domingo, 30 de abril de 2017

MÚSICA QUE DA BRILLO Y COLOR A LA FERIA DE ABRIL

Concierto de Feria de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Erika Leiva, solista. José Colomé, director. Programa: Coplas, zarzuelas y pasodobles. Teatro de la Maestranza, domingo 30 de abril de 2017

Son ya varios los años que lleva la cantante Erika Leiva colaborando con la Sinfónica, desde el homenaje que se dispensó al Maestro Quiroga en aquel concierto especial de Feria del año 2013. Volvió a cantar con el conjunto hispalense en esos mismos preludios de feria, el del pasado año dedicado al Maestro Juan Solano, así como en el tributo dispensado hace unos meses a Rocío Jurado, o el Concierto de Cuaresma del pasado mes de marzo. Una cumbre en su curriculum que a buen seguro supone todo un motivo de orgullo y satisfacción sin igual en otras artistas de su género.

Su participación en el Concierto de Feria de este año, primero celebrado el primer día de las fiestas y no en el preludio a las mismas, gracias a su adelanto en un fin de semana, tuvo un mayor protagonismo que en ediciones anteriores, para disfrute de sus incontables admiradoras y admiradores, que se prodigaron en vítores y aplausos a esta hermosa joven que llegó a lucir hasta cinco cambios de vestuario que evidenciaron un estilismo muy próximo al de Sara Montiel, ya incontestable cuando para cantar Romance de la otra de Quintero, León y Quiroga lució unas atrevidas transparencias. Su voz potente, bien educada y disciplinada, entonó siempre con buen gusto y ejemplar oficio las coplas de Salvador Valverde y Manuel Font de Anta (La cruz de mayo), Llabrés, Molina Moles y Gordillo (La sombra vendo), o Álvarez Alonso y Álvarez Cantos (Suspiros de España), hasta lograr encandilar con Dime que me quieres y María de la O de León y Quiroga.

El joven sevillano José Colomé acompañó con respeto y admiración a la batuta, extrayendo de la orquesta todo el brillo que se supone a un repertorio tan apasionado y temperamental como éste, mientras la combinación de ese mismo brillo con el color y la expresividad de estas manifestaciones derivó en un excelente rendimiento que se hizo patente en páginas como los intermedios de La boda de Luis Alonso, La leyenda del beso o El baile de Luis Alonso, mientras para el pasodoble La Giralda de Eduardo López Juarranz y Sevilla de la Suite Española de Albéniz, se decantó por unos tiempos pausados y muy matizados. A la salida, tras las puertas del Maestranza, un año más el espectáculo continuó de la mano de los carruajes postrados en un Paseo de Colón que estrenaba una discutible Pasarela del Marqués de Contadero con hechuras de centro comercial, tan agresivo para el entorno pero por un día ajeno a la polémica ante tanta exhibición de belleza, color y elegancia.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 28 de abril de 2017

CARGA TRÁGICA DE RÁTH vs. FRAGILIDAD DE VANHUYSE

10º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirk Vanhyuse, violonchelo. György G. Ráth, director. Programa: Obertura trágica Op. 81, de Brahms; Concierto para violonchelo Op. 129, de Schumann. Sinfonía nº 1 Op. 9, de Dohnányi. Teatro de la Maestranza, jueves 27 de abril de 2017

No nos esperábamos, tras las últimas comparecencias del director húngaro György Ráth frente a la Sinfónica, que la suya llegara a ser una batuta tan apasionada y trágica, por mucho que el programa lo demandara. Quien figurase hace un par de años como uno de los más firmes candidatos a convertirse en director musical de la orquesta, y aquél con el que su plantilla parecía guardar una mayor afinidad, nos tenía acostumbrados a interpretaciones demasiado sutiles, a veces incluso algo lánguidas, que poco tenían que ver con su apasionado Bartók de tantos años atrás.

A esta explosión de temperamento regresó felizmente en un concierto en el que se programó la larga primera sinfonía de su compatriota Erno Dohnányi. Una obra muy bien construida, sólida y exuberante, que alterna movimientos desatados con otros de mayor calado espiritual y lírico, y que ofrece impagables oportunidades de lucimiento para una amplia gama de instrumentos solistas. Con una enérgica y sobrecargada respuesta trágica atacaron los y las integrantes de la ROSS esta página más convencional que otra cosa, pero de agradecida escucha. Impecables en los atriles, supieron también adaptarse al sentimental adagio que protagonizó una excelente Sarah Bishop, mientras la viola solista extrajo oro del breve y encantador intermezzo. El resto mantuvo la estética apasionada del allegro inicial, con extraordinarias prestaciones de los metales, abundantes durante toda la partitura. Antes, como introducción del concierto, Ráth logró también una interpretación henchida de sentimiento trágico de la Obertura del mismo nombre que compuso Brahms en contraposición a la más célebre Académica. La verdad es que resultó difícil identificar en ambas piezas, furiosas y fogosas, al director que hace unos años nos ofreció un Chaikovski o un Mendelssohn de insuficiente esencia emocional y escasa musculatura.

Con el Concierto de Schumann tuvo que plegarse, y mucho, al sonido frágil y no siempre bien articulado del violonchelista de la orquesta Dirk Vanhuyse, que sin duda cuenta con talento suficiente, como atestiguan sus méritos y reconocimientos, aunque algunos no seamos capaces de advertirlo, observando en él un sonido canijo, a veces desvaído, que fue incapaz de expresar esa dualidad entre temperamento trágico (Florestan) e intimismo reflexivo (Eusebius) muy característica en la obra de Schumann y tan perceptible en ésta en particular. Su interpretación estuvo más cerca del segundo, sobre todo en unas cadencias de cosecha propia muy matizadas, como lo fue también el lamento elegido como propina, una pieza de Nikolai Miaskovsky en la que destacó su capacidad para apianar hasta el infinito. Pero sin alcanzar esa profundidad que exige este emblemático concierto, ni la musculatura que debe ofrecer el instrumento en algunos de sus pasajes, sobre todo un final de virtuosismo deslumbrante. La batuta estuvo tan atenta a no sofocar el débil sonido del violonchelo que la versión acabó siendo poco menos que raquítica.

jueves, 27 de abril de 2017

LA CAÍDA DE LA CASA USHER Un reto musical lastrado por una mala dramaturgia

The Fall of the House of Usher Ópera de Philip Glass con libreto de Arthur Yorinks según un relato de Edgar Allan Poe. Juan García Rodríguez, director musical. Thierry Bruehl, dirección escénica e iluminación. Francisco Soriano, maestro repetidor. Ana Torres, diseñadora. Con Sachika Ito, Alain Damas, David Lagares, Javier Cuevas, Francisco Gracia y Zahir Ensemble. Teatro Central, miércoles 26 de abril de 2017

Edgar Allan Poe y Philip Glass comparten Baltimore. Allí murió uno y nació el otro, quien confiesa haber crecido fascinado por los cuentos fantásticos y de terror del escritor de Boston. Fruto de esa admiración fue esta ópera de cámara, compuesta en 1987 por encargo del Teatro de Repertorio Americano de Cambridge en Massassuchets y la Ópera de Kentucky, y estrenada el 18 de mayo de 1988. Un prólogo y dos actos que apenas alcanzan la hora y media de duración (a Zahir Ensemble no le llegó ni a la hora y veinte) y que aún siendo el título lírico más representado del autor de Music in Twelve Parts, apenas lo ha hecho en siete ocasiones desde 2005 a 2010. Posterior a sus mejores títulos operísticos, Einstein on the Beach (1976), Satyagraha (1980) y Akhnaten (1983), no alcanza tampoco la inspiración y la calidad de éstas, a pesar de lo cual mantiene sus puntos de interés. El hecho de que Juan García al frente de Zahir Ensemble se haya atrevido a ponerla en escena, lo que constituye el estreno en España de esta ópera, demuestra el grado de inquietud al que nos tiene habitualmente acostumbrados. Su firmeza y apasionamiento al frente de conjuntos como éste con el que ha traído a Sevilla piezas emblemáticas de la música contemporánea que se hace en el Mundo, o la Sinfónica Conjunta, con la que realiza un trabajo infatigablemente académico con jóvenes intérpretes a los que además somete a programas exquisitos en los que tienen cabida los clásicos y los contemporáneos, se corrobora con iniciativas como ésta; todo un reto bendecido en lo musical, con un ejemplar rendimiento de instrumentistas y voces, pero no tanto en lo dramático, en parte por los propios inconvenientes de la partitura, en parte por un concepto demasiado abstracto de la puesta en escena.

Este considerable esfuerzo levantado en gran medida gracias al talento local, choca con una partitura algo endeble, abandonada esa primera parte eminentemente minimalista de la carrera del compositor americano y asentado ya en un sonido característico pero oportunistamente repetitivo que hace que tantas partituras suyas se parezcan entre sí, aunque su escucha devenga frecuentemente en agradable. No hay grandes hallazgos en esta pieza, salvo ofrecer a la soprano la posibilidad de lucirse en vocalizaciones que exigen firmeza y flexibilidad, lo que traducido en las capacidades de Sachika Ito, que ya ha hecho en la ciudad que la ha acogido sus pinitos en música contemporánea, resultó un éxito, debido también a la dulzura de su bien proyectada voz. Tanto como la del barítono onubense David Lagares, que sorprendió por su perfecta dicción en inglés y su expresiva capacidad para conmover con una voz potente y segura. Algo más impreciso, pero en líneas generales satisfactorio, resultó el tenor venezolano Alain Damas, que hace apenas unos días ofreció un recital en el Espacio Turina. Pero la relación enfermiza e intrigante entre sus personajes quedó lastrada por una dramaturgia turbia y una puesta en escena en la que apenas brilló la iluminación, con la que se trazaron los caminos por los que transitaban incansablemente los personajes, incluidas las breves pero bien entonadas participaciones del bajo Javier Cuevas y el prometedor tenor cordobés Francisco Gracia. Un manzano que caía y subía, una cama y unas sillas completaron un atrezzo que maquilló de pulcro minimalismo lo que quizás sólo fueran limitaciones de producción.

Lo cierto es que el escaso tirón de la propuesta escénica hizo que estuviéramos más atentos a la orquesta, emplazada a la izquierda del escenario, que a la escena, justo a la derecha. Las limitaciones de un libreto que simplifica en exceso las posibilidades del relato original , y la escasa inspiración de la puesta en escena así lo quisieron. Completado con jóvenes integrantes de la Sinfónica Conjunta, Zahir Ensemble hizo un buen trabajo, generoso en plasticidad y riguroso en disciplina, a pesar de algunos desajustes en la trompa, evidenciando que aunque concebida para una docena de músicos, sus texturas piden más efectivos. Pero si algo permitió constatar esta producción de Zahir Ensemble es la imparable proyección del talento local, lo que le permitirá ofreciendo retos iguales o mayores que éste que sigan situando nuestra ciudad entre las que se encuentran a la cabeza de la oferta musical del país. El esfuerzo siempre merece la pena, sólo falta elegir mejores bases y emparentarlas con un trabajo dramático más efectivo y elocuente.

Fotos: Tomás Payés

miércoles, 26 de abril de 2017

STEFAN ZWEIG: ADIÓS A EUROPA El dolor del desarraigo y la desintegración

Título original: Stefan Zweig: Farewell to Europe
Austria 2017 106 min.
Dirección Maria Schrader Guión Maria Schrader y Jan Schonburg Fotografía Wolfgang Thaler Música Tobias Wagner Intérpretes Josef Hader, Anne Schwarz, Barbara Sukowa, Tòmas Lemarquis, Lenn Kudrjawizki, Cgarly Hübner, Nahuel Pérez Biscayart, Valerie Pachner, Harvey Friedman, Matthias Brandt, Ivan Shvedoff, Daniel Puente Encina Estreno en Alemania 2 junio 2016; en España 21 abril 2017

Quienes busquen en esta estremecedora crónica del desarraigo físico y cultural una biografía del genial autor de obras imperecederas como Jeremías o Momentos estelares de la humanidad y una ilustración sobre su obra, podrán sentirse decepcionados ante el trabajo ofrecido por la joven actriz y realizadora alemana Maria Schrader. La intención de esta cineasta, que en sus tres películas hasta el momento (La jirafa, Liebesleben y ahora ésta) ha mostrado una especial sensibilidad sobre el pueblo judío, es trazar una semblanza de respeto y admiración a un icono de la cultura del siglo XX y su injusto padecimiento como expatriado y desarraigado de su tierra, Austria, durante el advenimiento del nazismo, desde mitad de los treinta a principios de los cuarenta, cuando decidió poner fin a su vida en Persépolis, Brasil, donde vivió sus últimos años en compañía de su segunda y joven esposa, y concibió su último libro, La tierra del futuro, en clara referencia al país que tan bien le acogió y que a pesar del título no le generó la suficiente confianza como para esperar un mundo mejor después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Llega el film además en un momento en el que la preocupación de Stefan Zweig por la posible desintegración de Europa y sus valores, vuelve a estar de actualidad, poniendo en grave peligro la estabilidad de un escenario en el que durante mucho tiempo se han evitado confrontaciones de especial gravedad para nuestro mundo civilizado. Meticulosamente estructurada en un puñado de planos secuencia que representan varias estaciones de su peregrinaje por tierras americanas, Argentina, Brasil y Estados Unidos, con una muy especial atención al detalle, Schrader consigue plasmar todo aquello que interesa a su tesis, como es la terrible sensación de melancolía que suscita estar lejos del hogar sin remedio ni esperanza para el regreso, reflejado en los tristísimos ojos de un Josef Hader que escucha la pésima interpretación que una banda local hace de El Danubio Azul, o mira a través de las ventanas de un automóvil la belleza verde del trópico añorando el adoquín y el cemento de las ciudades en las que conoció a Rilke, Reinhardt, Mann, Gorki, Toscanini, Rodin, Einstein, o Strauss, para quien escribió el libreto de la ópera La mujer silenciosa, prohibida por la Gestapo al poco de estrenarse por el empeño del compositor en mantener el nombre de Zweig en el cartel. Siempre aprendiendo de o influyendo en ellos, toda esa cultura, esa pasión por el conocimiento que le llevó a afirmar que la labor intelectual había significado el gozo más puro, y la libertad personal, el bien más preciado sobre la tierra; todo lo cual se transmite perfectamente en esta conmovedora cinta bañada por unas interpretaciones prodigiosas, la de un contenido y a pesar de ello muy expresivo Hader, o la siempre estimulante y certera caracterización de Barbara Sukowa como su primera esposa, Friderike, que protagoniza una de las secuencias más cálidas, en un piso de un gélido Nueva York con un ambiente familiar en el que se puede apreciar el valor de la amistad y la solidaridad en los tiempos más difíciles imaginables. Y la de Anne Schwarz como su segunda esposa, Charlotte, más bien una compañera de viaje incansable y abnegada, capaz de otorgarle su apoyo incondicional hasta el último y más doloroso extremo, aquel 22 de febrero de 1942 al que somos invitados a través de un prodigioso encuadre. El autor que inspiró películas como Cartas a una desconocida, María, reina de Escocia, Maria Antonieta (la de Norma Shearer) o El gran hotel Budapest, y dejó un legado de libros, biografías y artículos periodísticos indispensables para comprender el siglo pasado y sus antecedentes, recibe de manos de esta joven y entusiasta realizadora un tributo sincero y apasionado que no puede dejar indiferente a quienes se sientan comprometidos con la cultura y la historia. Indispensable verla en versión original y disfrutar de hasta cinco idiomas (alemán, portugués, castellano, inglés y francés), aunque su estreno en nuestra ciudad limite mucho esa posibilidad, proyectándose en unas salas que aunque se esfuerzan muchísimo por captar un público intelectual alternativo, aún les queda mucho para acaparar la atención de los circuitos oficiales de la versión original, que últimamente están perdiendo muchas ocasiones de estrenar trabajos como éste, que lograrían en sus instalaciones un mayor éxito del que cosechan en estas esforzadas salas del barrio de Nervión.

lunes, 24 de abril de 2017

LA PROFESORA Lobos con piel de cordero, ayer y siempre

Título original: Učitel’ka
Eslovaquia 2016 102 min.
Dirección Jan Hrebejk Guión Petr Jarchovský Fotografía Martin Ziaran Música Michal Novinski Intérpretes Zuzana Mauréry, Csongor Kassai, Zuzana Konecná, Tamara Fischer, Martin Havelka, Éva Bandor, Oliver Oswald, Peter Bebjak, Richard Labuda, Ina Gogálová, Monika Certezni, Peter Bartak Estreno en el Festival de Karlovy Vary 4 julio 2016; en Eslovaquia 21 julio 2016; en España 21 abril 2017

Sorprendente film que cuenta el abuso de poder al que una profesora de la antigua Checoslovaquia somete a su joven alumnado y sus progenitores, con el fin de extorsionarlos y valerse de sus favores para sobrevivir cómodamente a las limitaciones impuestas por el régimen comunista. Su posición dentro del partido le permite llevar a cabo sus planes, mientras se muestra de cara a todos como una amable y hasta cierto punto encantadora profesional, un lobo con piel de cordero. Utilizando la farsa y un toque de comedia, el guión se sirve de una particular estructura en la que vamos hacia atrás y delante, lo que obliga a forzar un poco los diálogos, sobre todo en su primer tercio, con el fin de no desvelar el misterio que convoca a profesores y padres de un centro educativo a una reunión de urgencia. El sistema es así sometido a análisis y disección para ofrecer una lectura convincente de lo hilos del poder y la corrupción, de forma tan eficaz que en última instancia salpica a todo tipo de regímenes y sistemas, incluso a los a menudo mal llamados democráticos, donde como bien sabemos está más de actualidad que nunca. La estructura, las interpretaciones, especialmente de una estupenda Zuzana Mauréry, galardonada en el Festival de Karlovy Vary, y hasta la música, también premiada, esta vez en Gijón, donde también logró el reconocimiento a la mejor dirección artística, sirven ajustadamente al efecto de provocar en el espectador una suerte de rabia y perplejidad, consiguiendo no dejar indiferente a nadie. Lo más provocativo y más grave en última instancia es comprobar cómo son los más débiles los más perjudicados, mientras los círculos de poder se alimentan recíprocamente, contribuyendo a un mecanismo que alarga sus tentáculos hasta los más jóvenes y vulnerables, poniendo en peligro el futuro de ellos y de toda la sociedad. Todo ello plasmado y filmado con tanta pericia como buen sentido, logrando un trabajo que se disfruta igual que se sufre, sin pestañear.

domingo, 23 de abril de 2017

LA ESTÉTICA DE MERCERO EN LA BARROCA DE SEVILLA

Temporada 2016/17 de la Orquesta Barroca de Sevilla. José Antonio López, barítono. Andoni Mercero, director-concertino. Programa: Obertura VI en Sol menor, de Erlebach; Cantata BWV 82 “Ich habe genug”, de Bach; Obertura de “Berenice”, selecciones de “Apollo e Dafne”, “Rodelinda”, “Rinaldo” y “Orlando”, y fragmentos de Concerti gorssi, de Haendel. Teatro de la Maestranza, sábado 22 de abril de 2017

Cualquier conjunto que se suba al escenario del Maestranza mejora considerablemente el brillo de su sonido, y la Barroca no es una excepción. A eso hay que añadir que con el violinista Andoni Mercero al frente, comprobamos la capacidad de la orquesta para adaptarse a otras estéticas distintas de las acostumbradas. Y eso se agradece, porque tras tantos años reseñando una y otra vez los mismos grupos, consecuencia afortunada de los muchos que han surgido aquí en los últimos años, descubrir nuevos matices y acentos resulta muy refrescante. La Barroca profundizó en esta ocasión en la sutileza de las páginas programadas, más allá del misticismo inherente a la cantata Ich habe genug que dio título al concierto. Habitualmente identificados con ataques enérgicos in forte, la de este sábado fue una orquesta más moderada, y aún más elegante, en perfecta armonía y comunión con los universos convocados sobre todo en la primera parte.

Aunque nunca salió de su Alemania natal, Philip Heinrich Erlebach cultivó en sus composiciones mayoritariamente los estilos francés e italiano, al menos así se constata de su producción que ha sobrevivido. La Obertura que abrió el concierto pertenece al primer grupo, apreciable en su forma de suite de danzas, de las que la OBS ofreció una versión relajada, matizada en cada detalle, de colores pastel que encontraron, después de la gravedad de sus dos primeros números y el carácter juguetón del tercero, su punto culminante en un duelo entre el flexible y emotivo violín de Mercero y la acariciante cuerda pulsada de Juan Carlos Mulder. En la segunda parte se programaron como preludios e interludios a las intervenciones del barítono, la obertura de Berenice y diversos movimientos de los Concerti grossi nº 4 y 5 de Haendel, naturalmente en un registro diferente, más ágil, enérgico y punzante, aunque manteniendo esa finura cautivadora que caracterizó la velada.

José Antonio López, al que ya tuvimos ocasión de escuchar en Pulcinella de Stravinsky junto a la Sinfónica en 2012, se acopló satisfactoriamente al carácter místico de una de las más populares cantatas de Bach, toda una declaración cristiana de entrega a un más allá donde reencontrarse con el Creador. Su evidente intención de conmover, aunque en estilo y con notable expresividad, no quedó de pleno satisfecha, aún triunfando en fraseo y modulación, a pesar de alguna respiración sobreexpuesta en puntuales entradas. Patrick Beaugiraud acompañó magistralmente al oboe. Con Haendel López hizo gala de teatral expresividad, evidenciando al apianar una voz áspera contrapuesta a la sedosidad y amplitud del resto de su exhibición, donde también brilló la fagotista Marta Calvo. Su imponente voz y presencia, generosa proyección y capacidad para modular quedó definitivamente expuesta en Sorge infausta de Orlando, antes de ofrecer como propina una insólita versión del célebre Ombra mai fu, concebido para contralto o contratenor.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 22 de abril de 2017

JOHN WICK: PACTO DE SANGRE No hay quien pueda con él

Título original: John Wick: Chapter Two
USA 2017 122 min.
Dirección Chad Stahelski Guión Derek Kolstad Fotografía Dan Lausten Música Tyler Bates y Joel J. Richard Intérpretes Keanu Reeves, Common, Ian McShane, Ruby Rose, Riccardo Scarmacio, Laurence Fishburne, Bridget Moynahan, Claudia Gerini, Peter Stormare, John Leguizamo, Lance Reddick, Franco Nero Estreno en Estados Unidos 10 febrero 2017; en España 21 abril 2017

Apadrinado por Keanu Reeves, para quien hizo de doble especialista en la saga Matrix y en Constantine, Chad Stahelski parece estar escribiendo su nombre entre la pléyade de directores especializados en cine de acción, con tan sólo las dos entregas de este trágico héroe posmoderno que se llama John Wick y está relanzando la cada vez más raquítica carrera del protagonista de Mi Idaho privado y El pequeño Buda. La primera entrega no llegó a estrenarse en nuestro país, donde se exhibió por primera vez directamente en la televisión. Por eso este segundo capítulo obvia en su título español tal carácter de secuela, a pesar de que su escueta trama debe mucho a su predecesora, que le sirve de prólogo. No obstante llega a nuestras pantallas con todos los honores, como la gran superproducción de turno, y es que ha inflado considerablemente sus postulados y recursos con respecto a la primera entrega. Asistimos a una sucesión fatigosa de luchas encarnizadas y oleajes de violencia perfectamente coreografiados, faltaría más, sin más aliciente que disfrutar de sus disparatadas propuestas, si se tiene estómago para eso. Un reparto multiestelar e internacional, y hermosas localizaciones en Nueva York y Roma, ayudan a la digestión del polvorín, que se apunta directamente a remozar el subgénero de hombres duros dispuestos a tomarse la justicia por su mano, con Bronson, Seagal, Stallone, Willis, Schwarzenegger y Van Damme a la cabeza (a Liam Neeson todavía le queda dignidad para implicarse en proyectos con más sustancia). Quizás Reeves esté así buscando su puesto de dorada jubilación en la saga Los mercenarios. El gesto ya lo tiene cogido, ceño fruncido y cara de tormento y eterno sufrimiento, mientras lo más original de la película es implicar en un submundo de control y poder a gente aparentemente corriente que vemos continuamente en la calle, incluidos mendigos y vendedores ambulantes. Se agradece también que se zambulla directamente y sin complejos en la irrealidad más apabullante, y que no pretenda filosofar sobre los actuales peligros y amenazas para la estabilidad mundial, económicas, bélicas y religiosas, así como que nos devuelva a Claudia Gerini, una vez la Sharon Stone italiana, convenientemente oscurecida para parecer más mafiosa. Pero si no es un o una entusiasta de este tipo de cine de tipos duros, mamporros a doquier y mucha descarga de adrenalina, ésta no es su película.

AMAR La pérdida de la inocencia

España 2017 105 min.
Guión y dirección Esteban Crespo Fotografía Ángel Amorós Música Adolfo Núñez Intérpretes María Pedraza, Pol Monen, Natalia Tena, Gustavo Salmerón, Nacho Fresneda, Antonio Valero, Greta Fernández, Sonia Almarcha Estreno en el Festival de Málaga 19 marzo 2017; en salas comerciales 21 abril 2017

El salto a la dirección de largometrajes del madrileño Esteban Crespo, después de ganar el Goya y ser nominado al Oscar por el estremecedor cortometraje Aquel no era yo, parece recoger el testigo de sus dos primeros cortos, en los que diseccionaba la relación de una joven pareja de enamorados, interpretados por Alberto Ferreiro y Aida Folch, que hacen el amor en una habitación (su homónimo Amar) y viven el preciso instante en el que un giro emocional les lleva irremediablemente a la crisis y la separación (Siempre quise trabajar en una fábrica). El film, presentado en la Sección Oficial del Festival de Cine Español de Málaga, arranca justo recreando esa escena ilustrada en el primer cortometraje, toda una declaración romántica de amor desmesurado, en el que la joven adopta un rol que le lleva directamente a una situación de extrema igualdad con su pareja, todo un gesto de generosidad tanto por parte de ella como de él, inmerso en la confianza y el respeto absoluto hacia su pareja. El arranque constituye a la vez un gesto de ingenuidad e inocencia, propia de quienes están en proceso de abandono de la infancia y la adolescencia, apreciable en detalles de jugueteo e inmadurez que aparecen sembrados a lo largo del metraje. Pero la gran ciudad, en este caso una Valencia algo disimulada, y sobre todo la mala educación sexual y sentimental recibida por unos adultos incapaces de poner en orden sus propias vidas amorosas, hará que los acontecimientos se vean abocados al lugar común de la posesión, los celos, el dominio y, en última instancia, el maltrato, en su vertiente psicológica. Amor y dolor llegan a fusionarse de forma convincente y atrayente en un film perfectamente articulado y calculado para que ni falte ni sobre nada, con el fin de atrapar a un espectador al que no deja indiferente, para bien o para mal. En todo este proceso tienen una gran responsabilidad los jóvenes protagonistas, especialmente una María Pedraza en estado de gracia, llena de encanto y dulzura, mientras Pol Monen aporta ternura y descontrol de forma harto emocionante. Los secundarios aportan también su granito de arena en esta agridulce crónica de un primer amor, incluyendo un Gustavo Salmerón que se ha convertido en habitual de la filmografía del realizador. La utilización del sonido, potenciando ruidos y efectos, ayuda a generar una atmósfera de enrarecimiento y abstracción, la que sufren estos jóvenes a quienes no alivian ni sus amistades, ejemplarmente incorporadas por un grupo de noveles a los que se somete a más de un diálogo incómodo, fundamental para promover ese carácter natural y fresco que inspira todo el conjunto. Quiere el azar que haya coincidido su estreno con el de la película de animación japonesa Your Name, donde dos jóvenes viven su particular historia de amor en sueños, invadiendo cada uno el cuerpo de la otra como forma de unión total y trascendental; algo así como Laura y Carlos, que repiten Yo soy tú constantemente, aunque en general su discurso sea más comprensible y conmovedor que el de los títeres anime de la cinta de Makoto Shinkai.

THE SOLOISTS OF LONDON: AL BREXIT LE GUSTA EL SOL DE ANDALUCÍA

Tom Poster, piano. Mathilde Milwidsky y Hannah Dawson, violines. Adam Newman, viola. Sally Pendlebury, chelo. Matthew Coman, contrabajo. Programa: Concierto para piano K246 en Do Mayor, de Mozart; Quinteto con piano en la menor Op. 114 “La Trucha”, de Schubert. Espacio Turina, viernes 21 de abril de 2017

Matthew Coman
Bajo un nombre tan pomposo y una descripción y biografía del conjunto que aún lo es más, se esconde la típica orquesta de bolos que aprovecha la residencia de su líder en nuestra tierra para reunirse de vez en cuando en distintas formaciones y realizar diversas actividades, concertísticas y docentes, en grupos e instituciones de Andalucía. No es poco como para que la asistencia de público a su primera comparecencia sevillana, después de haber recorrido durante años la provincia gaditana, fuera tan sumamente escasa. Sólo con el tiempo en el que su fundador, Matthew Coman, fue contrabajista de la ROSS, sus vínculos con la ciudad deberían haber propiciado una entrada más generosa. De cualquier modo fuimos los apenas veinte asistentes al concierto del viernes quienes pudimos comprobar que bajo esa tarjeta de presentación que asegura haber participado en gloriosas bandas sonoras y acompañado a grandes figuras del pop (seguramente refiriéndose a los conjuntos sinfónicos de donde provienen sus integrantes), se esconden unos auténticos virtuosos capaces de rendir el máximo respeto y la mayor de las pleitesías a las grandes páginas musicales programadas.

Tom Poster
Lo más curioso fue escuchar un concierto de Mozart adaptado a conjunto de cámara y prescindiendo de oboes y trompas. La verdad es que el resto de instrumentos, dos violines, una viola, un chelo y un contrabajo, se adaptan a la perfección a la plantilla indicada en este Concierto para piano nº 8 K246, prodigio de galantería y encanto que el pianista Tom Poster, con amplia experiencia en escenarios y grabaciones, lideró con asombroso dominio y equilibrio, haciendo que la partitura deambulara entre la dulzura y la energía, apoyada en la musculatura que le facilitaron Coman al contrabajo y una espléndida Sally Pendlebury al violonchelo. Una interpretación que destacó en ritmo y tensión, recreando magistralmente esa atmósfera ambigua que acompaña a esta página del genio salzburgués.

Matthew Mildwisky
Sensacional resultó también el Quinteto con piano “La trucha” de Schubert, con el teclado esta vez fusionado con el resto del conjunto, no protagonizándolo. Un arranque exaltado y fuertemente contrastado entre pasajes brillantes y momentos misteriosos, dio paso a un hermoso andante y un enérgico scherzo, sincero y de espíritu espontáneo, que derivó en unas variaciones del lied Die Forelle, que da título a la obra, henchidas de imaginación, destacando el trabajo exhaustivo, bien marcado y de sonido homogéneo de la joven violinista Mathilde Pendlebury. Música que Schubert concibió para aficionados en vacaciones y que los y las excelentes integrantes del conjunto recrearon con considerable sentido de la melodía y la armonía, hasta que una preciosa y emotiva versión del Moon River de Mancini puso punto y aparte a una comparecencia que tendrá hoy su continuidad con otro concierto de Mozart, el nº 12, y el Quinteto con piano de Brahms. Esperemos que la asistencia de público sea mayor, lo merecen.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 21 de abril de 2017

LA ALTA SOCIEDAD Empacho de disparates

Reseña de la película, estrenada en el XIII Festival de Cine Europeo de Sevilla el 8 de noviembre de 2016 (Giraldillo de Oro y Premio a la mejor actriz: Ralph). Estreno en España 21 abril 2017

GABRIEL PROKOFIEV Y LA NOVENA DE AXELROD: EL FUTURO YA ES HOY

9º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. John Axelrod, director. Marie-Pierre Roy, soprano. Wallis Giunta, mezzosoprano. Patrick Grahl, tenor. Willard White, bajo. Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza. Programa: Beethoven 9 Symphonic Remix, de Gabriel Prokofiev; Sinfonía nº 9 Op. 125, de Beethoven. Teatro de la Maestranza, jueves 20 de abril de 2017

Gabriel Prokofiev
Coincidía este canto a la alegría y a la fraternidad entre los hombres con una nueva escalada de terror en la ciudad de la luz, y lo hacía también con la conmemoración del día en que abrieron sus puertas hace veinticinco años todas las ilusiones desplegadas en aquel imborrable acontecimiento que fue la Expo 92. Una doble efemérides, junto con los fastos de las olimpiadas de Barcelona, sobre la que me gustaría traer a colación la reflexión de un buen amigo mío: «25 años después, qué lejos quedan aquella Sevilla modernizada del 92 y aquella Barcelona olímpica del amics per sempre. ¡Cuánta regresión oscurantista! ¡Cuánta discordia civil ! Pero, ¿qué nos ha pasado?». Una reflexión que vale también para coronar estos veinticinco años que hoy celebra el Teatro de la Maestranza y con él su inseparable Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, víctimas también de la desidia y el abandono que en estos años han ejercido nuestras instituciones, y nosotros mismos, olvidando aquella ilusión, inocente pero ilusión, con la que abrazábamos el que se suponía habría de ser el inicio de una nueva era en la que los hombres y las mujeres volvieran a ser hermanos.

Nada mejor para recordar un día tan señalado y lo que de aquellos eventos esperábamos que programando una vez más (la última fue hace dos años) la más popular de las sinfonías jamás compuesta, coincidiendo además con el programa noveno de esta temporada. Y para introducirla, la presentación del compositor en residencia de este año, Gabriel Prokofiev; nada más y nada menos que un descendiente directo del gran Prokofiev en el escenario del Maestranza, abordando su propia composición en torno a la pieza inmortal de Beethoven. Su preparación académica se hace notar en los pentagramas, mientras su bagaje como artista pop, rock y tecno, se dejó intuir también en este remix de la Novena, con sus momentos más conseguidos y los menos, especialmente entre los primeros los que mezclan sonidos electrónicos, muy especialmente voces distorsionadas y yuxtapuestas, con las texturas y colores de la orquesta en directo. Un manejo magistral y efectivo de las técnicas de la orquestación, y un considerable buen gusto para armonizar y encajar las citas literales de la obra original, fusionándolas con material de cosecha propia, elevó la pieza por encima de lo esperable, aún quedándose en un nivel con más tendencia a agradar al público que a someterlo a nuevos lenguajes y técnicas más avanzadas. Público que respondió con encendida ovación.

Willard White
La batuta de Axelrod deambuló por terrenos correctos y sumamente académicos, sin correr grandes riesgos, a la hora de poner en pie la majestuosa sinfonía beethoveniana, con resultados dignos y eficientes. Un dominio absoluto de tempi y dinámicas describieron una novena en la que los dos primeros movimientos manifestaron fiereza en su justa medida, mientras el adagio destiló más melancolía que puro estremecimiento, hasta llegar a una oda final perfectamente articulada, fiel a su narrativa y su estética optimista y esperanzadora, en la que los coros brillaron considerablemente, a pesar de algunos pasajes que llegaron a sonar chirriantes, y las voces solistas, situadas entre el coro y la orquesta, lo que dificultó su proyección, mantuvieron un nivel más que aceptable, destacando la muy poderosa aunque algo agrietada de Willard White, un todoterreno capaz de atreverse con óperas, musicales y canciones ligeras adaptándose a cada estilo con notable facilidad.

jueves, 20 de abril de 2017

NEGACIÓN Drama judicial sobrio pero desaprovechado

Título original: Denial
Reino Unido 2016 110 min.
Dirección Mick Jackson Guión David Hare, según el libro “History of a Trial: My Day in Court with a Holocaust Denier” de Deborah Lipstadt Fotografía Haris Zambarloukos Música Howard Shore Intérpretes Rachel Weisz, Tom Wilkinson, Timothy Spall, Andrew Scott, Caren Pistorius, Alex Jennings, Harriet Walter, Jack Lowden Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2016; en Estados Unidos 21 octubre 2016; en España 12 abril 2017

Volcado en la televisión, hace mucho que no veíamos a Mick Jackson dirigiendo una película. Su discreta filmografía (El guardaespaldas, Volcano) tampoco nos hacía esperar mucho. Por el contrario, y también con una lista escueta de films a sus espaldas (Herida, Las horas, El lector), el guionista David Hare sí hacía insuflar ciertas esperanzas sobre este drama judicial con pretexto un poco perentorio y absurdo. El resultado de esta combinación es el apropiado, un film correcto, dramáticamente académico y bien articulado a partir de unas interpretaciones excelentes y un guión bien escrito. Basada en la historia real de la periodista estadounidense Deborah Lipstadt, abanderada de la causa judía y la memoria del holocausto nazi, cuando a finales del siglo pasado tuvo que enfrentarse a la demanda por difamación que le interpuso el presunto historiador británico David Irving, líder negacionista de los horrores del genocidio. Piensa uno que semejante causa no debía siquiera haber suscitado interés alguno por parte de jueces o tribunales, si bien cada vez son más las dudas que tenemos acerca de la veracidad de lo que nos cuentan, la información que se nos ofrece como válida y veraz, lo que de haber sido abordado con suficiente ingenio e inteligencia en esta cinta, podría haber generado un debate mucho más interesante del que propone. No cabe duda de que estas dudas sobre la manipulación a la que somos continuamente sometidos y sometidas, no es trasladable a algo tan deleznable y suficientemente demostrado como fue ese aberrante episodio, sobre todo teniendo en cuenta el esfuerzo de los alemanes por borrar cualquier vestigio sobre el asunto, y el reciente descubrimiento de nueva documentación aliada que reitera la veracidad de los acontecimientos, así como la implicación directa e indirecta de muchos países, entonces enemigos, en semejante vergüenza. Pero lejos de suscitar cuestiones tan apasionantes, Negación plantea un clásico drama judicial, entretenido y digno, que no va mucho más allá de ilustrar un episodio quizás no tan conocido como se presume, por su propia falta de enjundia. En su planteamiento narrativo el film no disimula ser consecuencia de la oscarizada Spotlight, de la que parece copiar maneras y ambientes, incluida una estética de thriller político setentero y la banda sonora de Howard Shore. En el apartado de las interpretaciones destacan el trío protagonista, mientras de la dirección podemos decir que es sobria y elegante, aunque más de un despiste de figuración estropee su acabado, como esas espectadoras en la sala de juicios tras el demandante, siempre con el mismo atrezzo, da igual el día que sea y el tiempo pasado.

miércoles, 19 de abril de 2017

LIFE (VIDA) Supervivencia bajo amenaza de seis astronautas simples

Título original: Life
USA 2017 103 min.
Dirección Daniel Espinosa Guión Rhett Reese y Paul Wernick Fotografía Seamus McGarvey Música Jon Ekstrand Intérpretes Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson, Ryan Reynolds, Hiroyuki Sanada, Ariyon Bakare, Olga Dihovichnaya Estreno en Estados Unidos 24 marzo 2017; en España 7 abril 2017

Aunque su nombre llame a engaño, el director sueco Daniel Espinosa se dio a conocer internacionalmente con Dinero fácil, y de ahí saltó a Hollywood con El invitado, protagonizada por Denzel Washington y Ryan Reynolds, y El niño 44, con Tom Hardy y su compatriota Noomi Rapace en los papeles principales. Ahora aborda su primer largometraje de ciencia ficción y terror, con reminiscencias inequívocas y nada disimuladas de Alien, aunque con la particularidad de ambientarse en un futuro casi presente, de forma que la vida en la nave no es como la veíamos en el universo de la sargento Ripley, sino más rudimentaria y sujeta permanentemente a los dictados de la gravedad cero. Por lo demás Espinosa y sus guionistas sólo parecen aspirar a generar inquietud, puede que incluso terror, a través de un ente extraterrestre, marciano para más señas, que recogido del espacio exterior de forma poco ortodoxa y científicamente nada plausible, engendra el caos y el terror entre los seis tripulantes de la nave, bastante cortitos para tratarse de mentes avanzadas, lo que facilita unos giros narrativos facilones, y que como si de Diez negritos se tratara, van cayendo uno tras otro merced precisamente a ese comportamiento algo básico. No obstante algunas secuencias, a pesar de su sutileza, pueden generar escalofrío, mientras otras ofrecen un más de lo mismo del que resulta casi imposible escapar si no se es directamente un genio. Espinosa ciertamente no lo es, pero ofrece un espectáculo digno y bien articulado en lo que son sus discretas aspiraciones. Un atractivo reparto, que entre sollozos y angustias rebaja mucho su talento interpretativo, añaden posibilidades a un material que se recibe con condescendencia, a pesar de sus incoherencias y faltas de rigor, propias de un trabajo poco informado a nivel científico. A destacar el diseño del ente, de nuevo un octópodo, lo que teniendo en cuenta La llegada parece estar convirtiéndose en una tendencia.

EL BEBÉ JEFAZO Terapia para príncipes destronados

Título original: The Boss Baby
USA 2017 97 min.
Dirección Tom McGrath y Hendel Butoy Guión Michael McCullers, según el libro de Maria Frazee Música Steve Mazzaro y Hans Zimmer Voces (en versión original) Alec Baldwin, Miles Bakshi, Steve Buscemi, Jimmy Kimmel, Lisa Kudrow, Tobey Maguire Estreno en Estados Unidos 31 marzo 2017; en España 12 abril 2017

Dreamworks sigue confeccionando cuentos para un público contemporáneo, capaz de reflejarse en las historias y situaciones que plantean sus exitosas producciones. Esta declaración de principios queda perfectamente clavada en la reflexión que este gordinflón y desagradable bebé parlanchín hace de cuentos como Hansel y Gretel, propios de gente enferma y susceptibles de generar auténticos traumas en los niños. Por el contrario lo que propone esta divertida película es una terapia para príncipes y princesas destronadas, que ven cómo pierden el protagonismo en sus familias a favor de un nuevo huésped más joven. Algo así como El príncipe destronado de Miguel Delibes que llevara a la pantalla Antonio Mercero bajo el título de La guerra de papá, protagonizada por el niño prodigio de nuestra transición, Lolo García. Dos magníficos arranques introducen la película, en el primero asistimos a la feliz infancia de un niño, presidida por su generosa imaginación al servicio de mil aventuras y juegos, y la esmerada atención que le propician sus padres, toda una lección de valores para los estresados progenitores de hoy en día. El segundo nos lleva a una fábrica de bebés donde se determina cuál irá destinado a una vida corriente en una familia al uso, y cuál está destinado a formar parte del comité ejecutivo que mantenga la buena salud de la fábrica y la prioridad de los futuros humanos en una sociedad tan proclive a buscar entretenimientos que generen menos responsabilidad que la educación de un hijo, como por ejemplo los animales domésticos. Nuestro protagonista naturalmente es del segundo tipo, lo que derivará, siempre desde la fructífera imaginación de ese príncipe destronado aludido, en una serie de situaciones hilarantes, en las que este personajillo a medio camino entre James Cagney y Mickey Rooney, irá haciendo gala de su inteligente y descarado humor, para desgracia de su hermanito y gozo del público, que además disfruta, como en otras ocasiones similares, identificando referencias de todo tipo, mayoritariamente cinéfilas. Todo funciona como de costumbre, como un reloj, con una factura técnica excelente, personajes muy bien definidos, aunque el joven peque en cierto grado, no excesivo, de eso tan proclive entre los niños americanos que los convierten en enanos redichos. Para poner en marcha la empresa se ha contado con dos directores curtidos en la animación de forma muy distinta, Tom McGrath con la saga Madagascar y Hendel Butoy más clásico, con títulos como Los rescatadores en Cangurolandia y dos segmentos de Fantasia 2000. El entretenimiento merece la pena, más por su carácter jocoso que por su mensaje, de cualquier forma ingenuo y previsible.

martes, 18 de abril de 2017

RITMO EN VENA CON EL CONCIERTO ANUAL DE LA OJA EN EL MAESTRANZA

Concierto de la Orquesta Joven de Andalucía de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Manuel Hernández-Silva, director. Programa: Suite Estancia Op. 8a, de Ginastera. Danzas Fantásticas Op. 22, de Turina; Obertura Cubana y Un americano en París, de Gershwin. Teatro de la Maestranza, lunes 17 de abril de 2017

Hernández-Silva dirige a la OJA, hace un par de años en Granada
Después de haberse atrevido con Bruckner, Mahler, Chaikovski, Beethoven y tantos otros de los grandes, el programa con el que se presentó la OJA este año en su puntual cita con el público del Maestranza, se podía considerar ligero o liviano. Y aunque ciertamente lo es, no hay que despreciar la mano de Turina, Ginastera o Gershwin a la hora de crear mundos de una fuerte raigambre folclórica, donde el ritmo y las inmensas particularidades de una orquestación compleja se dan la mano. No es fácil entregarse a estas partituras y conseguir en la aventura un sonido compacto, bien articulado y con la suficiente soltura y desenvolvimiento para salir airoso de la empresa. Las piezas elegidas para la ocasión podrán ofrecer menor dificultad a la hora de manejar conceptos como expresividad o drama, pero exigen sin duda una disciplina férrea, un dominio técnico absoluto de los instrumentos, y una capacidad plena para el trabajo en equipo, la compenetración y el sentido del ritmo. Digamos que los y las jóvenes de la Orquesta Joven de Andalucía lucieron estos méritos y talentos, aunque a merced de una batuta que no tuvo, a pesar de lo que en principio debiera parecer, una visión acertada de la estética y la sensibilidad que exhiben estas páginas.

Esta última comparecencia de una orquesta que se retroalimenta con las que han surgido en los últimos años a todo lo largo y ancho de la geografía andaluza, con resultados espléndidos como los que disfrutan la Orquesta Sinfónica Conjunta o la de la Academia de Estudios Orquestales, revalidó la capacidad y el talento de sus jóvenes y prometedores integrantes, y así se dejó sentir en los numerosos solos que salpicaron las obras convocadas. Hernández-Silva anunció con éste su último concierto al frente de la formación, dejando en él el marchamo de su paso por uno de los más emblemáticos conjuntos sinfónicos juveniles del Mundo, y que catapultara a la fama a Gustavo Dudamel, la Simón Bolívar de Venezuela. Pero después del excelente sabor de boca que nos dejó el año pasado con Dvorák y Rachmaninov, no fue la suya una batuta sutil a la hora de abordar piezas tan raciales como las de esta ocasión. En Estancia de Ginastera sólo brilló su danza inicial, mientras la del Trigo acusó ciertos desequilibrios, y en la stravinskiana Los peones de la hacienda, y el Malambo final se apreció más histeria que furia. Algo parecido a lo que ocurrió con las Danzas Fantásticas de Turina, siempre desde un sonido brillante, hasta apabullante, pero procurando más epatar que generar auténtica atmósfera, tan evocadora y sensual como puede llegar a ser en esta obra del autor sevillano.

Hubo mucho estruendo, demasiada percusión en la Obertura Cubana, una página seguramente menor pero enormemente atractiva, capaz de trasladarnos a las noches exóticas del malecón antes de la revolución, y sin necesidad de inventarse un final postizo con más percusión de la indicada y un doble chimpún inexplicable que vulgarizó la obra del siempre elegante Gershwin. Tampoco fue la de Un americano en París una interpretación memorable, salvo por ver a esta gente tan joven enfrentándose con gozo y mucho ritmo a páginas tan en cierto modo vintage. Mucha espectacularidad fue la consigna con la que la ofreció el director venezolano, sacrificando atmósfera y texturas, no obstante la satisfacción ya apuntada de vibrar con la juventud, volcada y disciplinada, y de disfrutar de un blues central de enorme y romántico lirismo. En las propinas otra obra sudamericana llena de color, ritmo e inequívoca vocación festivalera, y un pasodoble que los metales entonaron casi bailando y mientras el resto de los compañeros y compañeras se felicitaban, abrazándose y besándose efusivamente. En ese sentido, y en el del programa interpretado, todo un gran espectáculo, y ahí estaban, entre el público, para apoyar a nuestro futuro gente de la talla de Javier Perianes, Ruth Rosique y otros maestros y maestras que tanto habrán significado para estos extraordinarios jóvenes.

lunes, 10 de abril de 2017

I AM NOT YOUR NEGRO Interesante retrato de un pensador singular

USA 2016 93 min.
Guión y dirección Raoul Peck, según el libro de James Baldwin Fotografía Henry Adebonojo, Bill Ross IV y Turner Ross Narrador (en V.O.) Samuel L. Jackson Documental Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2016; en Estados Unidos 17 febrero 2017; en España 7 abril 2017

Haitiano de nacimiento, Raoul Peck se ha propuesto con este interesante documental completar la obra inacabada del pensador afroamericano James Baldwin, personaje incómodo donde se precie por su doble condición de activista antirracista y homosexual, que cultivó una línea de pensamiento bastante diferente a la seguida por sus contemporáneos Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King, los tres asesinados y objeto del análisis sobre el movimiento de liberación afroamericano que supone esta película y el libro en el que se basa. Muy concienciado por esta problemática en Estados Unidos como en el resto del mundo, Peck ha llevado ya el tema a la gran pantalla en varias ocasiones, en documentales y ficciones, especialmente la figura de Lumumba, primer jefe de gobierno del Congo independiente. Con esta producción americana realiza una ingente labor de recopilación de material de archivo, de lejos lo mejor de la película, mientras su discurso queda algo velado por la complejidad de las declaraciones del homenajeado, quizás malogradas en parte por una traducción demasiado dispersa, urgente y si se quiere incluso literal. Consciente del público cinéfilo al que van dirigidas este tipo de propuestas, Peck no duda en echar mano de un buen puñado de secuencias cinematográficas para ilustrar la época y el pensamiento popular de esa América en la que vivieron estos mártires y su documentalista, añadiendo atractivo al proyecto. No se puede decir lo mismo de los exhibidores en Sevilla, que han debido creer que en Semana Santa las salas de cine se llenan en todas las sesiones (craso error con las calles llenas de procesiones) y nos han ahorrado a los cinéfilos la versión original, con lo que el reclamo de estar narrada por Samuel L. Jackson aquí pierde todo su valor; en todo caso hay que conformarse con su doblador habitual, Miguel Ángel Jenner. La idea de un marginado que no debe sentirse víctima sino impulsor en cierta manera de la situación generada, deambula sobre gran parte del metraje, convirtiéndose en su línea de trabajo principal, lo que da al conjunto un aire novedoso y fresco. Estuvo nominado al Oscar.

ÓRBITA 9 Ensayo romántico de ciencia-ficción

España-Colombia 2017 95 min.
Guión y dirección Hatem Khraiche Fotografía Pau Esteve Birba Intérpretes Álex González, Clara Lago, Andrés Parra, Belén Rueda, Kristina Lilley, John Alex Castillo Estreno 7 abril 2017

Otro audaz ejemplo de cine de ciencia ficción realizado en nuestro país, siguiendo las pautas del género tal como lo conocemos, es decir el americano. Lo de audaz viene por la falta de presupuesto, suplido con algunas dosis de ingenio y un guión cuyos giros narrativos parecen perfectamente estudiados precisamente para salvar los obstáculos de una gran superproducción a la que no es posible ni asomarse. En principio se trata de un drama romántico en el espacio, tipo Passengers, aunque la deriva lleva por otra parte que no es el caso desvelar. Aunque su prometedor arranque se vea de alguna manera traicionado por esos giros dramáticos, éstos apuntan temas y denuncias que hubieran merecido un mejor y más profundo desarrollo, si bien lo peor de la función son las interpretaciones. A la inexpresividad de Álex González se suma la falta de convicción de Clara Lago en un papel cuya capacidad de asombro debería estar mucho mejor desarrollada, no digamos ya los secundarios, villanos de catálogo y buenos sin pretexto. Hatem Khraiche, curtido en el cortometraje y con el guión de la muy interesante La cara oculta bajo el brazo, debuta así en la dirección con un film pasto del remake americano con más poder adquisitivo, si tiene suerte en los festivales donde se proyecte, empezando por el de cine fantástico de Bruselas. No obstante hay que reconocerle pericia a la hora de crear ambientes, especialmente unas calles de Bogotá convenientemente maquilladas para recordar el imaginario inmarchitable de Blade Runner. Tampoco desmerecen sus escasas pero conseguidas escenas de acción, y ya lo adelantamos, apunta cuestiones que de haberse tratado con más rigor y énfasis hubiera podido dar lugar a un film más estimable. Su lamentable distribución ha hecho que nos tengamos que conformar en esta plaza con una copia en formato doméstico, quedando encuadrada la imagen en el centro de la pantalla, con márgenes a todo alrededor y una luz extraña a lo acostumbrado en las proyecciones digitales.

domingo, 9 de abril de 2017

FeMÀS 2017. CLAUSURA: LA PAZ SEA CON NOSOTROS

FeMÀS 2017. Collegium Vocale Gent. Maximilian Schmitt, Evangelista. Florian Boesch, Jesús. Dorothee Mields y Grace Davidson, sopranos. Damien Guillon y Alex Potter, contratenores. Reinoud van Mechelen y Thomas Hobbs, tenores. Peter Kooij y Tobias Berndt, bajos. Philippe Herreweghe, director. Programa: La Pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach. Teatro de la Maestranza, sábado 8 de abril de 2017

Herreweghe
Más de quince años separan la segunda y magnífica grabación que Collegium Vocale Gent y Philippe Herreweghe hicieron del que seguramente está considerado el más famoso de los oratorios consagrados a la muerte y resurrección de Cristo, de esta interpretación en vivo en el Teatro de la Maestranza para coronar la trigésimo cuarta edición del Festival de Música Antigua de Sevilla. Y aunque hay diferencias de matiz y expresividad, los resultados son en ambos casos espectaculares y sobradamente satisfactorios. Dos años únicamente separan ésta de la última comparecencia de Herreweghe en el coso hispalense, y sin embargo los resultados son bien distintos, ante la insuficiente convicción que nos dejó aquella Pasión según San Juan con el que se cerró el mismo certamen en 2015. En esos quince años apenas perduran cuatro instrumentistas entre las dos orquestas (la flauta de Patrick Beuckels, los oboes de Marcel Ponseele y Taka Kitazato, y el violonchelo de Hermen Jan Schwitters), y dos voces entre los coros (la soprano Dominique Verkinderen y el bajo Robert van der Vinne); naturalmente muchos son los solistas, integrantes del coro y músicos de la plantilla que coinciden entre el San Juan de 2015 y el San Mateo de este año, incluidos la soprano Grace Davidson, los bajos Peter Kooij y Tobias Berndt, y el contratenor Damien Guillon. Cuestión de coincidencias que no aciertan a explicar por qué esta Pasión según San Mateo ha llegado a gustarnos y conmovernos tanto.

Maximilian Schmitt, el Evangelista
Con las dos orquestas y coros dispuestos de manera simétrica en el escenario, y el coro de ripieno en el centro, ya la monumental introducción, un impactante Kommt, ihr Töchter, helft mir klagen (Venid hijas, ayudar a lamentarme), dio idea de la envergadura del espectáculo articulado por un veterano y sin embargo fresco de ideas e imaginación Herreweghe, cuya teatralidad quedó manifiesta en unos dinámicos y muy equilibrados juegos entre los coros participantes, y la vibrante disposición de cuerda y maderas a hacer de ésta una noche inolvidable. Solemnidad que invitó ya desde un principio a dejarse llevar por el ritual de redención que propone la página, quedando bien reflejada su vocación espiritual y filosófica y su carácter eminentemente piadoso. Después de tres horas (los tempi elegidos por el director rebasaron en casi veinte minutos la duración de esa mítica grabación de Harmonia Mundi) la capacidad de asombro, emoción y devoción de un público igualmente emotivo a la hora de expresar respeto y admiración (el silencio en la sala fue inusualmente impactante) seguía intacta, hasta la catarsis emocional definitiva de un Wir setzen uns mit Tränen nieder (Con lágrimas nos sentamos) final insoportablemente hermoso y majestuoso. De todo mayormente responsables unos coros inmejorables, extraordinarios en fraseo, naturalidad, voluptuosidad y claridad expositiva, que casi hacía perceptible el trabajo de cada una de las voces convocadas, a pesar de su carácter voluminoso. En el apartado solista los resultados fueron también satisfactorios, aunque en menor medida. Sensacional el Evangelista del joven tenor Maximilian Schmitt, generoso en proyección y de línea homogénea; el barítono austriaco Florian Boesch lució más autoritarismo que verdadera piedad en su papel como Jesús, con una potencia no siempre al máximo nivel, pero una buena calidad de timbre y media de proyección, manteniendo siempre una estética equilibrada y homogénea.

Florian Boesch, Jesús
Entre las sopranos destacó Dorothee Mields, cuya aria Aus Liebe will mein Heiland sterben (Por amor va a morir mi salvador) fue sencillamente cautivadora, mientras que entre los contratenores convenció más el prominente Alex Potter que el francés Damien Guillon, de voz cursilona y articulaciones almibaradas, lo que no fue impedimento para lograr que emergiera la emotiva dulzura de su maravillosa aria Erbarme dich (Ten piedad). El veterano bajo Peter Kooij acusó en sus arias desgaste de la voz, en ningún caso grave o invalidante, mientras la teatralidad manifiesta de la interpretación tuvo algunos de sus máximos exponentes en las aportaciones del bajo alemán Matthias Lutze y sus negaciones de Pedro. El excelente rendimiento instrumental tuvo su punto álgido en la estupenda, sedosa y conmovedora concertino de la primera orquesta, Christine Busch, mientras el de la segunda mostró un sonido áspero y chirriante, igual que la violagambista Romina Lischka, de sonido seco e impreciso, a pesar de lo cual fue muy ovacionada. Como todo el resto de la representación, largamente aplaudida, con más de mil doscientas personas (lleno total) en pie, conmovidas por tan suntuoso espectáculo, pura limpieza del ánimo y la conciencia, incapaz de dejar inmune ninguna sensibilidad, por dura que sea.

EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA Una mirada cándida pero no exenta de crítica a una tragedia global

Título original: Toivon tuolla puolen
Finlandia 2017 98 min.
Guión y dirección Aki Kaurismäki Fotografía Timo Salminen Intérpretes Tuomari Nurmio, Sherwan Haji, Kati Outinen, Tommi Korpela, Sakai Kuosmanen, Janne Hyytiänen, Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Niroz Haji Estreno en Finlandia 3 febrero 2017; en España 7 abril 2017

Parece ser que ésta será la última película del director finlandés responsable de títulos como Nubes pasajeras, Un hombre sin pasado y Le Havre, por citar algunas de las más recientes. Sería una pena, porque fiel a su estilo, Kaurismäki tiene aún mucho que decir, y siempre alrededor de temas de candente actualidad, con una precisión de enfoque y una mirada tan certera a temas que nos preocupan a nivel individual y colectivo, que abruma. La desesperada situación de los refugiados sirios centra la atención de su última película, por la que fue galardonado en Berlín con el Oso de Plata a la mejor dirección. Dos hombres necesitan cambiar de vida, los dos por necesidad aunque de distinta índole, uno forzada y el otro buscada. Son los dos ejes o extremos sobre los que se asienta la esperanza del título. Sus destinos llegarán a entrecruzarse, hasta el punto de servirse mutuamente para encontrar ese sentido y tabla de salvación que necesitan para sus respectivas existencias. Todo esto, que parece tan grave y profundo, y sin duda lo es, el realizador lo trivializa sanamente como sólo él sabe hacerlo, con un aspecto generalizado de sátira cómica, enfoques muy precisos y una puesta en escena en cuadros estáticos, muy coloristas y muy años cincuenta, además de los habituales comportamientos y sentencias aparentemente absurdas de sus personajes. Sin duda un ejercicio de control absoluto, seguridad y claridad de ideas, que convierten al autor en un esteta y uno de los directores con las ideas más claras del panorama actual. El secreto consiste en dejarse llevar, asumir su lado cómico sin desdeñar el trágico que sin duda subyace en una trama que tiene como máximos exponentes la desgarradora historia del protagonista sirio ante las absurdas e implacables autoridades burocráticas, o los noticiarios televisivos que no ahorran margen de dolor ni angustia ante la situación vivida en una zona tan débil y delicada de nuestro planeta. Y todo eficazmente dirigido a nuestras conciencias burguesas, satisfechas en países que agotan todas las posibilidades que les brindan declaraciones y manifiestos de toda índole, pero se muestra incapaz de mover un dedo cuando de poner en peligro nuestra hegemonía y bienestar se trata. Lo mejor parece seguir mirando hacia otro lado y dejarse mecer por los cándidos cantos folk y country de las bandas callejeras y clubistas que tanto gustan en ese país, y particularmente al director de Leningrad Cowboys Go to America.

LA IDEA DE UN LAGO Los fantasmas de la poetisa

Argentina 2016 82 min.
Guión y dirección Milagros Numenthaler, según el poema de Guadalupe Gaona Fotografía Gabriel Sandru Intérpretes Carla Crespo, Rosario Bléfari, Malena Moiron, Juan Barberini, Juan Greppi, Joaquín Pok Estreno en el Festival de Locarno 9 agosto 2016; en Argentina 2 febrero 2017; en España 7 abril 2017

Igual que España se aferra a su pasado dictatorial regresando una y otra vez a los dramáticos episodios de la Guerra Civil, Argentina intenta también exorcizar sus fantasmas del pasado más reciente con películas que de una forma u otra denuncian las heridas sufridas tras tantos años de tormento intolerante y torturas al pueblo, y muy a menudo lo hace en forma de metáfora. Al menos esa parece ser la premisa de la directora Milagros Numenthaler a la hora de adaptar el libro de fotografías y poemas de Guadalupe Gaona, un recuerdo permanente a la figura de un padre ausente, devorado por la sinrazón y obligado a vivir eternamente como fantasma que atormenta de distinta manera a los y las integrantes de una familia media. Esa es la primera pretensión de esta enigmática cinta, adaptar nada más y nada menos que un poema, y convertir a su protagonista en alter ego de la autora adaptada, también ella preparando un libro de semejante contenido, con una adolescencia y juventud lastrada por el dolor de la pérdida, mientras su madre se aferra a la esperanza de reencontrarse con un amor frustrado por la dictadura de las armas. Los recuerdos de la infancia, naturalmente durante las vacaciones, con la amabilidad del verano a orillas de un idílico lago como fondo, se entrecruzan con las reflexiones metafísicas de una mujer a la espera de tener un hijo, a quien el recuerdo del padre ausente conmueve e inspira más que la presencia de una madre atenta y fuerte, aunque sea aferrada también ella misma al recuerdo. Sintomático resulta a estos efectos la conversación por chat entre ambas mujeres, mientras el photoshop del apolíneo padre capta más la atención de la hija que previamente ha vivido la ilusión de un baile en las aguas del lago con el vintage auto en el que podría haber desaparecido su progenitor. Otra sesión de psicoanálisis presuntamente inteligente e intelectual, tan del gusto del país americano. Todo muy trascendente, deliberadamente pretencioso, y manido en torno a la necesidad imperante de la figura paternal, algo tan discutible como innecesario, si de estar segura de tener un hijo en soledad se trata. Las interpretaciones están bien, el ritmo es premioso, se agradece que sea corta, pero agota tanto enigma, tanto acertijo, gravedad de tono y tantísima sesudez.

viernes, 7 de abril de 2017

ONOFRI Y LA ROSS: LAS DOS CARAS DE UNA MISMA FIESTA

8º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Juan Carlos Pérez Calleja, tuba. Francisco Rosario Vega, trombón. Enrico Onofri, dirección. Programa: Concierto para tuba, de Vaughan Williams; Concierto para trombón, de Tomasi; Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, de Haydn. Teatro de la Maestranza, jueves 6 de abril de 2017

Tradicionalmente por estas fechas la ROSS nos ofrece un concierto de música religiosa, al que este año ha añadido dos piezas de estética y contenido diametralmente opuesto, quién sabe si con la intención de reflejar las dos caras de una fiesta en la que lo religioso se mezcla con lo pagano, siempre con la cultura y en cierto modo la espiritualidad como base. Al menos así lo confesó Juan Carlos Pérez Calleja antes de ofrecer junto a su compañero, Francisco Javier Rosario Vega, la festiva propina que para la ocasión les compuso Antonio Moreno, natural de Puente Genil, cuando aseguró que para ellos este concierto era una auténtica fiesta; de hecho así fueron los aires que nos trajeron las extravagantes e inusuales piezas de Vaughan Williams y Tomasi seleccionadas al efecto.

Habitualmente asociado a la Barroca, Enrico Onofri dio buenas muestras de versatilidad adaptándose primorosamente al estilo neorromántico de los dos conciertos interpretados, extrayendo de la orquesta sonoridades aterciopeladas y suntuosas. El de un octogenario Vaughan Williams tiene a la tuba como protagonista, cuyo sonido extremadamente grave le deja poco resquicio para el lucimiento, a pesar de lo cual el rendimiento de Pérez Calleja fue ejemplar, salvando con soltura las elaboradas cadencias de los movimientos extremos y la lírica ternura de la romanza central. Siendo el francés Henri Tomasi un autor jamás programado en nuestros espacios, en apenas una semana lo hemos escuchado dos veces, su concierto para saxofón con la Conjunta el pasado viernes, y ahora el de trombón con un excelente Francisco Rosario como solista, que le dio a la pieza el incontestable sabor jazzístico que atesora. Onofri por su parte acompañó con evidentes aportaciones de sensualidad y considerable lirismo.

Haydn se sentía tan satisfecho del trabajo que realizó por encargo del Marqués del Mérito para la celebración de la misa del Viernes Santo de la Hermandad de la Santa Cueva de Cádiz en la Parroquia del Santo Rosario, Las Siete Últimas Palabras de Cristo, que lo adaptó a conjunto de cámara, realizó una versión coral e incluso una reducción para piano, además de ser la obra que dirigió personalmente en su última actuación pública. Se trata de una pieza compleja y exigente, que el espectador debe seguir con mucha atención para no caer en la monotonía. Su carácter profundamente conmovedor e íntimo quedó reflejado en una interpretación meticulosa y esmerada en la que brillaron cuerdas y maderas a un altísimo nivel, con especial mención para los solos de Eric Crambes, generosos en lirismo y ternura. No obstante, su concepción sencilla no exenta de profundidad exige una mayor fuerza dramática y expresiva que la desplegada por Onofri, más atento en exprimir la belleza de unos adagios que más parecen arias. Su más de una hora de duración alcanzó el cénit con un Terremoto final vivo y enérgico que coronó una hermosa lectura de tan espiritual página.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía