USA 2017 107 min.
Dirección Rupert Sanders Guión William Wheeler y Jamie Moss, según el manga de Masamune Shirow Fotografía Jess Hall Música Clint Mansell y Lorne Balfe Intérpretes Scarlett Johansson, Pilou Asbaek, Juliette Binoche, Michael Pitt, Takeshi Kitano, Peter Ferdinando, Anamaria Marinca, Christopher Obi, Chin Han, Danusia Samal, Kaori Momoi, Yutaka Izumihara Estreno simultáneo en Estados Unidos y España 31 marzo 2017
Suponemos que para hacer una crítica seria y concienzuda sobre un material como éste, hay que ser como mínimo un entendido en Manga, y si se es un entusiasta mejor. Nada de eso profesamos, por lo que nos tenemos que limitar a hacer un seguimiento de este producto exclusivamente desde el punto de vista cinematográfico y narrativo, sin tener en cuenta sus referentes. Con la adaptación al cine de gran formato de este clásico del cómic japonés, ya llevado al cine de animación un par de veces y a un serial televisivo, además de contar con numerosas adaptaciones al videojuego, Hollywood aprovecha una vez más para generar un producto meramente coyuntural, otra máquina para hacer dinero y poco más, ofreciendo como siempre más de lo mismo. Y eso que para la empresa han contado con Rupert Sanders, del que recordamos hizo un buen trabajo de adaptación del cuento de Blancanieves en La leyenda del cazador, al que supo insuflar ritmo e intensidad dramática. Por su parte, Scarlett Johansson parece haberse acomodado definitivamente a los papeles de chica dura y superheroína, tras sus papeles en Lucy y Los vengadores, después de una carrera mucho más estimulante en la que despuntaba como imparable actriz de registros y talentos muy diversos, que hoy parece truncada. Treinta y cinco años después el espíritu y la iconografía de Blade Runner parecen seguir intactas e inspirar un producto que pretende ser vistoso y espectacular, pero que poco aporta en su escenografía digital de Shanghái con pinta de Tokyo nocturno y avasallador, y robots geisha con aspecto de Björk en la portada de su disco Homogenic. Allí se desenvuelven un sinfín de luchas bien coreografiadas, fotografiadas con nervio e inscritas en una trama tan simple como archivista, en la que cualquier reflexión sobre la conciencia y los sentimientos de supuestos androides queda difuminada, no digamos ya su tesis sobre la manipulación de la información para dirigir nuestra voluntad, meramente apuntada en un guión que no sabe aprovechar el potencial de su precedente. Ex Machina de Alex Garland y hasta la española Autómata de Gabe Ibáñez acertaban más a la hora de exponer estas premisas.
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