viernes, 29 de junio de 2018

SINFÓNICOS DEL NUEVO MUNDO EN EL 15º DE ABONO DE LA ROSS

15º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Sebastian Manz, clarinete. Marzena Diakun, dirección. Programa: Fanfarria para la mujer poco común, de Joan Tower; Fanfarria para el hombre común y Concierto para clarinete, de Copland; Preludio, Fuga y Riffs, de Bernstein; Un americano en París, de Gershwin.
Teatro de la Maestranza, jueves 28 de junio de 2018

Tres citas sinfónicas coincidieron la noche del jueves. Mientras la Academia de Estudios Orquestales tocaba la Sinfonía nº 9 de Dvorák en el Espacio Turina, eran los compositores de ese Nuevo Mundo los que integraban el programa de la ROSS que Axelrod tuvo que abandonar en el último momento para aprovechar la oportunidad de sustituir a Nezet-Séguin frente a la Sinfónica de la Radio de Baviera. Un programa ideal para ir cerrando temporada con aires distendidos, de esos que en Estados Unidos abordan las divisiones Pops de los grandes conjuntos sinfónicos, como la Boston, la Cincinnati o la Hollywood Bowl, y con el que la ROSS demostró una vez más su versatilidad e incuestionable calidad técnica para sonar como si llevara toda la vida interpretando este repertorio. Hace algunos años la joven Conjunta bordó un memorable concierto también con Un americano en París y el Concierto para clarinete de Copland en los atriles.

Unas fanfarrias sirvieron de introducción, muy habitual en estos conciertos pops, las que compuso Joan Tower en los ochenta para la mujer poco corriente, y las de Copland para el hombre común que tanto inspiraron a John Williams en películas, juegos olímpicos y similares. De ambas el conjunto de metal extrajo unas recreaciones excelentes, cuidadas en cada detalle, precisas y solemnes. Precedieron al Concierto para clarinete del autor de Primavera Apalache, que nos descubrió al joven y simpático talento alemán Sebastian Manz. Su primera parte, caracterizada por sus aires impresionistas y salpicada de preciosistas intervenciones de Daniela Iolkicheva al arpa, fue dirigida por Marzena Diakun con enorme sensibilidad y delicadeza, mientras Manz entonó con un extraordinario sentido de la musicalidad para en su segunda parte y tras unas endiabladas cadencias, exhibir un virtuosismo técnico sensacional, una excelente destreza en el fraseo y la modulación, y un carácter más que bailable que prosiguió en la propina con la última de las Tres piezas para clarinete de Stravinsky.

Su participación en Prelude, Fugue & Riffs de Bernstein quedó algo eclipsada por la apabullante intervención de los metales, con refuerzos destacables, un sentido del swing extraordinario, y una estética big band fuera de toda duda. Alguien gritó hace poco ¡más Postnikova, por favor! y vaya si la pianista sorprende con cada nuevo registro que aborda, esta vez en perfecto estilo sincopado y jazzístico. Sorprende que después de tanta exhibición de swing y virtuosismo la pieza más sinfónica, el popular Un americano en París de Gershwin, resultara tan poco convincente. En manos de la directora polaca, quizás por la premura de su incorporación, pareció un ladrillo, sin orientación y con escaso sentido del ritmo, además de numerosos inventos poco acertados, como ese final del blues que el violín convirtió en maullido de gato, y una sensación global de aparatosidad que confundió la espectacularidad de la pieza con una amalgama de ruido. Muy bien sin embargo la trompeta solista.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

Estreno de CLOSET MONSTER en salas comerciales

Reseña de la película, estrenada en Andalesgai de Sevilla el 26 de noviembre de 2016. Estreno en salas 29 de junio de 2018

miércoles, 27 de junio de 2018

78/52. LA ESCENA QUE CAMBIÓ EL CINE Anatomía de una secuencia

Título original: 78/52: Hitchcock’s Shower Scene
USA 2017 91 min.
Guión y dirección Alexandre O. Philippe Fotografía Robert Muratore Música Jon Hegel Documental Estreno en Festival de Sundance 23 enero 2017; en Estados Unidos 13 octubre 2017; en España 29 junio 2018

Carne de extra en próximas ediciones en formato digital de Psicosis, el documental de Alexandre O. Philippe estira las reflexiones técnicas y artísticas sobre la famosa escena del asesinato en la ducha, sirviéndose para ello de ilustres cineastas, desde el director Peter Bogdanovich al compositor Danny Elfman, pasando por Elijah Wood, Jamie Lee Curtis, Guillermo del Toro, la doble de cuerpo de Janet Leigh o la mismísima nieta de Hitchcock, con el fin de constatar la importancia de esta película en el arte cinematográfico, y sobre todo como antecedente del montaje moderno y una nueva forma de contar historias. Se echa por lo tanto de menos más profundidad al respecto y un trabajo de comparación con obras más recientes que ayuden a sentar este postulado sin concesión alguna a la duda. Más interesante para amantes del cine del maestro que para el público en general, no aporta mayores datos ni conocimientos sobre la materia que los ya analizados en otros trabajos menos pretenciosos y libros más didácticos. Tiene la gracia de estar rodada en blanco y negro (salvo aquellas secuencias de archivo que cuentan con el color) y de mostrar a los entrevistados en un escenario que parece la siniestra casa de Norman Bates. Pero francamente, hora y media tratando de diseccionar una irrepetible escena (Gus Van Sant lo comprobó en 1998) sin aportar grandes hallazgos al respecto, se nos antoja cansino y algo aburrido.

HEREDITARY La maqueta embrujada

USA 2018 126 min.
Guión y dirección Ari Aster Fotografía Pawel Pogorzelski Música Colin Stetson Intérpretes Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro, Ann Dowd, Mallory Bechtel Estreno en Festival de Sundance 21 enero 2018; en Estados Unidos 8 junio 2018; en España 22 junio 2018

Pocas son las satisfacciones, en comparación con lo mucho que se prodiga, que da el cine de terror a sus incontables seguidores, pero muy de vez en cuando surge una gema que revoluciona el género, quizás el más puramente cinematográfico que existe. Hereditary consagra a su novel realizador como un iluminado capaz de contar lo mismo, o se le parece, con nuevos recursos y un lenguaje original y novedoso; pero sobre todo capaz de dar miedo, algo tan terriblemente difícil en estos tiempos tan poco ingenuos que corren. Mucho se ha hablado del poderoso arranque de la película, con una casa en miniatura que cobra vida conforme nos acercamos a ella; un recurso de estilo, y un metalenguaje, que condiciona prácticamente todo el resto de la película. Los interiores son generalmente asépticos, góticos pero impersonales, mientras algunos exteriores evidencian también el gusto por lo artificioso y proporcionalmente inadecuado, lo que unido a una minuciosa iluminación y un excelente trabajo de fotografía, da como resultado un escenario fantasmagórico en el que queda atrapada una familia más allá del desbordamiento emocional y la histeria colectiva. Ari Aster parece interesarse especialmente por familias disfuncionales o con graves problemas del pasado que condicionan su presente y futuro. De sus múltiples trabajos en cortometraje destaca The Strange Thing About the Johnsons (2011), donde una familia de clase media asume un controvertido pasado de abusos sexuales. En un entorno parecido Aster relaciona a otra familia con una historia de brujería y espiritismo que irá poco a poco engullendo a cada una y uno de ella, sobre la que se cierne la sombra de una siniestra abuela recién fallecida. Nada es anticonvencional y sin embargo fluye con extrañeza, generando un enorme desasosiego e inquietud sobre qué será lo próximo y cómo se agravará la situación de una gente cada vez más sumida en una vorágine de emociones malsanas e inevitable violencia. Toni Collette lidera una serie de estupendas interpretaciones, haciendo que su personaje progrese de la perplejidad y la curiosidad inicial al terror, el desequilibrio y una histeria descomunal que sólo encuentra contrapunto en la sobriedad de Gabriel Byrne, mientras el joven Alex Wolff se erige en la auténtica revelación del film, sobrellevando el peso del dolor más absoluto y la impotencia respecto a unos hechos que le desbordan. La niña Milly Shapiro es sencillamente un acierto total y absoluto de casting, con una presencia que por sí sola genera rechazo e inquietud. Pero nada de esto generaría un film tan rotundo si no fuera por ese conocimiento profundo del arte del rodaje que posee Aster, que se nota en una narrativa impoluta y ejemplar, unos movimientos de cámara elegantes y elocuentes, y una incuestionable capacidad para causar estragos enseñando sólo lo justo, y sin que nada se le vaya de las manos ni siquiera en el delirante tramo final de esta terrorífica historia de maldiciones, superchería, demonios, rituales, fantasmas y horrores domésticos en muchos casos habituales si sólo extraemos el elemento fantástico.

martes, 26 de junio de 2018

NADIE NOS MIRA Desubicado en la gran ciudad

Argentina-España-Colombia-Brasil-USA 2017 102 min.
Dirección Julia Solomonoff Guión Christina Lazaridi y Julia Solomonoff Fotografía Lucio Bonelli Música Sacha Amback Intérpretes Guillermo Pfening, Elena Roger, Cristina Morrison, Rafael Ferro, Marco Antonio Caponi, Paola Baldion, Kerri Sohn, Pascal Yen-Pfister, Francisco Frías Estreno en Festival de Tribeca 21 abril 2017; en Argentina 18 mayo 2017; en España 22 junio 2018

Antes de ser directora, con Hermanas (2005) y El último verano de la Boyita (2010) estrenadas en España, Julia Solomonoff fue asistente de dirección en títulos como Diarios de motocicleta. En esta nueva película que presentó en el Festival de Tribeca el año pasado combina con ingenio y acierto dos temas fundamentales, el desengaño amoroso y la inmigración ilegal, aunque desde el tono amable y nada desesperado de quien emigra por necesidad sentimental más que por motivos de supervivencia. Eso no obsta para que el protagonista sienta cierta desazón, pero que traslada a la pantalla más por ver frustradas sus aspiraciones profesionales encaminadas a maquillar su fracaso sentimental como si de un borrón se tratara, que por dicho fracaso en sí mismo. Hay un drama homosexual en esta historia sobre un hombre que emprende una vida nueva en un Nueva York tantas veces escenario de este tipo de producciones, con las españolas La linea del cielo (1984) y La vida inesperada (2013) como referentes. Una ciudad tan apasionante como cruel, donde sobrevivir puede resultar fácil pero frustrante, que te engulle y sólo da oportunidades veladas, tan lejos de las pretendidas. Allí intenta rehacer su vida y sobreponerse de una relación hiriente que nunca termina de definirse en su totalidad, al igual que el propio personaje, al que no llegamos a conocer en toda su dimensión, cuidando bebés, sirviendo caterings, transportando mercancía o haciendo cástings para películas que nunca se van a realizar o para las que su perfil nunca encaja. Una ciudad que sirve de escenario para mostrar una vez más las miserias de la industria cinematográfica, los egos, la ambición, el chantaje sexual... Pero todo fluye con demasiada complacencia, sin apenas pasión y con cierto distanciamiento que no ayuda a comprender el alcance del drama de este actor que ha huido de una posición cómoda en Buenos Aires para sumergirse en la vorágine de una ciudad implacable con pocas oportunidades para superar el supuesto maltrato psicológico que ha sufrido por parte de su amante y antiguo jefe director. El conjunto se deja ver con agrado, gracias al carisma de su omnipresente protagonista, la diversa fauna que le rodea y, sobre todo, esa ciudad que uno nunca se cansa de recorrer, más cuando se fotografía como un turista. Pero este argentino en el mundo se ve desubicado en la Gran Manzana, y eso debería haber provocado una sensación más agria y desesperante en un espectador que sólo alcanza a ver peripecias vitales en una ciudad luminosa y mágica. Miradas de mujer a un drama que Ana Asensio llevó al género del terror en Most Beautiful Island.

lunes, 25 de junio de 2018

CON AMOR, SIMON El club de los que empiezan a vivir

Título original: Love, Simon
USA 2018 110 min.
Dirección Greg Berlanti Guión Isaac Aptaker y Elizabeth Berger, según la novela de Becky Albertalli Fotografía John Guleserian Música Rob Simonsen Intérpretes Nick Robinson, Katherine Langford, Alexandra Shipp, Jorge Lendeborg jr., Logan Miller, Josh Duhamel, Jennifer Garner, Keiynan Lonsdale, Talitha Eliana Bateman, Tony Hale, Natasha Rothwell, Miles Heizer, Joey Pollari, Clark Moore Estreno en Estados Unidos 16 marzo 2018; en España 22 junio 2018

Hace casi cincuenta años que el cine trata intermitentemente el tema de la homosexualidad como estigma a solucionar y superar por quienes se entienden volubles ante una situación que resulta difícil de adaptar a la sociedad convencional y bienpensante. Demasiado tiempo para seguir insistiendo en la materia desde ese ángulo. Pocas producciones han integrado al personaje homosexual como uno más en el conjunto, para abordar las mismas alegrías y miserias que los heterosexuales, como cualquier otro personaje en cualquier género posible. La homosexualidad no parece tener hueco más que en un tipo de cine, el sentimental, donde las relaciones sexuales o románticas sean el leit motiv, la salida del armario el problema a superar y la aceptación el tema a reivindicar. Cincuenta años o más con un mismo discurso, aunque lo vistamos de forma distinta cada vez. En esta ocasión, por ejemplo, se celebra que sea una productora tradicional, la Fox, la que lo aborde, desde un ambiente tan tradicional como el de un instituto y el barrio residencial en el que habita su alumnado. Greg Berlanti, que ya trató el tema en su debut cinematográfico, El club de los corazones rotos, y se refugió después en la televisión, donde creó series como Arrow, para volver al cine sólo esporádicamente en comedias románticas tipo Como en la vida misma, nos acerca al particular universo de un joven encantador, educado y apuesto que se enfrenta a sus sentimientos con temor, a pesar de estar rodeado de tolerancia, respeto y progresía, ya sean sus compañeros y compañeras de clase, amistades, familia y hasta un personaje que ya rompió años atrás el posible tabú asumiendo la pluma sin tapujos. El esquema es el de una comedia sentimental con enredos amorosos a lo Jane Austen, ya que el protagonista afronta su condición a partir del momento en el que se enamora de una persona con la que chatea y cuya identidad se convierte en la intriga a resolver para dar ritmo y progreso a su endeble trama, mientras se dedica a labores de casamentero en plan Emma. El resultado es una película con ese color asociado que es el rosa, amable y entretenida, nada pretenciosa, afín de manera casi nostálgica a aquellas cintas de adolescentes que tanto proliferaron en los ochenta de la mano de John Hughes, y encantadora en la línea de su protagonista, un Nick Robinson al que auguramos una prolífica carrera cinematográfica.

EL MUNDO ES SUYO Sevilla sigue siendo así

España 2018 92 min.
Dirección Alfonso Sánchez Guión Alberto López y Alfonso Sánchez Fotografía Fran Fernández Pardo Música Pablo Begines Intérpretes Alberto López, Alfonso Sánchez, Carlos Olalla, Mar Saura, Carmen Canivell, Carlos Urban, Mari Paz Sayago, Scott Cleverdon, Mateo Rufino, Pablo Nicasso Estreno en Festival de Málaga 18 abril 2018; en salas comerciales 22 junio 2018

Sólo era cuestión de tiempo que los artífices de El mundo es nuestro, rodada gracias al crowdfunding y exhibida a precios ridículos, retomaran su galería de personajes arquetípicos sevillanos para acometer su segunda aventura como directores de largometraje, después del enorme éxito cosechado por esa anterior cinta. Ahora le ha tocado el turno a la pareja de compadres pijos Rafi y Fali, ya popularizados en el cortometraje Eso sigue siendo así de 2012. La sucesión de infortunios y desmanes en la que se meten, a propósito de los negocios fraudulentos de uno de ellos y la irresponsabilidad del otro como padre de familia alimentado por el braguetazo, se convierten en el eje sobre el que gira una excursión por toda Sevilla, desde sus espacios más emblemáticos a los barrios más marginales, rodada esta vez con mucho más presupuesto y medios que la anterior película, y sin perder tanta frescura y gracia como cabría esperar, aunque por el camino algo se ha extraviado. Hay menos cinismo y mucha menos acidez en esta sátira por la que de nuevo desfilan personajes ligados a nuestra inevitable idiosincrasia, con fachas irredentos exhibiendo una España que se resiste a desaparecer, reacia a cualquier idea de progresismo y ensimismada en su capitalismo a ultranza del sálvese quien pueda y quien no lo haga que se pudra en el infierno. Su argumento transita de forma irregular y desordenada, quedando una sucesión de sketches entre la comedia y la acción, sin demasiada conexión y una estructura cinematográfica más cerca del cine andaluz de Pepe da Rosa que de una producción cinematográfica seria, que para hacer comedia también hay que serlo. No obstante se agradece su ritmo incesante, la capacidad para generar situaciones de tensión que contagian peligro y ese desfile de impresentables, desde el terrateniente que sigue anclado al franquismo, tan de actualidad con la increíble polémica del Valle de los Caídos, a la marquesa tipo Aguirre con terrenos en Toledo donde ubicar un lucrativo parque de atracciones, el empresario corrupto y los políticos aprovechados y hermanados aunque sean de signo contrario. El conjunto se deja ver igual que atraen esos reportajes televisivos que ahondan en la miseria humana y que tienen también reflejo aquí en una sagaz reportera que siempre está en el lugar oportuno a la hora señalada.

TULLY Mater traumatízadísima

USA 2018 94 min.
Dirección Jason Reitman Guión Diablo Cody Fotografía Eric Steelberg Música Rob Simonsen Intérpretes Charlize Theron, Mackenzie Davis, Mark Duplass, Gameela Wright, Ron Livingston, Elaine Tan, Lia Frankland, Asher Miles Fallica Estreno en Festival de Sundance 23 enero 2018; en Estados Unidos 4 mayo 2018; en España 22 junio 2018

El hijo de Ivan Reitman (El pelotón chiflado, Los cazafantasmas) obtuvo un gran éxito hace unos años con Juno, cuyo guión le sirvió la oscarizada Diablo Cody. Ambos volvieron a trabajar juntos en Young Adult, un fracaso artístico y comercial protagonizado por Charlize Theron; y los tres prueban de nuevo el éxito con esta discutible tragicomedia sobre las miserias de la maternidad. Una mujer que repite los sempiternos clichés de madre sacrificada y frustrada por no haber logrado sus metas y no haber vivido la vida que supuestamente hubiera querido disfrutar, se ve superada por un hijo hiperactivo y con más de un problema psicológico que perjudican su adaptación social y favorecen el fracaso escolar. La llegada de una nueva niña la desborda todavía más y malogra un físico que se percibe fue esplendoroso, como no podía ser menos tratándose de Charlize Theron. Todo eso cambiará con la llegada de una niñera desinhibida, moderna, eficiente e ingeniosa que se convertirá también en su mejor amiga y la mejor terapia para superar un evidente trauma post parto. No están mal las protagonistas, no están mal los diálogos, chirría el papel secundario e intrascendente del marido, y entretienen las vicisitudes a las que se enfrenta esta sufrida y sufriente madre de familia y distraída ama de casa. Pero son las soluciones que la supuestamente rebelde guionista americana da a la trama las que hacen naufragar la empresa, cuando muy avanzado el metraje acabamos sintiendo la sensación de que nos vuelven a tomar el pelo, como acaba también de hacer Polanski y sus íntimas protagonistas de Basada en hechos reales. Lo peor es que no hacía falta golpe de efecto alguno para llevar a buen fin este tratado sobre la fatiga y el sacrificio de una buena madre sometida a unas convenciones morales y sociales que le sobrepasan y amargan su existencia. Reitman, que nos encantó con su última película, Mujeres, hombres y niños, donde exploraba los riesgos de las redes sociales con los adolescentes y su influencia en la familia, y que sin embargo fue ninguneada por taquilla y crítica, resbala en esta malograda crónica que podría haber dado más de sí con un poco más de ingenio y mayor grado de confianza e implicación en un producto que no necesitaba de adornos mágicos superfluos y engañosos.

viernes, 22 de junio de 2018

BERNSTEIN ARROPADO POR UN SINCERO EXISTENCIALISMO

14º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Markus Schirmer, piano. John Axelrod, dirección. Programa: La pregunta sin respuesta, de Ives; Sinfonía nº 2 “La edad de la ansiedad”, de Bernstein; Sinfonía nº 5, de Shostakovich.
Teatro de la Maestranza, jueves 21 de junio de 2018

La presente temporada de conciertos de la ROSS va llegando a su fin, y con él una de las más singulares de cuantas hemos podido disfrutar en los últimos años. Ello se debe fundamentalmente a la frondosa celebración del centenario de Leonard Bernstein que se ha llevado a cabo en nuestra ciudad gracias a la afinidad de John Axelrod con el maestro americano. Cada programa concebido en torno a su figura ha contado no sólo con una pieza compuesta por él, sino que se ha arropado además de obras muy características de su repertorio como director, faceta tan reconocida o más que la de compositor. Así, esta vez su segunda sinfonía llegó acompañada de The Unanswered Question de Charles Ives y la controvertida Sinfonía nº 5 de Shostakovich, obras que Bernstein contribuyó sobremanera a divulgar y que forman parte fundamental de su distinguido catálogo junto a la Filarmónica de Nueva York.

Sutilmente y con un eficaz juego de equilibrios surgió la cuerda cíclica y sostenida, sobre cuya base dialogan la trompeta y las maderas, en esa Pregunta sin respuesta sobre la existencia misma, sensacional breve pieza que Ives, de quien Bernstein era todo un especialista, compuso a principios del XX y sin embargo sigue resultando tan moderna e inspiradora que hasta en el cine es fácil encontrar referentes, como ese tema principal de Alien de Jerry Goldsmith o el plagio de James Horner en Wolfen. Hubiésemos preferido que la trompeta se hubiera situado en algún lugar de la platea, quizás en la entrada principal, mejor que sonar detrás del escenario, donde perdió fuerza y expresividad; no obstante Axelrod condujo con notable refinamiento, el nivel fue satisfactorio y la experiencia cautivadora. Para esa incansable búsqueda de la fe en una sociedad lastrada por la pérdida de valores que es la Sinfonía nº 2 del compositor de Massachussetts, se unió al conjunto el pianista austriaco Markus Schirmer, caracterizado por su energía y expresividad. Su interpretación de este poema sinfónico concertante derrochó brillantez y sensibilidad, mientras Axelrod abordó esta intencionada página desde la claridad y la sinceridad. Su carácter ecléctico alcanzó la cumbre en la zona central de la segunda parte, esa Mascarada que invita al pianista a desplegar todo su virtuosismo a ritmo de jazz, acompañado por una rutilante percusión y un sensacional apoyo al contrabajo del impagable Lucian Ciorata, además de los ecos de otra estupenda pianista, Tatiana Posnikova, magnífica también a la celesta. Ya en otro registro, sin abandonar la seriedad pero sumergiéndose en una nostalgia amable, Schirmer tocó la Melodía Húngara de Schubert como propina.

Bajo su apariencia de reconciliación y disculpa con el régimen stalinista, la Quinta de Shostakovich es una obra que expide amargura y mucha ironía, pero una interpretación justa no debe evidenciarlo a toda costa. Es preferible abordarla desde la partitura, desde la música misma, y descubrir sólo a partir de ella la verdadera intencionalidad del genio ruso para llegar a resultar profundamente conmovedora, como de hecho así ocurrió en manos de Axelrod, demostrando que el milagro de su Séptima de hace dos semanas no fue una casualidad. Fue tal la intensidad emocional que supo imprimir el director a una orquesta de nuevo al máximo de sus posibilidades, que librarse de la conmoción fue difícil durante un largo tiempo incluso tras su degustación. Un moderato inicial doloroso, un despreocupado a la vez que irónico scherzo, un meditativo, misterioso y desgarrador largo y un potente y dramático allegro final, rubricado por unos metales rutilantes y unos timbales voluptuosos, coronaron una versión brillante y conmovedora de esta popular pero amarga sinfonía.

lunes, 18 de junio de 2018

EL REPOSTERO DE BERLÍN El fantasma de la reconciliación

Título original: The Cakemaker
Alemania-Israel 2017 104 min.
Guión y dirección Orif Raul Graizer Fotografía Omri Aloni Música Dominique Charpentier Intérpretes Tim Kalkhof, Sarah Adler, Roy Miller, Zohar Shtrauss, Sandra Sade, Tamir Ben Yehuda, Tagel Eliyahu Estreno en Israel 28 diciembre 2017; en España 15 junio 2018

En su debut en el largometraje muchos realizadores y realizadoras tienden a incluir detalles de su propia biografía o con los que están muy familiarizados. El israelí Orif Raul Graizer, que en su primer cortometraje abordó la homosexualidad y en el último, La discothéque, denunciaba la represión en Chile durante la dictadura de Pinochet, es además cocinero profesional. Todas esas facetas se dan cita en esta su primera película de larga duración, la segunda de ellas de forma más velada pero significativa, teniendo en cuenta que en el sustrato del film se encuentra la reconciliación entre dos países tan dañados desde la Segunda Guerra Mundial como Israel y Alemania. A través de un ingenioso argumento Graizer da la oportunidad a dos personas dolidas por la desaparición de un ser querido de encontrar el consuelo a la vez que el espíritu de ese ser encuentra un cauce para manifestarse y zanjar lo que dejó inacabado. Una intención indisimuladamente poética recorre este interesante film frente al que todos parecen haber caído rendidos, lo que predispone en exceso y facilita encontrar fisuras allí donde nadie ha sabido ver más que excelencia. Hay situaciones en el film que parecen forzadas, empezando por un protagonista con características autistas que facilitan su inexpresividad y hermetismo, mientras una sucesión de interesantes apuntes no logran hacer despegar un collage que quiere abarcar mucho pero aprieta poco. La ya señalada reconciliación de dos pueblos enfrentados por la memoria desde hace más de medio siglo, la aceptación de la homosexualidad en un ambiente tan poco propicio como el que ofrece Jerusalén, donde religión y Estado se confunden e invaden tanto espacio vital, la seducción a través de la cocina, la tolerancia potenciada por la edad, o la educación de unos hijos que crecen huérfanos y condicionados por todo lo que les rodea, especialmente una evidente falta de libertad personal, son sólo algunas de las cuestiones que apunta este ambicioso film con apariencia sencilla pero compleja en sus presupuestos. El espíritu de la libertad y un cielo abierto flotan sobre un drama en el que asistimos a la búsqueda de esperanza de unos corazones solitarios. En todo este proceso, su autor intenta jugar bien sus cartas, sin aspavientos ni estridencias, y se reconoce el mérito de construir algo tan firme y determinado en un primer trabajo, pero el resultado queda algo desinflado, sin esa levadura necesaria para remontar un pastel tan agridulce. Ese es su problema, que no logra conmover como debiera.

domingo, 17 de junio de 2018

NATALIA LABOURDETTE, DESCUBIERTA EN UNA CIUDAD DE ÓPERA

Concierto de clausura Universidad de Sevilla. Natalia Labourdette, soprano. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. John Axelrod, director. Programa: Oberturas y arias de “Las bodas de Fígaro” de Mozart y “El barbero de Sevilla”, de Rossini; O mio babbino caro, de Puccini. Sinfonía nº 3 “Heroica” de Beethoven. Teatro de la Maestranza, sábado 16 de junio de 2018

El hombre es animal de costumbres; cada año repite similares esquemas y experiencias, y se acostumbra tanto a ello que hasta que no surge un repentino giro de guión parece que no pueda vivir sin eso. El concierto en el Maestranza con el que cada temporada cierra su curso la Hispalense se ha convertido definitivamente en un imprescindible a las puertas del verano, y prueba de ello es la masiva y contundente respuesta del público, que se agolpaba a las puertas del recinto como nunca antes creemos haberlo visto. Público por otro lado que parece siempre nuevo, ajeno a los rituales que se deben respetar en una ceremonia concertística, como saber cuándo corresponde o no aplaudir.

Males menores para una cita siempre estimulante y que esta vez se centró en la figura emergente de Natalia Labourdette, jovencísima soprano de la que no sabemos si atribuirnos su descubrimiento definitivo, pues ya antes de lograr el primer premio del Concurso de Nuevas Voces Ciudad de Sevilla el año pasado, se había coronado en otras citas dentro y fuera del país. Pero es aquí donde de alguna manera ha iniciado una carrera de merecidos éxitos, con su memorable recreación de Nannetta en Falstaff, y las dos óperas cortas que representará en una misma función la próxima temporada, Der Diktator y El emperador de la Atlántida. Y es aquí también donde para cerrar este curso académico se le ha encomendado entonar arias de dos de las óperas más representativas de Sevilla como ciudad de la ópera, las basadas en obras de Beaumarchais en torno al personaje de Fígaro, El barbero de Sevilla de Rossini y Las bodas de Fígaro de Mozart. De ésta ofreció un Deh vieni non tardar de esplendorosa candidez y detallista fraseo, generosa en proyección y expresividad y considerable buen gusto. Su timbre marcadamente sedoso y una articulación viva y segura se dejaron también sentir en Una voce poco fa, donde se apreció además un atisbo de personalidad única y propia en la que el dominio de un espíritu joven y en cierto modo pop vino a añadir una buena porción de frescura a un género tan necesitado de propuestas renovadoras. Dos arias de Puccini completaron su aportación, con un Oh mio babbino caro de Gianni Schicchi hermoso, fluido y nada afectado, y un Quando m’en vo de La bohème en la propina lleno de encanto y flexibilidad.

Axelrod acompañó con respeto y aplomo añadidos a esa tendencia a la comicidad en lo gestual que le caracteriza. De las dos óperas sevillanas ofreció sus oberturas, espontánea y fluida la de Mozart, amable y distendido Rossini, con marcado acento clasicista en ambos casos pero falta de contraste en el primero y escaso aliento en los característicos crescendi del segundo. Será quizás que se ha interpretado mucho últimamente, y en distintos formatos, que quiso decir algo nuevo con la Heroica de Beethoven y más bien le salió algo deshilachada, demasiado larga con tantas repeticiones, y evidentes caídas de tensión en la marcha fúnebre y el allegro final. Sólo el scherzo logró captar mayor atención en un conjunto algo desigual. Se agradece no obstante el empeño.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

Estreno de WESTERN en salas comerciales

Reseña de la película, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el 3 de noviembre de 2017. Estreno en salas 15 de junio de 2018

jueves, 14 de junio de 2018

VÍCTOR ULLATE BALLET: CARMEN DOMINATRIX

Carmen. Víctor Ullate, coreografía. Eduardo Lao, adjunto dirección artística y creación video. Pedro Navarrete, música original, orquestación y arreglos. Paco Azorín, escenografía e iluminación. Ana Güell, vestuario. Con Lucía Lacarra, Josué, Cosima Muñoz, José Becerra, Cristian Oliveri, Dorian Acosta, Gianluca Battaglia, Mariano Cardano y cía. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Manuel Coves, director musical. Teatro de la Maestranza, miércoles 13 de junio de 2018

Se anunciaba como una versión vanguardista y rompedora del mito de la mujer fatal por excelencia, y ciertamente no lo es. Pero sí se trata de una más que digna revisión del personaje en un entorno nuevo que hubiera dado para una mayor profundización en el estudio sociológico del tema. Porque si esta Carmen ha dejado de ser una cigarrera del siglo XIX para convertirse en una modelo del XXI, y Escamillo ya no es torero sino quizás un diseñador importante, la mujer sigue sin embargo sometida a la misma sociedad castrante y machista que le hizo sucumbir casi dos siglos atrás en sus ansias de libertad y autodeterminación. Pero todo esto que sin duda hubiera sido muy interesante de haber recibido un tratamiento más profundo y riguroso, queda desdibujado en una dramaturgia errática en la que los conocidos episodios de la obra original se alternan con otros de cosecha propia, frutos de la colaboración entre Ullate y Lao, de forma algo inconexa y complicada de seguir, lo que entre otras cosas provoca desinterés en el espectador.

Pero un ballet es danza y música, y en este sentido la propuesta de Víctor Ullate es impecable, justo ahora que deja la dirección de la compañía que fundó en 1988 y que ha defendido por todo el mundo el talento que también en estas lides existe en un país injustamente identificado siempre con folclore y tipismo. Una orquesta en el foso es siempre un plus que no podemos pasar por alto, un valor añadido relevante que dignifica enormemente cualquier espectáculo que se precie, y la Real Sinfónica de Sevilla, acostumbrada año tras año a acompañar los ballets de enero, cumple sobradamente todo lo que se le pueda pedir, ofreciendo una lectura vigorosa, técnicamente impecable y rabiosamente estimulante de la música que para la ocasión ha articulado Pedro Navarrete, habitual orquestador y hermano de Javier, uno de nuestros compositores de música de cine que ha alcanzado la gloria de recibir una nominación al Oscar, en concreto por El laberinto del fauno. Su trabajo aprovecha el material temático de Bizet, que da señas de identidad al personaje por encima de cambios de época y ambientación, echando mano sobre todo de las suites, donde el trabajo de orquestación está más definido y necesita menos modificaciones para adaptarse a dramaturgia y danza. Añade además algunos temas propios, valses y tangos incluidos, de notable inspiración romántica y felices resultados, llevados por la interpretación de la ROSS, bajo la atenta dirección de Manuel Coves, a un altísimo grado de satisfacción, aun sirviéndose amplificada, a pesar de lo cual en las primeras filas podían apreciarse matices y detalles de los diferentes conjuntos instrumentales.

El espectáculo es sensacional a nivel de danza, con coreografías vistosas y complejas llevadas a muy buen término por un conjunto cuya compenetración es admirable, seguramente propiciado por el hecho de tratarse de integrantes fijos de la compañía. Naturalmente destaca Lucía Lacarra, cuya presentación a ritmo de percusión pregrabada le permite exhibir sensualidad, flexibilidad y frescura, ataviada como el resto del elenco con negras y agresivas vestimentas que potencian un componente sádico que convierte a la heroína en una especie de dominatrix. Dicha presentación sucede justo después de una glamurosa proyección videográfica, obra de quien fuera en su día primer bailarín de la compañía, Eduardo Lao, que continúa interactuando con la escena. Entre los cuadros coreográficos podemos destacar los conjuntos masculinos, con luchas magníficamente representadas entre un atlético y vigoroso Josué Ullate y un apropiadamente vanidoso Cristian Oliveri; los femeninos, con la original presencia de personajes transexuales que reflejan el contexto de diversidad que contemporiza el montaje, destacando el tango carcelario, guiño inequívoco y consciente a Chicago, como los hay también al baile en la azotea de West Side Story. Ni que decir tiene la belleza intrínseca a unos pasos a dos apasionados de inconfundible estilo clásico, auténtica reivindicación de un ballet de tendencia moderna pero respeto a la herencia, así como las elocuentes intervenciones de la muerte, interpretada con saludable ambigüedad por Dorian Acosta, y la dulce e ingenua sensualidad de Cosima Muñoz dando vida a Micaela. Todo ello al servicio de un montaje ágil, largo y complejo que eleva a excelencia la escasa tradición de nuestro ballet clásico, y que se ve además potenciada por una escenografía práctica y envolvente, resuelta con proyecciones como en muchos casos debería aplicarse a la ópera, tan anquilosada en muchos de sus presupuestos.

miércoles, 13 de junio de 2018

ADA PÉREZ Y TIM VELDMAN: COMPETENTES Y COMPENETRADOS

XXIX Festival de Primavera de Juventudes Musicales de Sevilla. Ada Pérez, traverso. Tim Veldman, clave y flauta de pico. Programa: Obras de Fontana, Corelli, Bousset, Blavet, Paisible, Buxtehude, Finger, Parcham, Purcell, Froberger y Marais. Salón de Carteles de la Real Plaza de Toros de Sevilla, martes 12 de junio de 2018

El Festival de Primavera de Juventudes Musicales, habitualmente ligado a la música romántica, se ha abierto particularmente este año a la música antigua. Tras el concierto de inauguración a cargo de Mariví Blasco y Juan Carlos Rivera, el barroco encontró de nuevo hueco con la aportación de la flautista española Ada Pérez y el clavecinista holandés Tim Veldman, que se conocieron en Utrecht y emprendieron juntos una carrera artística centrada en el repertorio de los siglos XVII y XVIII. Como si de los protagonistas de su propuesta se tratara, aquellos hijos pródigos de la época que buscaban ampliar sus conocimientos, experiencias y placeres más allá del hogar familiar, también ellos, jóvenes e ilusionados, se han lanzado a un periplo de descubrimiento, aprendizaje e interpretación a lo largo y ancho del continente.

Quizás por enmarcarse la propuesta también en la celebración del cuatrocientos cumpleaños de Murillo, se comenzó a principios del siglo XVII, coincidiendo con su nacimiento, de la mano de una sonata de Giovanni Battista Fontana extraída de uno de los primeros libros que se conocen en el género, y cuyo virtuosismo sirvió para ir calentando motores y lograr servir de manera más que competente una compleja sonata de Corelli cuyos pasajes más agitados evidenciaron la capacidad de modulación y el fraseo fluido de Pérez, a la vez que el dominio técnico de Veldman al teclado. En solitario el holandés desplegó musicalidad, buen gusto, sentido del ritmo y virtuosismo a raudales en una tocata y fuga de Buxtehude, no obstante contenida y elegante, que sirvió como preludio a una chacona del compositor moravo Godfrey Finger, ya con Pérez de nuevo a la flauta travesera, defendida con sentido de la mesura y considerable sensibilidad.

El teclista encontró también el tono justo, melancólico y arrebatado sólo en su justa medida en la Suite XXX de Froberger, cuyas particulares circunstancias de composición relató en un esmerado castellano y con saludable sentido del humor. El polifacético clavecinista dio también muestras de control en la flauta de pico, tocando a dúo una delicada pieza vocal de Jean-Baptiste de Bousset, Pourquoi doux Rossignols dans se sombre séjour, adaptada por Michel Blavet para dos flautas, única obra en la que se apreció cierta falta de sintonía, mientras en una Suite de Batalla Inglesa con obras de Purcell y Paisible (o Peasable) entre otros, brillaron al unísono logrando transportarnos a un consistente y heroico ambiente de preparación para la conflagración. El recorrido finalizó con una impecable y extenuante interpretación de Folies d’Espagne de Marin Marais, en la que Pérez se empleó a fondo para sustituir con el traverso los enmarañados compases de la viola da gamba, siempre con el acompañamiento atento y competente del singular Veldman y sus inquietantes miradas fuera de campo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 10 de junio de 2018

JURASSIC WORLD: EL REINO CAÍDO Apunta temas, pero sólo es un entretenimiento

Título original: Jurassic World: Fallen Kingdom
USA 2018 128 min.
Dirección J. A. Bayona Guión Colin Trevorrow y Derek Connolly, según los personajes de Michael Crichton Fotografía Óscar Faura Música Michael Giacchino Intérpretes Chris Pratt, Bruce Dallas Howard, Rafe Spall, Isabella Sermon, Ted Levine, Toby Jones, James Cromwell, Daniella Pineda, Justice Smith, Geraldine Chaplin, Jeff Goldblum Estreno en España 7 junio 2018; en Estados Unidos 22 junio 2018

Tan espectacular como la propia franquicia ha sido la acogida que ha recibido desde su premier en Madrid esta quinta entrega de la saga jurásica, con público y crítica rendidos a los pies de J. A. Bayona en la que es su cuarta película como director y su debut en la fábrica de Hollywood. Intentando ser justos destacaremos los logros y fracasos de esta máquina de hacer dinero. Cuando Spielberg dirige suele cuidar mucho todos los aspectos de su película, desde el guión a los detalles más nimios de su puesta en escena; cuando sólo produce cuida más la cuenta corriente que le permita entregarse a proyectos más personales y ambiciosos. El reino caído corrobora lo que ya sospechábamos, que la resurrección de la franquicia se limita a repetir los esquemas de la primera trilogía, con Jurassic World ambientándose en un parque temático donde la pérdida del control provoca el caos, igual que en la ñoña y algo sosa Jurassic Park, hoy reconvertida por la crítica sorprendentemente en la mejor de la saga, para a continuación asegurar sin ningún tipo de rubor que ésta es la segunda más lograda. Precisamente El mundo perdido nos pareció la más conseguida de todas, con un uso de la tensión y el terror parejos a los que Spielberg fue capaz de demostrar en cintas como Tiburón o La guerra de los mundos. Bayona se enfrenta ahora precisamente, ya sin parque, al regreso a ese espíritu siniestro de aquella segunda película del ciclo, pero los resultados son manifiestamente menos satisfactorios. Porque echa mano de esa particular visión de la emoción y el sentimiento que convirtieron Un monstruo viene a verme en pura impostura, porque hay tantas lagunas en su mediocre guión que restan impacto a un producto que es justamente lo que va buscando en todo momento, y porque abundan las caídas de tensión y ritmo en una cinta que se apoya en algunas secuencias memorables de acción trepidante y efectos visuales de extrema calidad, a la vez que naufraga con otras tan ridículas como la subasta entre traficantes de armas. Agradecemos el humor que subyace en el hecho de que las víctimas sean tan despreciables y nauseabundas, mientras no nos explicamos una secuencia prólogo que nada tiene que ver con el resto de la aventura, y nos preguntamos cuál es la utilidad de la participación de Jeff Goldblum y Geraldine Chaplin en el film, más allá del mero homenaje a los primeros títulos el primero y como autohomenaje del realizador español a su filmografía, en la que siempre ha habido un hueco para la musa de Saura. Pero hay logros evidentes en la aportación de Bayona al conjunto, como su particular visión gótica del asunto, que se resuelve en una segunda parte desarrollada en un caserón inglés con sugerentes sombras y conseguidos claroscuros que añaden impronta a la producción. El joven director demuestra agilidad con la cámara y consigue plasmar en el conjunto un inconfundible sabor añejo, cercano a la serie B de los cincuenta, aunque para ello cuente con un presupuesto de A mayúscula. El sentido de la aventura es considerable y la música de Giacchino tan efectivo para esos menesteres, con homenajes conscientes a las partituras de Salter y Mancini para aquellas entrañables películas en blanco y negro que generaban monstruos a partir de la amenaza atómica, algo también presente en las producciones niponas a las que el músico favorito de Pixar también tributa a partir de resonancias de la música de Akira Ifukube. El reino caído apunta muchos temas trascendentales, de carácter seudofilosófico y denuncia política, pero se queda en un mero entretenimiento, más efectivo para no pensar y olvidarse de los problemas cotidianos que para lo contrario, y ahí el resultado nos acaba pareciendo simpático.

sábado, 9 de junio de 2018

EN BUSCA DEL REY: ECOS MALOGRADOS DE UNA MALDITA GUERRA

Proyecto dramático-lírico del Instituto Polaco de Cultura de Madrid y la Fundación Jutropea, basado en textos de Shakespeare y Slowacki y música de Verdi. Michal Znaiecki, dirección escénica, escenografía y guión. Juan García Rodríguez, dirección musical. Jacek Kita, idea musical. Zofia Dowjat, asistente dirección. Joanna Medynska, vestuario. Bogumil Palewicz, iluminación .Con Néstor Barea, Jerzy Artysz, Berna Perles, Alejandra García Acuña, Diana Larios, y figurantes de Hermandad de Santa Caridad, Fundación Doña María, Fundación Gerón, Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler y Taller de Teatro Colegio San José SS.CC. Coro de la Ópera de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera, preparado por Ana Rioja García-Rayo. Orquesta Sinfónica Conjunta. Teatro Lope de Vega, viernes 8 de junio de 2018

Michal Znaiecki supervisa la escenografía
En la misma semana en la que la ROSS se ha enfrentado a un extenuante programa inspirado en los horrores de la guerra, el proyecto de la Conjunta y el Instituto Polaco de la Cultura que cierra la presente temporada de la orquesta del Conservatorio y la Universidad, ha hecho lo propio con un ambicioso montaje que pretende hablarnos de reencuentros entre la infancia y la ancianidad a través de desdichados recuerdos de posguerra y una más que discutible reconstrucción de una ópera muy acariciada por Verdi pero que nunca llegó a realizar, la adaptación de El rey Lear de Shakespeare. Por si todos estos elementos fueran pocos, el experimentado y premiado director de escena polaco Michal Znaiecki se atreve a incorporar también fragmentos de Rey Espíritu de Juliusz Slowacki. El resultado, dentro del proyecto La voz de los excluidos y las celebraciones del centenario de la recuperación de la independencia por Polonia, fue bastante decepcionante, a pesar de las muchas instituciones públicas y privadas, locales y polacas, que han participado en su gestación.

La colaboración entre la Conjunta y la Universidad Musical Fryderyck Chopin de Polonia data de principios de andadura de esta joven y admirada orquesta, con un ingenioso Cosí fan tutte celebrado en este mismo Lope de Vega hace más de cinco años como cumbre de este maridaje. En esta ocasión el también polaco Znaiecki nos propone adentrarnos en las infancias a menudo truncadas de la generación que hoy duerme en instituciones geriátricas, con testimonios conmovedores de unas ancianitas y ancianitos realmente entrañables, cuyo encuentro con los jovencísimos integrantes de la orquesta debería haber dado resultados mucho más inspiradores. Sin embargo el proyecto fracasa bajo una dramaturgia errática en la que ni siquiera se tuvo el detalle de incluir subtítulos para los intermedios musicales, con el fin de apreciar su adecuación a la historia narrada, y aún peor ni para los largos discursos del protagonista, un Rey Lear al que da vida Jerzy Artysz en perfecto polaco.

Inserciones de coros de Aida, y arias de Il trovatore o La traviata, entre otras óperas de Verdi, pusieron el acento lírico en una obra que pretende serlo pero se queda muy en el camino, con la soprano onubense Diana Larios y la mezzo colombiana Alejandra García Acuña incorporando a las codiciosas hijas del rey, Gonerila y Regana, con voces ágiles y bien colocadas, de sobrada proyección gracias a la magia de la amplificación, no obstante fallar ésta en momentos puntuales de la función; y la bien conocida soprano malagueña Berna Perles dando vida a la hija bondadosa Cornelia, entonando con aliento y buen gusto un Ave María de Otelo que se erigió en momento cumbre de este fallido trabajo. Fallido porque su dirección escénica, a pesar del prestigio de su artífice, se nos antojó pobre y errática, casi de función escolar. Porque el conmovedor testimonio de los mayores se vio frecuentemente invadido de orquesta y coros haciéndolo inaudible. Porque la mitad de los diálogos quedaron fuera de nuestro entendimiento. Porque nunca antes habíamos escuchado una Conjunta tan endeble y desafinada, en lo que parece un trabajo en el que nuestro admirado García Rodríguez parece haberse implicado poco. Porque el escueto programa de mano no incluyó si quiera un orden de las piezas musicales interpretadas. Porque el escenario apareció lúgubre y siniestro y con apenas atrezzo consistente en un par de camas de hospital y unos andadores y sillas de rueda colgando del techo. Todo muy peregrino y poco eficaz, desnudo frente a querer aparentar el espectáculo de vanguardia que ciertamente no es. Nos ha costado mucho hacer una crónica como ésta, cuando las intenciones son tan buenas y los recursos eran a priori tan adecuados, pero la mezcla ha resultado si no indigesta sí malograda.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 8 de junio de 2018

BLAU, AXELROD Y LA ROSS: SOBERBIA CONMOCIÓN

13º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Andreas Blau, flauta. John Axelrod, dirección. Programa: Adagio para cuerdas Op. 11, de Barber; Halil, de Bernstein; Sinfonía nº 7 en Do mayor Op. 60 “Leningrado”, de Shostakovich.
Teatro de la Maestranza, jueves 7 de junio de 2018

Bernstein y la guerra flotaron de manera coherente y conveniente en el programa de este decimotercero concierto de abono de la Sinfónica. Mientras en la Sala Chicarreros de la Plaza San Francisco sonaba su West Side Story en adaptación para trío de piano, violonchelo y percusión, en el Maestranza lo hacía su música acompañada de la de su colega y compatriota Samuel Barber y la sinfonía de Shostakovich que más conecta con la vertiente como director del músico de Massachussetts, y que constituyó en su momento un hito de su discografía. Todo ello en torno a una temática tan trágica como la guerra, creando una atmósfera de tristeza y catarsis pocas veces experimentada con tanta autoridad en el auditorio del Paseo Colón. Otro nombre de la cultura norteamericana, Arturo Toscanini, flotó también en el ambiente, con sus conocidas aportaciones a estas partituras de Barber y Shostakovich a la hora de afianzar su popularidad internacional.

El Adagio de Barber, originalmente movimiento lento de su cuarteto de cuerdas y tantas veces utilizado en el cine, es sin duda una de las piezas más conmovedoras del repertorio clásico moderno, cuyo carácter casi cantoral se puso en evidencia en una interpretación precisa y meticulosa, atenta a matices y acentos, sin grandes contrastes ni excesivo temperamento, lo que derivó en una exhibición contenida y elegante de la pieza que potenció su alto componente elegíaco, sin grandes tensiones pero sin descuidar los sentimientos y la emoción suscitada en su momento ante la inminencia de la barbarie nazi. Halil es una obra para flauta y orquesta que Bernstein compuso en homenaje a las víctimas de la Guerra entre Israel y Egipto a principios de la década de los setenta del siglo pasado, personificado en la muerte de un joven flautista israelí al que un inmenso y veterano Andreas Blau prestó su impagable voz, sumando seducción y conmoción a la hermosa melodía central de una página en la que también brillaron los efectivos de la orquesta, especialmente una sedosa cuerda que Axelrod dirigió con sentido de la medida y la ensoñación. De vuelta a la Tierra, Blau nos ofreció un movimiento de sonata de Carl Philipp Emanuel Bach en un estilo añejo pero precioso que recordó al irrepetible Jean-Pierre Rampal.

Aún resuenan los ecos de aquella Leningrado que Temirkanov dirigió en el Maestranza a finales del siglo pasado, una obra que el tiempo ha maltratado para una vez más disociar su carácter popular de su estricta valía musical. La versión de Axelrod, de tempi rápidos tan alejados de aquella mítica interpretación de Bernstein y la Sinfónica de Chicago que sirve de referente para reflejar la intensidad de la tragedia, fue tan soberbia y devastadora que consiguió seguir impactando sin generar esa sensación de caos que es tan fácil que aflore en una obra tan catárquica y descomunal como ésta. Axelrod logró que se identificaran todas las texturas y planos sonoros, mientras la plantilla se empleó a fondo para ofrecer lo mejor de cada sección, incluidos unos apabullantes metales y unos brillantes solos de Ronda y Pavaci, y acabar visiblemente exhaustos y afectados.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 7 de junio de 2018

QUATUOR TCHALIK EN EL FESTIVAL DE PRIMAVERA: HERMANOS DE SANGRE Y FUEGO

XXIX Festival de Primavera de Juventudes Musicales de Sevilla. Cuarteto Tchalik (Gabriel y Louise Tchalik, violines. Sarah Tchalik, viola. Marc Tchalik, violonchelo). Programa: Cuarteto de cuerda nº 2 en Fa mayor, de Hahn; Cuarteto de cuerda en Fa mayor Op. 35, de Ravel. Salón de Carteles de la Real Plaza de Toros de Sevilla, miércoles 6 de junio de 2018


Otra vez nos rendimos incondicionalmente a esa juventud capaz de esforzarse y dar lo mejor de sí, de la que en el apartado musical estamos disfrutando tantas y tan buenas muestras en los últimos tiempos. Y lo hacemos a partir de la comparecencia en el Festival de Primavera de Juventudes Musicales de un singular cuarteto integrado por cuatro jovencísimos hermanos y hermanas franco-rusos, que cuando tocan quintetos se hacen acompañar al piano de otra hermana, Diana. Cuentan ya con un buen recorrido a sus espaldas, en el que se incluyen diversos premios en certámenes internacionales, participaciones en varios festivales europeos y perfeccionamiento en sendas instituciones como la Escuela de Música Reina Sofía, lo que parece mentira a juzgar por sus cortas edades, y nos lleva a pensar que debieron empezar siendo niños. Desde luego adoptar un nombre no ha debido ser ningún problema.

Con Gabriel al frente, el mayor aún con apenas veintisiete años, el cuarteto ofreció en la primera parte del concierto una obra de Reynaldo Hahn, un compositor poco conocido y menos programado, venezolano de nacimiento y francés de adopción, que en su polifacética trayectoria personal y profesional conoció a algunas de las personalidades más influyentes de principios del siglo XX, como Cortot, Ravel, Gounod o Massenet, y fue amante de Proust. Aunque no podemos calificar su música de sensacional, tiene cierta personalidad y fluctúa entre dos épocas, un romanticismo todavía muy evidente y un incipiente modernismo traducido en líneas sugerentes y envolventes salpicadas de ese temperamento tan afín a las tierras que le vieron nacer. Unas propiedades que le vinieron de miedo al conjunto para afrontar su Cuarteto nº 2 con considerable fogosidad en el animé inicial, excepcional sentido del ritmo en el segundo movimiento, trés mouvementé, y pasar luego a los otros dos movimientos, menos interesantes, con sentido de la responsabilidad y resultados altamente satisfactorios.

En la misma tonalidad, el Cuarteto de Ravel se caracteriza por su extraordinaria fluidez y, como no podía ser menos en el autor del Bolero, una marcada sensualidad que los jóvenes Tchalik no alcanzaron a traducir en su plenitud; todavía tienen mucho tiempo para alcanzar la madurez expresiva que una página tan emblemática como ésta requiere. De momento fueron capaces de clavar la partitura y transmitir su cálida temperatura emocional y belleza melódica, pero se quedaron cortos en sutileza y elegancia. Gabriel demostró por qué se le considera también un solvente solista, marcando con precisión y soltura las líneas maestras de la página, mientras Louise le secundó con brillantez, Sarah se plegó bien al conjunto a pesar de alguna nota discordante en el movimiento lento, y Marc imprimió cuerpo y seguridad al ambiente. Faltó más carácter ensoñador, y aunque de nuevo sobresalió la fuerza y el torbellino, destacó la compenetración y el sonido claro y transparente en una nueva manifestación de fuego e ilusión juveniles.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 4 de junio de 2018

EL MALVADO ZORRO FEROZ La infancia como la recordamos

Título original: Le grand méchant renard et autres contes
Bélgica-Francia 2017 79 min.
Dirección Benjamin Renner y Patrick Imbert Guión Jean Regnaud y Benjamin Renner Música Robert Marcel Lepage Estreno en Francia 21 junio 2017; en España 1 junio 2018

El realizador y el director de animación de la multipremiada Ernest y Celestine nos regalan otra deliciosa película de animación. Dividida en tres segmentos, uno, el que da título al trabajo global, dirigido por Renner, y los otros dos, La Navidad perfecta y Un bebé para entregar, por Imbert, con unos presupuestos decididamente infantiles pero muy disfrutables para la gente adulta, nos sumerge en aquellas ilustraciones que decoraban los cuentos que hicieron las delicias de nuestra infancia, con fondos de acuarela y personajes que tienen en la simpleza de sus líneas y rasgos su principal fuente de gracia y expresividad. En el fondo lo que nos cuenta y sobre lo que fabula es la necesidad de que rompamos los límites que impidan nuestro desarrollo como personas, por nosotros y por el bien que podemos realizar a la sociedad cuando nos atrevemos a dar el paso y conseguimos hacer más de aquello para lo que se supone estamos hechos. Así un cerdo que hace las funciones de una cigüeña, un zorro que cría unos polluelos como si fuera su mamá gallina, o un pato y un conejo que sustituyen a Papá Noel, protagonizan unas fábulas desternillantes y a la vez amables, henchidas de humor blanco y de buenas enseñanzas, ideales para un público, el más infantil, capaz de absorber con tanta facilidad y sencillez consejos y premisas como las que tan saludablemente y con tanta gracia propone esta simpática película y sus divertidos y entrañables personajes. César al mejor film de animación en la última edición.

BASADA EN HECHOS REALES Patología de la inspiración

Título original: D’après une histoire vraie
Francia-Bélgica-Polonia 2017 110 min.
Dirección Roman Polanski Guión Roman Polanski y Olivier Assayas, según la novela de Delphine de Vigan Fotografía Pawel Edelman Música Alexandre Desplat Intérpretes Emmanuelle Seigner, Eva Green, Vincent Pérez, Damien Bonnard, Camille Chamoux, Josée Dayan, Noémie Lvovsky, Dominique Pinon Estreno en Festival de Cannes 27 mayo 2017; en España 1 junio 2018

El vigésimo primer largometraje de ficción de ese clásico vivo que es Polanski podría haber funcionado como un perfecto resumen de su propia carrera si no fuera por la fuente literaria tan decididamente mediocre en la que se basa, que el guionista y también realizador Olivier Assayas no ha conseguido mejorar con más ingenio e intuición. Aquí se dan cita elementos de El quimérico inquilino, con esa persona atrapada por un pasado y una casa que esconde sus fantasmas, La semilla del diablo, sometida al atento cuidado de quien no parece ser sino su verdugo y demonio, o El escritor, con la figura del negro como alter ego, por citar sólo algunas de las películas que junto a otras como Repulsión o Un dios salvaje parecen asomarse a la cinta veinte más uno de su catálogo. La mano de Polanski cumple, como casi siempre lo hace, en sus mejores películas y las que no lo son tanto, imprimiendo sobriedad y elegancia al conjunto, logrando eficientes interpretaciones en este caso de sus actrices, y consiguiendo atrapar al espectador, incluso a pesar de la sensación de impostura y de lo forzada que resulta su trama, sumergiéndolo en una intriga más que considerable. No son pocos alicientes de una película a pesar de ello decididamente menor, en la que se pretende hacer una disquisición sobre la inspiración y la creatividad, los recursos para dar forma a la imaginación y la delgada línea entre lo real y lo ficticio. Polanski nos regala una interpretación sensacional de Eva Green, capaz de reflejar tanta confianza y admiración como desasosiego y perturbación. También la esposa del director, Emmanuelle Seigner, logra un buen trabajo como desorientada escritora que sufre ante el papel en blanco la falta de inspiración y el miedo al fracaso. Lástima que durante casi todo el metraje esa sensación de argumento forzado y a menudo poco creíble haga naufragar un producto con un gran potencial. Si Polanski y Assayas se hubieran esforzado más para lograr mayor coherencia mediante un esquema narrativo alternativo que lo permitiera, quizás estaríamos hablando de un producto más que notable. Al menos nos quedamos con su insalubre atmósfera y su elegante propuesta. Clausuró el Festival de Cannes del año pasado.

EL HOMBRE QUE MATÓ A DON QUIJOTE Las musas de un hidalgo del cine

Título original: The Man Who Killed Don Quixote
Reino Unido-Bélgica-España-Portugal 2018 133 min.
Dirección Terry Gilliam Guión Terry Gilliam y Tony Grisoni, según la novela de Miguel de Cervantes Fotografía Nicola Peccorini Música Roque Baños Intérpretes Jonathan Pryce, Adam Driver, Olga Kurylenko, Stellan Skarsgard, Joana Ribeiro, Óscar Janeada, Jordi Mollá, Rossy de Palma, Sergi López, Jason Watkins, Paloma Bloyd Estreno en Festival de Cannes 19 mayo 2018; en España 1 junio 2018

El documental Perdidos en La Mancha que Keith Fulton y Louis Pepe dirigieron en 2002 da buena cuenta del accidentado rodaje de uno de los proyectos más ambiciosos y deseados de Terry Gilliam, por aquel entonces protagonizado por Jean Rochefort, Johnny Depp y Vanessa Paradis. Quince años después el ex Monty Python ha logrado por fin culminar ese sueño, aunque los resultados ciertamente hayan quedado por debajo de los esperables ante la magnitud de la empresa. Don Quijote de La Mancha ha conocido muchas adaptaciones al teatro, al musical, la televisión, el cine y los dibujos animados, y ninguna suficientemente satisfactoria, no hasta el punto desde luego de hacer honor a su ilustre referente. La aventura de Gilliam, una fantasía delirante que aprovecha las posibilidades de la base literaria para elucubrar sobre la imaginación, la creatividad y la aplicación de éstas al oficio que mejor conoce, la realización cinematográfica, no alcanza el nivel de fascinación que toda esa combinación promete, a pesar del gran empeño que pone en ello. El producto final vuelve a ser indigesto para el público español, pues aunque son muchas las entidades involucradas, empezando por Televisión Española, asistimos a una más que jartible repetición de tópicos y lugares comunes, con garrafales defectos de ambientación y cierta sensación de volver a querer exportar la misma imagen rancia y asalvajada de nuestro país. Pero esto sería un mal menor si esta suerte de Ocho y medio combinado con El Quijote hubiera logrado un mayor grado de coherencia y no dar la sensación de batiburrillo de ocurrencias dispersas, algunas de ellas inconexas y perjudicadas por interpretaciones estridentes y una realización demasiado pagada de sí misma. El sello del director de Los héroes del tiempo, Brazil y El barón Munchausen se percibe en gran parte del metraje, provocando en ocasiones que nos maravillemos ante su dirección artística y el esplendor de las localizaciones. Pero la peripecia de este director de cine americano, que busca en una España de pandereta y Semana Santa la inspiración para repetir la hazaña que cuando joven le propició hacer una adaptación premiada y competente de las aventuras del Caballero de la triste figura, y que parece encontrar en una musa con aspecto de Claudia Cardinale mientras sufre un progreso que le lleva a sentirse Sancho Panza para posteriormente adoptar el rol de Quijote que confunde ficción y realidad, no encuentra el camino narrativo y dramático que le infunda enjundia suficiente para lograr ser el film que ambicionaba ser, quedándose en otro mero intento de contagiarse del genio, algo respecto frente a lo que incluso un grande como Orson Welles acabó tirando la toalla. Clausuró el Festival de Cannes de esta edición con más pena que gloria, aunque sospechamos que el tiempo le hará algún favor.

domingo, 3 de junio de 2018

MILLENIUM ARTS: EXHIBICIÓN DE CARÁCTER RUSO

10º concierto del XXVIII ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Cuarteto Millenium Arts (Vladimir Dmitrenco y Jill Renshaw, violines. Jerome Ireland, viola. Nonna Natvlishvili, violonchelo). Natalia Kuchaeva, piano. Programa: Cuarteto nº 8 Op. 59 nº 2, de Beethoven. Quinteto para piano en Sol menor Op. 57, de Shostakovich. Espacio Turina, domingo 3 de junio de 2018

De todas las formaciones camerísticas que participan en el ciclo de la Sinfónica, el Millenium Arts en sus vertientes de trío y cuarteto es el que tiene una trayectoria más consolidada y constante. Los mismos integrantes llevan años paseando sus programas por este ciclo, las Noches del Alcázar y otras manifestaciones en la capital y la provincia, lo que les convierte en un conjunto estable y no improvisado para cubrir citas concretas. Con este décimo concierto, y último hasta la gala de clausura el próximo día de San Juan, conectaron dos compositores de fuerte temperamento con dos obras que mantienen más de un punto en común, empezando por su raigambre rusa y siguiendo por el hecho de que la mayoría de los cuartetos de Shostakovich fueron estrenados por sus camaradas del Cuarteto Beethoven, siendo este Quinteto con piano una ocasión perfecta para poder interpretarlos todos juntos, con el propio autor al teclado.

El segundo de los cuartetos que Beethoven compuso por encargo del Conde Razumovsky incluye, como el primero, temas populares rusos como condición impuesta por este embajador ruso y violinista aficionado. La interpretación fue hasta tal punto impecable a nivel técnico que prácticamente podría reescribirse la partitura en su totalidad, sin traicionar ni un solo matiz ni detalle, a partir de las líneas claras y concisas que los músicos extrajeron de sus instrumentos. Sin embargo faltó alma, mayor complicidad entre los intérpretes, mucho más implicados Dmitrenco y Natvlishvili que los anglosajones, más fríos y distantes, lo que derivó en una exhibición seca e impersonal de una pieza que exige más excitación y frenesí. Ni el furor inicial ni la enorme tristeza del adagio, meditativo e intimista, ni la grandeza épica final, encontraron eco en una interpretación correcta sin más. 

Justo lo contrario sucedió con el Quinteto de Shostakovich, menos satisfactorio en cuanto a técnica y virtuosismo, con notables distensiones y desatinos más allá de las propias disonancias de la partitura, y sin embargo mucho más sugerente a nivel emocional y afectivo, gracias a la enérgica labor desplegada por el primer violín y el violonchelo. Kuchaeva por su parte optó por una digitación percutiva, como queriendo subrayar el carácter desafiante de la pieza. Aquí el conjunto acertó a reflejar el espíritu desgarrado y visceral de una obra muy influida por esos aires neoclásicos que se remontan a un período en el que los himnos, preludios y fugas de Bach tenían un gran predicamento. También asomó felizmente el acusado lirismo del intermezzo en forma de passacaglia y la concentración contrapuntística del adagio en forma de fuga, así como la irónica pero alegre atmósfera del scherzo. Para resolver las tensiones provocadas por Beethoven y Shostakovich, el conjunto ofreció como propina una amable y distendida página de Gershwin, He Loves and She Loves, del musical Funny Face.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía