Noviembre ha justificado como nunca su apodo de mes de los muertos y se ha llevado a varias de aquellas personas que con su trabajo y su buen oficio nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas, como Miliki, tan querido especialmente para los niños de nuestra generación; el cómico Tony Leblanc, imprescindible para conocer la España del franquismo desde una óptica popular y costumbrista; Juan Carlos Calderón, cuyas preciosas canciones quién no ha tarareado alguna vez; o Larry Hagman, el inefable J.R. de Dallas, tan comentado en aquellos días en que descubríamos las intrigas de familias poderosas en la televisión. También nos dejó Richard Robbins, un compositor de bandas sonoras muy apreciado por quien le dedica estas palabras, por lo que será muy extrañado en lo venidero.
No pudo superar el parkinson que le afectaba desde hace años y murió el 7 de noviembre a los casi 72 años de edad. Nació un 4 de diciembre de 1940 en South Weymouth, Massassuchets, y desde los 5 años comenzó a disciplinarse en música, graduándose en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, en Boston, y continuando sus estudios en Viena gracias a una beca. En 1976, siendo profesor en Nueva York, conoció a Ruth Prawer Jhabvala, la madre de una de sus alumnas, quien a su vez lo presentó a James Ivory, con quien la escritora trabajaba asiduamente. Nacería así una de las colaboraciones más fructíferas entre un director y un compositor, en esta ocasión además con el añadido de un productor, Ismail Merchant. Muchas son las relaciones entre directores y músicos que han proliferado a lo largo de la historia del cine, pero pocas tan condicionadas como ésta, hasta el punto de que Robbins apenas trabajó en el cine al margen de esta pareja de directores y productores. Aparte de sus trabajos para la pantalla, Robbins compuso una pieza en colaboración con su pareja, el pintor y también compositor Michael Schell. Se trata de Via Crucis, un espectáculo musical en forma de retablo representando las estaciones de la cruz, cuya grabación produjo Philip Glass, compositor con cuya música la de Robbins guarda algunos evidentes parecidos, sobre todo en su utilización de la orquesta y la tecnología para crear sonidos y ambientes nuevos y originales, y sobre todo en su estilo minimalista y repetitivo. Este pretende ser un repaso por los trabajos de este autor, con audición de sus trabajos más relevantes añadida al final del artículo.
Los europeos (1979) marca el primer trabajo de Richard Robbins, ya en colaboración con Ivory como director y Merchant como productor. En ella Jhabvala adapta una novela de Henry James en la que aparecen temas constantes en la filmografía del realizador más británico de cuantos americanos existen. Especialmente se hace hincapié en el contraste entre dos mundos opuestos, en este caso el de dos hermanos criados en la cosmopolita Europa que visitan a sus parientes en la Nueva Inglaterra de mediados del siglo XIX, anclados en una vida marcada por el puritanismo. Robbins adapta junto a Stephen Forster temas clásicos y populares de la época, mientras Vic Flick, el legendario guitarrista del tema original de James Bond, se encarga de la dirección musical. En su siguiente película juntos, Jane Austen en Manhattan (1980), son dos compañías teatrales las que luchan por adaptar una obra de adolescencia de la popular escritora británica. Y en 1981 Ivory dirige Quartet, un drama ambientado en el París de los años 20 en el que se retrata la vida bohemia y pasional de un joven matrimonio. Isabelle Adjani ganó el premio de interpretación en Cannes y en la banda sonora destacan canciones tanto de la época como originales del propio Robbins, además de su elegante e intrigante música incidental, del que destacamos en el audio su tema principal.
En Oriente y Occidente (Heat and Dust, 1983) Julie Christie es una mujer contemporánea que adopta su particular visión de la India colonial a través de la investigación que realiza sobre la vida de una fascinante y apasionada antepasada, interpretada por Greta Scacchi. La música está impregnada de sonidos de la India, con la muy estimable participación del especialista Richard Horowitz. El contraste entre esos dos mundos y dos épocas es evidente incluso en el tema principal de la película.
Ruth Prawer Jhabvala volvió a adaptar a Henry James en Las bostonianas (1984), donde Vanesa Redgrave, nominada al Oscar, interpreta a una sufragista que se enamora de una joven feminista, Madeleine Potter, mientras ésta se interesa por el apuesto primo de la primera, Christopher Reeve. Ambientada también en Nueva Inglaterra, Robbins adopta un estilo muy enraizado en el folk americano del siglo XIX.
El gran reconocimiento de Ivory le llegó en 1986 con Una habitación con vistas, según la novela de E. M. Forster, autor también de Pasaje a la India. Helena Bonham Carter da vida a una joven inglesa del siglo XIX que viaja a Florencia, donde descubre la pasión, el amor y el color de la vida. De nuevo mundos opuestos, personificados entre otros por el brutal Julian Sands y el ridículo Daniel Day Lewis. En su banda sonora destacan dos arias de Puccini, especialmente O mio babbino caro, en la voz de Kiri Te Kanawa. En el corte In the Piazza Signoria se hace patente esa fascinación de la protagonista por la violencia latina y su explosión pasional, cuando observa una pelea mortal que acaba en desmayo de ella y rescate por parte del galán.
Tras dos películas menores, el drama My Little Girl (1986) sobre un hogar para jóvenes repudiadas por sus familias, y Sweet Lorraine (1987) una comedia de Steve Gomer, con quien volvería a colaborar en 1989 en un episodio de la serie de televisión American Playhouse, Robbins se embarcó en una nueva adaptación de Forster, esta vez la muy autobiográfica Maurice, que narra el despertar a la homosexualidad de un joven universitario en la Inglaterra de principios del siglo XX. James Wilby y Hugh Grant destacan en el reparto de una película que Robbins ilustró con una delicada y emotiva música que le valió el premio a la mejor banda sonora en el Festival de Venecia de 1987. De ella podemos escuchar en el audio el tema Prólogo. La lección.
Merchant produjo en 1988 el drama criminal ambientado en la India The Perfect Murder, también con música de Robbins, mientras en Esclavos de Nueva York (1989), un film de Ivory sobre la vida bohemia en el Soho de los 80, sus composiciones originales quedaron eclipsadas en la edición discográfica por las canciones de Maxi Priest, Neneh Cherry o Les Rita Mitsouko. A esta cinta siguió la comedia Bail Jumper (1990) y una nueva colaboración con Ivory y Merchant, Esperando a Mr. Bridge (Mr. and Mrs. Bridge, 1990), según la novela de Evan S. Connell sobre una familia adinerada en el Kansas de los años 40, liderada por un padre intolerante, puritano y prepotente. Paul Newman y Joanne Woodward interpretaron esta película en la que destaca la música como siempre intemporal de Robbins, junto a clásicos de Glenn Miller, Tommy Dorsey o Lena Horne. Sus brillantes créditos finales aportan una placentera audición.
Regreso a Howards End (1992) supuso una nueva adaptación de E. M. Forster por Ruth Prawer Jhabvala, que consiguió por ésta su segundo Oscar. En ella descubrimos a una radiante y devora escenas Emma Thompson en un drama sobre dos familias, una rica y la otra intelectual, cuyos destinos se cruzan permanentemente, siempre en torno a una magnífica mansión en las afueras de Londres. El trabajo de Robbins mereció una nominación al Oscar, mientras su suntuosa y fascinante banda sonora estaba salpicada de composiciones de Percy Grainger y el irremediable Beethoven, citado en el libro en las conferencias Música y significado. Con el tercer movimiento de la quinta sinfonía como punto de arranque, hemos seleccionado el corte Leonard’s Death.
Otro hito en la filmografía de Ivory, Merchant, Jhabvala y Robbins es Lo que queda del día (1993). Basada en una novela de Kazuo Ishiguro, cuenta las experiencias de un mayordomo y una ama de llaves en la majestuosa mansión Darlington Hall y sus relaciones entre ellos y con sus ricos propietarios. De nuevo con Emma Thompson y Anthony Hopkins como protagonistas, en ella Robbins despliega más que nunca su arte compositivo, regalándonos una banda sonora espléndida y exquisita, en la que hace presencia ese estilo minimalista y obsesivo, tanto como los comportamientos opuestos y contrastados del Sr. Stevens y la Sra. Kenton. Su tema principal resume toda la riqueza de una banda sonora en la que también destacan los temas que ubican temporalmente la trama, como Blue Moon de Richard Rodgers o la interpretación que Ann Murray hace del lied de Schubert Sei mir gegrüsst.
Jefferson en París (1995) tiene guión original de Jhabvala, y cuenta las experiencias sentimentales de Thomas Jefferson cuando era embajador de Estados Unidos para el primer gobierno revolucionario francés. Nick Nolte, Greta Scacchi y Gwyneth Platrow protagonizan una película en la que no falta la música de la época, especialmente la ópera Dardanus de Antonio Sacchini, interpretada para la ocasión por William Christie y Les Arts Florissants. Aunque la cinta no triunfó, la música de Robbins se revela aún más depurada y exquisita que las anteriores, con orquestaciones mágicas y fascinantes y una riqueza melódica subyugante, como podemos comprobar escuchando su tema final.
En la música de Sobrevivir a Picasso (1996), una crónica sobre la tortuosa relación sentimental entre Picasso (Anthony Hopkins) y la pintora Françoise Gilot (Natasha McElhone), según el libro de Arianna Huffington, no pueden faltar las referencias al origen español del genio, marcha procesional incluida, aunque enseguida se hace patente el estilo minimalista y melódico de Robbins. Lo comprobamos escuchando el tema Vallauris Corrida, End Credits.
Para Ismail Merchant como director compuso en 1996 La propietaria, la historia de una escritora francesa (Jeanne Moreau) que regresa a su hogar de infancia en París para comprobar que va a ser subastado. Y de nuevo la capital de Francia es el escenario de su siguiente película, esta vez a las órdenes de Ivory, La hija de un soldado nunca llora (1998), con Lelee Sobieski, Kris Kristofferson y Barbara Hershey dando vida a una familia de americanos que viven en el París de los 70, con los contrastes que de nuevo ello supone. En la banda sonora, junto al estilo intimista a ritmo de vals de Robbins, como se aprecia en su tema principal, destacan clásicos de Dalida, France Gall, Jane Birkin, David Bowie o Deep Purple.
Sin abandonar Francia, esta vez con su única aportación a una producción gala, trabajó para la actriz Nicole García ejerciendo como directora en Place Vendôme, en la que Catherine Deneuve interpreta a una mujer que investiga el extraño suicidio de su marido involucrado en el tráfico de diamantes. Ismail Merchant volvió a ponerse tras la cámara en Cotton Mary (1999), un drama ambientado en la India colonial, con Greta Scacchi y naturalmente la música de Robbins. Henry James volvería a ser adaptado por Ruth Prawer Jhabvala en La copa dorada (2000), ambientada a principios del siglo XX, con Uma Thurman, Nick Nolte, Jeremy Northam y Kate Beckinsale dando vida a dos parejas entrelazadas en un juego de traición, pasión y adulterio, con un regalo de boda, la copa del título, como objeto desencadenante de la trama. Debussy y Scott Joplin ilustran una cinta en la que la música de Robbins cobra un especial protagonismo para transmitir la sensación de sensualidad e intriga que requiere una película incomprendida en su momento. En su tema principal se intuye cierta influencia del Stravinsky de La consagración de la primavera que triunfaba en la época en la que se ambienta la cinta.
The Girl (2000), un drama de intriga y romance, The Mystic Masseur (2001), de nuevo con Merchant en la dirección y la India de los años 50 como telón de fondo, el cortometraje Par amour, y la comedia romántica Le divorce (2003) de Ivory, con Kate Hudson, Naomi Watts y Glenn Close paseándose de nuevo por París, dieron paso a la última película dirigida por el realizador de Howards End, cuando contaba 77 años, y el último trabajo de Robbins, La condesa rusa (The White Countess, 2005). Con guión original del autor de Lo que queda del día, Kazuo Ishiguro, cuenta una historia de amor pasional en el agitado Shangai inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial. Ella (la malograda Natasha Richardson) es una aristócrata rusa resignada a ganarse la vida como camarera y bailarina, y él (Ralph Fiennes) un diplomático ciego y especialmente sensible. Vanesa Redgrave coincidió con su hija por última vez en la pantalla, aunque la cuidada y exquisita ambientación del film y la preciosa música de Robbins no ayudaron a hacer de ella una película exitosa. En la banda sonora abundan los temas étnicos, pero nosotros nos despedimos con un breve y significativo vals del desaparecido y ya añorado compositor.
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