jueves, 21 de diciembre de 2023

CAMILO IRIZO HACE QUE BRILLE LA BANDA DE LA CONJUNTA

2º concierto de la temporada XIII de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Diego Lagares Lepe, bombardino; Camilo Irizo, dirección. Orquesta de Vientos de la OSC. Programa: A Solemn Music, de Virgil Thomson; Symphonic Variants, de James Curnow; Sinfonía nº 7 “Ausiàs March”, de Salvador Brotons. Auditorio Ciudad del Conocimiento, Dos Hermanas, miércoles 20 de diciembre de 2023


Hace algunos años que la Sinfónica Conjunta ofrece uno o dos conciertos centrados exclusivamente en su sección de vientos, una inmejorable forma de ponerlos al día y limar sus enormes dificultades, especialmente en el caso de los metales. El clarinetista y catedrático Camilo Irizo es el responsable de sacar brillo a la que podríamos denominar banda de la orquesta, consiguiendo así que el conjunto funcione muchas veces como una prolongación a nivel sinfónico del trabajo de divulgación de música contemporánea que realiza con su formación camerística Taller Sonoro, tal como hace en su materia el director titular Juan García respecto a Zahir Ensemble. Esta temporada habrá tres conciertos dedicados a la sección de vientos; el primero tuvo lugar ayer en un nuevo espacio para la formación, el Auditorio de la Ciudad del Conocimiento en Dos Hermanas. La consecuencia, menos público a pesar de tener también menos aforo, disciplinado pero con más niños de lo conveniente, y unas condiciones acústicas muy satisfactorias.

En el programa dos obras norteamericanas y una española, siguiendo en todo caso unos estándares muy similares, asentados en la tonalidad, de fácil y agradable escucha. Quizás la que más se aparta de esos términos sea Solemn Music de Virgil Thommson, compuesta hace casi setenta y cinco años en un tono muy sobrio y pesimista, descansando sobre un crescendo que se va haciendo irrespirable como consecuencia probablemente de su concepción como homenaje a la entonces recién fallecida Gertrud Stein, amiga personal del compositor y libretista en dos de sus óperas. En su versión original para orquesta de vientos, sus líneas neoclásicas encontraron precisión y brillo en las prestaciones de una muy disciplinada plantilla que atendió las indicaciones de Irizo para lograr ese carácter doliente impreso en la partitura.


Un instrumento solista exótico

Para acometer la parte solista de las Variantes Sinfónicas para eufonio, más conocido como bombardino, se contó con el joven onubense Diego Lagares Lepe, que demostró un buen conocimiento y dominio de un instrumento que tiende a confundirse con la tuba pero que atesora un sonido más dulce y aterciopelado, tal como pudo apreciarse en esta interpretación de la pieza que el compositor natural de Kentucky James Curnow, especialista en música para bandas, concibió a mediados de la década de los ochenta del pasado siglo. En la línea de la música a la americana, la pieza da mucho juego para el lucimiento del bombardino, que en manos de Lagares sonó cálido y seguro, salvo en las breves cadencias que preceden a los últimos compases del primer movimiento, donde más descubierto el intérprete se mostró fuera de tono y evidenció una técnica menos depurada. Todo el resto brilló poderosamente a pesar de la enorme complejidad del instrumento, con el acompañamiento siempre frondoso y exuberante de la orquesta y una sensacional sección de percusión que dotó a la pieza de un carácter diamantino.

El catalán Salvador Brotons, discípulo de Montsalvatge y Ros-Marbá y autor de sardanas como la que sonó en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, compuso su Sinfonía nº 7 en honor al poeta y polifacético personaje renacentista Ausiàs March, tan vinculado a la cultura levantina, hace apenas cinco años como encargo de la asociación musical La Lira Castellonera de Vilanova de Castelló, y se estrenó en el Certamen Internacional de Bandas de Valencia en el Auditorio de Les Arts. Asociado también al mundo musical norteamericano, a través de su labor como director de la Orquesta de Vancouver, la gramática de esta sinfonía se atiene también a ese sonido espectacular y épico de la música estadounidense, recorriendo la vida del homenajeado en sus distintas vertientes. Como caballero armado, con la percusión poniendo de relieve magistralmente esa atmósfera castrense que informa el primer movimiento. En su vertiente poética, quizás el pasaje más endeble de la partitura y que menos posibilidades de lucimiento brinda a los y las intérpretes. En el tercer episodio como cartero del rey Alfonso el Magnánimo, con soluciones muy atractivas y originales en la percusión imitando ventisca, y aportaciones muy precisas de los violonchelos y contrabajos convocados al efecto. Y el broche final en forma de elegía solemne que va derivando en coda crepuscular y épica a la que el conjunto se ciñó con la aplicación y profesionalidad que le caracteriza.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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