Australia-USA-India 2018 123 min.
Dirección Anthony Maras Guion John Collee y Anthony Maras Fotografía Nick Matthews Música Volker Bertelmann Intérpretes Dev Patel, Armie Hammer, Jason Isaacs, Nazanin Boniadi, Anapum Kher, Tilda Cobham-Hervey, Angus McLaren, Natasha Liu Bordizzo, Amadeep Singh, Suhail Nayyar, Carmen Duncan y la voz de Pawan Singh Estreno en el Festival de Toronto 7 septiembre 2018; en Australia 14 marzo 2019; en España 6 septiembre 2019
Los terribles atentados de noviembre de 2008 que azotaron Bombay, curiosamente escenario estos días de otra cinta eminentemente romántica, Tu fotografía, y que tuvieron como escenario varias localizaciones de la populosa ciudad, incluida una concurrida estación ferroviaria y varios hoteles de lujo, dieron lugar solo un año después a un notorio documental que parece el punto de partida de esta ficción, debut en el largometraje del australiano Anthony Maras. Centrado en la aventura de horror y supervivencia que debieron experimentar la plantilla trabajadora y la clientela del Hotel Taj Mahal Palace, junto a la Puerta de India a orillas del Mar Arábigo, mientras sufrían el ataque de terroristas pakistaníes musulmanes en represalia por la supuesta usurpación territorial histórica perpetrada por británicos e indios, el film echa mano del estilo de aquellas películas de catástrofes tan populares en la década de los setenta del siglo pasado.
Ya desde el propio cartel aquí reproducido, con las fotografías de sus protagonistas en primer plano, se invita a rememorar aquellos films de aeropuertos, terremotos, colosos en llamas y muy especialmente aquella Aventura del Poseidón al que muchas de sus secuencias y situaciones parecen estar brindando un clarísimo homenaje. Ya alguien lo ha apuntado, y nosotros los habíamos atisbado con anterioridad, y es precisamente esa la baza a la que juega este film que tantos problemas de distribución ha acarreado desde su estreno en el Festival de Toronto hace exactamente un año. Incluso la compañía de Harvey Weinstein, al que esta semana también se le presta una agria atención a través del documental Intocable, se apeó en su momento de la distribución de esta competente cinta sobre ese instinto tan nuestro como es el de la supervivencia. Maras consigue plasmar toda la tensión de las interminables horas que las víctimas y sus verdugos vivieron atrapadas en el lujoso hotel, convertido así en auténtica ratonera.
El realizador cuida todos los detalles, incluso unos efectos visuales que en su afán de realismo y proximidad a aquellas antiguas producciones, sacrifica las posibilidades espectaculares pero efectistas de la tecnología moderna. Y se rodea de un competente elenco, con Isaacs y Hammer prestando su buen oficio a sus complejos personajes, aunque es Dev Patel quien realmente brilla entre todos y todas las protagonistas, personificando ese espíritu de solidaridad, generosidad y altruismo que el film se empeña en ensalzar cuando muestra la responsabilidad del personal del hotel para cuidar al cliente. Es precisamente este punto lo que podría generar mayor polémica, al situar al indio nativo al servicio incondicional del antiguo colono occidental, tantas veces justamente considerado responsable de la fragmentación de oriente y su actual y desesperada lucha contra quienes consideran infieles.
Por otro lado, en su afán de hacer de la película un homenaje a las víctimas, casi doscientas en su mayoría indias, pero también procedentes de otros países incluido España, a través de un inquietante y desasosegante ejercicio de puro cine catastrofista, en el que los fenómenos naturales son sustituidos por la sinrazón humana, Maras y su coguionista tienen también el acierto de, sin justificar ni dejar de condenar, humanizar a sus verdugos, sus cerebros lavados, sus dramas y miserias y su penoso camino al infierno, convirtiéndolos en una víctima más de la ira, del odio tantas veces ajeno, pero también de un mundo tan ridículamente dividido, en el que la religión tanto daño ha hecho. Interesante en este sentido la voz que a través del auricular del teléfono móvil va guiando a los desafortunados terroristas como si de una conciencia confundida y a menudo atormentada se tratase.
Ya desde el propio cartel aquí reproducido, con las fotografías de sus protagonistas en primer plano, se invita a rememorar aquellos films de aeropuertos, terremotos, colosos en llamas y muy especialmente aquella Aventura del Poseidón al que muchas de sus secuencias y situaciones parecen estar brindando un clarísimo homenaje. Ya alguien lo ha apuntado, y nosotros los habíamos atisbado con anterioridad, y es precisamente esa la baza a la que juega este film que tantos problemas de distribución ha acarreado desde su estreno en el Festival de Toronto hace exactamente un año. Incluso la compañía de Harvey Weinstein, al que esta semana también se le presta una agria atención a través del documental Intocable, se apeó en su momento de la distribución de esta competente cinta sobre ese instinto tan nuestro como es el de la supervivencia. Maras consigue plasmar toda la tensión de las interminables horas que las víctimas y sus verdugos vivieron atrapadas en el lujoso hotel, convertido así en auténtica ratonera.
El realizador cuida todos los detalles, incluso unos efectos visuales que en su afán de realismo y proximidad a aquellas antiguas producciones, sacrifica las posibilidades espectaculares pero efectistas de la tecnología moderna. Y se rodea de un competente elenco, con Isaacs y Hammer prestando su buen oficio a sus complejos personajes, aunque es Dev Patel quien realmente brilla entre todos y todas las protagonistas, personificando ese espíritu de solidaridad, generosidad y altruismo que el film se empeña en ensalzar cuando muestra la responsabilidad del personal del hotel para cuidar al cliente. Es precisamente este punto lo que podría generar mayor polémica, al situar al indio nativo al servicio incondicional del antiguo colono occidental, tantas veces justamente considerado responsable de la fragmentación de oriente y su actual y desesperada lucha contra quienes consideran infieles.
Por otro lado, en su afán de hacer de la película un homenaje a las víctimas, casi doscientas en su mayoría indias, pero también procedentes de otros países incluido España, a través de un inquietante y desasosegante ejercicio de puro cine catastrofista, en el que los fenómenos naturales son sustituidos por la sinrazón humana, Maras y su coguionista tienen también el acierto de, sin justificar ni dejar de condenar, humanizar a sus verdugos, sus cerebros lavados, sus dramas y miserias y su penoso camino al infierno, convirtiéndolos en una víctima más de la ira, del odio tantas veces ajeno, pero también de un mundo tan ridículamente dividido, en el que la religión tanto daño ha hecho. Interesante en este sentido la voz que a través del auricular del teléfono móvil va guiando a los desafortunados terroristas como si de una conciencia confundida y a menudo atormentada se tratase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario