Francia-Bélgica-Polonia 2017 110 min.
Dirección Roman Polanski Guión Roman Polanski y Olivier Assayas, según la novela de Delphine de Vigan Fotografía Pawel Edelman Música Alexandre Desplat Intérpretes Emmanuelle Seigner, Eva Green, Vincent Pérez, Damien Bonnard, Camille Chamoux, Josée Dayan, Noémie Lvovsky, Dominique Pinon Estreno en Festival de Cannes 27 mayo 2017; en España 1 junio 2018
El vigésimo primer largometraje de ficción de ese clásico vivo que es Polanski podría haber funcionado como un perfecto resumen de su propia carrera si no fuera por la fuente literaria tan decididamente mediocre en la que se basa, que el guionista y también realizador Olivier Assayas no ha conseguido mejorar con más ingenio e intuición. Aquí se dan cita elementos de El quimérico inquilino, con esa persona atrapada por un pasado y una casa que esconde sus fantasmas, La semilla del diablo, sometida al atento cuidado de quien no parece ser sino su verdugo y demonio, o El escritor, con la figura del negro como alter ego, por citar sólo algunas de las películas que junto a otras como Repulsión o Un dios salvaje parecen asomarse a la cinta veinte más uno de su catálogo. La mano de Polanski cumple, como casi siempre lo hace, en sus mejores películas y las que no lo son tanto, imprimiendo sobriedad y elegancia al conjunto, logrando eficientes interpretaciones en este caso de sus actrices, y consiguiendo atrapar al espectador, incluso a pesar de la sensación de impostura y de lo forzada que resulta su trama, sumergiéndolo en una intriga más que considerable. No son pocos alicientes de una película a pesar de ello decididamente menor, en la que se pretende hacer una disquisición sobre la inspiración y la creatividad, los recursos para dar forma a la imaginación y la delgada línea entre lo real y lo ficticio. Polanski nos regala una interpretación sensacional de Eva Green, capaz de reflejar tanta confianza y admiración como desasosiego y perturbación. También la esposa del director, Emmanuelle Seigner, logra un buen trabajo como desorientada escritora que sufre ante el papel en blanco la falta de inspiración y el miedo al fracaso. Lástima que durante casi todo el metraje esa sensación de argumento forzado y a menudo poco creíble haga naufragar un producto con un gran potencial. Si Polanski y Assayas se hubieran esforzado más para lograr mayor coherencia mediante un esquema narrativo alternativo que lo permitiera, quizás estaríamos hablando de un producto más que notable. Al menos nos quedamos con su insalubre atmósfera y su elegante propuesta. Clausuró el Festival de Cannes del año pasado.
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