba la edición berlinesa de 1776, en general se consideran bastante sombríos e inaccesibles. Un arranque seco y frío del Cuarteto nº 6, caracterizado precisamente por ser uno de los más elegantes de la colección, nos hizo temer un exceso de rigor historicista en perjuicio de una mayor bondad interpretativa, más morbidez y preocupación por su profundidad expresiva. Y más o menos así discurrió esta primera obra, a la que no logramos prestarle suficiente atención. Igual arrancó el Cuarteto nº 3, apreciándose cierta falta de conexión y empaste entre la cuerda aguda y la grave, un violonchelo que sin embargo logró momentos de indudable belleza en los solos del solemne adagio. Mucho brío y poco margen para la respiración marcaron el menuetto precedente y considerable músculo el allegro final en tono menor y con un perfecto equilibrio y diálogo entre los cuatro instrumentos.
 
Costanza volvió a resplandecer, ya por la tarde, en el Cuarteto nº 4, uno de los más populares y donde el violonchelo juega un papel fundamental. Aquí el menuetto alla zingarese brilló con notable ímpetu y jovialidad, mientras el final fugado disfrutó de un sutil y muy elocuente desvanecimiento. De nuevo el cello dotó de elegancia el arranque del nº 5, uno de los dos de la serie que Haydn concibió en tono menor, mientras la melodía en manos de Geoff Nuttall se contagió de su particular temperamento crispado y fogoso. Los dos primeros cuartetos del ciclo cerraron esta exhibición tan extenuante, sobre todo para los intérpretes, evidenciándose en el primero cierta falta de profundidad en pasajes como el allegro moderato inicial; afortunadamente se mantuvo en todo momento una conveniente serenidad, apoyada en un fraseo y unas articulaciones nada rígidas. El más dramático de los seis cuartetos, el nº 2, se benefició de un intenso adagio, con un considerable pathos y muy elocuentes silencios, así como una sucesión instrumental sotto voce tan gratificante como el resto del intenso trabajo desplegado por el esforzado conjunto.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 22 de septiembre de 2019

WADE MATTHEWS Y LUZ PRADO APADRINAN ENTE SONANTE

Concierto de música electroacústica a cargo de Luz Prado, violín, y Wade Matthews, electrónica y síntesis digital. El Camerino, sábado 21 de septiembre de 2019

En esa zona de las inmediaciones de la Alameda que se resiste a dejar de ser el epicentro de la creación y la vanguardia en una ciudad que ha vivido grandes momentos de creatividad, nunca suficientemente reconocidos, en campos como el rock, el flamenco y las artes plásticas, a un lado de la calle Castelar, en la calle Heliotropo, se encuentra El Camerino, un espacio singular y multifuncional que lo mismo organiza exposiciones de fotografía que espectáculos de danza o conciertos de rock, o como en este caso, música de vanguardia experimental. Es como un reducto del Soho tradicional y auténtico, no el de diseño en el que se ha convertido, donde la gente verdaderamente emprendedora e inquieta pueda hacer realidad su sueño, como el que inspira a tres promotores culturales unidos para dar mayor divulgación a la música comprometida con la vanguardia en todas sus vertientes.

El clarinetista Gustavo A. Domínguez, habitual colaborador del Proyecto Ocnos, la bailaora experimental de flamenco Ana Arenas y el periodista y divulgador Ismael G. Cabral, desde hace décadas comprometido con la creación musical contemporánea, como bien ha demostrado en el blog Chorro de Luz o en sus artículos en esta misma publicación, han unido fuerzas para crear la plataforma Ente Sonante, un trampolín para la promoción de eventos y conciertos que llenen el vacío al que la iniciativa privada y pública, apenas parcialmente comprometida en sus citas del Teatro Central, ha condenado este tipo de vanguardias musicales. Aprovechando su gira de otoño, la violinista Luz Prado y el improvisador digital Wade Matthews han servido como padrinos de la presentación de esta importante iniciativa ciudadana.

Un concierto la pasada noche en este Camerino tan particular fue el pistoletazo de salida de la platafoma, a través de una absorbente composición electroacústica improvisada sobre la marcha y basada en el diálogo incesante entre ambos artistas, tan compenetrados desde que en 2016 iniciaran su andadura juntos que apenas atisbaron desencuentro, lo que tiene especial relevancia tratándose de una música creada desde la improvisación libre y espontánea. El violín intervenido de la joven malagueña Luz Prado, especialista en el arte de la improvisación libre y muy comprometida con diversos trabajos escénicos, casó así a la perfección en su sucesión de sonidos llenos de angustia y desolación, abruptos y desasosegantes pero controlados, nunca ásperos ni estridentes, salvo en muy contadas y controladas ocasiones, con los sonidos diversos e impactantes extraídos por el norteamericano afincado en Madrid desde hace treinta años Wade Matthews, maestro de la síntesis digital, la amplificación y la grabación.

Suyo fue el acierto de crear la atmósfera perfecta en la que desplegar su particular propuesta dialogada y llena de sugerencias y variadas sensaciones. Lástima que esa atmósfera no inundara todo el espacio a través de un sistema de sonido capaz, como en el cine, de perfeccionar la intención de sumergirnos en la música. Todo un alarde de investigación sonora, de búsqueda de nuevos lenguajes, acordes y efectos que llevamos más de medio siglo esperando encuentre un público más amplio y entrenado, ardua y necesaria labor a la que desde ahora también se encargarán con su esfuerzo y su pasión los y la integrante de este nueva y bienvenida plataforma cultural.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 21 de septiembre de 2019

DOWNTON ABBEY Un entretenimiento de muy buen gusto

Reino Unido 2019 122 min.
Dirección Michael Engler Guion Julian Fellowes, según su propia serie de televisión Fotografía Ben Smithard Música John Lunn Intérpretes Hugh Bonneville, Michelle Dockery, Maggie Smith, Joanne Froggatt, Kate Phillips, Imelda Staunton, Simon Jones, David Haig, Tuppence Middleton, Stephen Campbell Moore, Allen Leech, Elizabeth McGovern, Penelope Wilton, Matthew Goode, Laura Carmichael, Raquel Cassidy, Robert James-Collier, Phyllis Logan, Sophie McShera, Brendan Coyle, Geraldine James, Jim Carter, Max Brown, Lesley Nicol, Mark Addy, Michael Fox, Susan Lynch, Harry Haden-Paton, Kevin Doyle, James Cartwright, Philippe Spall Estreno en Reino Unido 13 septiembre 2019; en España 20 septiembre 2019

Los primeros cinco años de la década que estamos a punto de despedir estuvieron marcados por la serie de televisión Downton Abbey, una especie de recuperación del espíritu de la mítica Arriba y abajo, combinada con la suntuosidad de Retorno a Brideshead y el estilo coral de las películas de Robert Altman, con Gosford Park a la cabeza. Ahora prácticamente todo su elenco se traslada de la ya no tan pequeña pantalla a la mayor, seguramente con más despliegue de medios y recursos, convirtiendo una típica serie británica bien hecha y con su característica amabilidad en una lujosa superproducción, vistosa en decorados y vestuario y tan generosa en personajes como lo era su referente televisivo.

Bajo la batuta de uno de sus realizadores originales, Michael Engler, curtido en televisión y con un único precedente cinematográfico, The Chaperone, protagonizado también por Elizabeth McGovern, aquella jovencita que descubrimos en Gente corriente, Ragtime y Érase una vez en América, y con su creador Julian Fellowes, responsable también del nuevo guion, la versión cinematográfica se plantea como una síntesis de todo lo anterior, con la visita del Rey Jorge I y la Reina Mary como telón de fondo, y el futuro del hogar de los Crawley planeando sobre una multitud de pequeñas tramas que conciernen a la práctica totalidad del reparto, especialmente en lo que a romances se refiere. La dosis imprescindible de humor la pone con creces y matrícula de honor las intervenciones de Maggie Smith, sobre cuyo personaje de la Condesa de Grantham descansan las citas más divertidas del esforzado guion. Pero sobre todo lo que más destaca es esa extraordinaria buena educación británica que algunas personas confunden con hipocresía, y que haría sonrojar a más de un español y española espantada por el mal rollo y la habitual falta de respeto que impera en series o programas de televisión tipo Aquí no hay quien viva o Masterchef. Ese buen gusto y ese canto a la virtud de la colaboración y los buenos sentimientos, incluso entre clases, servidumbre y señorío, hace que perdonemos su tendencia a vanagloriar la monarquía y el espíritu singular e inconfundible de un Reino Unido abocado a la independencia y la autosuficiencia que proclama el brexit.

La diferencia entre este producto de indudable calidad y el estilo del norteamericano James Ivory con el que mucha gente ha aprendido a identificar la tradición británica, reside en el ritmo que ha impregnado Engler a su película, muy enérgico y activo, lo que acentúa aun más la banalidad de las tramas expuestas, solo pertinentes para lograr un producto amable, entretenido y distendido como éste, a lo que hay que añadir la habilidad para que incluso quienes jamás nos acercamos a su referente televisivo, hayamos encontrado atractiva esta propuesta cinematográfica.

AD ASTRA Hacia las estrellas a través de las dificultades

USA 2019 122 min.
Dirección James Gray Guion James Gray y Ethan Gross Fotografía Hoyte van Hoytema Música Max Richter y Lorne Balfe Intérpretes Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Ortiz, Loren Dean, Kimberly Elise, John Finn, Donnie Keshawarz, Sean Blakemore, Bobby Nish, LisaGay Hamilton, Kayla Adams, Ravi Kapoor Estreno en el Festival de Venecia 29 agosto 2019; en Estados Unidos y España 20 septiembre 2019

La primera y quizás única película de ciencia ficción firmada por James Gray parece el paso intermedio entre 2001: Una odisea del espacio y cualquier aventura galáctica; de hecho el título proviene de la expresión en latín per aspera ad astra, cuya traducción libre podría ser algo así como hacia las estrellas a través de las dificultades, aunque también puede provenir de Séneca, cuando escribió aquello de Non est ad astra mollis e terrir via (No hay camino fácil de la Tierra a las estrellas). Lo cierto es que son muchas las dificultades que se le presentan en esta cinta a Brad Pitt para llegar de la Tierra a los confines del Universo conocido, a lo más lejos de nuestro sistema solar, Neptuno, para rescatar a su padre y salvar a nuestro planeta del caos catastrófico al que está sometido desde que la nave que pilota el astronauta náufrago expide ondas atómicas.

Como puede observarse, una serie de convenciones difíciles de digerir por mucho que la acción se sitúe en un futuro próximo cuyos avances seguramente desconozcamos. Pero la ciencia es la ciencia y no marida bien con estos presupuestos tan inverosímiles con los que el director de las espléndidas Z La ciudad perdida y Two Lovers justifica la trama. No cabe duda de que le sirve para filosofar alrededor del género humano, su instinto depredador y su permanente huida de una soledad que no es sino algo intrínseco a nuestra condición. Física y metafísica fundidos en un espectáculo que disfruta de varias secuencias antológicas, como ese bellísimo arranque en una elevadísima torre de comunicaciones que vincula la Tierra al espacio. Pero también es cierto que hay muchos tiempos muertos en este particular viaje del protagonista al infierno, un espacio que hace las veces de la selva en Apocalipsis Now, por hacer esa comparación ineludible con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad que ya tantos han apuntado.

Entre las delicias que hace de éste un guion a menudo ridículo está la travesía de Pitt por el polvo de los anillos de Neptuno, rocas que causan daño a la nave del protagonista pero no a él a pecho descubierto con un escudo improvisado, imposibles de atravesar bajo ningún concepto ni ahora ni dentro de veinte siglos. Entre lo más interesante el apunte de la condición humana como ambiciosa colonizadora, ese verdadero sueño americano solo materializado de forma velada a través de invasiones culturales y económicas, pero que añora el pasado de otras civilizaciones, británica, romana o española, que llegaron a dominar colonias como Estados Unidos podría dominar el espacio lunar, centros comerciales incluidos. Lástima que entre hallazgo y curiosidad asome una interpretación sosa del comprometido actor, y todo un sinfín de disparates entre música mística y oraciones profanas coronadas con un envío en lugar del católico y recurrente amén.

RÉQUIEM POR EL CINE ALAMEDA

Era más que una muerte anunciada. De hecho aun sorprendía cómo estaba durando tanto, con títulos en su cartelera que hacía tiempo habían desaparecido incluso de ciudades tan populosas como Madrid. La razón es la misma que ha motivado su cierre definitivo, su paulatino y sistemático abandono por parte de unos propietarios nada interesados en potenciar el primer multicines de toda Andalucía, que arrancó en 1976 con películas como Un cadáver a los postres y en poco tiempo recibiría el estreno en la ciudad de La guerra de las galaxias. Sus magníficos sistemas de imagen y sonido en la época propiciaron que ver cintas como All That Jazz fuera toda una experiencia sensorial, completada luego con un moderno establecimiento de comidas y bebidas que insólitamente sobrevivió menos que una chocolatina a las puertas de un colegio. Allí, en el multicentro, degustamos las primeras hamburguesas a imitación de las del MacDonald's que todavía no había desembarcado en Sevilla, y disfrutamos de exóticos zumos exprimidos ante nuestros ojos.

Han pasado cuarenta años y por supuesto todo cambia, y a menudo a peor, porque hoy el centro de la ciudad se está regalando poco a poco al turismo y negándoselo a la ciudadanía, que ya apenas puede pasear por sus calles sin soportar intensas aglomeraciones de turistas. Un turismo que por supuesto es muy bienvenido si de verdad reporta beneficios a la ciudad, posibilita más puestos de trabajo y revierte en mayores comodidades y servicios para quienes pagamos aquí nuestros impuestos. Mucho me temo que solo los políticos y hosteleros se beneficien de esta nueva burbuja, porque a quienes somos ciudadanos y ciudadanas solo nos acarrea incomodidad y limitaciones. Una de ellas es la conversión indiscriminada y a mansalva de establecimientos históricos en hoteles de lujo, fuera del alcance de la sevillanía. Y eso es también lo que le ha pasado al Cine Alameda, igual que hace nueve meses le ocurrió a la Fnac de la Avenida de la Constitución, todo lo cual nos va poco a poco convirtiendo en una de las ciudades más retrógradas y peor dotadas del país. Otras como Alicante, con quinientos mil habitantes menos, gozan de cines en el centro y una Fnac casi el triple de la que nos ha quedado en Torre Sevilla, y que ha provocado que muchos clientes habituales le hayamos definitivamente dado la espalda.

Pero volvamos al Alameda. Mucho se culpa a la ciudadanía de su cierre, pero aquí hay más bien un problema de estrategia comercial. Cuando algo se abandona y no interesa, no hay nada que hacer, y los dueños de Cineciudad hace mucho que no apuestan por estas emblemáticas salas. En plena época de conversión digital, Alameda y Avenida se resistieron. Su equipamiento por parte del Ayuntamiento de sistemas de proyección digital para la celebración del IX Festival de Cine Europeo, se saldó con la emigración de esos sistemas una vez terminado el certamen a Los Arcos, dejando de nuevo las salas del centro con equipos analógicos obsoletos. Como consecuencia el Avenida fue feneciendo. No había suficientes películas de estreno en formato analógico, y menos subtituladas, para nutrirlo. Se intentó paliar la situación con proyectores de Blueray, con efectos a menudo catastróficos. El público fue decreciendo, pero como aquí sí interesaba alimentar la gallina, fundamentalmente debido a las subvenciones europeas, con el tiempo digitalizaron las salas, volvieron a estrenar películas de empaque, sobre todo en época de Oscars, y el público volvió a llenar las salas, hasta el punto de que hoy es uno de los centros dedicados al cine en versión original más productivos y exitosos del país, y de los que cuentan con espacios y pantallas más grandes dentro de esta especialidad.

Pero no ocurrió lo mismo con el Alameda. Mucho tardó en digitalizarse solo su sala cuatro, una de las mejores de la ciudad, por su amplitud, su comodidad, su magnífico sonido que nada tenía que envidiar a los más sofisticados del momento, y la luminosidad de la imagen que le reportó la digitalización. Las otras tres siguieron hasta hoy analógicas y alimentándose de películas conseguidas en ese formato, eternizándose en cartel hasta hacerse con copias analógicas de otras cintas. Imagen y sonido decepcionantes en las salas 1, 2 y 3 que provocaron el abandono paulatino de espectadores, lo que se extendió a la magnífica sala 4, que ya se sabe que lo más cómodo es no discernir y dejarse llevar por la muchedumbre, algo que también sirve para explicar por qué la versión original funciona en el Avenida y no en el Nervión Plaza, que ha ido progresivamente disminuyendo su oferta en v.o. ante la falta de respaldo público.

La desaparición del Alameda es la crónica de una muerte anunciada porque sus propietarios así lo han querido, lo han dejado morir hasta que una oferta tan suculenta como la que les habrán hecho para construir otro hotel le haya dado la puntilla definitiva. Estrategias para mantenerlo y hacerlo rentable a buen seguro que las había. No me corresponde a mí indicarlas, que hace mucho que dejé de dedicarme al márketing cinematográfico, pero basta pensar que si los cines funcionan en los centros comerciales, por qué no han de hacerlo en el más completo y atractivo que hay en la ciudad, el centro histórico, lleno de restaurantes y cafeterías de vanguardia, y con tiendas y librerías de todo tipo y marca. Quizás haber alternado allí también la versión original y el doblaje hubiera salvado de la quema tan querido y emblemático lugar. Pero no responsabilicen al público, sino a la propiedad que no ha sabido ni ha querido potenciar unos cines que podrían haber funcionado como lo han hecho en Valencia por ejemplo, por citar una ciudad de proporciones similares a la nuestra, los Lys o los ABC Park, tan productivos como los ubicados en centros comerciales, gracias a la apuesta que en ellos han hecho sus propietarios, más decentes y sensatos.

Pero qué se puede decir de una ciudad que permitió que se tirase abajo un suntuoso palacio para construir un impersonal Corte Inglés, o que hace nada destruyó un armonioso paseo fluvial en Marqués de Contadero para construir un mamarracho en forma de portaviones en desagradable contraste con el entorno, despropósito del que curiosamente nada se ha dicho en prensa, a diferencia de lo mucho que se ladró a propósito de la Torre Pelli o las Setas, que no necesitaron de la destrucción de nada y potenciaron considerablemente las zonas donde se ubicaron. O una ciudad que lleva décadas sin saber qué hacer con el Mercado de la Puerta de la Carne o la Jefatura de Policía de La Gavidia. Pobre Sevilla, ¡en manos de quiénes está!

viernes, 20 de septiembre de 2019

FUEGOS DE JUVENTUD EN EL ARRANQUE DE LA ROSS

XXX Temporada 2019-2020 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Sofie Leifer y Nikolai Managazze, violines. Tommaso Boggian y Pedro López Salas, pianos. David Gómez Ramírez, director. Programa: Obertura festiva académica Op. 80, de Brahms; Concierto para violín nº 1 Op. 26, de Bruch; Conciertos para piano nos. 1 y 2, de Liszt; Noche de verano en Madrid, de Glinka; Concierto para violín nº 1 Op. 6, de Paganini. Teatro de la Maestranza, jueves 19 de septiembre de 2019

David Gómez Ramírez
Mientras la ciudad se llena de hoteles y su magnífico centro va paulatinamente dejando de pertenecernos para convertirse en pasto del turismo – hoy nos hemos levantado con la lamentable noticia de la desaparición del emblemático Cine Alameda, que cuenta con una de las mejores salas de la ciudad y un sonido difícilmente repetible a pesar de los adelantos tecnológicos, para convertirse también en hotel de lujo -, algunas instituciones luchan denostadamente por seguir sirviendo a la auténtica cultura. Nuestra Sinfónica resucitó anoche tras un frustrado final de temporada, reconciliándose con su público, sabedor de las múltiples contingencias que hay que superar para hacer frente a una administración torpe, y especialmente unos políticos inaceptables, como acaban de demostrarnos a nivel nacional, incapaces de asegurar un proyecto de futuro viable a una de las orquestas que más ha hecho por revitalizar la gran música en una comunidad siempre a la cola como la nuestra. Solo así se explica que los grandes nombres sigan visitándonos con cuentagotas, y no digamos la ausencia total de otras orquestas extranjeras, mientras Valencia, la ciudad que nos antecede en población, presume de una programación en el Palau, y en Les Arts en menor medida, a la altura de otras importantes ciudades europeas.
 
Sofie Leifer hace unos años
El arranque de la nueva temporada se nutrió de savia nueva, avalada por unos excelentes expedientes académicos y unas más que prometedoras hechuras musicales, en el que fue uno de sus conciertos más largos y variados. Nada más y nada menos que cuatro obras concertantes y dos oberturas, con un total de más de dos horas de música, tres con intermedio y pausas. Comenzó muy significativamente con la Obertura Académica que Brahms compuso como agradecimiento por ser investido Doctor Honoris Causa de la Universidad de Filosofía de Breslau. Una pieza ciertamente festiva y desenfadada que la batuta del sevillano formado precisamente en Valencia David Gómez Ramírez, defendió con clase y buen gusto, a pesar de un uso algo abrupto de los timbales y algunas imprecisiones iniciales en maderas y metales.

Tommaso Boggian
El trabajo de Gómez Ramírez fue especialmente delicado y brillante en el acompañamiento a la jovencísima violinista Sofie Leifer, vecina de Tomares e hija de uno de los violistas de la orquesta, en el complejo Concierto nº 1 de Max Bruch. Como niña prodigio que es, no dudábamos que dominaría con brillantez la parte técnica de esta popular pieza tan influida por grandes virtuosos del instrumento como Joseph Joachim o Ferdinand David; la sorpresa fue que también dominara su expresividad, dotando su interpretación de una profundidad y una intensidad admirables, especialmente perceptible en un doliente Adagio que defendió con aterciopelada elegancia. Frenética, fogosa y exuberante, además de muy sonriente, mereció encendidos aplausos de un público boquiabierto.
 
Pedro López Salas
Después de mucho tiempo sin usarse el mecanismo,
debido al adelantamiento del escenario para los conciertos sinfónicos, el piano volvió a emerger del sótano, ya con la concha acústica en su sitio. Muy distintos entre sí, los jóvenes italiano Tommaso Boggian y albaceteño Pedro López Salas se hicieron cargo de los dos prodigiosos conciertos para piano que compuso Liszt. Ambos de estilo rapsódico, el primero contó con un pianista capaz de abordar con éxito sus grandes contrastes dinámicos, exhibiendo a la vez una notable sensibilidad en el precioso Quasi adagio, aunque escatimando emoción en sus pasajes más climáticos. Por su parte, López Salas lidió con un segundo menos virtuoso, en el que el piano se funde más con la orquesta, lo que no impidió que exhibiera una enorme seguridad y gran capacidad para dotar el conjunto de expresividad y poesía. Su premio de Juventudes Musicales le propició este debut en tan singular evento, contando también con un acompañamiento delicado y meticuloso de Gómez Ramírez a la batuta, y un exquisito solo de Dirk Vanhuyse al chelo en perfecto diálogo con el joven pianista.
 
Nikolai Managazze
La exhibición contó también con una controlada interpretación de la festiva Obertura española nº 2 de Glinka, que bebió en parte de la misma seguidilla manchega, o si se prefiere jota, que inspiró el popular intermedio de La boda de Luis Alonso de Giménez. Nikolai Managazze, que ha crecido como Sofie Leifer arropado por esta orquesta, uno de cuyos primeros violines es su padre, y a quien ya disfrutamos en la Sala Manuel García del Maestranza hace algunos años, se hizo cargo del intrincado y virtuoso Concierto nº 1 de Paganini. Una página de bravura de hondo sentimiento belcantista que Managazze tradujo en una incesante vorágine de arpegios, ascensiones vertiginosas y lirismo exacerbado. Lástima que para ello echara mano de continuos cambios de color y registro, sonando a veces áspero y rugoso, lo que no fue obstáculo para meterse al público en el bolsillo y gastarle alguna broma musical en las cadencias, imitando la popular melodía De los álamos vengo, madre, cuyo arreglo de Manuel Castillo sirve al Maestranza para dar los pertinentes avisos al público.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 19 de septiembre de 2019

LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA Un hombre y una mujer: Cincuenta y tres años después

Título original: Les plus belles années d’une vie
Francia 2019 90 min.
Dirección Claude Lelouch Guion Claude Lelouch y Valérie Perrin Fotografía Robert Alazraki Música Francis Lai y Calogero Intérpretes Jean-Louis Trintignant, Anouk Aimée, Souad Amodou, Antoine Sire, Marianne Denicourt, Monica Bellucci, Tess Lauvergne Estreno en el Festival de Cannes 18 mayo 2019; en Francia 22 mayo 2019; en España 13 septiembre 2019

Hace cincuenta años un hombre y una mujer vivieron un efímero y apasionado romance que Claude Lelouch inmortalizó en una cinta mítica que potenció su leyenda gracias a la pegadiza música de Francis Lai. El director vuelve a reunir a Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée ya ancianos, pasando por alto que hace treinta años ya lo hizo en Un hombre y una mujer: 20 años después. Como si se avergonzara de ella o quizás por mero arrepentimiento, aquel homenaje explícito al cine que convertía a la script de 1966, a la que daba vida la musa de Fellini (La dolce vita, Fellini 8 ½) en exitosa productora de cine que decidía llevar a la pantalla en clave de musical aquella desgarradora historia, la suya propia junto al corredor de rallyes que interpretaba Trintignant, ha desaparecido de la biografía de estos dos singulares amantes. Ellos vivieron veinte años antes su particular aventura alternando el blanco y negro y el color con una novedosa estética de anuncio publicitario y un excelente ramillete de canciones adornándolo.
Solo su pasado como productora de cine ha sobrevivido en esta tercera entrega de la saga, mientras su entonces hija, actriz de cine también en la ficción a la que daba vida la entonces recién divorciada esposa de Lelouch, Evelyne Bouix, de asombroso parecido con Aimée, ha pasado a ser una veterinaria sin asomo de ese pasado estelar. Los amantes confiesan no verse desde aquel invierno de 1966, pasando por alto el encuentro que tuvieron en el 86, en el que el director de Los unos y los otros contó con la participación de un buen número de colegas de profesión, como Robert Hossein, Richard Berry o Nicole García interpretándose a sí mismos. Es una pena, porque era una cinta muy diferente en cuanto a estética y nivel de producción a su predecesora pero tan válida como ésta, que además contaba con el aliciente de aprovechar las canciones de Francis Lai y Pierre Barouh, quien además interpretaba al marido fallecido de Aimée, para hacer un musical dentro del cine. Por cierto que esta nueva entrega está dedicada precisamente a Barouh, que falleció en diciembre de 2016, y a Lai, autor también de la oscarizada banda sonora de Love Story, que nos dejó en noviembre del año pasado.
Así las cosas, este reencuentro sin escala sirve para que Anne Gauthier y Jean-Louis Duroc revivan su pasado de forma crepuscular, a las puertas del único desenlace posible y la única certeza que tenemos de nuestra vida. Ella aún espléndida y él carne de geriátrico, postrado en silla de ruedas y con un alzhéimer en ciernes que le permitirá soñar despierto e imaginar románticos paseos con su eterna amada al ritmo de nuevas canciones del propio Lai y las letras de Cagolero, regresando a las playas de Deauville en Normandía, plácidamente, sin reproches ni arrepentimientos, agarrándose solo a aquel maravilloso romance que les unió para siempre.
Lelouch no solo ha reunido a sus estrellas sino también a quienes interpretaron a sus hijos en edad infantil, mientras ha añadido una segunda hija de Jean-Louis, a la que presta su inmarchitable belleza y encanto Monica Bellucci. La cinta repasa muchas de las secuencias antológicas de la original y añade una larga y enigmática travesía a toda velocidad por el París de 1976 cuyo archivo de procedencia no se acredita en los títulos finales, y cuyo visionado suaviza la dulce banda sonora del colaborador habitual de Lelouch en más de treinta películas. Para el veterano realizador ésta es su cinta número cuarenta y nueve, tal como atestiguan esos mismos títulos de crédito. Quizás logre llegar a la número cincuenta. De momento ésta le ha dado al romance de estos dos inolvidables personajes de ficción una segunda alternativa, tras la que le brindó la cinta de 1986. Así es la magia del cine, y lo corrobora el placer sentimental y nostálgico que brinda ver las tres películas en días consecutivos; pero claro, los maratones en salas de cine están reservados a los títulos más taquilleros y palomiteros, por lo que hay que echar mano de otros medios para disfrutar de esa experiencia.

martes, 17 de septiembre de 2019

CUATRO MANOS Las sádicas hermanas alemanas

Título original: Die Vierhändige
Alemania 2017 94 min.
Guion y dirección Oliver Kienle Fotografía Yoshi Heimrath Música Heiko Maile Intérpretes Frida-Louisa Hamann, Friedericke Becht, Christoph Letkowski, Agniezska Guzikowska, Detlef Bothe Estreno en Alemania 30 noviembre 2017; en España 13 septiembre 2019

Entre tanto terror de parque de atracciones y gran guiñol, se agradece una cinta como ésta, que explota el lado más siniestro, confuso y desorientado del alma y el cerebro humanos para generar auténticas situaciones de pesadilla. Lástima que este tipo de productos tan audaces e inspiradores sean de tan difícil acceso, estrenándose con dos años de retraso y en tan limitadas plazas, todo lo contrario que la dictadura de esos grandes blockbusters que nos obligan a consumir previo ataque mediático y comercial sin compasión.
 
El argumento es típico de joven debutante enamorado del género, con claras influencias en su guion de clásicos como Stevenson, posesiones diabólicas y thrillers psicológicos con firma De Palma. Aquí dos hermanas vivirán su particular via crucis tras sufrir una traumática experiencia de niñas y jurarse protección eterna, más allá de la vida y la muerte. Habrá quien quiera ver en su juego de espejos mucho artificio, trampa y engaño, pero lo cierto es que su realizador y argumentista se las ingenia para ofrecernos un producto malsano, bizarro e incómodo como solo es capaz el tópico del carácter duro alemán, cuyos giros argumentales y confusión de identidades no son sino un pretexto para generar una intriga en la que la combinación de la mano del realizador y las competentes interpretaciones, además de un evidente ingenio para convencer en su particular radiografía de la enfermedad mental, logran una experiencia inquietante.
 
Solo cabe hacerle un reproche, la laguna que existe entre el desgarrador principio y los veinte años que transcurren para arrancar la trama, espacio en el cual deben haber sucedido acontecimientos lógicos que maridan mal con el devenir del argumento. Por lo demás la cinta contiene suficientes dosis de sadismo, a veces rozando lo repulsivo, como para agradar a amantes del género y a quienes busquen un soplo de aire fresco entre tanto lugar común y propuesta más que trillada.