Gran Selección. Orquesta Fundación Barenboim-Said. Vasily Petrenko, director. Programa: Scheherezade Op. 35, de Rimsky-Korsakov; Selección de Romeo y Julieta, de Prokófiev. Teatro de la Maestranza, viernes 30 de diciembre de 2023
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Foto: Luis Castilla |
La segunda entrega del ilusionante ciclo Gran Selección que esta temporada ofrece el Teatro de la Maestranza, llegó de la mano de la Fundación Barenboim-Said, que aprovechando que en 2024 cumple veinte años, ofreció anoche el primero de los dos conciertos con los que despedirá un año que no ha sido precisamente provechoso para sus elogiosos objetivos humanitarios. El segundo tendrá lugar hoy en Jaén, mientras tanto habrá que seguir trabajando duro para que el cada vez más utópico acercamiento entre Israel y Palestina pueda llegar a ser alguna vez una realidad. Lo que no es irreal es el espléndido trabajo que ha llevado a cabo en nuestra comunidad para lograr que la excelencia musical se vaya implantando entre los más jóvenes. Desde la Academia de Estudios Orquestales son muchos y muchas las jóvenes andaluzas que han logrado altas cotas de excelencia musical, y de ahí la han exportado puntualmente a otras formaciones jóvenes que también han florecido a lo largo de estos años, como las versiones juveniles de la Barroca y la Sinfónica, la Joven Orquesta de Andalucía o la espléndida Conjunta. Se han formado con un profesorado de primera calidad, proveniente de algunas de las más notables orquestas europeas, pero con implicación también decisiva de los maestros y maestras de nuestros buques insignia, la ROSS y la Barroca de Sevilla. El resultado es palpable de la primera a la última nota en conciertos como éste, que para la ocasión contó con la prestigiosa batuta de Vasily Petrenko, cuyo currículo se ha ido forjando en orquestas tan prestigiosas como la Royal Liverpool Philharmonic, la mítica Royal Philharmonic o la Filarmónica de Oslo.
Precisamente con esta última ha grabado las dos impresionantes obras que conformaron el programa de anoche y volverán a hacerlo hoy en el Teatro Infanta Leonor de Jaén, dejando su impronta en cuanto a la forma de afrontar tan complejas partituras. Sobra decir la extrema disciplina con la que trabajaron los y las integrantes de la orquesta, sometidas a un esfuerzo extraordinario por parte de una batuta que no exhibió en sus ademanes, casi siempre reposados, la enorme energía ejercida sobre cada pentagrama. No obstante, la suite orquestal inspirada en Las mil y una noches, Scheherezade de Rimski-Korsakov, resultó algo deslavazada y desequilibrada en los dos primeros movimientos, con momentos de enorme brillo alternados con otros donde se impuso la lentitud y las líneas melódicas algo difuminadas; en ocasiones incluso pareció percibirse que la cuerda acompañase algo descompasada. Mucho mejor El joven príncipe y la joven princesa, si bien echamos en falta una mayor dosis de sensualidad y seducción. Lo mejor llegó con el movimiento final, prodigio de dinamismo y ferocidad, que Petrenko defendió con ahínco y rabia, extrayendo de la orquesta unos resultados tan a la altura de los objetivos que logró encandilar y enardecer al público.
Pasos de baile imaginados al son de una interpretación sobresaliente
Y si a través de la singular interpretación que de la página de Rimski-Korsakov fuimos capaces de imaginar las aventuras de Simbad, a partir de un sensacional acercamiento al Romeo y Julieta de Prokófiev resultó fácil intuir los pasos de baile que en otras ocasiones hemos tenido el privilegio de disfrutar en este mismo escenario. Para este concierto se eligió una selección de movimientos en los que nos pareció asomar la segunda suite seguida de movimientos sueltos de la primera, así en orden inverso. Echamos en falta la cautivadora escena del balcón. Lo más sorprendente fue comprobar cómo los y las jóvenes de la orquesta son capaces de entender tan compleja partitura y el fascinante universo del compositor ruso, con todos sus resortes y particularidades, en todos los sentidos, tímbricos, expresivos y narrativos. La visión de Petrenko podría resultar discutible por primar aparentemente el efecto y la fuerza por encima de lo estrictamente sensual y delicado, aunque fijándonos bien tampoco descuidó esto último, por lo que en definitiva fue una interpretación meticulosa con ambas facetas de tan hermosa partitura. La respuesta de la orquesta sobresalió lo meramente efectivo para lograr una riqueza de color y expresividad inaudita en tan joven plantilla, con los sucesivos solistas destacando como ya lo hizo la concertino en la precedente Scheherezade.
Capítulo aparte merece, desgraciadamente, el inaceptable comportamiento del público, con interminables toses y desagradables sonidos irreproducibles ni siquiera por la mejor de las empresas especializadas en efectos sonoros, agrediendo el arduo y exquisito trabajo de la joven orquesta. Caídas de objetos adornaron también la experiencia, y no faltó el aplauso fuera de lugar, en este caso entre el segundo y el tercero de los cuatro movimientos de la suite de Rimski-Korsakov. Tanto si se trata de público nuevo por acompañar a los y las integrantes de la orquesta, como si como en otras ocasiones se trata de público invitado por el propio teatro para fomentar el interés por la música, alguien, sus familiares o los organizadores, deberían advertirles sobre las reglas básicas de comportamiento en un concierto de música clásica. Hay formas muy sutiles y educadas de hacerlo, y nos evitaría tanto bochorno y molestia. Aprovechamos finalmente para desear a todos y todas, y especialmente a instituciones como ésta que tanto hacen por la gran música en nuestra comunidad, un próspero y más feliz año 2024, en el que se logren resolver tantas atrocidades como nos asolan en estos momentos.
Artículo publicado en
El Correo de Andalucía