jueves, 30 de diciembre de 2021

LEONOR BONILLA, LA ESTRELLA DE LA NAVIDAD

Concierto extraordinario de Navidad de la Orquesta Barroca de Sevilla. Leonor Bonilla, soprano. Jacobo Díaz, oboe. Coro Asociación Musical CÓDICE (Esther Sanzo, dirección). Leo Rossi, dirección. Programa: Concerto grosso Op. 6 nº 9 en Fa mayor, Piangeró la sorte mia, de Giulio Cesare in Egitto, y selección de El Mesías, de Haendel; Concierto para oboe en re menor, de Marcello; Domine Deus, de Gloria de Vivaldi; Laudate Dominum, de Vesperae solennes de Confessore de Mozart; Concerto grosso Op. 6 nº 8 “para la Noche de Navidad”, de Corelli. Teatro de la Maestranza, miércoles 29 de diciembre de 2021


La Barroca de Sevilla fue todavía más barroca anoche en el Maestranza con el patrocinio del Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla. Una ciudad tan barroca y una orquesta tan en estilo conjugándose en esta primera cita navideña que brinda el coliseo hispalense al conjunto local, y que esperemos acabe convirtiéndose en tradición, como deseó el siempre elocuente y amable Ventura Rico en unas oportunas locuciones introductorias, y también lo deseamos todos y todas nosotras. Más que un concierto de Navidad, lo que disfrutamos con la Barroca anoche fue de un concierto de despedida del año, no en vano es el último al que la mayoría de los y las que estábamos allí asistiremos en este casi extinto dos mil veintiuno. Para la ocasión la formación se arropó convenientemente con la voz cada vez más rutilante de la joven soprano también sevillana Leonor Bonilla, que con su actuación se erigió en auténtica estrella que toda Navidad necesita, aunque más que para guiarnos esta vez sirviera para hacernos levitar.

Desde aquel lejano primer premio en el Certamen de Nuevas Voces de Sevilla, a Bonilla la hemos disfrutado mucho en roles belcantistas como Lucia di Lammermoor, L’elisir d’amore y apenas hace unos días en Capuletos y Montescos, siempre en perfecto estilo y resolviendo con sobresaliente las numerosas dificultades para la voz que esos roles ofrecen. Nos encantó también en aquel Orfeo y Eurídice que dirigió escénicamente Rafael Villalobos en Jerez, en el Carmina Burana que dirigió Pedro Halffter en 2016, y cuando participó junto a otras aclamadas voces españolas en la celebración del treinta aniversario del Teatro de la Maestranza, hace apenas unos meses. Siempre convence, y siempre en el estilo perfecto que exige cada ocasión, esta vez abordando páginas de Haendel y Vivaldi como si lo hubiera estando haciendo toda la vida, adaptándose así a la perfección a las exigencias de una orquesta que siempre ha procurado recrear la música de la época con el máximo rigor histórico posible. Bonilla encaró con tanta delicadeza como aplomo, según qué pasajes, el célebre Piangerò la sorte mia de Julio César, con vehemencia pero también mucha ternura el precioso Domine Deus del Gloria de Vivaldi, y con una extrema dulzura el Laudate Dominum de las Vísperas Solemnes de Confesor de Mozart, que el coro de la Asociación Musical CÓDICE arropó con mucho respeto y encanto, una nueva muestra de lo que lleva calando la buena música en nuestra ciudad desde ya tanto, como muestra es también de la pasión y la entrega que ponen los miembros de la Barroca que Valentín Sánchez se encargara de la dirección de esta pieza, al igual que hizo con la navideñas propinas, una Noche de Paz y un Adeste Fideles que soprano y coro entonaron como si del final apoteósico de una película romántica hollywoodense se tratara. Al segundo además fuimos invitados e invitadas todas a cantar, con resultados nada desdeñables. Con tres arias de El Mesías de Haendel culminó la participación programada de la soprano, para quien los elogios se nos agotan a la hora de valorar las inflexiones de su voz y los elegantes cambios de registro que experimentó en How beautiful are the feet y I know that my Redeemer liveth, así como las exquisitas agilidades desplegadas en la jubilosa Rejoice greatly.

Jacobo Díaz y Leonor Bonilla
A todo eso se plegó la orquesta con suma elegancia y humilde respeto. Una formación que pudimos comprobar esta vez sonó atemperada y cálida, menos pujante de lo que nos tiene acostumbrados, resolviendo el Concerto grosso nº 9 de Haendel con agilidad y buena gramática, bajo la supervisión atenta del concertino Leo Rossi, que se encargó esta vez de la dirección. Igualmente cálida y exquisita resolvió el Concierto para oboe de Marcello, que tan popular hizo el cine, sobre todo la mítica Anónimo veneciano. En él el oboísta igualmente sevillano Jacobo Díaz desplegó toda su sabiduría y buen hacer para lograr unos movimientos extremos ágiles y desenfadados, si bien precisamente el adagio central le quedó algo rígido y corto de vuelo lírico. Su participación junto a Leonor Bonilla en el aria del Gloria de Vivaldi aportó aún más belleza a la brillante interpretación. Igualmente delicada fue la versión que el conjunto brindó del popular Concierto que Corelli dedicó a la Navidad, destacando así mismo un espíritu melancólico, con la siempre musculosa aportación del continuo, esta vez con incorporación del fagot de Eyal Streett y el sedoso sonido logrado con una plantilla gozosamente numerosa y una elegante mampara trasera que evitó dispersión en la proyección de un conjunto con el que prácticamente siempre disfrutamos a rabiar.

Se da, sin embargo, la circunstancia de que tanto en el concierto del día anterior con la Orquesta de la Fundación Barenboim-Saïd y Pablo Heras-Casado, como en este abundaron esos atrevidos aplausos fuera de lugar, entre movimientos e incluso en medio del aria de Julio César, lo que importuna muchísimo y causa tanta vergüenza ajena. Pero podemos entender por el lado positivo si consideramos que se debe a la continua asistencia de público nuevo, lo que esperemos posibilitará nuevos aficionados y aficionadas en un futuro próximo, quizás para este nuevo año que entra inminentemente y deseamos llegue cargado de fortuna y mucha salud.

Fotos. Luis Ollero
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 29 de diciembre de 2021

LA ACADEMIA DA FRUTOS DE PRIMERA CALIDAD

Concierto de la Orquesta de la Fundación Barenboim-Saïd. Amaury Coeytaux, violín. Pablo Heras-Casado, director. Programa: Concierto para violín en Re mayor Op. 35, de Chaikovski. Sinfonía nº 8 en Sol mayor Op. 88, de Dvorák. Teatro de la Maestranza, martes 28 de diciembre de 2021

Foto: Manuel Vaca

Hace mucho que Daniel Barenboim no asoma por nuestra tierra. Atrás quedaron aquellos conciertos estivales junto a la Orquesta del Diván que con tanta ilusión esperábamos, y nunca llegó a cumplir su promesa de dar un recital de piano en el Maestranza como agradecimiento por la acogida de nuestra comunidad a su proyecto conjunto con el intelectual Edward Saïd, tanto tiempo atrás desaparecido. Dicen que puede ser por la hostil acogida que sufrió por parte de algunos influyentes medios locales, pero nos extraña que una personalidad de la talla y la importancia de Daniel Barenboim, prácticamente un dios en su materia, un intocable tras tantos y grandes merecidos reconocimientos a lo largo de más de sesenta años ininterrumpidos de carrera, se deje influir por los comentarios, hostiles o admirados, de una prensa local como la nuestra. Lo cierto es que su legado tiene un valor incalculable, y que el trabajo desplegado en Andalucía por la
fundación que lleva su nombre, suma en lo que a preparación de jóvenes intérpretes se refiere. Les da una oportunidad única de recibir clases de algunos y algunas de las más prestigiosas maestras en la materia, sin tener que desplazarse a otros países, generándose aquí una fuente de conocimiento y experiencia de primera categoría, solo al alcance de los más avezados estudiantes, dando como fruto nada más y nada menos que la excelencia.

Eso es lo que una vez más encontramos sobre el escenario del Maestranza, pura excelencia en manos de todavía inexpertos músicos en su mayoría, que con su valía y esfuerzo demostraron ser capaces de devorar un programa exigente con la perfección de unos profesionales absolutos. Una gesta casi milagrosa que afortunadamente se repite cada vez que nuestros jóvenes se suben al escenario, ya sea con la Orquesta Joven de Andalucía, nuestra querida Sinfónica Conjunta o las nuevas generaciones de la Barroca. El impecable trabajo conjunto de nuestros conservatorios, academias e instituciones, sumados al billete de perfeccionamiento que les reporta su paso por la Fundación, da como resultado este estimulante viaje a la excelencia. Pablo Heras-Casado, que ya dirigió a la formación, junto a la OJA, en enero de 2020, y pudimos disfrutarle junto a la Orquesta Juvenil de la Unión Europea en el Teatro Cervantes de Málaga en agosto de aquel fatídico año, exprimió al máximo las fuerzas y las energía de estos y estas jóvenes intérpretes para lograr de nuevo un concierto ejemplar, al que se sumó el talento indiscutible del también joven violinista francés Amaury Coeytaux.


Un violinista infatigable

Ya tiene mérito sustituir en el último minuto al violinista programado, Miguel Colom, debido a los estragos del covid que hacen de cada día una aventura y una incertidumbre, y enfrentarse a una partitura complicada como es la del Concierto para violín de Chaikovski con tanta solvencia y ejemplaridad. El suyo es un sonido crispado y envolvente, que frasea a un ritmo endiablado y es capaz de hacer sonar cada nota con una claridad y flexibilidad asombrosa. Su exacerbado virtuosismo quedó patente en un allegro inicial majestuoso y apabullante pero también lleno de lirismo, al que la orquesta se plegó maravillosamente, siempre atenta a los múltiples gestos con los que Heras-Casado controló a sus jóvenes portentos. Prodigiosas resultaron sus alambicadas cadencias en el tramo final de este primer movimiento. En la Canzonetta, Coeytaux se mostró ampliamente melódico y profundamente lírico; dinámico y lleno de carácter en el deslumbrante allegro vivacissimo final. Propina obligada, el andante de la Sonata nº 2 de Bach, meditado y paladeado.

Otra página de inconfundible sabor eslavo, la Sinfonía nº 8 de Dvorák, ocupó la segunda parte de este extraordinario concierto, con el director sin batuta pero con mucha expresividad llevando a los jóvenes músicos al páramo de la perfección. Todas las familias instrumentales, incluidos los tan temidos metales, respondieron impecablemente a la llamada atenta y responsable de quien estos días habrá trabajado hasta la extenuación con ellos para alcanzar tan estimulantes resultados, con la ayuda impagable del profesor Edmon Levon, que se encargó de la preparación y los ensayos preliminares de la propuesta. El allegro inicial sonó desenvuelto, fresco y natural, a la vez que conmovedor y luminoso. Se acertó en dar un carácter profundamente místico al adagio, mientras el allegretto grazioso se entonó con encanto y ligereza. La calidez y la solemnidad caracterizaron el allegro ma non troppo final, alcanzándose en su tramo final un espíritu vitalista y deslumbrante. Como propina se atrevieron primero con la Danza húngara nº 1 de Brahms y un alegre pasodoble de esos que tanto suenan en las salas de concierto de todo el Mundo, según el director granadino, cuando tocan orquestas juveniles, dado el alto porcentaje según él de integrantes españoles en este tipo de formaciones, lo que da buena cuenta de la conveniencia de mantener estas instituciones que tanto hacen por la cultura y la felicidad de la población.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 28 de diciembre de 2021

COMPANY EN MÁLAGA Y EL MÉDICO EN SEVILLA: MUSICALES CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN ANDALUZA

EL MÉDICO

Una producción de Dario Regattieri para beon.Entertainment. Música y letra de Iván Macías y Félix Amador, según la novela de Noah Gordon. Ignasi Vidal, dirección artística. Iván Macías, dirección musical. María Ramos, dirección de la orquesta. Amaya Galeote, coreografía. Josep Simón y Eduardo Díaz, escenografía. Felipe Ramos, iluminación. Lorenzo Caprile, vestuario. Con Guido Balzaretti, Cristna Picos, Josean Moreno, Alberto Vázquez, Enrique Ferrer. Cartuja Center Cite de Sevilla, función del sábado 25 de diciembre de 2021.

COMPANY

Una producción del Teatro del Soho CaixaBank. Música y letra de Stephen Sondheim. Libreto de George Furth. Antonio Banderas, dirección. Arturo Díez-Boscovich, dirección musical. Borja Rueda, coreografía. Ignacio García May y Roser Batalla, traducción. Alejandro Andújar, escenografía. Juan Gómez-Cornejo y Carlos Torrijos, iluminación. Antonio Belart, vestuario. Joan Rodón y Emilio Valenzuela, vídeo. Roc Mateau, sonido. Con Antonio Banderas, María Adamuz, Roger Berruezo, Albert Bolea, Lorena Calero, Lydia Fairén, Dulcinea Juárez, Silvia Luchetti, Anna Moliner, Julia Möller, Paco Morales, Marta Ribera, Carlos Seguí, Rubén Yuste. Teatro Soho CaixaBank de Málaga, función del domingo 26 de diciembre de 2021.


Hace apenas unos años
se presentaba en Fibes el musical El médico, basado en la famosa novela del recientemente fallecido Noah Gordon, e impulsado por el Liceo Musical de Moguer y la productora creada al efecto Versus Creative. Un milagro que ya había tenido sus ensayos en forma de El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber en versión concierto y el estreno del musical autóctono Germinal según la novela de Zola. Sus autores repitieron con mayor éxito esta adaptación de las vicisitudes de un aprendiz de médico en la Europa medieval de la encrucijada de religiones, y su posterior viaje de iniciación y conocimiento al más refinado Oriente en busca de nuevos procedimientos para la cura de enfermedades. Aquel espectáculo, aupado por la Banda Municipal de Moguer reforzada con instrumentos de cuerda, nos agradó sobremanera, hasta el punto de augurar tras esa primera puesta en escena rudimentaria, algo así como un boceto, un futuro prometedor una vez se pulieran algunos aspectos y detalles. Poco después saltó a Madrid, pero nunca se dijo nada de su origen onubense; parece que hasta sus autores se avergonzaran de ello. Quedó plenamente fagocitada por la capital del reino, como siempre hace, y ahora nos llega en una nueva producción que se ha estrenado directamente aquí en Sevilla, como también lo hizo aquella encantadora versión embrionaria de 2017.

Los resultados no han podido ser más decepcionantes, con más aspecto de boceto ahora que entonces, a pesar de los evidentes esfuerzos de producción desplegados. La empresa no funciona porque mantiene su exuberante partitura, con multitud de canciones al más puro estilo disneyano ilustrando tal cantidad de situaciones y personajes que hace complicado involucrarse en la trama. Un trabajo de dramaturgia más concentrado hubiera hecho más asimilable la función. No queda así lugar para el lucimiento de sus protagonistas a nivel actoral, si bien como voces resuelven su cometido con dignidad, con especial mención para Josean Moreno, único de los intérpretes de aquella primera versión que sobrevive en la actual, y que como Barber sobrelleva el peso de la acción en su primer tercio con dinamismo y una registro baritonil rutilante. También eficaz como cantante se muestra el joven Guido Balzaretti, que da vida al protagonista, Rob, con mucho nervio pero un temperamento casi de función escolar, como muchos otros aspectos que flotan sobre el escenario.


Le secundan la voz sopranil bien colocada y modulada con buen gusto de Cristina Picos, el tono grave de Alberto Vázquez y la perfectamente proyectada y potente voz de Enrique Ferrer como el Sha de Persia. Los decorados y las videoproyecciones se suceden con rapidez y dinamismo para transportarnos a ese continuo cambio de localizaciones, mientras los fallos de sonido y emisión en las múltiples pantallas del imponente auditorio se sucedieron a menudo, potenciando los malogrados resultados de este nuevo montaje de un título que contó en su momento con el beneplácito de Noah Gordon y que por lo tanto merecería un mejor trato. No facilitar programa o una web suficientemente documentada constituye todo un desprecio a su numeroso elenco. Aunque su potencial análisis de la convivencia de culturas quede algo desdibujado ante tal batiburrillo dramático, este espectáculo tiene un marcado carácter familiar y se repite en Almería, Córdoba, Jaén y Cádiz en los próximos días hasta mitad de febrero, y aquí todavía puede verse hasta el 2 de enero de 2022.

Banderas nos brinda la mejor versión de Company

Mucho hablamos en estas páginas el año pasado sobre el musical Company de Stephen Sondheim, a propósito de la celebración del cincuenta aniversario de su estreno en el Alvin Theatre de Nueva York, y del noventa cumpleaños de su autor, celebrado por todo lo alto por las más rutilantes estrellas de Broadway, y algunas del cine, en riguroso streaming pandémico. Después de triunfar con su versión de A Chorus Line, el musical de Marvin Hamlisch que se mantuvo en cartel más de diez años ininterrumpidos antes de que Richard Attemborough lo convirtiera en aseada película, Antonio Banderas vuelve a cumplir en su ciudad natal y el Teatro Soho que él mismo ha impulsado, y que ha convertido la calle Córdoba de la capital de la Costa del Sol en un merecido trocito de Broadway, y logra con Company un hito definitivo del teatro musical hecho en España. La muerte de Sondheim coincidió mientras Company ya estaba en escena en Málaga, un triste punto de conexión con El médico sevillano. Hemos visto y escuchado muchas producciones de este emblemático musical de cámara, como algunos lo bautizaron en su momento, en el que varias parejas de amigos intentan convencer a su amigo soltero de las veleidades del matrimonio, mientras él se dedica a observar en ellos y ellas los pros y los contras de la conservadora institución, y no se me ocurre mejor versión que la que Banderas dirige y protagoniza estos días para gozo de entendidos y profanos.


Antonio Banderas es un tipo muy listo y aplicado, y es evidente que ha aprendido mucho en Estados Unidos y sabe aplicarlo a nuestra idiosincrasia. Su Company recupera el original, después de los intentos fallidos de contemporizarlo en 2006 y cambiarle el género al protagonista en 2018. La suya mantiene las espléndidas orquestaciones de Jonathan Tunick, un habitual de Sondheim que también se responsabilizó de su extraordinaria versión en concierto de 2011 con la Filarmónica de Nueva York, que Díez-Boscovich, todo un apasionado de la música para la escena y el cine, ha traducido de maravilla, con una orquesta de algo más de veinte integrantes dándolo todo y añadiendo esa emoción que exige una música de este calibre. El libreto mantiene toda su vigencia gracias a un estupendo trabajo de traducción y adaptación, mientras la moderna y tecnológica puesta en escena, que recupera los andamiajes de la original pero añade proyecciones del skyline neoyorquino y videocreaciones de lo más estimulantes, se apoya en una plataforma giratoria en la que se resuelven magníficamente algunas de las propuestas dramáticas y cómicas de la función.

Del elenco solo se pueden decir maravillas, todos y todas estupendos comediantes y cantantes. En él podemos distinguir los rostros de Roger Berruezo (Águila Roja, Cuéntame) o Paco Morales (el grupo musical La Década, la serie andaluza Arrayán), y disfrutar con la gracia y el desparpajo de María Adamuz, que curiosamente coincidió con Balzaretti (Rob, el médico) en La bella y la bestia de la Gran Vía como protagonistas. Estupendas coreografías bailadas con inmejorable nivel, una dramaturgia clara y envolvente y el acierto de hacerla más hilarante todavía que sus predecesoras, hacen del espectáculo una experiencia emocionante y deliciosa, a la que resulta imposible abstraerse. Hemos oído cantar a Banderas en su debut hollywoodiense, Los reyes del mambo, junto a Ana Belén en el bolero No sé por qué te quiero, con Madonna en Evita, y los más afortunados en el musical Nine en Broadway. Pero nunca con la fuerza y el talento con que hemos podido disfrutar de su voz en el Soho malagueño. Pura adrenalina convertida en rabia a fuerza de sobresalientes agudos e incandescente expresividad. Su Sentirse vivo (Being Alive) es de auténtica antología, de la misma forma que Marta Ribera consigue milagrosamente que nos olvidemos de que antes que ella The Ladies Who Lunch (Las damas que almuerzan) lo cantaron Elaine Stritch o Patti Lupone. Todos y todas hacen un trabajo excelente.

Banderas, que repetimos es un tipo muy listo, ha sabido reunir a lo mejor en su género, acreditados por un amplio currículum en Madrid y Barcelona, las dos vértebras del musical en España antes de que Málaga les desafiara. Todo un detalle facilitar al público un programa con información completa del espectáculo y sus responsables. Company tenía que estar en cartel hasta estas navidades, pero su éxito ha hecho que se prorrogue hasta marzo. Háganse un favor y dediquen un par de días a visitar la preciosa capital malagueña para disfrutar de este espectáculo musical y teatral sin igual en toda la historia del teatro musical hecho en España. Aunque no sean aficionados o aficionadas al género, sin duda lo disfrutarán.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 26 de diciembre de 2021

MATRIX RESURRECTIONS Oportunista prolongación del éxito

Título original: The Matrix Resurrections
USA 2021 148 min.
Dirección
Lana Wachowski Guion Aleksandar Hemar, David Mitchell y Lana Wachowski Fotografía John Toll y Daniele Massaccesi Música Johnny Klimek y Tom Tykwer Intérpretes Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Jessica Henwick, Jada Pinkett Smith, Jonathan Groff, Yahya Abdul-Mateen, Prnkaya Chopa, Lambert Wilson, Christina Ricci Estreno en Estados Unidos y España 22 diciembre 2021

Hace poco más de vente años las hermanas Wachowski revolucionaron la ciencia ficción con una película en cierto modo visionaria y con efectos visuales de primera categoría y novedosa resolución. El tiempo se ha encargado de demostrar que, dentro de su ingenio y sus méritos, aquel éxito se reveló rápidamente sobredimensionado. Aquello derivó en dos secuelas, rodadas y estrenadas el mismo año, cuatro después del título inicial, aunque cada una con su propia idiosincrasia, ágil y divertida la primera, bélica y espesa la segunda. Entre tanto una serie de cortos animados al más puro estilo manga se encargaron, bajo el título genérico de Animatrix, de aclarar algunos aspectos y personajes de la serie, hasta que ahora, veinte años después de todo eso, una de las hermanas ha decidido resucitar la franquicia.

Durante todo este tempo las Wachowski no se han caracterizado precisamente por hacer buen cine. Tres nombres importantes se han apeado del proyecto, Lilly Wachowski, Laurence Fishbourne, que encarnaba a Morfeo y ahora ha sido sustituido por el más joven Yahya Abdul-Mateen II, y Hugo Weaving, que daba vida al villano Smith y ahora le sucede el más agraciado Jonathan Groff (Hamilton, Looking). Tres ausencias que justifican el disparate de la empresa, centrada en desbaratar y deslegitimar el final de la trilogía, empeñándose en resucitar el personaje de Trinity y dar alguna sorpresa sobre su destino. Mientras tanto unos personajes han envejecido más que otros (Jada Pinkett Smith), a la vez que la pareja protagonista luce una espléndida madurez, en el caso de Reeves prolongando el aspecto que luce en John Wick, y la serie termina por autoparodiarse en esa realidad paralela en la que todo parce tener cabida, incluso un equipo creativo que proyecta rodar una cuarta entrega de la serie y traducirla incluso en nuevos videojuegos.

En definitiva se trata de una forma de reírse de sí mismo, con Neo enfrentado ahora a su psicoanalista, en la piel del showman Neil Patrick Harris, y haciéndose una vez más uso de esa hipócrita encarnación del mea culpa que tanto gusta a los americanos, para terminar por hacer caja, que es en definitiva de lo único que se trata. Si al menos los efectos visuales fueran suficientemente novedosos y aportaran algo nuevo con respecto a sus predecesoras, pero ni siquiera es el caso.

sábado, 25 de diciembre de 2021

WEST SIDE STORY Spielberg vigoriza un clásico desde el respeto

USA 2021 156 min.
Dirección
Steven Spielberg Guion Tony Kushner, según el musical de Arthur Laurents y Jerome Robbins Fotografía Janusz Kaminski Música Leonard Bernstein Intérpretes Ansel Elgort, Rachel Zegler, Ariana DeBose, David Alvarez, Rita Moreno, Mike Faist, Josh Andrés Rivera, Corey Stoll, Brian d’Arcy James, Iris Menas Estreno en Estados Unidos 10 diciembre 2021; en España 22 diciembre 2021

Cuando hace tiempo se anunció que Spielberg dirigiría un remake de West Side Story fuimos mucha la gente que se sorprendió. Someter a revisión un clásico de la talla del film de Robert Wise y Jerome Robbins parecía un sacrilegio, casi como hacer lo propio con clásicos como Lo que el viento se llevó o Casablanca. Sin embargo con Spielberg a la cabeza del proyecto había margen suficiente para esperar lo mejor, y eso llegó más de un año después de la fecha anunciada, debido a la recurrente pandemia que tanto lo está trastocando todo. No es la primera vez que el director de E.T. se enfrenta a un remake; ya lo hizo con Always, basada en el guion de Dalton Trumbo para Dos en el cielo, que dirigió precisamente Victor Fleming en 1943, y volvió a hacerlo con La guerra de los mundos, pero en ambos casos la transformación fue tal que casi se olvidaba su referente por completo y aquello acababa siendo enteramente una película de Spielberg. No ha pasado lo mismo con esta relectura de West Side Story. Aquí el director ha sido tan sumamente respetuoso que apenas se ha salido de su estructura y trama argumental, tan solo ha añadido más diálogos de la mano del brillante Tony Kushner, artífice de la celebrada serie Angels in America y colaborador de Spielberg en Munich y la compleja Lincoln, quizás su film más difícil e incómodo. El resultado es un film que se pone más de lado del inmigrante hispano y deja entrever cómo la policía y la sociedad americana siempre ha defendido más al descendiente caucásico, marginando a quienes hoy se revelan como población en alza.

Respetuoso también con la música, repetida prácticamente al milímetro respecto al original de 1961 que con tanto éxito adaptaba el libreto de Arthur Laurents y la música de Leonard Bernstein con letra del recientemente desaparecido Stephen Sondheim. West Side Story fue un mito en 1961, y junto a My Fair Lady y Sonrisas y lágrimas es sin duda el gran musical de la década de los sesenta, por lo que resultaba inimaginable volver a tocarlo. Sin embargo cuántas veces se llevan a escena los grandes musicales de Broadway, con producciones nuevas y novedosas, y cuántas veces se atreven los directores de escena a retocar los grandes títulos operísticos, a menudo con resultados catastróficos. Por qué no someter esta gran tragedia americana a una reescritura, más teniendo en cuenta que las nuevas generaciones, desde hace mucho tiempo en Estados Unidos, y desde algo menos también en Europa, ya no ven los clásicos, las televisiones apenas los programan y cuando lo hacen es con la competencia de la telebasura que todo lo invade y corroe. Para llevar a nuevos públicos estos clásicos imperecederos, hay que rehacerlos, y Spielberg lo ha hecho con tanto respeto y tan buena caligrafía que no cabe sino rendirse a sus encantos. Además, el talento natural del director para lograr emocionarnos hasta la incomodidad se repite en esta versión épica y espectacular en la que brillan la música, con el único añadido al programa original del himno portorriqueño La Borrinqueña, y la coreografía del nuevo talento del ballet americano Justin Peck, que no ha dudado en tomar como referente perfectamente identificable los bailes originales y míticos de Jerome Robbins que le valieron a la cinta de 1961 un onceavo Óscar no ganado en competición.

Dentro de ese respeto general que respira la película, Spielberg naturalmente no ha dudado en incluir algunas novedades, casi todas ellas encomiables. Sus personajes portorriqueños son más auténticos y hablan más en castellano, aunque sus líneas se desdoblen al inglés para evitar los subtítulos en la versión oída en países de habla inglesa. El personaje que antes era marimacho, todo un atrevimiento en la época, ahora es abiertamente trans. I Feel Pretty recupera el lugar anticlimático que tenía en la producción original de Broadway, un desatino que resolvió magistralmente la película de Wise. Todos y todas las intérpretes cantan con sus voces originales, naturales y perfectamente en estilo, sin la impostura que generaba aquella grabación de los ochenta que protagonizó el propio Bernstein con las voces operísticas de José Carreras, Kiri Te Kanawa y Tatiana Troyanos. Spielberg le reserva a Rita Moreno el papel que en la original interpretaba Ned Glass, aunque la tienda sigue siendo de Doc, ahora ella es su viuda e interpreta Somewhere, como también una voz femenina lo hacía en la versión teatral, y no la pareja protagonista que la entonaba en la película del 61.

Pero sobre todo en esta nueva versión luce la escenografía, espléndida, recuperando esa filigrana y perfeccionismo que Spielberg logró en el brillante arranque de El puente de los espías, donde el Nueva York de los cincuenta se recreaba no solo con una perfecta ambientación sino como si el equipo técnico y artístico hubiera directamente viajado al pasado. Los bailes, más numerosos y con el propio protagonista también danzando, un Ansel Elgort al que hemos visto en la serie Divergente y en películas como Bajo la misma estrella o Baby Driver, salen más al exterior y todo resulta más realista. Hay incluso una escena, la ceremonia nupcial, recreada en un insólito monasterio en Harlem, que supone un guiño directo al Romeo y Julieta shakesperiano del que surge todo este entramado. Y nos congratulamos de que Spielberg haya revitalizado y modernizado al clásico en cuestiones de género; ahora María no es quien provoca involuntariamente la tragedia pidiéndole a Tony que impida la pelea, y las chicas de los Jets toman papel activo horrorizadas cuando la espléndida Ariana DeBose, la nueva Anita, es violentada en la tienda de Doc. Spielberg es un genio con una filmografía impecable, y le honra no haber querido eclipsar a una cinta que fue más que eso, un fenómeno del que generaciones enteras han disfrutado con experiencias dispares y tremendamente nostálgicas. Su respeto ha alcanzado también a la partitura, apenas reorquestada por David Newman y muy bien dirigida por Gustavo Dudamel, seguramente por indicación de su gran amigo John Williams, autor de la música del grueso de la filmografía de Spielberg. Él ha hecho su versión como si de reponerla en los teatros se tratara, y quién sabe, quizás también la veamos tantas veces como hemos visto la original.

viernes, 24 de diciembre de 2021

SILENT NIGHT Navidades apocalípticas

Reino Unido 2021 90 min.
Guion y dirección
Camille Griffin Fotografía Sam Renton Música Lorne Balfe Intérpretes Keira Knightley, Matthew Goode, Roman Griffin Davis, Annabelle Wallis, Lily Rose-Depp, Sope Dirisu, Lucy Punch, Kirby Howell-Baptiste, Rufus Jones, Davida McKenzie, Hardy Griffin Davis, Gilby Griffin Davis, Trudie Styler Estreno en el Festival de Toronto 16 septiembre 2021; en Reino Unido 3 diciembre 2021; en España 22 diciembre 2021

El salto a la fama de su hijo, Roman Griffin Davis, en JoJo Rabbit pudiera estar detrás del debut en el largometraje de Camille Griffin. Y lo hace con una comedia negra y grotesca en la que varias amistades de la Universidad se reúnen para celebrar la Navidad en la, cómo no, suntuosa casa de campo de una de las parejas, interpretada como el resto del elenco con cierta propensión al exceso por Keira Knightley y Matthew Goode. Una operación que recuerda a éxitos generacionales de los ochenta (Reencuentro) y noventa (Los amigos de Peter), pero que traslada su particular inquietud al actual estado pandémico que sufre el planeta, lo que da cierto aire apocalíptico.

Griffin echa mano de lo políticamente incorrecto, siempre en su justa medida, quizás con más elegancia de la habitual en este tipo de atrevimientos, sobre todo en lo que al lenguaje de los más jóvenes se refiere. Por lo demás es terriblemente correcta cuando de utilizar la diversidad, de género, inclinación sexual y raza, se trata. El resultado parece estar confeccionado por un ordenador, pero funciona en su embalaje indiscutiblemente sofisticado y atractivo y en su propuesta quizás original y diferente.

Lástima que no sepa muy bien cuál es el rumbo a seguir, lo que algunos y algunas han confundido con un mensaje controvertido frente a la política mundial seguida términos de pandemia, lo que de ser así podría darle un valor añadido, pero mucho nos tememos que no lo es. Griffin contrata a su hijo Roman en el papel más complejo de la historia, y a sus gemelos como comparsa.

EL CHICO MÁS BELLO DEL MUNDO Metamorfosis de un rostro angelical

Título original: The Most Beautiful Boy in the World
Suecia 2021 93 min.
Guion y dirección
Kristina Lindström y Kristina Petri Fotografía Erik Vallsten Música Anna von Hausswolff Documental Estreno en el Festival de Sundance 29 enero 2021; en España (internet) 28 julio 2021; en Suecia 15 octubre 2021

Cuando Lucchino Visconti buscó al Tadzio de su adaptación de Muerte en Venecia de Thomas Mann, lo hizo entre las bellezas nórdicas y lo encontró en Estocolmo. El rostro angelical del quinceañero Björn Andrésen le cautivó casi de inmediato y lo convirtió en icono universal de la belleza ambigua. Quienes no comprendimos su obra en su momento consideramos inapropiado que el personaje de Dirk Bogarde fijara su atención presuntamente homosexual en un joven de aspecto un tanto feminizado. No alcanzamos a entender entonces que lo que obsesionaba a Gustav von Aschenbach no era el sexo del joven sino su belleza, ya fuera hombre o mujer, ese aspecto inalcanzable que le convertiría en perfecto ángel de la muerte.

Este sorprendente e interesantísimo trabajo indaga sobre la suerte del joven actor, su desarrollo como profesional y ser humano, volviendo a la sempiterna historia del juguete roto, quién hubiera podido llegar a ser si la tragedia no se hubiera cebado en él amargándole la existencia. La desaparición de seres muy queridos, su incapacidad para asumir la fama y el recurrente refugio en el alcohol y las drogas se reflejan en ese rostro marcado por el dolor y el tiempo que lució ante las cámaras de televisión en un ya lejano 2005, y el aspecto demacrado, extremadamente delgado y arrugado, aunque con una envidiable melena gris, que luce en el documental y lució también en la película Midsommar, uno de sus trabajos cinematográficos más relevantes, a pesar de tratarse de un papel episódico, tras una carrera casi ininterrumpida pero hundida en teleseries y productos de escasa repercusión. También su pasión por la música y su puntual éxito y experiencia en Japón se reflejan en este valioso documental.

Su propio testimonio recorre este doloroso y triste retrato en el que podemos disfrutar de abundante y riquísimo material de archivo donde se intuye el talante vampírico del director de El Gatopardo y de la propia abuela del homenajeado. Una serie de personajes emblemáticos en su vida, como su novia, su hija o su hermana, van protagonizando una sucesión de encuentros y desencuentros muy relevantes y bien hilvanados. Al final ese encuentro simbólico entre el joven Tadzio y el demacrado Björn en la misma playa del Lido que vio nacer el mito, se convierte en el broche poético ideal de una crónica no por recurrente menos interesante. Estuvo nominada al mejor documental en los Premios Europeos del Cine.

EL HOMBRE PERFECTO Falsa idealización de la felicidad

Título orignal: Ich bin dein Mensch
Alemania 2021 108 min.
Dirección
Maria Schrader Guion Maria Schrader y Jan Schomburg, según una historia de Emma Braslavsky Fotografía Benedict Neuenfels Música Tobias Wagner Intérpretes Maren Eggert, Dan Stevens, Sandra Hüller, Hans Löw, Wolfgang Hübsch, Annika Meier, Falilou Seck, Jürgen Tarrach Estreno en el Festival de Berlín 12 junio 2021; en Alemania 1 julio 2021

Hace unos años la joven actriz y directora Maria Schrader nos presentaba una extraordinaria semblanza del gran escritor y filósofo austríaco Stefan Zweig. Bajando ahora el listón, Schrader parece no querer apearse sin embargo del material filosófico que lógicamente protagonizaba aquella cinta, y en clave de comedia romántica nos ofrece una fábula o fantasía sobre la fragilidad del ser humano como persona sensible, víctima de sus deseos, impulsos y sensaciones, la soledad y la idealización del amor romántico. Para ello nos sitúa en un futuro próximo o quizás una realidad distópica en la que una doctora especializada en arqueología ancestral recibe el encargo de evaluar un humanoide programado para seducir y amar, en definitiva para hacer feliz a la persona que lo posea.

Desde un principio la empresa se presenta atractiva, con una puesta en escena limpia y diáfana, una fotografía luminosa y un Berlín aséptico en el que destaca el Museo Pérgamo y su Puerta del Mercado de Mileto. Naturalmente con dicho punto argumental de partida no resulta difícil averiguar por dónde deambulará la trama, cuáles serán sus giros y su sentido global, lo que no impide que el conjunto se disfrute por su adecuado ritmo, su capacidad para generar contenidos relativamente poéticos, como ese encuentro entre el robot y los ciervos del bosque, metáfora del instinto invasivo y depredador del hombre, y sobre todo las interpretaciones de su pareja protagonista. Aunque Maren Eggert es quien se llevó el Oso de Plata en el Festival de Berlín, es quizás Dan Stevens, a quien hemos visto como galán fanfarrón en La bella y la bestia, y galán ambiguo y divertido en Festival de Eurovisión: La historia de Fire Saga, quien lleva a cabo el trabajo más depurado y conseguido, haciéndose cargo del papel más complicado. Tiene que limitar sus registros y encontrar el punto exacto para resultar atractivo y halagador, y a la vez dejar claro con gestos y movimientos que es una máquina.

Lo que no acaba de entenderse, pese a la amabilidad y la gracia del film, que le ha valido en su país varios premios, es que entre tanta y buena producción europea este año los Goya la hayan destacado en el apartado de mejor película europea, si bien es verdad que también se encuentra ya en la recta final de los Oscar como mejor película internacional. De momento en nuestro país solo se ha podido ver en la sección oficial del Festival de Valladolid, y aun no tiene fecha de estreno, pese a los Goya.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

FLEE Crónica animada del desarraigo totalitario

Dinamarca-Francia-Suecia-Noruega 2021 90 min.
Dirección Jonas Poher Rasmussen Guion Jonas Poher Rasmussen y Amin Nawabi Música Uno Helmersson Documental-Animación Estreno en el Festival de Sundance 28 enero 2021; en Dinamarca 17 junio 2021; en el Festival de Sevilla 9 noviembre 2021; en España previsto el 11 febrero 2022

Los actores Riz Ahmed de origen pakistaní, que saltó a la fama el año pasado cuando fue nominado al Oscar por su papel de roquero progresivamente sordo en la estupenda Sound of Metal, y Nicolaj Coster-Waldau, famoso entre otras cosas por ser uno de los protagonistas del fenómeno Juego de tronos, están entre los numerosos productores de esta curiosa película, híbrido entre la animación y el documental, que nos cuenta la historia y huida, de ahí el título Flee que significa darse a la fuga, de un refugiado afgano y su familia durante la Guerra Civil en aquel país que enfrentó a la Unión Soviética con los rebeldes muyahidines apoyados por Estados Unidos. 
Lo más interesante de este trabajo galardonado en los Premios Europeos del Cine en los dos apartados aludidos, documental y película de animación, además de con el Premio University, no es tanto lo que cuenta como la forma en que lo hace, a través de una depurada animación de corte casi realista aunque movimientos algo raquíticos, técnica que contribuye a colmar de cierta poesía y atracción estética una historia que ni así puede camuflar su crudeza.

Para cualquier país que ha sufrido una guerra civil en época moderna, y la primera mitad del siglo XX la podemos considerar así, resulta imposible abstraerse del dolor causado por el desarraigo y el exilio, sin contar con el penoso camino, a menudo tortuoso, que han de seguir las personas que huyen para alcanzar la siempre ansiada libertad a la que ningún ser humano debería jamás renunciar. Se da la circunstancia además de que el protagonista de la función es homosexual, aunque dicha condición no afecta en absoluto a su particular periplo a través de Rusia, Suecia y Noruega para lograr la estabilidad personal y familiar, superando si acaso la inexplicada desaparición del padre, un episodio al que nuestro país no ha sido todavía capaz de enfrentarse con todas las consecuencias a pesar de haber transcurrido ya ochenta años desde nuestra vergüenza bélica.

A pesar de su inexperiencia, solo un documental anterior le avala, Rasmussen logra llevar a buen puerto esta triste crónica, a través de coloristas estampas y personajes bien definidos, si bien apenas alcanzamos a comprender hasta qué punto podemos considerar la empresa un documental. Solo algunas secuencias reales extraídas de noticiarios y archivos logran aceptar ese género, mientras el resto se circunscribe en el drama adulto, con la única particularidad de rodarlo en dibujos animados dicen que para preservar la identidad del protagonista y su entorno, aunque él mismo parece haber participado en el guion. Su paso por el reciente Festival de Cine Europeo de Sevilla se saldó con el Premio Ocaña que se otorga en reconocimiento a la comunidad LGTBI.

martes, 21 de diciembre de 2021

NECESARIO FEMINISMO MUSICAL

Rasgando el silencio: Ciclo de mujeres compositoras. Compositoras en danza. Carmen Martínez-Pierret y Thierry Huillet, piano a cuatro manos. Programa: Suite Burlesque, de Germaine Tailleferre; March of the Goblins, de Julie Rivé-King; Grande Valse, de Maria Agata Szymanowska; Six Valses-Caprice, de Mel Bonis; March of the Blues, de Pauline Alpert; Douze Valses et Finale, de Marie Jaëll; Six Pièces Romantiques, de Cécile Chaminade. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, lunes 20 de diciembre de 2021

Sería interesante profundizar más sobre la figura y la trayectoria de la pianista Carmen Martínez-Pierret para llegar a comprender más y mejor su encomiable trabajo reivindicativo del papel de la mujer en la música occidental, desde un punto de vista histórico y actual. Su trabajo, casi siempre centrado en la recuperación del patrimonio musical de la mujer, le ha llevado a colaborar en varias ocasiones con el violonchelista Israel Martínez y la violinista Clara Cernat. Con el primero ha impulsado este ciclo de doce conciertos repartidos en tres temporadas, y con el marido de la segunda, Thierry Huillet, colabora en este segundo encuentro del ciclo. Cabe aplaudir el esfuerzo y el entusiasmo desplegado por la pianista en torno a estas mujeres, algunas de ellas célebres y muy reconocidas en su tiempo pero olvidadas por la posteridad, cuyo trabajo resulta valioso a menudo, aunque a veces no quede más remedio que reconocer su falta de entidad. También esto es consecuencia de la postergación sufrida por el género, siempre a la sombra del hombre e impedida casi siempre de desarrollar su creatividad, lo que hace que esta se haya resentido a lo largo de los siglos. Queda por lo tanto mucho por recorrer, y empieza precisamente por la propia mujer, que necesita recuperar el tiempo perdido, imponerse y adelantarse a todo lo que quedó por el camino.

Resulta sintomático que la práctica totalidad de las compositoras convocadas, todas ellas en un halo de dos siglos, de principios del XIX a finales del XX, fueran pianistas, sin duda el instrumento considerado más femenino y al que más acceso tuvieron las damas de la sociedad, ya que casi todas provienen de familias acomodadas, lo que todavía acota más la posibilidad que tenían las mujeres de dedicarse a este noble oficio artístico. También resulta curioso que las primeras piezas interpretadas tuvieran menos interés que las de la segunda parte, si bien es verdad que esta impresión la debimos a una interpretación menos atinada y más errática de esas primeras piezas. Así, de Germaine Tailleferrre, única mujer del prestigioso grupo de Les Six junto a Auric, Honegger, Poulenc o Milhaud, se interpretó la pequeña Suite Burlesque, que compuso en 1980 cuando apenas le quedaban tres años de vida. Una obra amable y distendida que sonó algo mecánica y falta de aliento poético. Tampoco la Marcha de los elfos de la norteamericana Julie Rivé-King, cuya madre estudió canto con el sevillano Manuel García, resultó especialmente inspirada. Peores fueron los resultados con el Grand Valse de Maria Agata Szymanowska, otra idolatrada en vida y olvidada tras su muerte, a quien llegó a considerarse a menudo con justicia una antecesora de Chopin. Pero en manos de Martínez-Pierret, quien se encargó del registro agudo del teclado, apenas logramos atisbar el genio de la compositora polaca, a pesar de que Huillet logró imprimir algo de cuerpo y carácter desde su cometido en los graves.

De una habitual de estos repertorios, la francesa Mel Bonis, paradigma de hasta dónde tenían que llegar las mujeres para ser respetadas (esta recortó su nombre, Mélanie, para darle un carácter más andrógino, y estuvo retirada durante mucho tiempo de la composición por exigencias matrimoniales), el dúo interpretó con numerosas notas falsas y un obstinado mecanicismo Seis Valses-Capricho, breves piezas con clara vocación de canciones sin palabras, a las que siguió la Marcha del blues de Pauline Alpert, apodada la pianista torbellino por su agilidad al teclado, y que dejó constancia de su arte en grabaciones, rollos de pianola y cortometrajes. Su estilo entre el blues y el ragtime quedó perfectamente reflejado en las cuatro manos de los pianistas, constituyendo un punto de inflexión que nos dejó, ya con Huillet en los agudos y Martínez-Pierret en los graves, dos obras de mayor calado expresivo y rigor estructural. El estilo romántico de los Doce valses y final de Marie Jaëll, compositora y pianista de gusto exquisito y extrema elegancia, encontró en la y el pianista una respuesta perfecta a su sensibilidad y ese toque impresionista que también caracteriza a esta autora muy conectada con la psicología, su otra pasión. Otra obra contundente y de gran tamaño, las Seis piezas románticas de Cécile Chaminade, autora de una ópera cómica titulada La sevillana, puso el punto y final a este recorrido por la música compuesta por mujeres con la danza como referente. Entre las piezas amables y relajadas y otras con más carácter que integran esta suite, y que ambos defendieron a la perfección, destacó el Rigaudon final, llevado al límite del paroxismo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 19 de diciembre de 2021

ROSS Y CHAPLIN EMOCIONAN EN EL LOPE DE VEGA

The Kid / City Lights, de Charles Chaplin. Proyección con música original de Charles Chaplin en directo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Timothy Brock, director. Teatro Lope de Vega, sábado 18 y domingo 19 de diciembre de 2021


El placer de escribir y opinar sobre espectáculos musicales en vivo crece cuando se trata de acontecimientos tan redondos y emotivos como estos, la recuperación en doble sesión, sábado por la tarde y domingo por la mañana, de dos obras maestras de Charles Chaplin con su música original interpretada en directo por una orquesta todo terreno como la Sinfónica de Sevilla. Para la ocasión la gerencia de la orquesta ha tenido el acierto de invitar a una de las batutas más acreditadas para llevar la empresa a buen puerto, el estadounidense Timothy Brock, que junto a Carl Davis constituye la autoridad más reconocida en materia de recuperación de clásicos del cine mudo y su música. Suyas son muchas de las bandas sonoras que hoy lucen películas clásicas de aquel momento, mientras en el mercado podemos encontrar grabaciones impecables de cintas como Tiempos modernos.

En aquella pionera era del cine solo las grandes superproducciones tenían el privilegio de contar con una banda sonora explícita para su estreno a bombo y platillo en las salas más apoteósicas y con asistencia de todo su equipo artístico. Pudimos comprobarlo hace unos años con la música que Hugo Riesenfeld compuso a partir de la ópera de Bizet para la película de Cecil B. De Mille Carmen, que también la Sinfónica de Sevilla abordó con maestría entonces en el Teatro de la Maestranza. Pero lo habitual es que estas películas de las décadas de los diez y veinte del pasado siglo fueran ilustradas con improvisaciones o listas programadas al piano o pequeño conjunto instrumental en cines de todo el Mundo. Las de Chaplin no fueron una excepción, y solo con el paso del tiempo y con motivo de su reestreno en cines o su emisión en televisión, el propio Charlot escribiría una partitura al efecto. Cumplía así con su sueño de cubrir todos los aspectos técnicos y artísticos de una película, algo así como el arte total que tanto perseguía Wagner con sus óperas. El chico, que Chaplin rodó en 1921, fue uno de esos títulos. Con motivo de su centenario algunas salas volvieron a exhibirla hace apenas unos meses en una copia perfectamente restaurada con tecnología 4K, pero la atención dispensada por el público fue más bien tibia. Basta ahora ofrecerla con música interpretada en directo para lograr un lleno total en el emblemático Teatro Lope de Vega y convertir el evento en un acontecimiento. Un tanto que se apunta la orquesta y que debería servir para que su dirección se planteara ofrecer más espectáculos de este carácter y envergadura.

La música que Chaplin compuso en 1971 para esta extraordinaria película protagonizada por él y el niño Jackie Coogan, más tarde el tío Fester en La familia Addams, sonó en manos de Brock y la ROSS en perfecto estilo, nada que ver con lo que nos tienen acostumbrados en su habitual repertorio clásico e incluso cinematográfico cuando de interpretar a los clásicos de los ochenta como Williams o Morricone se trata. El adecuado exceso de rubato y vibrato casan perfectamente con el estilo imperante en este tipo de producciones hollywoodienses, que se alargó hasta bien entrada la década de los cincuenta. La complejidad narrativa y la riqueza melódica de este nostálgico y conmovedor título que nos mantuvo a todos y todas acongojados como si asistiéramos al estreno y nos sintiéramos con idéntica sensibilidad a la del público de entonces, sonó en manos de Brock y la Sinfónica de forma ejemplar y gloriosa, potenciando toda la ternura, la comicidad y la nostalgia de una cinta que pervive en sus temas adelantándose a cuestiones como la maternidad soltera o la monoparentalidad, sin renunciar a unas críticas sociales que todavía hoy mantienen su vigencia y dejan claro que este es un mundo cruel del que solo podemos aliviarnos a través del amor, la generosidad y los sentimientos más nobles y profundos.


Muy diferente es el caso de Luces de la ciudad, primera de las películas que Chaplin dirigió en plena era del sonido, pero que decidió mantener sin diálogos y perpetuar así el universo creado alrededor de su emblemático vagabundo. Pero se trata de una cinta sonora, con su música y sus efectos de sonido, e incluso algún onomatopéyico discurso al principio. Fue por lo tanto la primera banda sonora de un Chaplin que se crio en ambientes musicales, especialmente los vaudevilles en los que actuaban sus padres. Una hábil e ingeniosa sucesión de marchas, foxtrots, charlestones y tantas piezas de la época enriquecen una partitura que la Sinfónica recreó de forma magnífica e increíble. Se da la circunstancia de que uno de sus principales leit motivs (otra vez Wagner) es La violetera del almeriense José Padilla, que Chaplin utilizó sin permiso, lo que le valió una querella del autor de la también popular Valencia, que ganó y obligó desde entonces a acreditar su autoría en los títulos de crédito de la película.

Hace apenas unos años pudimos disfrutar de esta película con música en directo a cargo del magnífico Dúo Dalí en La casa de los pianistas, cuya recuperación esperamos se produzca pronto. Fue entonces en formato de violín y piano, recreando la partitura al dedillo y con resultados altamente satisfactorios. La hilaridad de las secuencias perfectamente coreografiadas por Charlot, especialmente la del combate de boxeo, estuvo especialmente potenciada por el brío y la energía que desplegaron Brock y la orquesta, con una sincronización perfecta, un timing preciso, recreación también de efectos de sonido y una sensación global de vértigo que debió suponer para muchos en la plantilla una experiencia agotadora. Metales con sordina en perfecto estilo, cuerda muy rubateada, tal como era seña de identidad en Alfred Newman, orquestador de la música, y solos resplandecientes y llenos de ternura del concertino Branislav Sisel, estuvieron tan a la altura de la propuesta que lograron la rendición unánime de un público que, francamente, lo pasamos en grande… y eso sin contar las lágrimas de emoción que corrieron por nuestras mejillas, mérito de la vigencia milagrosa de estas obras maestras, pero también del toque perfecto e impecable de una batuta y una orquesta impagables.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

CERCA DE TI Preciosa crónica sobre responsabilidad paterna

Título original: Nowhere Special
Reino Unido-Rumanía-Italia 2020 96 min.
Guion y dirección
Uberto Pasolini Fotografía Marius Panduru Música Andrew Simon McAllister Intérpretes James Norton, Daniel Lamont, Eileen O’Higgins, Chris Corrigan, Valene Kane, Keith McErlean, Rhoda Ofori-Attah, Siobhan McSweeney, Niamh McGrady, Caolan Byrne, Roisin Gallagher Estreno en el Festival de Venecia 10 septiembre 2020; en Irlanda 16 julo 2021; en España (no en Sevilla) 17 diciembre 2021


En Nunca es demasiado tarde (Still Life) Eddie Marsan interpretaba a un funcionario encargado de encontrar a parientes de personas fallecidas. En un proceso narrativo muy parecido al que protagonizaban Ricardo Darín y Javier Cámara en Truman, donde el primero buscaba a algún o alguna conocida o amigo que se hiciera cargo de su perro al saberse enfermo terminal, en Cerca de ti un joven padre al que apenas le quedan unos meses de vida, busca padres adoptivos para su hijo de apenas cuatro años, al haber sido ambos abandonados por la madre y sin parientes conocidos en el horizonte. 
La película se convierte así en un peregrinaje moral y sentimental entre parejas y candidatas monoparentales, a la vez que una eterna historia de amor incondicional, resignación ante lo que nos depara el destino y complicidad absoluta entre un padre y un hijo cuyos momentos íntimos y domésticos se convierten en el mejor análisis de una relación que directamente nos roba el corazón.

Sin duda al director italiano afincado en el Reino Unido Uberto Pasolini,  le interesa la muerte y estas historias de herencias sentimentales y arreglos de la posteridad que tengan como referente emociones sinceras y profundas sin caer en el drama fácil ni la lágrima tramposa. Rodada en Irlanda del Norte y poblada de personajes tan amables como heridos por las circunstancias, Cerca de ti se erige en entrañable ensayo sobre la responsabilidad paternal, el cariño más tierno y duradero y la generosidad más absoluta, algo así como hace justo un siglo representaba esa obra maestra rescatada también recientemente que es El chico de Chaplin.

Los tiempos cambian y los parámetros podrán ser distintos, pero los sentimientos perduran y la responsabilidad y el amor son ahora tan tangibles como lo han sido siempre. En el proceso James Norton, a quien apenas hemos visto en un par de largometrajes, Mujercitas entre ellos, y muchas series televisivas de corte decimonónico, como Guerra y paz, hace un trabajo encomiable, sereno y matizado, pero es el niño Daniel Lamont quien nos roba el corazón con sus ojos ben abiertos, su mirada inocente y su preciosa presencia. LO que no se entiende es que largometrajes como este que han ganado premios del público prácticamente en cada certamen al que se ha presentado, incluido el de Valladolid, reciban luego una distribución tan tacaña y lamentable.

sábado, 18 de diciembre de 2021

ENTRAÑABLE CITA CON BACH Y LA AAOBS

Otoño Barroco de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla. Orquesta Residente del Otoño Barroco. Coro de la Asociación de Amigos de la OBS. Andrés Murillo, violín. Víctor García, violonchelo. Cristina Bayón, soprano. Ariel Hernández, tenor. Javier Cuevas, bajo. Bart Vandewege, dirección. Programa: Bach en Navidad (Concierto para violín BWV 1041, de Johann Sebastian Bach; Concierto para violonchelo Wq. 172, de Carl Philipp Emanuel Bach; Cantata IV del Oratorio de Navidad BWV 248, de J.S. Bach). Espacio Turina. Viernes 17 de diciembre de 2021


Las calles se llenan de alegría e ilusión, para bien y para mal teniendo en cuenta los tiempos que corren, en estos días previos a las celebraciones navideñas, que para mucha gente son tan hermosos, e incluso más, que los propios festivos. La puerta del Espacio Turina no es una excepción a esta algarabía sevillana; gracias al trabajo ingente y desinteresado de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla, la afición generosa y puntual de estas citas del Otoño Barroco logran dar carta de naturaleza a estas citas que llegan a su zénit con el ya tradicional concierto navideño en torno a la figura de Johann Sebastian Bach. En los atriles alumnos y maestros comparten escenario, lo que configura decisivamente el carácter entrañable de la velada. Y mientras tanto se aprovecha para servir de trampolín a los nuevos valores, materializado en las becas que anualmente concede la asociación, y que este año ha recaído ex-aequo en los sevillanos Andrés Murillo y Víctor García, que tuvieron así una oportunidad de oro para lucir sus cualidades. Arropándolos además estuvieron los y las ganadoras de la ayuda en ediciones anteriores, el violonchelista José Manuel Ramírez, los teclistas Irene González Roldán y Santiago Sampedro y el oboísta José Manuel Cuadrado, de todos los cuales hemos ofrecido en su día rendidas cuentas en estas mismas páginas.

Para demostrar la importancia de una batuta sobre el estrado, solo tuvimos que remitirnos a la pieza con la que arrancó la noche, un Concierto para violín nº 1 de Bach que sirvió para exhibir la habilidad de Andrés Murillo al instrumento. Acompañado por los violines de Leo Rossi y Valentín Sánchez, la viola de Carmen Moreno y un continuo de excepción en manos de Sampedro, Ramírez y Ventura Rico al contrabajo, el conjunto careció por esa falta de batuta visible del empaste y el justo equilibrio deseable, empañando en parte el rendimiento de un Murillo que se mantuvo algo tenso y puntualmente desafinado a lo largo de una exhibición en la que sin embargo acertó en brío y agilidad, a pesar de que el tono fue en general demasiado rústico. Es cierto que el BWV 1041 es un concierto extremadamente difícil y delicado, de una intimidad poco frecuente que solo la experiencia puede llegar a superar, y de eso se trata, de que el joven intérprete adquiera la experiencia necesaria que corrobore los méritos por los que sin duda fue reconocido. Murillo acertó sin embargo en la falta de aspavientos gratuitos y la ligereza de la articulación, aunque acusó un sonido demasiado rústico que no malogró por otro lado sus oportunidades de virtuosismo y bravura. Faltó algo de armonía y solemnidad en el andante central, pero acertó en un finale dinámico y rítmico.

Mejor arropado estuvo el más experimentado violonchelista Víctor García, reconocido en los premios del Día de Andalucía del año 2020, que ofreció el Concierto para violonchelo del más avezado de los hijos de Bach, Carl Philipp Emanuel, cada vez más presente en grabaciones y conciertos, dejando constancia de por qué era más reconocido en su época que su propio padre. Aquí la ausencia de batuta visible afectó menos, lográndose en conjunto una interpretación favorable en la que destacó la brillantez ornamental, la exquisitez en la modulación y la rica expresividad del joven intérprete. Aunque su fuerte era el clave, tenemos constancia de muchos de los trabajos de C.P.E. Bach gracias a sus propias transcripciones para otros instrumentos, como este Concierto para violonchelo del que el solista y la Orquesta Residente del Otoño Barroco ofrecieron una versión muy competente y aseada, temperamental en su justa medida y llena de brillo, energía y contraste, destacando un movimiento central perfectamente paladeado y notablemente melancólico.

Bart Vandewege lideró una brillante cantata

Una repentina indisposición del contratenor Carlos Mena, primera elección para dirigir este singular concierto, hizo que el director y compositor belga Bart Vandewege se hiciera cargo de la cantata del Oratorio de Navidad de Bach elegida este año, la cuarta, dedicada a la circuncisión y bautizo de Jesús y destinada al Día de Año Nuevo. Vandewege se halla estos días en la ciudad, preparando citas con la Sociedad Coral de Sevilla, a la que dirigió en este mismo Espacio Turina apenas unos días antes de que se decretara el confinamiento pandémico, con una Pasión según San Mateo de Heinrich Schütz memorable por muchos motivos. En esta ocasión los protagonistas fueron el Coro de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla, que acompañaron con estilo y responsabilidad a los solistas, cada uno de los cuales tuvo su oportunidad de oro para lucir habilidades. El bajo Javier Cuevas exhibió rotundidad de timbre y proyección, el tenor Ariel Hernández declamó con claridad y un precioso timbre, defendiéndose extraordinariamente en las agilidades, y la soprano Cristina Bayón, protagonizó un ¿Inspira tu nombre, Salvador mío, el menor asomo de espanto? tan emotivo y conmovedor como el propio enunciado, con la notable y precisa complicidad de Jacobo Díaz al oboe y el eco refulgente entre bastidores de, suponemos, Soraya Méncid. Como es habitual, y haciendo honor a su reclamo como concierto participativo, el público fue invitado a cantar el coral luterano Jesus richte mein Beginnen, primero según adaptación al español de Carlos Mena, y luego como bis en alemán. Algunos lo hicimos y al parecer merecimos el aplauso de Vanderwege y los ilusionados responsables de esta entrañable cita pre navideña.

Fotos: Lucas Gómez
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 17 de diciembre de 2021

SPIDER-MAN: NO WAY HOME Multiverso y guiños a los fans de Marvel

USA 2021 148 min.
Dirección
Jon Watts Guion Chris McKenna y Erik Sommers, según el cómic de Steve Ditko y Stan Lee Fotografía Mauro Fiore Música Michael Giacchino Intérpretes Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Marisa Tomei, Jacob Batalon, Tony Revolori, Jon Favreau, J.K. Simmons, Angourice Rice, Alfred Molina, Jamie Foxx, Willem Dafoe, Benedict Wong, Paula Newsome, Thomas Hayden Church, Rhys Ifans, Matt Murdock Estreno 16 diciembre 2021


Antes de enfrentarse a la primera película oficial de Marvel de Los cuatro fantásticos, Jon Watts dirige la tercera y aparentemente última película de las que la poderosa empresa dedica al Hombre Araña, después de haber realzado con éxito también las otras dos: Bienvenido a casa y Lejos de casa, a las que ahora se suma esta Sin casa. El Mundo ha descubierto que Peter Parker es Spider-Man y eso le hace la vida imposible, así que con la ayuda del Doctor Strange, en lo que se convierte en un híbrido de película entre Spiderman y el mago superhéroe, intentará recuperar su vida e identidad, pero eso le reportará enormes dificultades y unas sorpresas extraordinarias que se convierten en puro guiño para los incondicionales de la saga.

Tendríamos que añadir que hasta aquí podemos escribir, porque nunca antes habíamos asistido a una proyección cuyo mero análisis apenas pudiera soportar la tentación de caer en el spoiler. Estructurada y edificada como auténtico homenaje a los fans de las criaturas de Marvel, lo más flojo de la cinta radica en ese empeño actual de acabar en tragedia todo lo que empieza como comedia, y esta arranca muy bien para poco a poco irse tomando demasiado en serio a sí misma y agotando a todo espectador o espectadora que no sea un auténtico friki de este universo, si bien ahora deberíamos llamarlo multiverso. Precisamente este término engloba lo más interesante de una cinta desde luego compleja a pesar de su vocación infantiloide, que propone diversas realidades a modo de distopías o mundos paralelos, lo que en sí mismo se convierte en una hábil disquisición sobre el propio cine y su devoción por los remakes y reboots, cada vez más frecuentes.

La posibilidad de caer en el spoiler abarca incluso a su reparto, del que no hay más remedio que prescindir de algunos nombres para no arrojar pistas. Hasta la música de Giacchino hace guiños a Danny Elfman y James Horner, dentro de un espectáculo que a pesar de todo su ingenioso artilugio y sus espectaculares efectos visuales, acaba como todos sus hermanos, cansando. Desde luego toda esta recuperación de personajes y episodios realmente acaba agotando un poco. Cabe no obstante apreciar todo su esfuerzo y talento reunido, y que de su complejo entramado solo se encarguen dos guionistas, algo poco habitual en estos artefactos tan aparatosos.

jueves, 16 de diciembre de 2021

LISETTE OROPESA, COMO UN TORRENTE

Recital lírico. Lisette Oropesa, soprano. Rubén Fernández Aguirre, dirección. Programa: Romanzas y canciones de Barbieri, Falla, Nin, Ankermann, Sorozábal, Lecuona, Rodrigo, Penella y Roig; Verano porteño, de Piazzolla; Suite sobre temas de Marina de Arrieta, de Carlos Imaz. Teatro de la Maestranza, miércoles 15 de diciembre de 2021


El Teatro de la Maestranza se apuntó anoche otro de sus numerosos tantos invitando a Lisette Oropesa a cantar el mismo programa que había hecho dos días antes en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Quizás la estupenda sintonía y colaboración que existe entre estos dos teatros propició la cita, que quedará siempre en nuestro recuerdo como un acontecimiento extraordinario de belleza vocal, expresividad y entusiasmo melódico. Su voz antes ligera ahora ya con un toque lírico considerable, se ha curtido en los mejores escenarios del mundo con especial facilidad para la coloratura y afrontando papeles de enorme envergadura y dificultad. Pero aquí vino defendiendo un programa todo en español, a fuerza de canciones y romanzas de zarzuela de uno y otro lado del Atlántico, llevando sus orígenes cubanos y su pasión española al límite en un recital sin precedentes. Eso nos impidió disfrutar del estilo y repertorio que le ha encumbrado como una de las grandes voces del momento, pero a la vez sirvió para potenciar la música hispana y ofrecerla en las mejores condiciones posibles, haciéndole toda la justicia que merece y descubriéndonos a menudo matices insospechados, y eso que son ya muchas las voces nacionales e internacionales que se rinden al encanto de la zarzuela y la canción española.

Rubén Fernández Aguirre, de cuyo preciso y delicado pianismo hemos podido disfrutar tantas veces acompañando algunas de las voces más rutilantes que nos han visitado, exhibió una especial sintonía y complicidad con la soprano que se tradujo en una entrega total y apasionada. Ella por su parte arrancó in forte con un Como nací en la calle de la Paloma de El barberillo de Lavapiés de Francisco Asenjo Barbieri pujante y decibélico en el que pudimos ya apreciar la fuerza de su instrumento, su fluidez y su natural proyección. Todo eso que hace parecer que se canta sin esfuerzo, confiado todo a la naturaleza, al don que ésta le ha proporcionado, maquillando todo el inmenso trabajo que sin duda hay detrás de tanto prodigio. Peor además atisbamos también su delicado fraseo y una sobresaliente dicción que hace que no nos dejemos atrás ningún verso, que se entienda todo a la perfección, algo que no todas las voces ni mucho menos son capaces de lograr. Con eso acaparó nuestra completa atención, sin paliativos ni motivos para la distracción. Y así se deslizó por las Siete canciones populares españolas de Falla, con especial mención del desgarrador pero comedido lamento de la Asturiana, la exquisita morbidez sentimental de la Nana y la prodigiosa gitanería de El Polo, como si estuviera familiarizada con el género de toda la vida.

Derroche de arte y talento

De los Veinte cantos populares de su paisano Joaquín Nin entonó dos, Montañesa y Tonada del Conde Sol, prodigios de delicadeza y armonía que la soprano estadounidense marcó con su proverbial finura y una habilidad para las inflexiones, los cambios de intervalo y el color verdaderamente asombrosa. De la misma manera afrontó la bellísima habanera Flor de Yumurí del también cubano tardorromántico Jorge Ankermann, antes de entregarse a las florituras y las agilidades vocales de En un país de fábula, de La tabernera del puerto de Sorozábal, y una propina inesperada en homenaje a la recientemente fallecida soprano cubana aunque nacida en Barcelona María Remolá, en forma de Escucha al ruiseñor de Ernesto Lecuona.

También con Lecuona inició la segunda parte, luciendo vestido en colores azules del mar y el cielo de su tierra según ella mismo indicó, después de los estampados rojizos que vistió con igual elegancia y belleza en la primera parte. Del maestro cubano cantó la romanza Mulata infeliz de la zarzuela María la O, dejando claro que el género español por excelencia también triunfó en Sudamérica y propició allí muy dignos ejemplos. Quizás fue con los Cuatro Madrigales Amatorios de Joaquín Rodrigo con los que pudo mostrar mejor su facilidad para cambar de registro y mostrar toda su rica y emotiva expresividad. Del dramático Vos me matasteis a la alegre y muy en estilo De los álamos vengo, pasando por un ¿De dónde venís, amore? de generosa emotividad, todo fue un dechado de virtud canora y rutilante expresividad, con esa proyección sobrenatural que posee su voz convenientemente potenciada con la excelente acústica del coliseo sevillano. El desparpajo y la vena cómica se hicieron hueco en su corazón y el nuestro en sus versiones de ¡Bendita cruz! de Don Gil de Alcalá de Penella, y la emblemática ¡Yo soy Cecilia Valdés!, entrada en el escenario incluida, de la célebre zarzuela del también cubano Gonzalo Roig. Después llegaron las generosas propinas, ahondando en ese torrente de voz que le caracteriza y que tanto nos encandiló, con Carceleras de Las hijas de Zebedeo de Chapí, la hermosa habanera de Eduardo Sánchez de Fuentes, y el vals de El húsar de la guardia de Vives y Giménez, elegido quizás porque la protagonista también se llama Lisette, con el que desplegó sus últimos sobreagudos. Curiosamente en enero se enfundará en el papel de Julieta en Capuletos y Montescos en La Scala, ópera con la que otra voz prodigiosa, la de Leonor Bonilla, triunfó hace apenas unos días en este maravilloso Maestranza.

No podemos pasar por alto el extraordinario trabajo desplegado por el muy estimado Rubén Fernández Aguirre, de quien además de la extrema complicidad demostrada con la cantante hemos de destacar su sutileza en el acompañamiento del que es un incontestable maestro, y las dos piezas que interpretó en solitario, dos generosos homenajes a compositores de uno y otro lado del océano, Piazzolla, de quien se cumplen cien años y del que extrajo un Verano porteño rico en ritmo y armonía, y Emilio Arrieta, que cumple el doble y de cuya ópera Marina Aguirre interpretó una suite hábilmente engarzada por el bilbaíno Carlos Imaz.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía