miércoles, 27 de febrero de 2019

PÁJAROS DE VERANO Gigantes con las armas puestas

Colombia-Dinamarca-México 2018 125 min.
Dirección Ciro Guerra y Cristina Gallego Guión María Camila Arias y Jacques Toulemonde Fotografía David Gallego Música Leonardo Heiblum Intérpretes Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente Cote, Juan Bautista Martínez, Miguel Viera, Sergio Coen, Aslenis Márquez Estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 9 mayo 2018; en Colombia 2 agosto 2018; en España 22 febrero 2019

El director colombiano Ciro Guerra pasa de la frondosa selva del Amazonas que veíamos en la multipremiada El abrazo de la serpiente, a la seca y desértica zona de La Guajira en Colombia donde se desarrolla esta cinta que ha dirigido con su productora Cristina Gallego. Pero la motivación parece ser la misma, retratar las costumbres ancestrales de los pueblos que habitaron estas tierras y la influencia que en su decadencia ejercieron los agentes externos, científicos en el caso del último shaman del Amazonas, norteamericanos ávidos de estupefacientes en este caso. Con una colorista y soberbia puesta en escena, la cinta recorre dos décadas de una familia tradicional de la zona que ve cómo sus negocios se multiplican gracias al narcotráfico consecuencia de la alta demanda de la juventud norteamericana, en plena era hippy. De las costumbres ancestrales y los ritos folclóricos pasamos al poder de las armas y el ajuste de cuentas, siempre motivados por las mismas razones que dominaban en época de sus ancestros, el honor y el respeto. Guerra y Gallego, con la ayuda de su guionista habitual, Jacques Toulemonde, tejen una trama reminiscente de los grandes dramas de Shakespeare, lo que da un aire misógino al conjunto, toda vez que sitúa a la mujer como eje de maquinaciones e intrigas entre familias y ofensas. Sus paisajes, personajes y situaciones pueden recordar también a Gigante, la epopeya que George Stevens dirigió en 1956 en torno a una familia de ganaderos afectada por la fiebre del petróleo en Texas a principios del siglo XX. Paralelismos y parecidos que ayudan a edificar esta gran película, suntuosa, sobria y magníficamente cuidada en todos sus detalles, ganadora de los premios Fénix del cine iberoamericano en los apartados de mejor película, música y actriz, una enérgica, decidida y manipuladora Carmiña Martínez, y nominada en otros seis apartados. Lo peor es tener que sufrirla doblada íntegramente al castellano, cuando en realidad se alternan wayuu, castellano e inglés, con predominio del primero. Resta credibilidad y produce grima escuchar a esta gente tan racial y de contornos campesinos en su mayoría hablar en perfecto castellano vallisoletano.

DESTROYER. UNA MUJER HERIDA La venganza ser sirve fría

Título original: Destroyer
USA 2018 123 min.
Dirección Karyn Kusama Guión Phil Hay y Matt Manfredi Fotografía Julie Kirkwood Música Theodore Shapiro Intérpretes Nicole Kidman, Toby Kebbell, Tatiana Maslany, Sebastian Stan, Scoot McNairy, Bradley Whitford, Toby Huss, James Jordan, Beau Knapp, Jade Pettyjohn, Shamier Anderson, Zach Villa Estreno en el Festival de Toronto 7 septiembre 2018; en Estados Unidos 25 diciembre 2018; en España 22 febrero 2019

Si por algo podemos distinguir el cine de la realizadora norteamericana Karyn Kusama es por colocar a mujeres fuertes y decididas en tramas de género habitualmente reservadas a los hombres. Michelle Rodríguez fue boxeadora en Girlfight (2000) y Charlize Theron heroína de un futuro utópico en Aeon Flux (2005). Después la cosa se volvió más convencional con una Megan Fox convertida en súcubo asesina de instituto en Jennifer’s Body (2015), mientras en su cinta más celebrada hasta la fecha, La invitación (2015), el protagonista era un hombre atrapado en la fiesta paranormal y extraterrenal de su ex-esposa. Kusama sin embargo no ha encontrado aún el tono justo para medir ninguna de sus ambiciosas propuestas, y Destroyer no es precisamente la excepción. Construida como película de acción en la que una agente del FBI se toma la venganza por su mano, en plan Charles Bronson, contra quienes echaron a perder su vida y su futuro, Kusama juega al despiste para provocar lo que se supone ha de ser la gran sorpresa. Pero no cuenta con que a estas alturas estamos curados de espanto y las posibles sorpresas nos las tomamos como lo que son, juegos de artificio sin más mérito que desordenar el guión. Tan fría y distante como su propia protagonista, una camaleónica Nicole Kidman que exhibe una vez más sus impagables dotes interpretativas, pero que no resulta convincente merced a un horroroso maquillaje y una notable indefinición de su personaje, la película no logra elevar el vuelo más allá de su propio artificio y su vocación de género, en este caso atracos y venganzas, lo que no impide que resulte al menos considerablemente entretenida. Se echa en falta una mayor perversidad en la trama y los personajes, y ese aire de fascinación que han de provocar las historias de venganza y redención que el cine americano tantas veces ha abordado con mejores resultados.

martes, 26 de febrero de 2019

UNA CUESTIÓN DE GÉNERO / RBG Dos miradas a una trabajadora de la igualdad

UNA CUESTIÓN DE GÉNERO

Título original: On the Basis of Sex
USA 2018 120 min.
Dirección Mimi Leder Guión Daniel Stiepleman Fotografía Michael Grady Música Mychael Danna Intérpretes Felicity Jones, Armie Hammer, Cailee Spaeny, Kathy Bates, Sam Waterston, Justin Theorux, Jack Reynor, Stephen Root, Chris Mulkey Estreno en Estados Unidos 11 enero 2019; en España 22 febrero 2019

RBG

USA 2018 97 min.
Dirección Julie Cohen y Betsy West Fotografía Claudia Raschke Música Miriam Cutler Documental Estreno en Festival de Sundance 21 enero 2018; en Estados Unidos 4 mayo 2018; en España (Movistar + Cine) 17 febrero 2019

El regreso de Mimi Leder (El pacificador, Deep Impact) a la gran pantalla, tras varios años centrada en la televisión (Nashville, The Leftovers) y los fracasos consecutivos que en cine supusieron Cadena de favores y la inédita entre nosotros The Code, con Morgan Freeman y Antonio Banderas, llega de la mano de la muy popular y reconocida en Estados Unidos jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg. Esta activista por los derechos de igualdad es paralelamente protagonista de un laureado documental, recientemente nominado a los Oscar en su apartado correspondiente además de a la mejor canción, compuesta por la eternamente nominada Diane Warren. Un doble homenaje, de ficción y documental, que en ambos casos se centra de forma más o menos intencionada en su romántica relación con su marido, con quien celebró más de cincuenta años juntos. Leder, con ayuda del guionista debutante Daniel Stiepleman, sigue un esquema muy tradicional en el que nos presenta a la heroina, una menudita Felicity Jones (La teoría del todo) en su entorno estudiantil, junto a su ya esposo, interpretado por el atractivo y grandullón Armie Hammer (Call Me by Your Name), cuando ambos cursaban estudios en Harvard. Su joven paternidad y la enfermedad de él centran un primer tercio preparatorio de una causa entre mil que supuso en su momento un revulsivo para la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Asombra lo bien ambientada que está la película entre estos dos períodos, los iniciales años cincuenta en Harvard y un Nueva York con su Quinta Avenida inundada de coches de época y miles de figurantes (suponemos que la infografía habrá ayudado bastante), y los definitivos setenta del siglo pasado, cuando el movimiento feminista alcanzó su auge en el país de las libertades. Pero sorprende aún más que el caso que interesa a Leder y Stiepleman sea justamente de discriminación positiva, encargándose el matrimonio Ginsburg de defender a un hombre discriminado por las leyes fiscales por su condición de tal. Una inteligente forma de dar la vuelta a la tortilla para lograr lo que realmente interesa, demostrar lo iguales que debemos ser unos y otras ante la ley. Lástima que en su discurso se desaproveche la ocasión de analizar con mayor profundidad el papel de las leyes, y la Constitución como madre de todas, dentro del marco social y económico que le toca tratar, y cómo suele adaptarse, a veces con mucho trabajo, a los cambios en lugar de anticiparlos como debiera. La trama parece centrarse como anunciábamos en esa relación matrimonial que, por otro lado, tiene el aliciente de mostrar una figura masculina comprometida con lo que hace su esposa, que no se limita a apoyarla sino que la respeta y admira, dejándole en consecuencia ese ámbito de libertad que todos y todas merecemos. Acierta también en dejar espacio a la hija de ambos, igualmente comprometida y preparada para absorber, no sin cierta dificultad y espíritu crítico, la trayectoria de su madre. Su ingreso en el Tribunal Supremo a instancias de Bill Clinton corona esta película amable y bien construida, pero algo desmotivada y falta de pasión, demasiado clásica en su forma y contenido, lo que malogra la posibilidad de haber construido un emocionante retrato de una mujer sin duda singular.
 
Tampoco el documental dirigido por Julie Cohen y Betsy West logra apartarse de los parámetros apuntados en el caso del film de ficción que dirige Mimi Leder. Centrado igualmente en esa relación marital y en el papel igualitario que ejerció su esposo en todos los ámbitos, el documental acierta en ofrecer una imagen sentimental, sensible y emocional de la protagonista, bien conocida del público estadounidense, donde la han convertido en icono popular y espejo en el que reflejarse millones de jóvenes, estudiantes o no de Derecho. Una igualmente menudita y anciana Ruth Ginsburg aporta calidez y emotividad a un conjunto dominado por la dispersión, en el que se alternan casos judiciales con estampas familiares, un uso exhaustivo de películas domésticas y el consabido desfile de testimonios, en muchos casos reiterativos y anodinos. Sin embargo logra enganchar y que nos interesemos por esta mujer tan especial, tan luchadora y clarividente. A estas alturas no sorprende descubrir que en el país supuestamente más democrático del mundo aún quede tanto por recorrer, hasta el punto de que cualquier ciudadano o ciudadana progresista envidiaría los logros cosechados en países de Europa, por mucho de que aquí también quede mucho camino por recorrer. Entre los casos expuestos a los que se enfrentó Ginsburg, destaca que el de discriminación positiva que sirve como eje conductor en el film de Leder, no es exactamente como lo describe Stipeleman en su guión cinematográfico, seguramente por discrepancias de su protagonista, el hombre al que defendió y con quien la activista logró un hito en la legislación y jurisprudencia norteamericana. Con todo asistimos a un trabajo academicista, sin riesgos ni extravagancias en su forma ni tan siquiera en su contenido, centrado en rendir un justo homenaje y trazar una amable semblanza de quien es conocida por sus iniciales RBG debido al sobrenombre The Notorious (Notoria aunque con cierta ironía, infame o de mala reputación), lo que le llevó a ser comparada en sentido humorístico con el rapero The Notorious B.I.G. La cinta presta mucha atención a sus facetas más humanas y sentimentales, como su devoción por la ópera y su voluntad para seguir en forma a sus ochenta y como años. Entre los que dan su testimonio participan el presidente Clinton, que la nominó para formar parte del ala liberal del Tribunal Supremo, la militar Shannon Frontiero a quien tuvo que prestar servicio por discriminación en el ámbito castrense, y sus hijos James y Jane, aunque curiosamente no se le atribuye a ella el activismo y el compromiso que sí se le supone en la ficción de Mimi Leder.

lunes, 25 de febrero de 2019

¿PODRÁS PERDONARME ALGÚN DÍA? Sobrevivir creando ilusiones

Título original: Can You Ever Forgive Me?
USA 2018 107 min.
Dirección Marielle Heller Guión Nicole Holofcener y Jeff Whitty, según las memorias de Lee Israel Fotografía Brandon Frost Música Nate Heller Intérpretes Melissa McCarthy, Richard E. Grant, Jane Curtin, Dolly Wells, Ben Falcone, Gregory Korostishevsky, Stephen Spinella, Christian Navarro Estreno en el Festival de Toronto 8 septiembre 2018; en Estados Unidos 19 octubre 2018; en España 22 febrero 2019

Después de realizar un par de trabajos para televisión, la joven Marielle Heller debutó con éxito en la gran pantalla gracias a The Diary of a Tenneage Girl, que ella misma escribió. Ahora, tres años después, revalida su talento con esta original y sórdida historia real, por muy ficticia que parezca. Ambientada a principios de la última década del siglo pasado, cuenta la historia de Lee Israel, según sus propias memorias; una brillante escritora especializada en biografías de famosos que, viendo cómo el mercado le va dando la espalda y su alcoholismo le va pasando factura, inventa una peligrosa y sorprendente manera de ganarse la vida echando mano de su creatividad y abundantes conocimientos. La realizadora aprovecha tan suculento material dramático para definir una pareja de personajes, la protagonista y el único amigo que aparecerá en su vida para echarle una mano, que hacen de la sordidez, la soledad y la desesperanza una forma de vida y un compañero inseparable de viaje. La condición sexual y cierta dificultad para socializar, especialmente ella, marcarán un trágico destino que la realizadora e intérpretes se encargan de no marcar para no resultar demasiado áspera. Nominada este año al Razzie a la peor actriz de 2018 por su papel en ¿Quién está matando a los moñecos? (parece que se esté especializando en películas con título en pregunta), y redimida en los mismos premios por su interpretación en la película que nos ocupa, Melissa McCarthy encuentra con este papel una oportunidad para lucir unas dotes interpretativas que quedan sobradamente demostradas con un trabajo sólido y contenido, emotivo y sensible a pesar de las asperezas de su personaje, que le ha valido una merecida nominación al Oscar. Lo mismo podemos decir de su compañero, un Richard E. Grant que pone al servicio de la historia su porte elegante de caballero inglés condenado a la marginación, amanerado e irónico, con más de un punto de conexión con la desdichada protagonista, aunque algo más pícaro y aprovechado que ella. Una dramaturgia sobria, académica y elegante hacen el resto, acompañada de una rica banda sonora jazzística en la que abundan las voces femeninas legendarias de Blossom Dearie, Dinah Washington, Peggy Lee, Patti Page y el travesti Justin Vivian Blond, que con su actuación en un cabaret colabora a dotar al conjunto de ese sabor a whisky y tristeza dominante. Por cierto, como epílogo podemos escuchar a Dearie entonando un oportuno Charada de Henry Mancini que nos sirve para recordar a Stanley Donen ahora que lo hemos perdido.

sábado, 23 de febrero de 2019

LOS PARAÍSOS DE NURIA FERNÁNDEZ

Trevor Coleman, piano. Nuria Fernández, voz. Programa: Strangers in Paradise (III): Un viaje a través de lugares universales del jazz. La Casa de los Pianistas, viernes 22 de febrero de 2019

Uno piensa en todo lo que ha conseguido Yolanda Sánchez en apenas cinco meses de andadura y no lo puede creer. Tendrá sin duda que seguir trabajando duro y no desfallecer para asentar definitivamente este sensacional proyecto. Ya sabemos que este tipo de cosas cuestan, pero hemos de confiar en una ciudad como Sevilla, a menudo tan abierta a nuevas propuestas y cada vez más partícipe en las relacionadas con la buena música. No podemos quejarnos de la oferta que tenemos, aunque no siempre cuente con el favor necesario del público, y a veces si lo hacemos es por la imposibilidad de cubrirlo todo, de no tener el don de la ubicuidad. Yolanda viene a ampliar esa oferta, pero con muchas novedades. Pocos espacios hay en la ciudad que acojan igual conciertos, siempre íntimos y en plena comunión de público e intérpretes, que cursos, conferencias, charlas y experiencias varias. La Casa de los Pianistas, en pleno Barrio Santa Cruz, ofrece todas esas posibilidades y eso es algo que hay que apoyar y cuidar al máximo de nuestras posibilidades. Sólo hay que echar un vistazo a su página web para asombrarse con la cantidad de actividades que ofrece el próximo mes de marzo, entre las que se incluyen dieciséis conciertos, con artistas como Ángel Sanzo, Vicenzo Delli Noci o el Dúo Madom que inaugurarán el mes con música española y francesa de principios del siglo XX, así como Auxiliadora Gil acompañando a la flauta de Juan Ronda, con quien quizás se esté iniciando una nueva colaboración con la ROSS que se una a la que ya se ha forjado con Juventudes Musicales y la Asociación de Amigos de la Ópera, o la que parece empezar a gestarse con el propio Ayuntamiento. Además tendremos al dúo granadino Khalo, Ariadna Ruiz al piano y Carlos González Lázaro al clarinete, dentro de un ciclo de conciertos ofrecidos por alumnado de conservatorios y escuelas musicales andaluzas, y la segunda proyección del clásico de Murnau Nosferatu, esta vez con música en directo del pianista Manuel Boniquito. Sin olvidar los tres lunes de Cuaresma que Claudio Gómez Calado dedicará a la música de Semana Santa en unas imprescindibles charlas-concierto.

Sin duda una atractivísima programación que la pasada noche se centró en la tercera entrega de los conciertos que el polifacético músico neozelandés afincado en Sevilla Trevor Coleman está dando acompañado de voces femeninas también residentes en la ciudad pero provenientes de otros lugares del mundo o, como en este caso, España. Nuria Fernández es prácticamente sevillana, pero procede de Toledo. Su pasión evidente por el jazz y el blues se ha visto recompensada en la última década o más con continuas intervenciones en veladas musicales en clubs, especialmente el Café Naima de la calle Conde de Barajas, restaurantes, terrazas, salas, museos y plazas de la ciudad, con diversas bandas todas conjugadas a partir de su talento y perseverancia. Fue precisamente ella quien descubrió al compositor, pianista y trompetista Trevor Coleman en Sevilla y lo presentó a las personalidades convenientes para que desde hace algunos meses estemos disfrutando de su talento y habilidad, como volvió a demostrar en este particular concierto que llenó la sala acondicionada a tal efecto en esta impagable Casa de los Pianistas.

Nuria y Trevor viajaron a través de los sonidos del jazz más sofisticado de la mano de clásicos imperecederos, salvando con éxito la tentación de emular a los famosos intérpretes que los inmortalizaron, caso de Frank Sinatra y ese One for My Baby que cantó enlazado al soul con un toque de góspel del Lost and Looking de Sam Cooke, o The Man I Love de Gershwin habitualmente asociado a Billie Holiday, o el Louis Armstrong de la emocionante What a Wonderful World, así como el Roxanne de Sting o Stairway to Heaven de Led Zeppelin, dos concesiones al rock versionado en clave de jazz, que no de ese easy listening tan recurrente hoy en bistrós y restaurantes, huyendo siempre del parecido razonable y creando un estilo auténtico y propio. Para ello no echa mano de la habitual deconstrucción, sino que respeta absolutamente la línea melódica sometiéndola simplemente a inflexiones de la voz, cambios de registro y modulaciones varias que convierten cada tema en algo nuevo y fresco. La complicidad de Coleman y sus vertiginosos acordes y cadencias se hace lógicamente imprescindible. La variedad se impuso con temas brasileños como Más que nada y Agua de beber o el clásico de Los Panchos Quizás, quizás, quizás, que la cantante invitó a entonar al público, siempre en perfecto estilo pero sin traicionar su tendencia eminentemente jazzística. Grandes ejemplos del estándar americano como Cheek to Cheek o I’ve Got You Under My Skin, con una exquisita recuperación por parte de Coleman del ritmo original que le imprimió Cole Porter para la película Nacida para la danza, hicieron también las delicias de un público que reconoció a Nuria Fernández su mérito y su acierto al dedicar Had I a Golden Thread (Si tuviera un hilo dorado) de la malograda Eva Cassidy a los miles de niños y mujeres que sufren maltrato.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 22 de febrero de 2019

XU ZHONG Y UN BURGUÉS GENTILHOMBRE DE ANTOLOGÍA

XXIX Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Xu Zhong, dirección y piano. Programa: Le bourgeois gentilhomme, de Lully (arr. J.B. Weckerling); Concierto para piano y orquesta nº 9, de Mozart; Bürger Als Edelmann, de Strauss.
Teatro de la Maestranza, jueves 21 de febrero de 2019

El burgués gentilhombre de Molière protagonizó este programa de abono de la Sinfónica, enmarcando con las versiones de Lully y Strauss un Concierto para piano nº 9 de Mozart que el director chino Xu Zhong abordó desde su doble faceta de director y pianista con solvencia no exenta de ciertas particularidades. La pieza teatral de Moliére contó con la lectura muy en sintonía de uno de sus pasajes por parte de Roberto Quintana y Eugenio Jiménez, Salieri y Mozart en la reciente adaptación de Amadeus que interpretó la ROSS en el Lope de Vega. El estreno de esta obra cómica se benefició de la música del autor preferido de la corte del Rey Sol y los fastos que acompañaban sus suntuosos espectáculos palaciegos, encontrando dos siglos y medio después en Strauss un apoyo diferente y no exento de polémica. La ROSS decidió esta vez enfrentar las dos composiciones, la primera en versión muy reducida, y ofrecer así al oyente la posibilidad de sumergirse en la comedia del insigne dramaturgo francés en programa doble. Los resultados fueron muy estimulantes en ambos casos.

Pocas veces tendremos ocasión de escuchar la música de Lully siguiendo cánones propios de primera mitad del siglo XX. Al compositor francés lo redescubrimos ya en época de rigores historicistas, a partir sobre todo de Jordi Savall y su banda sonora para Todas las mañanas del mundo, con la Marcha turca abriendo precisamente película y disco. En esta breve suite arreglada por el músico también francés pero del siglo XIX Jean-Baptiste Weckerlin los aires ligeros y galantes del barroco francés son sustituidos por una estética más suntuosa y reposada, también más espesa, que Zhong dirigió con confianza y seguridad y la reducida orquesta tradujo en majestuosidad palaciega, poco asociada al espíritu del autor de Armide pero evocadora de una fantasía romántica que echa la vista atrás con mirada nostálgica. La orquesta respondió con ejemplaridad, también en un Concierto nº 9 de Mozart, para tantos y tantas su primera obra maestra rotunda, exhibido con cierta superficialidad y ligereza, no en los tonos, ritmos ni tiempos, pero sí en su expresividad, lejos del drama y la vitalidad que exuda la sensacional partitura del genio de Salzburgo. La batuta resolvió satisfactoriamente sus múltiples novedades de estilo y forma, y logró transmitir el tono íntimo y triste de su prodigioso andantino, aunque se quedara corta en cuanto al carácter doloroso y estremecedor de la pieza. El diálogo entre orquesta y solista resultó fluido, y las formas se mantuvieron elegantes en todo momento. Faltó en todo caso ese fuego juvenil que caracteriza la obra, pero aun así mantuvo la magia y la cantabilidad de la página. Xu Zhong logró después conmover con un muy paladeado Intermezzo en La mayor de Brahms, extraído de sus Klavierstücke Op. 118.

Sin duda la segunda parte del concierto resultó antológica, con una interpretación de El burgués gentilhombre de Strauss extraordinaria a todos los niveles. Sin renunciar a su tono burlón casi grotesco, pero atenuándolo respecto a otras versiones más convencionales, y ahondando más en el estilo más reconocible del autor, exuberante y sensual, Zhong ofreció una versión irrepetible de la pieza que Strauss concibió como prólogo de Ariadna en Naxos. Los solistas se plegaron soberbiamente a sus cometidos, muy especialmente Eric Crambes, que bordó su amplia participación en la pieza, sobre todo una Entrada y danza del sastre a la que imprimió de gracia y desparpajo, potenciando su carácter bohemio y danzarín y logrando elevar por encima de la media la espléndida versión ofrecida por el director y una orquesta más cómplice que nunca y visiblemente entusiasmada. Y encima el público mantuvo un comportamiento ejemplar a todos los niveles.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 21 de febrero de 2019

EL CANDIDATO El gran carnaval mediático

Título original: The Front Runner
USA 2018 113 min.
Dirección Jason Reitman Guión Jason Reitman, Matt Bai y Jay Carson, según el libro del segundo “All the Truth Is Out” Fotografía Eric Steelberg Música Rob Simonsen Intérpretes Hugh Jackman, Vera Farmiga, J. K. Simmons, Alfred Molina, Mark O’Brien, Molly Ephraim, Chris Coy, Alex Karpovsky, Josh Brener, Tommy Dewey, Kaitlyn Dever, Oliver Cooper, Sara Paxton, Jenna Kanell, R. J. Brown Estreno en Festival de Toronto 7 septiembre 2018; en Estados Unidos 21 noviembre 2018; en España 15 febrero 2019

Las noticias de Tele 5 llevan días centrándose en el crimen del concejal de Llanes, ahora que parece haberse resuelto. No hay mucho que contar al respecto, pero el canal le dedica diariamente veinte minutos de su noticiario, postergando otras noticias de mayor interés general. Se trata del asentamiento definitivo de la telebasura, de la búsqueda de la frivolidad y el sensacionalismo por encima de cualquier otra consideración; algo que llevamos sufriendo desde hace mucho tiempo, y que cada vez que hay un suceso escabroso se convierte en centro de toda la atención mediática. Claro que esto, como casi todo, nos viene de importación, y en Estados Unidos hace muchísimo tiempo que se cultiva, ya lo denunciaba Billy Wilder en su estupenda El gran carnaval. La última cinta del director de Juno, Up in the Air y Tully comienza en 1984, con un enorme dispositivo mediático detrás de las primarias del partido demócrata, cuando Gary Hart se jugaba la candidatura a la presidencia del país. Un dispositivo que tanto tiempo después juzgamos como excesivo, demasiado trabajo para algo que la Historia resume en unas palabras. Pero al menos se trataba de seguir una campaña electoral, porque unos años después Hart se convierte definitivamente en candidato a la presidencia, y favorito según el título original (¡Ay, si nuestros distribuidores no le hubiesen cambiado el título ahora tendríamos favorito y favorita en la cartelera!), surge el escándalo sexual y eso centra la atención mediática. Nos hubiera gustado que la película se centrara en el programa electoral que el susodicho escándalo abortó, pero se trata de un film periodístico en la línea de Todos los hombres del presidente, rescatada por Spotlight, y a Reitman le interesa más los entresijos de la campaña, lo que obliga a incluir tantos personajes que los acontecimientos se vuelven irrelevantes y poco interesantes. Y sobre todo le interesa poner en tela de juicio la inquisición periodística de la que son objeto los vips americanos cuando de vida sentimental y emocional se trata. La hipócrita moral americana queda de nuevo en entredicho, criticada y juzgada, aunque eso ya sabemos que no conduce a ninguna parte. El esfuerzo artístico y técnico es considerable, destacando la sobria interpretación de Jackman, y las sólidas réplicas de Vera Farmiga, J.K. Simmons y Sara Paxton, y la dirección puede presumir de nervio y ritmo, pero nada evita que los resultados sean tan tibios como consabidos.

miércoles, 20 de febrero de 2019

NURIA RIAL, UNA VOZ RUTILANTE Y CELESTIAL

Temporada 2018/2019 de la Orquesta Barroca de Sevilla. Nuria Rial, soprano. Josep Domènech, oboe. Stefano Barneschi, director-concertino. Programa: Concierto para oboe d’amore BWV 1055r, Aria de la Cantata BWV 198 y Cantata BWV 202, de Bach; Arias de Emma und Eginhard y Germanicus, de Telemann; Suite nº 1 de Johann Bernhard Bach. Teatro de la Maestranza, martes 19 de febrero de 2019

Nada suena mejor que cuando lo hace en el Maestranza. Su milagrosa caja acústica hace que la música brille más y mejor, y de eso se benefician conjuntos como la espléndida Barroca de Sevilla que anoche revalidó su presencia allí, envolviendo con su magisterio y excelencia la rutilante voz de Nuria Rial, una de las sopranos rendidas al rigor historicista que más y con mayor justicia ha triunfado en los últimos años en el escenario nacional e internacional. Junto a ella brillaron también el violín de Stefano Barneschi, que ejerció también como director, siempre ligado a su decisivo paso por Il Giardino Armonico, y el oboe de Josep Domènech, de nuevo arropado por el conjunto hispalense.

El Concierto nº 4 para teclado de Bach, reconstruido para oboe d’amore, sirvió para arrancar la velada, con un Domènech rendido a su pulcra caligrafía, logrando tal ligereza y transparencia que parecía una pluma de cristal flotando sobre el conjunto, muy en sintonía. Las agilidades de los allegros extremos se conjugaron a la perfección con la delicadeza del larghetto, enriquecido con amplias y muy melódicas frases que el oboísta desgranó con un control absoluto de la respiración y un gusto exquisito por el fraseo y la ornamentación. Por su parte, Barneschi evidenció cierta rusticidad, traducida en un sonido áspero y seco, en sus primeras intervenciones como solista, incluida la Obertura de la Suite nº 1 de Johann Bernhard Bach, primo de Johann Sebastian y compañero de Telemann, cerrando así el círculo de compositores invocados en los atriles. Pero a partir del exquisito Air su sonido se volvió más dulce y envolvente, logrando intervenciones tan rutilantes como la voz de Nuria Rial a la que acompañó en diversos pasajes de la Cantata BWV 202 de Bach.

La soprano catalana imprimió de ternura y compasión sus arias de Telemann, que ella misma ha recuperado en su grabación con la Orquesta de Cámara de Basilea, muy especialmente Komm o Schlaf de Germanicus, donde se evidenció una facilidad extraordinaria para recorrer diversos registros y proyectar la voz con absoluta naturalidad y generosa potencia. Su timbre dulce, controlado y esmaltado logró embelesarnos en páginas como el aria Verstumnt, ihr holden Saiten de la Cantata bachiana BWV 198, y sobre todo en una exuberante BWV 202, cantata nupcial en la que estuvo acompañada por el tutti orquestal en sus pasajes extremos, y por un continuo excepcional (Ruiz, Múlder, Rico y Casal) en el resto, además de la impagable, ágil y equilibrada intervención de Domènech. El único pero que ponemos es que se trató una vez más de un concierto demasiado vaporoso, echándose de menos una pizca de empuje, rabia y fogosidad, claro que el programa elegido no daba para muchos aspavientos. Eso sí, lo que hubo fue incontestablemente hermoso.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

CAMBIO DE REINAS Niñas instrumentalizadas

Título original: L’échange des princesses
Francia-Bélgica 2017 96 min.
Dirección Marc Dugain Guión Marc Dugain y Chantal Thomas, según la novela de la segunda Fotografía Gilles Porte Música Marc Tomasi Intérpretes Lambert Wilson, Anamaria Vartolomei, Olivier Gourmet, Catherine Mouchet, Kacey Mottet Klein, Igor Van Dessel, Juliane Lepoureau, Patrick Descamps, Thomas Mustin, Andrea Ferreol, Maya Sansa, Gwendolyn Gourvenec Estreno en Francia 27 diciembre 2017; en España 15 febrero 2019

Drama histórico sobre el curioso intento de los reinos de España y Francia por mejorar sus relaciones tras la devastadora Guerra de los Treinta Años, mediante el plan urdido por el regente francés para evitar la reivindicación del rey Felipe V de España de su derecho al trono francés, mediante el cual casaría a su hija con el heredero español, Luis I, y a la hermana pequeña de éste con el heredero francés, Luis XV. La cinta recibe un tratamiento impecable y académico a nivel narrativo y esmerado y pictórico a nivel estético. Uno de los aspectos más llamativos de la función, dentro de un conjunto sin demasiado interés que funciona como mero entretenimiento en el que destacan algunas interpretaciones, es la intervención de una de las figuras reales menos conocidas de España, un Luis I que apenas llegó a disfrutar de su reinado y cuya aparición en los libros de historia resulta efímera e irrelevante. Pero la película destaca sobre todo por el tratamiento que se da a la mujer, especialmente las dos princesas del título original que son intercambiadas para lograr los fines diplomáticos señalados. Funcionan como meros instrumentos para satisfacer el afán de poder de los hombres; unas muñecas de usar y tirar sin más valor que instrumentalizar unos movimientos de ajedrez muy meditados. La recreación de la corte española, beata e inquisitiva, resulta algo grotesca, mientras la francesa no evita su enfoque excesivamente amanerado. Por lo demás la cinta se deja ver con curiosidad, impulsada por algunas interpretaciones notables, como la de la veterana Andrea Ferreol como la abuela Princesa Palatina, o la niña Juliane Lepoureau, de mirada viva y penetrante. Sorprende que estuviera nominada al César a la mejor película extranjera, tratándose de una producción franco-belga hablada completamente en francés, sin misericordia alguna por el castellano, del que no se pronuncia ni una sola palabra.

lunes, 18 de febrero de 2019

ALITA: ÁNGEL DE COMBATE Una luminosa y entretenida extravagancia

Título original: Alita, Battle Angel
USA 2019 121 min.
Dirección Robert Rodríguez Guión James Cameron, Laeta Kalogridis y Robert Rodríguez, según la novela gráfica de Yukito Kishiro Fotografía Bill Pope Música Tom Holkenborg Intérpretes Rosa Salazar, Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Keenan Johnson, Ed Skrein, Jackie Earle Haley, Mahershala Ali, Jorge Lendeborg jr., Lana Condor, Idara Victor, Eiza González, Jeff Fahey, Casper Van Dien, Derek Mears, Leonard Wu, Billy Blair, Michelle Rodríguez, Edward Norton Estreno en Estados Unidos 14 febrero 2019; en España 15 febrero 2019

Alita, que representa la cumbre del manga japonés junto a Ghost in the Shell y Akira, ya fue llevada al cine en la película anime de 1993 dirigida por Hiroshi Fukutomi. Ahora, inspirado por su megalomanía, el director de Titanic y Avatar ha contado acertadamente con Robert Rodríguez para lograr que su remake americano sea todo lo ligero y a la vez adrenalítico que se espera de una película de acción y puro entretenimiento. El director mejicano combina a la perfección los estilos de sus películas Spy Kids y Sin City, entre las aventuras adolescentes y la intriga noir, en esta luminosa cinta. Eso es precisamente lo que más se agradece, su puesta en escena clara y luminosa, en escenarios en su mayoría bañados por la luz del sol, con un uso excelente de la tridimensionalidad y la dotación de ternura y humanidad a un conjunto dominado por cyborgs y personajes llenos de cinismo. La también mejicana Rosa Salazar, una desconocida hasta ahora a pesar de haber actuado en una docena de títulos entre el cine y la televisión, presta su físico, como hacen otros protagonistas, para dotar de expresividad su personaje, ayudada por unos sobredimensionados ojos que aportan ración extra de ternura y sensibilidad, tan apropiada para dar más credibilidad y sustancia a la historia de amor que sustenta la sempiterna lucha entre el bien y el mal, la opresión y la sumisión. Lástima que el guión no perfile muchas de sus aristas, dejando con sensación de inacabada una historia con más posibilidades y vericuetos, asumiendo su estrategia comercial y su condición de introducción del personaje para enfrentarlo próximamente a un ser maligno superior, incorporado por un no acreditado Edward Norton, entre un sinfín de nombres conocidos del género de los que hace tiempo que no sabíamos nada y que aquí se parapetan en sus personajes diseñados por infografía. Pero el espectáculo y el entretenimiento están garantizados con sus continuas luchas magníficamente coreografiadas desde el ordenador, sus sólidos personajes y el grácil discurrir de la trama entre un diseño de producción deslumbrante.

CAFARNAÚM Denuncia de la infancia en el infierno

Título original: Capharnaüm
Líbano-Francia-USA 2018 126 min.
Dirección Nadine Labaki Guión Nadine Labaki, Jihad Hojeily y Michelle Keserwany Fotografía Christopher Aoun Música Khaled Mouzanar Intérpretes Zain Al Rafeea, Yordanos Shiferaw, Boluwatife Treasure Bankole, Kawthar Al Haddad, Fadi Kamel Youssef, Cedra Izam, Alaa Chouchnieh, Elias Khoury, Nour El Husseini Estreno en el Festival de Cannes 17 mayo 2018; en Líbano 20 septiembre 2018; en España 15 febrero 2019

Aunque acostumbrada a los reconocimientos desde sus dos primeros largometrajes, Caramel y ¿Y ahora dónde vamos?, que combinaban drama y comedia, incluso el musical en el segundo de ellos, Nadine Labaki recibe ahora los mayores laureles de su todavía corta carrera con este tercer largo, que toma como título la Tierra de Jesús, como se conoce entre los cristianos el antiguo poblado pesquero situado en Galilea donde comenzaron los sermones y milagros de Jesucristo, aquél que decía que dejáramos que los niños se acercaran a Él. Quizás por ello Labaki nos cuenta la terrible historia de dos niños sumidos en la más absoluta pobreza e indefensión frente a un mundo adulto que los ignora, se aprovecha de ellos o los desatiende de la forma más vil y mezquina posible. En Beirut, la capital de Líbano que nunca parece resurgir de las cenizas en las que la sumió la guerra de 1982, asistimos al desasosiego que provoca esta historia de supervivencia protagonizada por los más vulnerables, niños y niñas sobre las que no parece aplicarse las continuas declaraciones en defensa de sus derechos. Resulta así loable este acercamiento de la realizadora libanesa a ese universo machacado en el que se desenvuelven sectores marginales y marginados de la sociedad, también la nuestra, desde niños a inmigrantes pasando por los demás desfavorecidos. Pero no pudimos sustraernos mientras asistíamos a esta vorágine de horror e incomprensión a otra película, Precious, donde en otro orden y escenario su protagonista también sufría todo tipo de vejaciones e inconvenientes. Cierto es que aquí los episodios se suceden con mayor naturalidad y cierta espontaneidad, a pesar de lo cual ha merecido por un importante sector de la crítica el calificativo de pornografía emocional. Como también es verdad que estos acontecimientos suceden a golpe de guión, y que lo que aquí viene bien y se adapta a la intención del relato, en otra ocasión derivaría hacia derroteros distintos y en la mayoría de los casos más convincentes, como pudiera ser la sobreexposición a la enfermedad de unos niños, seres vulnerables que en este caso se presentan como invencibles. Pero Labaki consigue dotar a la función del ritmo y la sobriedad suficientes para conseguir como mínimo captar nuestra atención e interés, hasta llegar a conmover a más de uno y una. Lástima que esa conjunción de desdichas curadas con milagros devenga en una solución abrupta y demasiado condescendiente de los problemas expuestos, dejando abierta la ventana de la esperanza, no obstante algo imprescindible para no caer en el derrotismo y el cinismo habitual en este tipo de necesarios combates.

Crítica de Pepe Serrano publicada en El Correo de Andalucía

sábado, 16 de febrero de 2019

DANIELE RUSTIONI HACE BRILLAR A LA ROSS

XXIX Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Francesca Dego, violín. Daniele Rustioni, director. Programa: Obertura de Don Giovanni K.527 y Concierto para violín nº 4 K.218, de Mozart; Don Juan Op. 20, de Strauss; Sinfonía nº 1 “Primavera” Op. 38, de Schumann. Teatro de la Maestranza, viernes 15 de febrero de 2019

Resulta inevitable comparar este séptimo programa de abono de la Sinfónica de la presente temporada con el último, celebrado hace tres semanas. Dos violinistas, Kopatchinskaja y ahora Dego, de estética muy diferente y virtudes en cierto modo contrapuestas, frente a dos directores que parecen haber estudiado en la misma escuela, o ser uno, Rustioni, alumno del otro, Axelrod, ante el despliegue de saltos, ademanes y gestos varios desplegados sobre el podio, y la atención individualizada prestada a cada una de las secciones protagonistas de la velada, aunque en el fondo los resultados pudieran ser puntualmente diferentes. No podemos pasar por alto además que los invitados son esposos, lo que traducido en compenetración no llegó a ser una clara influencia, no por no existir sino por no diferir de otros tándems similares sin parentesco alguno.

No pudo empezar mejor el concierto, con una Obertura de Don Giovanni trágica, lírica y misteriosa a partes iguales, precedida por la ya habitual lectura, esta vez a cargo de Zorrilla en labios del actor y tenor Eugenio Jiménez, quien hace un par de semanas se metió en la piel de Amadeus. Rustioni dirigió con garra, energía y un considerable sentido del espectáculo, brindando al conjunto la posibilidad de exhibir un especial brillo y una singular afinación en los metales, que se mantendría satisfactoriamente a lo largo de todo el programa. Con clara preferencia por el registro más agudo, el violín de Francesca Dego emergió con confianza y seguridad, un notable sentido del ritmo y la síncopa y un brillante virtuosismo, pero se quedó algo corta en belleza y lirismo, como pudimos apreciar en un andante dicho sin apenas emoción y escasa capacidad expresiva. La joven violinista dominó una gramática sembrada de trinos, arpegios y notas picadas, y ofreció unas cadencias prudentes y bien medidas en el allegro inicial, para finalmente marcarse un alegre y saltarín rondó final y unas vertiginosas e impecables propinas a cargo de Ysayé y presumiblemente Paganini.

Mientras Rustioni en Mozart se limitó a acompañar con respeto y oficio, tal como lo pide la partitura, en la segunda parte el director milanés se desmelenó en el mejor sentido de la palabra, con unos rutilantes Strauss y Schumann, irreprochables tanto desde el punto de vista técnico como expresivo. La página de Strauss, su primer poema sinfónico y sin duda clara influencia para las grandes bandas sonoras épicas que Korngold y Steiner escribieron en Hollywood, encontró en la joven batuta todo el fuego capaz de expedir, además de un controlado sentido del lirismo, con especial atención a las transiciones entre la aventura, el drama, la intriga y la compasión. Aunque este Don Juan de Strauss sigue los textos de Nikolaus Lenau, en la lectura previa se optó por Tirso de Molina. Toda una exhibición de músculo y brillo que perduró en la primera de las cuatro sinfonías de Schumann, inspirada por un verso de Adolph Böttiger, Im Tale blüht der Frühling auf! (En el valle florece la primavera), que exuda ardor resplandeciente y un espíritu de indudable ensoñación, todo lo cual fue capaz de transmitir una muy inspirada batuta que extrajo lo mejor de cada sección instrumental, incluidos unos metales rutilantes, entonados y majestuosos. Rustioni logró combinar luces y sombras, sin poner demasiado énfasis en su coquetería y poniendo mucho entusiasmo y cromatismo en su animada motivación. Como otras manifestaciones recientes, el concierto estuvo merecidamente dedicado al reciente y prematuramente desaparecido Emilio Galán, catedrático de la Universidad de Sevilla y presidente de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 15 de febrero de 2019

GLENN MILLER RESUCITA EN LA CARTUJA

The Glenn Miller Orchestra. Ray McVay, director. Solistas: Catherine Sykes y Mark Porter, voces. Andy Potts, saxofón. Ray Wordsworth, trombón. Dave Ford, trompeta. Cartuja Center Cite, jueves 14 de febrero de 2019

Cuando América vibraba al son de Glenn Miller, Artie Shaw, Harry James, Benny Goodman, Count Basie o Xavier Cugat, la España de la dictadura se conformaba con orquestas de medio pelo con las que los más avanzados podían imaginar que bailaban como mucho el foxtrot. Las delicias de aquellos conjuntos americanos enérgicos y apabullantes las conocimos en el cine. Fue con George Sidney (Escuela de sirenas), Irving Cummings (Serenata argentina), Bruce Humberstone (Sun Valley Serenade) o Anthony Mann (Música y lágrimas) como aquellas músicas y sus creadores llegaron hasta nuestros corazones. Hoy ese revival ha calado hondo incluso en las nuevas generaciones, con asociaciones y clubs en nuestra propia ciudad que propagan el swing y aprenden a bailar con las más increíbles acrobacias que hicieron de aquel estilo toda una marca y referencia.


Se da la circunstancia de que hoy el legado cultural cinematográfico y musical americano se preserva mejor en el Reino Unido que en los propios Estados Unidos. Nadie como John Wilson recrea el genuino sonido sinfónico de las películas dramáticas y musicales de la edad de oro de Hollywood, y nadie como Ray McVay y la vertiente británica de la World Famous Glenn Miller Orchestra, que tiene también célula en su país de origen, recrea el genuino sonido del swing americano, casi como covers de las grandes formaciones que popularizaron las preciosas melodías de la época e impulsaron a los grandes crooners, entre los que se encontraba por supuesto el más extraordinario entre ellos, Frank Sinatra. A él se rinde homenaje en la gira con la que recaló anoche en el Auditorio Cartuja Center Cite, con el vocalista Mark Porter, bien timbrado pero algo escaso de potencia, entonando I’ve Got You Under My Skin de Cole Porter y New York, New York de John Kander para la película homónima de Scorsese. Woody Allen también acudió a la memoria colectiva con interpretaciones de temas utilizados en películas como Hannah y sus hermanas, en concreto You Made Me Love You, con Danny Hammerton emulando a la perfección al trompetista Harry James, y I’ve Heard That Song Before, que Catherine Sykes cantó en perfecto estilo pero insuficiente emoción.

Por el espléndido escenario de este no menos sensacional auditorio desfiló también el recuerdo de Artie Shaw y su particular versión de Begin the Beguine, Louis Amstrong y ese himno racial que es When the Saints Go Marchin’ in, o la explosión de ritmo de Louis Prima en Sing Sing Sing, que Bobby Cleall recreó excepcionalmente a la batería. Hubo espacio también para los clásicos, con una particular versión del tema principal del Concierto para piano nº 1 de Chaikovsky, que el pianista solista entonó con buen gusto y elegancia, o el Russian Patrol Song al estilo de Tex Beneke. Nada mejor que escuchar Moonlight Serenade del propio Miller en el Día de San Valentín, y mantener la llama nostálgica con Chattanooga Choo Choo, Take the A Train o el imprescindible In the Mood. La representación latina, tan importante para comprender aquella época de guerra en Europa que tanto acercó a las dos Américas, llegó de la mano de Frenesí, Perfidia, El manisero y Adiós, con Pérez Prado, Tito Puente o Cugat en un imaginario que nos hizo bailar, cantar y vibrar al son de otra época imperecedera pero irrepetible.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 14 de febrero de 2019

LEONSKAJA LIDERA UN SCHUBERT DE ANTOLOGÍA

Andalucía Clásica. Liza Ferschtman, violín. István Várdai, violonchelo. Elisabeth Leonskaja, piano. Programa: Tríos para piano nº 1 en sil bemol mayor D.898 y nº 2 en mi bemol mayor D.929, de Schubert. Espacio Turina, miércoles 13 de febrero de 2019

Seguramente porque su cargo de presidenta de honor le obliga, la insigne pianista Elisabeth Leonskaja volvió a recalar en nuestra ciudad gracias al ciclo de música de cámara que de forma tan espléndida nos brinda Andalucía Clásica. Hemos tenido el privilegio de haber disfrutado en varias ocasiones a lo largo de los últimos años de esta especialista del piano, y muy especialmente de Schubert, con quien en formación de trío nos volvió a embelesar la pasada noche. La habíamos apreciado en concierto o en solitario, pero no recordamos haberlo hecho en conjunto camerístico. Naturalmente teniendo en cuenta su categoría no cabía esperar menos que una alta calidad en sus jóvenes acompañantes, la reconocida violinista holandesa Liza Ferschtman y el laureado violonchelista húngaro István Várdai. Un trío de lujo para poner en pie dos auténticas catedrales de la música para esta formación, solo comparables a las que compusieron Beethoven o Brahms.

Siendo ambos tríos del mismo año, se aprecia un evidente contraste de espíritu e intención entre ellos, resultando más ligero, bucólico y jovial el primero frente al tono más dramático e incluso inquisitivo del segundo. El D.898 se presenta lleno de melodía y de detalles, con un suave lirismo del que se hicieron eco Várdai al violonchelo y una majestuosa, casi aristocrática, Leonskaja, si bien la fogosidad de Ferschtman se impuso ahogando incluso en más de una ocasión a la pianista, quien haciendo gala de humildad dejó la cuerda en un evidente primer plano. El conjunto alcanzó niveles sorprendentes de confianza y vitalidad, haciendo de la individualidad una virtud para combinados alcanzar altas cotas de complicidad y lirismo. Ferschtman resultó ágil y fresca, de sonido poderoso y muy bien articulado, logrando con ayuda de sus colegas un andante ensoñador y una atmósfera íntima y misteriosa, así como un scherzo enérgico con especial mención para el ascenso sincopado del piano y el derroche de matices e ideas desplegado en el despreocupado allegro final.

Más acorde con el momento que atravesaba el compositor en su última etapa de vida, el Trío D.929 es más expresivo y torturado, sólo aliviado con puntuales signos de esperanza. Aquí Leonskaja tuvo una presencia más apreciable, con momentos de alto calado emocional y una delicadeza extraordinaria a la hora de abordar fragmentos tan sublimes como el muy melódico, elegante y melancólico andante tan popularizado en Barry Lyndon de Kubrick. Los intérpretes tuvieron aquí ocasión para mostrarse intensos y compenetrados, con Várdai poniendo el acento lírico y emotivo y la joven violinista encendiendo pasiones con su muy fogosa recreación del robusto scherzo y el delicioso y danzarín allegro final. Unas interpretaciones arrebatadoras que no sólo no decepcionaron ante la expectativa formada sino que la superaron, ampliándose con el Nocturno en si bemol mayor D.897 que tocaron como generosa propina, también de 1827, de espíritu más encantador que comprometido, salvado con idéntica excelencia.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 11 de febrero de 2019

MARÍA, REINA DE ESCOCIA Relectura en clave menor de una historia mil veces contada

Título original: Mary Queen of Scots
Reino Unido 2018 124 min.
Dirección Josie Rourke Guión Beau Willimon, según la biografía de John Guy “Queen of Scots: The True Life of Mary Stuart” Fotografía John Mathieson Música Max Richter Intérpretes Saoirse Ronan, Margot Robbie, Joe Alwyn, Jack Lowden, David Tennant, Guy Pearce, Martin Compston, James McArdle, Adrian Lester, Ismael Cruz Donovan, Ian Hart, Brendan Coyle, Gemma Chan, Eileen O’Higgins Estreno en Estados Unidos 21 diciembre 2018; en Reino Unido 18 enero 2019; en España 8 febrero 2019

De todas las veces que el cine nos ha contado la historia de la confrontación entre María Estuardo y la reina Isabel de Inglaterra, entre las que destacan la dirigida por John Ford en 1936 con Katharine Hepburn y una curiosa producción alemana de 1940 con Zarah Leander dando vida a la reina escocesa, queda especialmente en el recuerdo la que Charles Jarrot aún exultante por el éxito de Ana de los mil días dirigió en 1971. Una versión que coincide con ésta en título, al menos en castellano, ya que en inglés ahora le han quitado la coma, y que hace innecesaria esta revisión de la historia, por muy fiel a la verdad que rece ser el título de la biografía en la que se basa. Aquella se trataba de un guión original y sin embargo qué poco difiere de la que ahora ha dirigido la especialista en teatro Josie Rourke. No merece ni como visión feminista de los episodios que narra, pues ya estas anteriores versiones, y muy especialmente la protagonizada por Vanessa Redgrave y Glenda Jackson, trataban la historia desde el punto de vista del empoderamiento de la mujer y los obstáculos que el hombre les puso en sus convulsos reinados. Incluso la licencia que Jarrot se tomó para que aquellas dos divas de la interpretación apareciesen juntas en la pantalla, inventando un encuentro que nunca se produjo con el pretexto de ser secreto, lo que hace improbable su demostración, se repite también en esta película en la que sus intérpretes no brillan ni mucho menos como aquéllas. Nos encontramos además con una narrativa farragosa y altamente deficiente que hace que los acontecimientos, ya de por sí enrevesados, resulten difíciles de comprender, lo que impide un seguimiento interesante de una cinta que apenas sobresale por su esmerada puesta en escena y las competentes interpretaciones de unas actrices que han tenido que competir con el recuerdo que nos dejaron sus predecesoras, especialmente Margot Robbie, una actriz aún limitada que no puede superar las presencias arrolladoras de Bette Davis, Cate Blanchett o Judi Dench, por poner algunos ejemplos de grandes damas de la interpretación que han dado vida a la dichosa Isabel I.

Crítica de Pepe Serrano publicada en El Correo de Andalucía

domingo, 10 de febrero de 2019

HIGH LIFE Un monstruo interior

Francia-Alemania-Reino Unido-Polonia-USA 2018 110 min.
Dirección Claire Denis Guión Claire Denis, Jean-Pol Fargeau y Geoff Cox Fotografía Yorick Le Saux y Tomasz Naumiuk Música Stuart Staples y Tindersticks Intérpretes Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, André Benjamin, Lars Eidinger, Agata Buzek, Claire Tran, Ewan Mitchell, Gloria Obianyo, Victor Benarjee Estreno en el Festival de Toronto 9 septiembre 2018; en Francia 7 noviembre 2018; en España 8 febrero 2019

Aunque a algunos no nos convenció su anterior película, Un sol interior, no cabe duda de que Claire Denis tiene un estilo y un mundo interior muy personal y característico, que ha exhibido en títulos tan significativos como Una mujer en África o Los canallas. Con High Life se adentra por primera vez en la ciencia-ficción, pero alejándose en la mayor medida posible de los convencionalismos y parámetros oficiales. De hecho incluso se atreve a poner en entredicho cuestiones tan aceptadas como la fuerza de gravedad según en qué zonas inexploradas del universo, o las consecuencias de afrontar uno de esos temidos agujeros negros. A uno de ellos se dirige una nave espacial, de todo menos convencional o aséptica como estamos acostumbrados a ver, tripulada por convictos condenados a vagar eternamente por el espacio hasta alcanzar el inexplicable fenómeno y experimentar cómo afrontarlo. La convivencia y su supervisión a cargo de una enigmática doctora obsesionada con el sexo y la procreación, se convierten en leit motiv de una película en la que la atmósfera, el espacio limitado y la incertidumbre ante un futuro impreciso, constituyen los ingredientes de un estudio psicoanalítico de considerable profundidad sobre el comportamiento humano, y muy especialmente sobre el sentido de la paternidad. En este sentido la película contiene algunas de las secuencias más tiernas que sobre un padre y su bebé hayamos podido contemplar desde aquella lejana Flesh de Paul Morrissey con Joe D’Alessandro. Pero si hay alguna película de culto con la que esta premeditadamente austera película podamos comparar es Alien, donde un alienígena sembraba el horror y la muerte entre los tripulantes de una nave espacial, sólo que aquí es el propio ser humano y sus instintos de supervivencia y prioridad los que provocan ese horror seguido de demolición. Esta vida en las alturas sugiere al espectador mientras la contempla una sensación de cierta fascinación ante la poética belleza de sus propuestas estéticas y narrativas, a la vez que cierta sorpresa y desorientación sobre las premisas argumentales y los objetivos filosóficos de su directora; pero gana tras el visionado, respondiendo a preguntas tan anexas al ser humano como el sentido de la existencia y la poesía de la vida y la naturaleza. Atmósfera, sonido y música contribuyen, además de las muy acertadas interpretaciones, al logro de la cinta hasta convertirla en un hito de la ciencia-ficción moderna, justo cuando todo parece haberse dicho.

TRES IDÉNTICOS DESCONOCIDOS Venta de humo

Título original: Three Identical Strangers
Reino Unido 2018 96 min.
Dirección Tim Wardle Fotografía Tim Cragg Música Paul Sanderson Documental Estreno en el Festival de Sundance 19 enero 2018; en Reino Unido 30 noviembre 2018; en España 8 febrero 2019

No tengo más remedio que redactar este comentario en primera persona, algo de lo que procuro siempre huir en todas mis crónicas, pero es que me siento en cierto modo tan alejado de la impresión general que ha suscitado este documental que he de dejar muy claro lo que me ha provocado personalmente esta película. Para empezar me asombra la sensación generalizada de obra singular y altamente recomendable que ha provocado en crítica y público, procurándole premios en Sundance y en las nominaciones a los Bafta. Me sorprende también la publicidad, de hecho si atienden al póster que nos sirve de ilustración, podrán leer en inglés que se trata de la más sorprendente, increíble y destacada historia jamás contada, algo de lo que también se encargan de destacar sus protagonistas a lo largo de la cinta. Se trata de unos trillizos separados al nacer y dados en adopción, que a los diecinueve años descubren su parentesco, y a partir de ahí se descubre así mismo una intriga tan maliciosa como preocupante. Su primera mitad se encarga de enfatizar el hito informativo, con el supuesto fenómeno que supuso en su momento el descubrimiento por azar de estos tres jóvenes de que eran hermanos trillizos, de la misa forma que hoy nuestras televisiones se alimentan de historias que nos venden como extraordinarias y que como mucho llegan a ser meramente frívolas. En su segunda mitad llega el análisis y una somera y nada profunda investigación que descubre una intriga político-criminal que se remonta al nazismo, los prejuicios antisemitas y los experimentos presuntamente científicos, sin mucho rigor ni demasiado ingenio. Mi sensación final fue la de vender mucho humo, como sólo los americanos y sus secuaces ingleses saben hacer. Ni frío ni calor, mucha frivolidad, mucho énfasis en algo presuntamente extraordinario, y para mi gusto poco más.

viernes, 8 de febrero de 2019

UNA TABERNERA TEATRALMENTE APAGADA Y SIN GANCHO

Zarzuela de Pablo Sorozábal, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Óliver Díaz, dirección musical. Mario Gas, dirección de escena. Bárbara Lluch, ayudante de dirección de escena. Ezio Frigerio y Riccardo Massironi, escenografía. Franca Squarciapino, vestuario. Vinicio Cheli, iluminación. Álvaro Luna, proyecciones. Con María José Moreno, Ángel Ódena, Antonio Gandía, Ernesto Morillo, Ruth González, Vicky Peña, Pep Molina, Ángel Ruiz, Abel García, Carlos Martos y Agustín Ruiz. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Producción del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Maestranza, jueves 7 de febrero de 2019

Para Mario Gas este emblemático título de Pablo Sorozábal, uno de los últimos intentos de mantener vivo el género justo antes de la Guerra Civil, supone un reto personal de alto contenido nostálgico, por cuanto el director teatral nació en Argentina porque su padre estaba representando este título allí, y lo ha vivido entre bambalinas en posteriores reposiciones ya en nuestro país. Su producción se estrenó en el Teatro de la Zarzuela en mayo pasado y no escatimó en recursos para convertirse en un evento teatral y musical de primera categoría. Nuestro género sin duda lo merece, pero también que se le quite ese olor a rancio y a naftalina que una y otra vez nuestros directores se vanaglorian de haber conseguido, aunque la mayoría de las ocasiones no sea así.

La tabernera del puerto saluda al público que abarrotó el Maestranza con un prometedor video, actuando como telón que recrea los títulos de crédito de una producción cinematográfica de la época en que se concibió la pieza. Pero estamos volviendo atrás en muchos aspectos de nuestra vida política y social, y la respuesta entusiasta de un público entregadísimo, en su mayoría de elevada edad y precaria salud a juzgar por las continuas toses que hicieron que los diálogos fueran difíciles de seguir (menos mal que todo estuvo subtitulado), nos convenció de que hay un amplio sector de la ciudadanía encantada de que esto sea así. No cabe duda de que lo rancio vuelve, y que argumentos como éste, con tanto machismo y mensaje reaccionario, convencen a las mismas personas que están arrojando décadas de progreso y bienestar por la borda. El tándem Ezio Frigerio y Franca Squarciapino sigue considerándose una garantía de calidad, pero lo cierto es que su puesta en escena no pudo resultar más convencional y anodina, y apenas dejó entrever el paisaje marítimo en el que se desarrolla la historia, por muy puerto del norte que sea. Hubo que esperar al arranque del tercer acto para atisbar algo de creatividad visual con la escena de la barca y la tormenta, lograda a fuerza de transparencias y proyecciones. También los movimientos de escena fueron convencionales y decididamente conservadores, echando mano de todos los tópicos del género, sin limar ninguno ni aligerar los más inconvenientes. Así no faltaron los personajes cómicos, borrachos y pendencieros cuando no amanerados, que Vicky Peña, Pep Molina y Ángel Ruiz resolvieron con la profesionalidad que se les supone. Aunque estén en el libreto, un buen director debería permitirse aligerarlos y pulirlos para adaptarse a públicos lamentablemente menos inocentes que los que lo disfrutaron en su estreno. 

Afortunadamente mereció la pena en el apartado musical. La partitura de Sorozábal es muy inspirada y no contiene ningún número desechable; todas sus romanzas, cuadros y canciones son hermosas, y la orquestación sutil, elegante y muy trabajada. Óliver Díaz, la orquesta y el elenco vocal se hicieron eco de esa excelencia, pero aun así acusaron en general un tono apagado que no hizo justicia plena al material de partida. La sensación de que aquello no iba con nosotros, tangible en lo escénico, se apoderó también de lo musical, apenas destacando números tan inspirados como la canción de Simpson, muy por encima del género, y el buen hacer de María José Moreno en la célebre En un país de fábula, cuyas agilidades salvó con frescura y habilidad. También Antonio Gandía hizo brillar la famosísima romanza ¡No puede ser!, mientras el veterano Ángel Ódena puso empeño en el asunto pero no pudo disimular una voz tremolante y poco sugerente en el fraseo. Moreno y Ernesto Morillo, a pesar de las virtudes apuntadas, evidenciaron dificultad de proyección en la zona grave, y en lo escénico la pareja protagonista exhibió poco gancho emocional. El personaje del enamorado Abel tuvo en Ruth González también un incómodo tufillo a vetusto, a pesar de las solventes cualidades canoras de la soprano. Como siempre o casi, el coro hizo un buen trabajo, impecable en fragmentos antológicos como Eres blanca y hermosa. La zarzuela es un género que atesora música muy hermosa pero que requiere, por su alto contenido meramente teatral, no precisamente del bueno, de mucho trabajo para limarla y adaptarla. A nuestro juicio esta producción no lo ha conseguido. Pero es una opinión y que nadie se moleste.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 7 de febrero de 2019

LA CONJUNTA CAUTIVA TAMBIÉN EN FORMA CAMERÍSTICA

VIII Temporada de Conciertos de la Orquesta Sinfónica Conjunta Universidad de Sevilla-C.S.M. Manuel Castillo. Aurora Galán, soprano. Jan Milosz Zarzycki, director. Programa: Three Elegies, de Bryars; Bachiana Brasileria nº 5, de Villa-Lobos; Six Bagatelles, de Ligeti; Petite Symphonie, de Gounod. Auditorio de la ETS de Ingeniería, miércoles 6 de febrero de 2019

En su segundo concierto de la presente temporada, la Conjunta apostó por la forma de cámara, vehículo indispensable para medir la calidad y el nivel de lo aprendido así como para practicar sobre el escenario con la responsabilidad de quien se sabe más desnudo que cuando siente la compañía de una nutrida representación de compañeros y compañeras. Para la ocasión volvió a ocupar el podio el director polaco Jan Milosz Zarzycki, profesor de la Universidad Fryderyk Chopin de Varsovia, tan ligada al proyecto de la Hispalense desde sus inicios, y que dirigió en 2012 el concierto de clausura de la primera temporada de esta consolidada formación juvenil.

En un principio debían medir fuerzas en igualdad violonchelos e instrumentos de viento, pero con la caída del programa de la Bachiana Brasileira nº 1 de Villa-Lobos y su sustitución por las Seis Bagatelas de Ligeti, el programa quedó desequilibrado a favor de los segundos. Ocho cellos brillaron junto a la soprano Aurora Galán, también muy ligada a esta orquesta – en 2017 protagonizó El retablo de Maese Pedro en el Maestranza – en la Bachiana nº 5, dedicada al recientemente desaparecido Emilio Galán por su doble vertiente de catedrático de la Hispalense y presidente de la Asociación de Amigos de la Ópera de Sevilla, aunque se echaron en falta algunas palabras que dieran al homenaje un mayor y más emotivo relieve. La joven soprano entonó con elegancia esta pieza mitad vocalise mitad aria, fraseando con buen gusto y equilibrio en la Cantilena y potenciando cada matiz y color de la Dansa. El conjunto instrumental cuidó cada detalla armónico y contrapuntístico, destacando el lirismo del violonchelista solista en sus largas líneas melódicas.

Nueve clarinetes, dos por cada registro y uno más contrabajo, abordaron las Tres elegías de Gavin Bryars, tan vinculado a Sevilla desde que en aquel emblemático 1992 estrenara aquí dos obras y regresara años después para presentar piezas imprescindibles de su catálogo como The Sinking of the Titanic, Jesus’ Blood Never Failed Me Yet y Writing on Water para el espectáculo de Carolyn Carson en Itálica. Incómodos silbidos en el complicado clarinete contrabajo y una interpretación en general premiosa no impidieron sin embargo que nos dejásemos cautivar por la pieza y su entregada revisión. Las muy escolásticas Bagatelas de Ligeti encontraron un buen trabajo en el quinteto de maderas y la muy competente trompa. Música insistente con continuos cambios de dinámicas, diferentes colores y disonancias diversas, que los intérpretes salvaron con nota alta y mucha expresividad. Pero donde más brilló el conjunto fue en una impecable Petite Symphonie de Gounod de tono eminentemente romántico y pastoral que los nueve intérpretes defendieron con brillantez y energía, una asombrosa capacidad para transmitir su carácter melódico y nostálgico, y una disciplina férrea que nada tiene que envidiar a los músicos profesionales. Con este nivel no extraña que tantos jóvenes españoles ocupen plazas en orquestas y proyectos europeos de similar o mayor envergadura.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía