Dirección James Gray Guion James Gray y Ethan Gross Fotografía Hoyte van Hoytema Música Max Richter y Lorne Balfe Intérpretes Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Ortiz, Loren Dean, Kimberly Elise, John Finn, Donnie Keshawarz, Sean Blakemore, Bobby Nish, LisaGay Hamilton, Kayla Adams, Ravi Kapoor Estreno en el Festival de Venecia 29 agosto 2019; en Estados Unidos y España 20 septiembre 2019
La primera y quizás única película de ciencia ficción firmada por James Gray parece el paso intermedio entre 2001: Una odisea del espacio y cualquier aventura galáctica; de hecho el título proviene de la expresión en latín per aspera ad astra, cuya traducción libre podría ser algo así como hacia las estrellas a través de las dificultades, aunque también puede provenir de Séneca, cuando escribió aquello de Non est ad astra mollis e terrir via (No hay camino fácil de la Tierra a las estrellas). Lo cierto es que son muchas las dificultades que se le presentan en esta cinta a Brad Pitt para llegar de la Tierra a los confines del Universo conocido, a lo más lejos de nuestro sistema solar, Neptuno, para rescatar a su padre y salvar a nuestro planeta del caos catastrófico al que está sometido desde que la nave que pilota el astronauta náufrago expide ondas atómicas.
Como puede observarse, una serie de convenciones difíciles de digerir por mucho que la acción se sitúe en un futuro próximo cuyos avances seguramente desconozcamos. Pero la ciencia es la ciencia y no marida bien con estos presupuestos tan inverosímiles con los que el director de las espléndidas Z La ciudad perdida y Two Lovers justifica la trama. No cabe duda de que le sirve para filosofar alrededor del género humano, su instinto depredador y su permanente huida de una soledad que no es sino algo intrínseco a nuestra condición. Física y metafísica fundidos en un espectáculo que disfruta de varias secuencias antológicas, como ese bellísimo arranque en una elevadísima torre de comunicaciones que vincula la Tierra al espacio. Pero también es cierto que hay muchos tiempos muertos en este particular viaje del protagonista al infierno, un espacio que hace las veces de la selva en Apocalipsis Now, por hacer esa comparación ineludible con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad que ya tantos han apuntado.
Entre las delicias que hace de éste un guion a menudo ridículo está la travesía de Pitt por el polvo de los anillos de Neptuno, rocas que causan daño a la nave del protagonista pero no a él a pecho descubierto con un escudo improvisado, imposibles de atravesar bajo ningún concepto ni ahora ni dentro de veinte siglos. Entre lo más interesante el apunte de la condición humana como ambiciosa colonizadora, ese verdadero sueño americano solo materializado de forma velada a través de invasiones culturales y económicas, pero que añora el pasado de otras civilizaciones, británica, romana o española, que llegaron a dominar colonias como Estados Unidos podría dominar el espacio lunar, centros comerciales incluidos. Lástima que entre hallazgo y curiosidad asome una interpretación sosa del comprometido actor, y todo un sinfín de disparates entre música mística y oraciones profanas coronadas con un envío en lugar del católico y recurrente amén.
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