Alemania-India-USA 2019 110 min.
Guion y dirección Ritesh Batra Fotografía Ben Kutchins Música Peter Raeburn Intérpretes Nawazuddin Siddiqui, Sanya Malhotra, Farrukh Jaffar, Rajesh Kumar Sharma, Vijay Raaz, Sachin Khedekar, Denzil Smith Estreno en el Festival de Sundance 27 enero 2019; en India 15 marzo 2019; en España 30 agosto 2019
El director indio Ritesh Batra saltó rápidamente a la fama tras su debut con The Lunchbox. Enseguida fue reclamado en Londres y Hollywood, donde rodó respectivamente El sentido de un final y Nosotros en la noche; con la segunda, rodada a modo de telefilm para Netflix, reunió de nuevo a Jane Fonda y Robert Redford en edad crepuscular. De regreso a India, pero sin renunciar a capital y tecnología occidental (Alemania aporta producción y efectivos técnicos, mientras Estados Unidos se apunta también a la coproducción), nos ofrece ahora una tierna y delicada historia de amor con el consabido trasfondo social en el que tradición y religión asoman tan combinadas como inevitables.
La trama es sencilla y tópica, con un soltero empedernido que sobrevive haciendo fotos en las atiborradas calles de Bombay, debiendo satisfacer los deseos de una impertinente y autoritaria a la vez que entrañable abuela y encontrar novia, que aparece en forma de cliente de mirada angelical y clase social superior. Con un tratamiento tan noble como delicado, Batra evita el temperamento y la estridencia con las que a menudo se trata material tan trillado como éste, para trazar un mapa de los sentimientos humanos que se apoya en situaciones veladamente románticas, conversaciones pausadas y miradas entre el deseo, el respeto y la ensoñación, dentro de un conjunto que evita caer en el sentimentalismo barato para centrarse en una crónica de la rutina en una ciudad tan abigarrada y sobrepoblada como ésta, aunque la historia abuse en más de una ocasión de la casualidad y el encuentro fortuito.
Pero toda esta delicadeza y buen gusto no impide que a pesar de presuponerse un buen conocedor del factor humano en su país, caiga frecuentemente en el estereotipo y el buenismo reinante en este tipo de fábulas en las que la India se muestra con un alto componente espiritual, dominado por las fuerzas de un más allá concebido como ángel guardián, así como solidario, reflejado en un variopinto conjunto de personajes amables y bienintencionados. La reivindicación de una entidad propia, libre de injerencias extranjeras, simbolizado en una ciudad y una lengua donde los vestigios de un pasado colonial son más que evidentes, así como en un refresco autóctono que dejó de fabricarse para dar más campo comercial a su homólogo americano, acaba por imponerse como trasunto político y social de una bonita historia de amor en un mundo de costumbres, castas y prejuicios que la cinta no termina de resolver de manera profunda y satisfactoria.
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