sábado, 19 de marzo de 2016

EL DULCE PORVENIR

11º concierto de la 25ª temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Mary Bevan, soprano. Henk Neven, barítono. Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza. John Axelrod, director. Programa: Le martyre de Saint Sébastien (Fragmentos sinfónicos), de Debussy; Réquiem Op. 48, de Fauré. Teatro de la Maestranza, viernes 18 de marzo de 2016

Mary Bevan
Se ha convertido en tradición que a las puertas de la Semana Santa la ROSS interprete páginas más o menos célebres de música sacra, generalmente romántica. El programa escogido por su actual director artístico para esta temporada ahonda más en la paz espiritual y la nostalgia serena que en los juicios finales y las iras divinas. Tanto Debussy como Fauré dibujan un panorama más amable y encantador en torno al sufrimiento de la muerte, el segundo convirtiéndolo directamente en transición hacia el placer del paraíso eterno y la felicidad incondicional. Partituras que hay que acariciar, mimando a la orquesta y calibrando todas las piezas y emociones en juego, para conseguir resultados a la altura de la música; algo que Axelrod y la Sinfónica consiguieron en un concierto altamente satisfactorio que embelesó por su belleza y justa contención.

El subtítulo que acompaña la suite orquestal del evento dramático danzístico en que Debussy y D'Annunzio convirtieron el martirio de corte homoerótico de San Sebastián, invita a confusión. Por fragmentos sinfónicos no hay que entender una extracción de los pasajes puramente instrumentales de esta obra narrativa y coral, sino una adaptación al lenguaje puramente orquestal de la pieza. Aunque en concierto se suelen interpretar los cuarenta minutos a los que apenas alcanza su adaptación con coro y solistas, la versión escogida por Axelrod ha sido la suite arreglada por André Caplet, que capta el espíritu y el universo de la música de Debussy, regalándonos una obra poco divulgada pero de una belleza inmensa muy en la línea sensual y elocuente del maestro impresionista. Cuerda y madera se plegaron como un guante para proyectar esta sensacional paz espiritual que acompañó todo el concierto, atendiendo a la muy sutil dirección de Axelrod, tan atento a matices como a juegos dinámicos; todo un placer para el oído servido con las mejores prestaciones posibles.

Henk Neven
Hacer una versión mínimamente satisfactoria del hermosísimo Réquiem de Fauré resulta tarea muy difícil. Lograrlo a un nivel tan satisfactorio como el alcanzado en esta ocasión es motivo de sobra para congratularse. Influido por la pureza del canto llano, pretende evocar consuelo en lugar de fuego eterno y condenación. Su carácter eminentemente intimista fue captado en toda su plenitud por una batuta tan delicada como sublime que alcanzó a una cuerda grave sobrecogedora y una intervención memorable del coro. En la parte menos lograda aludir a unos metales menos contundentes de lo deseable y un fraseo del órgano un poco esquemático, sobre todo en el plácido In Paradisum final. Por su parte las breves intervenciones de los solistas se saldaron con sobresaliente. Mary Bevan logró un Pie Jesu conmovedor, desafiando con éxito sus dificultades respiratorias, mientras Henk Neven consiguió ya con su entrada en el Hostias del Offertorium esa profunda conmoción que una buena interpretación de la pieza debe provocar Una espléndida invitación a afrontar el paso al descanso eterno como un dulce porvenir.

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