USA 2016 153 min.
Dirección Zack Snyder Guión David S. Goyer y Chris Terrio Fotografía Larry Fong Música Hans Zimmer y Junkie XL Intérpretes Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Gal Gadot, Diane Lane, Jeremy Irons, Holly Hunter, Scoot McNairy, Callan Mulvey, Tao Okamoto, Laurence Fishbourne, Michael Shannon Estreno en España 23 marzo 2016; en Estados Unidos 25 marzo 2016
Batman está enojado con Superman porque atribuye a su mala gestión una batalla campal que acabó en tal destrucción que afectó a sus oficinas y empleados, algo que sucedió en la más bien olvidable El hombre de acero, en la que la mano de Christopher Nolan terminaba por engullir al habitualmente simpático superhéroe de Krypton para convertirlo en otro de sus atormentados personajes, pedantes y trágicos. Aquello lo perpetró con Zack Snyder como instrumento ejecutor, que vuelve a ponerse detrás de la cámara confirmando que se trata de una secuela de la primera entrega que protagonizó Henry Cavill, y no tanto de la trilogía en la que Christian Bale daba vida al hombre murciélago. De hecho repiten no sólo el director, responsable de excentricidades como 300 y Sucker Punch, sino también los intérpretes de El hombre de acero, mientras que Christian Bale ha sido sustituido por un improbable Ben Affleck de abdominales imposibles, y su mayordomo Alfred lo incorpora Jeremy Irons en lugar de Michael Caine, para mantener el prestigio británico. Con estas premisas descubrimos primero que Gotham City es vecina de Metropolis, para a continuación asistir a uno de esos guiones pobrísimos, aburridos e improbables, lleno de incoherencias y ridiculeces (Superman acude repentina e intuitivamente a salvar a Lois Lane, de nuevo una impersonal y anodina Amy Adams, mientras necesita que se lo comuniquen para saber que su madre, Diane Lane, ha sido secuestrada y torturada…). Enemigos pero no tanto acabarán unidos por un recuerdo común, y lucharán naturalmente contra una amenaza mayor que sus propios egos, un juvenil Lex Luthor (a Nolan le gusta rejuvenecer a sus villanos, como hizo con el Joker y el desaparecido Heath Ledger), en compañía también de Wonder Woman, después de que ésta se pase gran parte del metraje apareciendo como misteriosa mujer con el don de la ubicuidad y siempre atenta para ver si puede aportar algo a esta farragosa trama que necesita dos horas y media para apenas contar un argumento que se resume en una línea, aunque en pantalla dé la sensación de que ocurren muchas cosas. El tono ya se sabe, gris y tristón, trágico y pretenciosamente trascendente, mientras la traca final da lo de siempre, mucha batalla interminable, nada de humor y demasiado tomarse en serio. En todo este batiburrillo por supuesto hay espacio para la tecnología, imagen y sonido impactantes, mientras uno se pregunta si es obsceno que el cine americano emule una y otra vez sus propias desgracias (la caída de las Torres Gemelas) y convierta en pasto de la mega violencia las pantallas de cine abarrotadas de adolescentes inmaduros. Será que hay que alimentar la primera industria del país, la armamentística con la que todos los demás de su entorno, incluidos nosotros, también pretendemos enriquecernos, aupados por unos medios de comunicación que fomentan el miedo universal dando más cancha a lo que ocurre cerca (vg. Bélgica) que lo que acosa a los más desgraciados en la lejanía (vg. Pakistán).
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