Dirección Michael Engler Guion Julian Fellowes, según su propia serie de televisión Fotografía Ben Smithard Música John Lunn Intérpretes Hugh Bonneville, Michelle Dockery, Maggie Smith, Joanne Froggatt, Kate Phillips, Imelda Staunton, Simon Jones, David Haig, Tuppence Middleton, Stephen Campbell Moore, Allen Leech, Elizabeth McGovern, Penelope Wilton, Matthew Goode, Laura Carmichael, Raquel Cassidy, Robert James-Collier, Phyllis Logan, Sophie McShera, Brendan Coyle, Geraldine James, Jim Carter, Max Brown, Lesley Nicol, Mark Addy, Michael Fox, Susan Lynch, Harry Haden-Paton, Kevin Doyle, James Cartwright, Philippe Spall Estreno en Reino Unido 13 septiembre 2019; en España 20 septiembre 2019
Los primeros cinco años de la década que estamos a punto de despedir estuvieron marcados por la serie de televisión Downton Abbey, una especie de recuperación del espíritu de la mítica Arriba y abajo, combinada con la suntuosidad de Retorno a Brideshead y el estilo coral de las películas de Robert Altman, con Gosford Park a la cabeza. Ahora prácticamente todo su elenco se traslada de la ya no tan pequeña pantalla a la mayor, seguramente con más despliegue de medios y recursos, convirtiendo una típica serie británica bien hecha y con su característica amabilidad en una lujosa superproducción, vistosa en decorados y vestuario y tan generosa en personajes como lo era su referente televisivo.
Bajo la batuta de uno de sus realizadores originales, Michael Engler, curtido en televisión y con un único precedente cinematográfico, The Chaperone, protagonizado también por Elizabeth McGovern, aquella jovencita que descubrimos en Gente corriente, Ragtime y Érase una vez en América, y con su creador Julian Fellowes, responsable también del nuevo guion, la versión cinematográfica se plantea como una síntesis de todo lo anterior, con la visita del Rey Jorge I y la Reina Mary como telón de fondo, y el futuro del hogar de los Crawley planeando sobre una multitud de pequeñas tramas que conciernen a la práctica totalidad del reparto, especialmente en lo que a romances se refiere. La dosis imprescindible de humor la pone con creces y matrícula de honor las intervenciones de Maggie Smith, sobre cuyo personaje de la Condesa de Grantham descansan las citas más divertidas del esforzado guion. Pero sobre todo lo que más destaca es esa extraordinaria buena educación británica que algunas personas confunden con hipocresía, y que haría sonrojar a más de un español y española espantada por el mal rollo y la habitual falta de respeto que impera en series o programas de televisión tipo Aquí no hay quien viva o Masterchef. Ese buen gusto y ese canto a la virtud de la colaboración y los buenos sentimientos, incluso entre clases, servidumbre y señorío, hace que perdonemos su tendencia a vanagloriar la monarquía y el espíritu singular e inconfundible de un Reino Unido abocado a la independencia y la autosuficiencia que proclama el brexit.
La diferencia entre este producto de indudable calidad y el estilo del norteamericano James Ivory con el que mucha gente ha aprendido a identificar la tradición británica, reside en el ritmo que ha impregnado Engler a su película, muy enérgico y activo, lo que acentúa aun más la banalidad de las tramas expuestas, solo pertinentes para lograr un producto amable, entretenido y distendido como éste, a lo que hay que añadir la habilidad para que incluso quienes jamás nos acercamos a su referente televisivo, hayamos encontrado atractiva esta propuesta cinematográfica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario