Australia 2015 118 min.
Dirección Jocelyn Moorhouse Guión Jocelyn Moorhouse y P.J. Hogan, según la novela de Rosalie Ham Fotografía Donald McAlpine Música David Hirschfelder Intérpretes Kate Winslet, Judy Davis, Liam Hemsworth, Hugo Weaving, Sarah Snook, Sacha Horler, Caroline Goodall, James Mackay, Kerry Fox, Alison Whyte, Barry Otto, Julie Blake, Rebecca Gibney Estreno en el Festival de Toronto 14 septiembre 2015; en Australia 29 octubre 2015; en España 18 marzo 2016
Inactiva como realizadora desde hace casi veinte años, la australiana Jocelyn Moorhouse conoció en Estados Unidos una época de cierto reconocimiento dirigiendo a grandes estrellas femeninas del momento, como Winona Ryder en Donde reside el amor y Michelle Pfeiffer y Jessica Lange en Heredarás la tierra. Desde entonces apenas se ha dedicado a producir películas para P.J. Hogan (La boda de Muriel, Peter Pan) y ahora es él quien colabora en el guión y la producción de este regreso de la directora a la gran pantalla. El resultado es cuanto menos desconcertante, un híbrido entre excéntrico y deshilvanado que mezcla comedia amable con un punto irónico con tragedia en toda regla, con lo que no se sabe muy bien cómo tomársela, cuáles sean las intenciones de sus responsables y, sobre todo, a dónde quiere llegar y qué nos quiere contar. Una improbable modista que ha conocido el éxito en el París de los años cincuenta regresa al minúsculo pero muy poblado pueblucho que fue obligada a abandonar de niña cuando se le adjudicó un crimen que no recuerda si llegó a cometer, otro detalle improbable. Sus intenciones parecen ser de venganza, pero lo cierto es que se dedica a rehabilitar a su alcohólica madre y transformar a las provincianas del lugar en modelos de alta costura para así mejorar sus vidas, menudo mensaje. Mientras tanto, entre recuerdos y testimonios, va poniendo en pie lo que ocurrió aquel aciago día en que como criatura sometida al acoso permanente de los demás niños sucedió el trágico suceso (perdón por contar el argumento, no me podía reprimir). Lo peor de este batiburrillo melodramático es que no tiene ritmo ni gracia, todo suena a impostado y su carácter pretendidamente amable no casa bien con las mentes presuntamente retorcidas que abundan en el miserable poblacho. Por no decir lo poco convincente que es que sus habitantes tengan aficiones tan arraigadas como el saludable deporte o el intelectual teatro. Falta tensión y apenas logra interesar, cuanto menos conmover, esta extraña película que salta de episodio en episodio con la pretensión de que el espectador sea cómplice del carácter deslavazado del conjunto. Sólo la presencia de sus protagonistas merecen reparar en ella, con el cuñado de la Pataky cada vez más empeñado en vigorizarse como su hermano, Hugo Weaving rememorando el papel que le hizo famoso en Priscilla, Judy Davis desmejorada y ácida, y Kate Winslet aportando glamour y belleza a esta deshilachada película.