domingo, 3 de junio de 2018

MILLENIUM ARTS: EXHIBICIÓN DE CARÁCTER RUSO

10º concierto del XXVIII ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Cuarteto Millenium Arts (Vladimir Dmitrenco y Jill Renshaw, violines. Jerome Ireland, viola. Nonna Natvlishvili, violonchelo). Natalia Kuchaeva, piano. Programa: Cuarteto nº 8 Op. 59 nº 2, de Beethoven. Quinteto para piano en Sol menor Op. 57, de Shostakovich. Espacio Turina, domingo 3 de junio de 2018

De todas las formaciones camerísticas que participan en el ciclo de la Sinfónica, el Millenium Arts en sus vertientes de trío y cuarteto es el que tiene una trayectoria más consolidada y constante. Los mismos integrantes llevan años paseando sus programas por este ciclo, las Noches del Alcázar y otras manifestaciones en la capital y la provincia, lo que les convierte en un conjunto estable y no improvisado para cubrir citas concretas. Con este décimo concierto, y último hasta la gala de clausura el próximo día de San Juan, conectaron dos compositores de fuerte temperamento con dos obras que mantienen más de un punto en común, empezando por su raigambre rusa y siguiendo por el hecho de que la mayoría de los cuartetos de Shostakovich fueron estrenados por sus camaradas del Cuarteto Beethoven, siendo este Quinteto con piano una ocasión perfecta para poder interpretarlos todos juntos, con el propio autor al teclado.

El segundo de los cuartetos que Beethoven compuso por encargo del Conde Razumovsky incluye, como el primero, temas populares rusos como condición impuesta por este embajador ruso y violinista aficionado. La interpretación fue hasta tal punto impecable a nivel técnico que prácticamente podría reescribirse la partitura en su totalidad, sin traicionar ni un solo matiz ni detalle, a partir de las líneas claras y concisas que los músicos extrajeron de sus instrumentos. Sin embargo faltó alma, mayor complicidad entre los intérpretes, mucho más implicados Dmitrenco y Natvlishvili que los anglosajones, más fríos y distantes, lo que derivó en una exhibición seca e impersonal de una pieza que exige más excitación y frenesí. Ni el furor inicial ni la enorme tristeza del adagio, meditativo e intimista, ni la grandeza épica final, encontraron eco en una interpretación correcta sin más. 

Justo lo contrario sucedió con el Quinteto de Shostakovich, menos satisfactorio en cuanto a técnica y virtuosismo, con notables distensiones y desatinos más allá de las propias disonancias de la partitura, y sin embargo mucho más sugerente a nivel emocional y afectivo, gracias a la enérgica labor desplegada por el primer violín y el violonchelo. Kuchaeva por su parte optó por una digitación percutiva, como queriendo subrayar el carácter desafiante de la pieza. Aquí el conjunto acertó a reflejar el espíritu desgarrado y visceral de una obra muy influida por esos aires neoclásicos que se remontan a un período en el que los himnos, preludios y fugas de Bach tenían un gran predicamento. También asomó felizmente el acusado lirismo del intermezzo en forma de passacaglia y la concentración contrapuntística del adagio en forma de fuga, así como la irónica pero alegre atmósfera del scherzo. Para resolver las tensiones provocadas por Beethoven y Shostakovich, el conjunto ofreció como propina una amable y distendida página de Gershwin, He Loves and She Loves, del musical Funny Face.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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